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Hola! Acá Silvia Freire.

“…Es natural que los primeros lazos se establezcan con los padres, puesto que ellos representan los canales a través de los cuales logramos el nacimiento. Un fuerte lazo inicial es de gran importancia durante los primeros años de vida, cuando el niño requiere esta seguridad como una base firme desde la cual desarrollarse.

Está siendo revivida ahora una costumbre denominada vinculación, mediante la cual se refuerzan estos lazos, inmediatamente después del nacimiento. Se ha descubierto que el bebé está plenamente consciente y que abre los ojos y es capaz de enfocar la mirada, aproximadamente a los veinte minutos de nacido. Gracias a los distintos métodos naturales de alumbramiento que se están empleando ahora en los que ambos padres están presentes y la madre no requiere ser anestesiada, el niño se vincula con sus progenitores por contacto visual directo, a los pocos minutos de nacido.

Sin embargo, en la pubertad, cuando la persona joven está a punto de entrar en el mundo como adulto, se requiere que estos tempranos vínculos con los padres se corten, para que el joven pueda desarrollarse con libertad como un individuo independiente. En nuestra sociedad, lamentablemente, muchas de las antiguas costumbres y rituales han caído en desuso. Esto vale en especial para los ritos relacionados con la pubertad y la muerte. En donde aún se llevan a cabo, han llegado a diluirse tanto y a ser tan superficiales, que resultan inútiles para propósitos prácticos. Su observancia no representa más que un cascarón vacío, carente del significado simbólico original y, por ende, ha quedado reducido tan solo al status de función social.

Describimos a cada nueva persona la forma en que conducimos este ritual y le explicamos que puede llevarse a cabo en cualquier momento después de la pubertad, sin importar la edad, puesto que rara vez se ha realizado con profundidad, en el comento correspondiente. Hacemos referencia a las antiguas costumbres, que aún se usan en algunas de las sociedades primitivas de hoy, que se acercan más a su forma original, y enfatizamos la importancia que reviste para una persona joven que esté por alcanzar la madurez, el hecho de que sea apartada de los padres y del mundo de la niñez e introducida en la vida de la aldea como adulto joven. Cuando estos lazos siguen vigentes más allá de la pubertad, a menudo se desarrolla una situación malsana.

Al igual que en los antiguos rituales, hay una serie de preparativos que necesitan llevarse a cabo antes de poder llegar al corte real de los lazos. Se nos ha entregado un ejercicio preliminar para este propósito, que habrá de ser practicado regularmente, cada día, por un período no inferior a dos semanas, para cada progenitor o tutor. Lo hemos denominado el ejercicio de la Figura del Ocho, porque se parece al número 8. Se lo usa para llevar a la persona a una relación íntima con su propio espacio o territorio y se ha convertido en uno de nuestros símbolos más útiles.

Dos personas que mantienen una estrecha relación, invariablemente, proyectan parte de sí mismas en la otra, de modo que ninguna de ellas es un individuo claramente delineado y separado. Si llegaran a cortar los lazos que las unen antes de que se haya logrado un retiro de cada una dentro de su propio espacio, el resultado sería confuso, pues cada una seguiría cargando con las proyecciones de la otra, como una superposición que cubriría el yo real…”

Acá Silvia Freire nuevamente. Te cuento que yo practiqué este ejercicio en 1992 para superar la obsesiva relación que tenía con mi madre. En su ignorancia, mi mamá me dio el título de su "mejor amiga" cuando yo tenía 6 años. Y esa “amistad” fue creciendo de un modo enfermizo. Las cartas de amor que le escribí toda la vida superaban a Alfonsina! Jaja.

A los 18 años, con una madre de cincuenta y pico de años, sana y con una vida normal, yo negociaba con Dios mientras rezaba, ofreciéndole no tener hijos con tal de que mi vieja viviera muuuchos años.

No tengo hijos y mi vieja lleva 91 años muy bien vividos ¿qué tal?

En 1991 antes de hacer el tratamiento de “Cortando los lazos que atan” mi padre murió y por no tener lugar en mi departamento, además de que esa fue la voluntad de mi madre, ella se quedó viviendo en su casita.

Si yo veía en la tele un cajón de muertos o alguna escena que pudiera ponerla triste, la llamaba por teléfono para ver qué canal estaba mirando.

Yo vivía la vida de mi madre.

Los domingos me levantaba de la cama para ir al video club a devolver y retirar películas y sin que mi esposo supiera, me iba un toque en taxi de Floresta a Liniers sólo para verla un momento (en esa época todavía vivía mi padre y ambos estaban perfectos).

Cuando hice este trabajo de cortar los lazos, no le atribuí de inmediato el cambio radical interno que se produjo, profundo, liberador!!!

Tal como dice la autora no necesité viajar lejos para lograr sentir este desapego interior.

Mi madre sigue creyendo que soy su mejor amiga, sigue agradeciendo cada día el forro que se le pinchó ja ja ja y sigue repitiendo que Dios sabía que ella me iba a necesitar y por eso nací.

¡Sin filtro! Pobre! Qué mensaje ¿no?: “Naciste porque yo te iba a necesitar”. Poder reírme de esto y sentir libertad, es lo que deseo para vos en cualquier relación de apego que te tenga en la jaula.