Hola! Soy Silvia Freire y quería compartir con vos este texto de Louise Hay:
“…En la vida todo son relaciones. Tenemos relaciones con todo. En este momento, usted tiene una relación con el texto que está leyendo, conmigo y con mis ideas.
Las relaciones que usted tiene con los objetos, la comida, el tiempo, el transporte y las personas son, todas, reflejos de la relación que tiene con usted mismo. Y la relación que tiene con usted mismo está sumamente influida por las relaciones que tuvo con los adultos que lo rodeaban cuando era niño. La forma en que, cuando éramos pequeños, los adultos reaccionaron ante nosotros es, con frecuencia, la forma en que ahora nosotros mismos reaccionamos, tanto positiva como negativamente.
Piense un momento en las palabras que usa cuando se regaña. ¿No son las mismas que usaban sus padres cuando lo regañaban? ¿Y qué palabras usaban cuando lo elogiaban? Estoy segura de que son las mismas que usa usted para elogiarse.
Tal vez nunca lo hayan elogiado, de modo que usted no tiene la menor idea de cómo autoelogiarse, y probablemente crea que no hay nada que elogiar. No estoy culpando a sus padres, ya que todos somos víctimas de víctimas. De ninguna manera pudieron haberle enseñado algo que no sabían.
Sondra Ray es una gran renacedora que ha trabajado muchísimo en este tema, y sostiene que todas las relaciones importantes que tenemos son un reflejo de la que tuvimos con uno de nuestros padres. Además, afirma que mientras no depuremos aquella primera relación, jamás estaremos en libertad de crear exactamente lo que queremos en las que tenemos ahora.
Nuestras relaciones son espejos de nosotros mismos. Aquello que atraemos es siempre un reflejo, ya sea de nuestras cualidades o de las creencias que profesamos respecto de las relaciones. Y esto vale independientemente de que se trate de un jefe, un colaborador, un empleado, un amigo, una (o un) amante, el cónyuge o un hijo. Las cosas que a usted no le gustan de esas personas son las que usted mismo hace o le gustaría hacer, son lo que usted cree. No podría atraer a esas personas ni tenerlas en su vida si, con su manera de ser, no fueran de algún modo el complemento de su propia vida…”