CONSCIENCIA FEMENINA, EXPERIENCIA FEMENINA
NI MASCULINO NI FEMENINO
La consciencia no es ni masculina ni femenina, porque no le pertenece al cuerpo; está suspendida por encima del cuerpo. La gente viene a mí y me pregunta: “¿Dónde está localizada la consciencia?”. No puede localizarse, porque no forma parte del cuerpo. Está suspendida en algún lugar por encima de ti. No se encuentra exactamente en el cuerpo, no puede ser ubicada. Y una vez que lo percibas, tú también estás suspendido sobre tu cuerpo. Tú no estás en el cuerpo –este es el significado de la palabra inglesa “éxtasis”. Éxtasis quiere decir estar fuera de uno mismo, ecstasy –estar fuera.
Cuando eres consciente, te vuelves extático. Estás fuera de ti mismo. Te transformas en un observador en las alturas.
No existe una consciencia correcta porque no hay ninguna posibilidad de una consciencia equivocada.
La consciencia es correcta. Por tanto, no preguntes qué es una consciencia correcta, simplemente pregunta qué es la consciencia. La consciencia es simple, muy inocente. Todo el mundo la tiene, por tanto, no es una cuestión de conquista. Ya la posees.
Cuando ves la puesta de sol, ¿no te das cuenta? Cuando ves una rosa, ¿no te das cuenta? Aprecias la bonita puesta de sol, percibes su belleza de la rosa; todo lo que necesitas es poner tu atención en tu consciencia también. Esto es lo único que tienes que añadir, el único refinamiento.
Eres consciente de los objetos. Tienes que ser consciente de tu subjetividad.
Todo el arte consiste en cómo funcionar desde la parte femenina de la mente, porque lo femenino está unido al Todo y lo masculino no está unido con el Todo. Lo masculino es agresivo, lo masculino está constantemente en lucha –lo femenino está continuamente en rendición, en profunda confianza. Por eso el cuerpo femenino es tan bello, tan redondo. Tiene una inmensa confianza y una gran armonía con la naturaleza. La mujer vive en profunda rendición –el hombre está siempre peleando, enojado, haciendo esto y aquello, tratando de demostrar algo, intentando llegar a ninguna parte. La mujer es feliz, no intenta llegar a ninguna parte. Pregunta a las mujeres si les gustaría ir a la Luna. Simplemente se quedarán asombradas. ¿Para qué? ¿Con qué motivo? ¿Por qué tomarse semejante molestia? El hogar es perfectamente válido. La mujer no está interesada en saber qué está pasando en Vietnam, en Corea o en Israel. A lo sumo, le interesa saber qué pasa en el vecindario, o como mucho, en quién se ha enamorado de quién, quién se ha escapado con quién… en los cotilleos, no en la política. Está más interesada en lo inmediato, aquí y ahora, y esto le da una armonía, una gracia. El hombre está tratando continuamente de demostrar algo, y si quieres demostrar, desde luego que tienes que luchar, competir y acumular.
La experiencia de la infancia es lo que obsesiona a las personas inteligentes durante toda su vida. Quieren volver a tenerla –la misma inocencia, la misma curiosidad, la misma belleza. Ahora es un eco lejano; parece como si lo hubieras visto en un sueño.
Pero toda la religión nace de la infancia, de su obsesionante experiencia de fascinación, de verdad, de belleza, de la vida danzando maravillosamente alrededor. Con el canto de los pájaros, los colores del arco iris, la fragancia de las flores, el niño en lo profundo de su ser sigue recordando que ha perdido el paraíso.
Actuando con consciencia, dondequiera que te encuentres, está el paraíso. Una vez lo hayas aprendido, no preguntarás: “¿Qué es la virtud?”. Preguntarás: “¿Qué es poner atención?”. ¿Qué es la consciencia?”. Cuestionarás: “¿Qué es meditación?” –porque eso hará que estés consciente y alerta.
Lo que trae infelicidad es pecado.
Lo que aporta alegría es virtud.
La consciencia nunca se pierde.
Sencillamente se enreda con el otro, con los objetos.
Así pues, lo primero que hay que recordar es que nunca s pierde, es tu naturaleza, pero puedes enfocarla en cualquier cosa que desees. Cuando te canses de dirigirla hacia el dinero, el poder, el prestigio, y legue a tu vida ese gran momento en el que quieres cerrar los ojos y conducir tu consciencia hacia su propio origen, hacia el punto de donde procede, hacia su raíz –en medio segundo tu vida se transforma.
Y no preguntes cuáles son los pasos a seguir; solamente hay uno. El proceso es muy simple. Solamente hay que dar un paso que consiste en volver hacia dentro.
La evolución de la consciencia atraviesa muchos altibajos. Es un sendero momentáneo. No te has equivocado –simplemente es que no estás familiarizado con el camino. Muchas veces la cuesta solo desciende para subir más alto que antes. Cruza valles para alcanzar la cima, y cada cumbre no es más que el principio de un nuevo peregrinaje, pues enfrente se encuentra un pico más alto. Pero para alcanzar la cúspide más alta, tendrás que volver a bajar otra vez. Una vez hayas comprendido que esto es lo natural, toda tu miseria, todas tus nubes simplemente se dispersarán. Uno tiene que aprender no solo a disfrutar durante el día, sino también por la noche –tiene su propia belleza. Las cumbres tiene su gloria, los vales su riqueza. Pero si te vuelves un adicto solamente a las alturas, estás empezando a elegir, y toda consciencia cuando empieza a elegir crea problemas. Mantente sin preferencias y, lo que quiera que llegue, disfrútalo como parte del crecimiento natural.
La noche puede ser todavía más negra, pero cuanto más negra sea, más cerca está el amanecer. Así pues, disfruta del oscurecer de la noche, y aprende a ver la belleza de la oscuridad, de las estrellas, porque durante el día no encontrarás esas estrellas. Y nunca compares lo que ha sido, lo que debería ser y lo que es.
No es coincidencia que todas las religiones del mundo contienen en sus parábolas la idea de que en algún momento el hombre vivió en el paraíso y que, de alguna manera, por alguna razón, fue expulsado de él. Son diferentes historias, distintas parábola, pero que significan una sencilla verdad: que cada hombre nace en el paraíso y que después lo pierde. Los retardados, los faltos de inteligencia lo olvidan por completo.
Pero los inteligentes, los sensibles, los creativos siguen obsesionados con ese paraíso que una vez conocieron y del que ahora solo les queda una vaga e increíble memoria. Empiezan a buscarlo otra vez.
La búsqueda del paraíso es la búsqueda de la infancia otra vez. Desde luego tu cuerpo ya no será el de un niño, pero tu consciencia puede ser tan pura como la de un niño. Este es todo el secreto del sendero místico: hacer de ti un niño otra vez, inocente, no contaminado por ningún conocimiento, no sabiendo nada, alerta aún de todo lo que te rodea, con una enorme fascinación y sentido de un misterio que no puede ser desmitificado.
Naciste. Llegaste al mundo con vida, con consciencia, con una tremenda sensibilidad. Fíjate solamente en un niño pequeño –observa sus ojos, su frescura. Todo ello ha sido encubierto por una falsa personalidad.
La consciencia (*) es un fenómeno natural. Naces con ella; pero está rodeada por el duro caparazón en el que se ha convertido la conciencia (**) y no la deja fluir. La conciencia es una roca que bloquea la pequeña fuente de la consciencia. Retira la roca y el manantial empezará a manar. Y con ese brote tu vida empieza a funcionar de una forma totalmente distinta que nunca antes habías imaginado siquiera, que nunca hubieras soñado. Y todo comienza a entrar en armonía con la existencia. Y estar en armonía con la existencia es estar en lo correcto –no estar en armonía con la existencia es incorrecto.
Así pues, la conciencia como tal es la causa raíz de todo lo equivocado, porque no te permite estar en armonía con la existencia. Y la consciencia siempre está en lo cierto de la misma manera que la conciencia siempre está equivocada.
(*) Se refiere a la consciencia en sí mismo.
(**) Se refiere a la conciencia como adquisición moral condicionada.
Mira por un momento a un niño recién nacido: tiene ojos, tiene consciencia. Lo mira todo a su alrededor, ve todos los colores, las flores, la luz, la gente, sus caras, ¿pero crees que el niño reconoce el color verde como verde? ¿Piensas que discrimina entre un hombre y una mujer? ¿O que esto es bonito y aquello es feo?
Tiene una consciencia no discriminatoria. Simplemente ve todo lo que allí está, pero no tiene ningún juicio sobre ello. No puede tenerlo –aún no le han presentado el color denominado verde o el color llamado rojo. Le llevará algo de tiempo aprender a discriminar.
De hecho, toda nuestra educación no es más que la creación de una consciencia discriminatoria en cada persona. Cada persona nace con una consciencia no discriminatoria –esto es, una consciencia testigo. Nace con eso que el sabio finalmente alcanza. Es un fenómeno muy misterioso que aquello que el sabio consigue como fin supremo, el niño lo posee desde el mismísimo principio.
No es una coincidencia que distintos místicos de diferentes épocas se hayan percatado del hecho de que la iluminación final no es más que la recuperación de la infancia. La misma consciencia que tenías en un primer momento cuando naciste tiene que volver a ser conquistada. No es que consigas algo nuevo, es el redescubrimiento de algo ancestral, eterno.
Te pierdes en el mundo… existen todas las posibilidades para que te pierdas, porque el mundo necesita todo tipo de discriminaciones, de juicios, de evaluaciones, la idea del bien y del mal, la idea de lo bueno y de lo malo –toda clase de deberías y no deberías. El mundo lo necesita y adiestra a cada niño para ello. El niño se pierde cada vez más en el lenguaje, en las palabras, los pensamientos, y finalmente llega a un punto desde el que no puede encontrar el camino de regreso a casa.
Naciste únicamente con consciencia, y todo lo demás lo has ido acumulando después. Todo aquello que tu mente ha acumulado después de tu infancia, déjalo a un lado –y dejarás de interponerte en el camino. Con esta simple comprensión encontrarás abiertas las puertas del templo de tu ser.
Un cuento:
Un rey japonés envió a su hijo para que un místico, un maestro, le enseñara a ser consciente.
El rey era anciano y le dijo a su hijo: “Pon toda tu energía en aprender porque, salvo que seas consciente, no vas a sucederme. No voy a darle mi reino a alguien que está dormido e inconsciente. No es una cuestión entre padre e hijo. Mi padre me lo dio a mí solamente después de haber alcanzado la consciencia. Yo no era la persona adecuada porque no era su hijo mayor, era el menor. Pero mis otros dos hermanos, mayores que yo, no podían alcanzarla.
“Lo mismo va a ocurrirte a ti. Y el problema es aún más complicado porque yo solo tengo un hijo: si tú no alcanzas la consciencia, el reino irá a parar a manos de cualquiera. Tú serás un mendigo de la calle. Por tanto, para ti es una cuestión de vida o muerte. Ve con ese hombre, él ha sido mi maestro. Ahora ya es muy mayor, pero sé que si alguien puede enseñarte, ese hombre es él. Dile: “Mi padre está enfermo, viejo, puede morir cualquier día. Queda poco tiempo y tengo que ser totalmente consciente antes de que muera, de lo contrario perderé el reino”.
Un cuento también muy simbólico: Si no eres consciente, pierdes el reino.
El hijo del rey fue a ver al viejo maestro de las montañas. Le dijo: “He sido enviado por tu discípulo, el rey”.
El maestro era muy anciano, más que su padre. Le contestó: “Recuerdo a ese hombre. Era realmente un auténtico buscador. Espero demuestres tener la misma calidad, el mismo genio, la misma totalidad, la misma intensidad”.
El joven príncipe afirmó: “Lo haré todo”.
A lo que el maestro respondió: “Entonces, empieza por limpiar en la comuna. Y recuerda una cosa: que te golpearé en cualquier momento. Quizá cuando estés limpiando el suelo yo me acerque por detrás y te golpee con mi vara; así pues, mantente alerta”.
Él replicó: “Pero yo he venido a aprender consciencia…”.
Y el maestro le contestó: “Así es como aprenderás”.
Pasó un año. Al principio recibía muchos golpes cada día, pero poco a poco empezó a estar más consciente. Hasta incluso las pisadas del viejo…, podía encontrarse haciendo cualquier cosa, por muy absorto que estuviera en su trabajo, inmediatamente se daba cuenta de que el maestro estaba rondándolo. El príncipe estaba preparado. Después de un año el maestro lo golpeó por la espalda mientras estaba muy enzarzado hablando con un compañero del ashram. Pero el príncipe continuó conversando y, aún así, pudo esquivar la vara antes de que le alcanzara el cuerpo.
El maestro le dijo: “Está bien. Este es el final de la primera lección. Esta noche empezamos la segunda”.
El príncipe contestó: “Creí que esto era todo. ¿Esto es solo la primera lección? ¿Cuántas más quedan?”.
El anciano respondió: “Depende de ti. La segunda lección consiste en que ahora te golpearé mientras duermes y tienes que mantenerte alerta cuando estés dormido”.
Él replicó: “Dios mío. ¿Cómo puede uno estar alerta dormido?”.
El viejo aclaró: “No te preocupes. Miles de discípulos han pasado la prueba. También tu padre la pasó. No es imposible. Es difícil, pero es un reto”.
Y desde entonces, cada noche recibía golpes en seis, ocho o doce ocasiones. Era difícil dormir. Pero a los seis meses empezó a sentir dentro de él una cierta consciencia. Llegó un día que, justo cuando el maestro iba a golpearlo, con los ojos cerrados le dijo: “No te molestes. Eres demasiado viejo. Me duele que estés tomándote tantas preocupaciones. Soy joven, puedo sobrevivir a los golpes”.
A lo que el anciano contestó: “Bendito seas. Has superado la segunda lección. Pero hasta ahora he estado golpeándote con mi vara de madera. La tercera lección consiste en que ahora empezaré a golpearte, desde mañana por la mañana, con una espada auténtica. ¡Mantente alerta! Un solo momento de inconsciencia y estás acabado”.
Por la mañana temprano, el maestro solía sentarse en el jardín, escuchar a los pájaros cantando…, ver las flores abrirse, el sol naciendo. El príncipe pensó: “¡Ahora va a ser peligroso! Una vara de madera era dura, difícil, pero no iba a matarme. Una espada auténtica…”. Él mismo era un espadachín, pero no se le daba la oportunidad de protegerse; su única protección sería permanecer consciente.
Entonces se le ocurrió una idea: “Este viejo es realmente peligroso. Antes de empezar la tercera lección e gustaría comprobar si él mismo puede pasar la tercera prueba o no. Si va a poner en riesgo mi vida, no puedo permitirle hacerlo sin haber comprobado si es merecedor de ello o no”. Esto eran solo pensamientos que se le ocurrían mientras yacía en la cama. La mañana era fría.
El maestro le ordenó: “¡Sal de debajo de tu manta, idiota! ¿Quieres golpear a t propio maestro con una espada¿ ¡Avergüénzate! Puedo escuchar las pisadas de tus pensamientos.., abandona esa idea”. Lo había escuchado; aunque no le había dicho ni hecho nada.
Los pensamientos también son cosas. Los pensamientos, al moverse, también hacen ruido, y quienes están completamente alerta pueden leer tus pensamientos. Aun antes de que tú los percibas, ellos pueden advertirlos.
El príncipe estaba realmente avergonzado. Cayó a los pies del maestro y dijo: “Perdóname. Soy un auténtico estúpido”.
Pero ya que se trataba de un problema de espada, una espada d verdad, empezó a ser consciente de todo lo que le rodeaba, incluso de su propia respiración, del latido de su corazón. Se daba cuenta de la más mínima brisa pasando entre las hojas, de una hoja caída volando en el viento. El maestro lo intentó unas cuantas veces pero siempre lo encontró preparado. No pudo golpearlo con la espada porque no podía sorprenderlo inconsciente, despistado. Siempre estaba alerta. Era una cuestión de vida o muerte –no puedes permitirte estar de ninguna otra manera que no sea alerta.
Durante tres días el maestro no pudo encontrar ni un solo momento, ni un solo resquicio. Y después del tercer día, le llamó y le dijo: “Ahora ya puedes marcharte y comunicar a tu padre que el reino es tuyo, aquí tienes una carta de mi parte”.
Estar alerta es el proceso de mantenerse cada vez más despierto.
CUALIDADES FEMENINAS/
EXPERIENCIA FEMENINA
La mujer ha sufrido mucho porque la mente femenina también ha padecido mucho. La mujer ha estado muy oprimida porque también su mente femenina lo ha estado. Siglos y siglos de opresión, de explotación, de represión; se ha practicado mucha violencia contra la mujer. Naturalmente, se ha vuelto astuta. Ciertamente, ha desarrollado su ingenio inventando sutiles métodos para torturar a los hombres. Es natural. Esa es la forma de actuar de los débiles. Quejándose, protestando –así es como ellos funcionan. Excepto que comprendas esto, no podrás superarlo.
La mujer es frágil. Esa es su condición. Tiene una mayor armonía que el hombre. Es más musical, más rítmica que el hombre. Otra cosa: el hombre la ha estado aleccionando en cierta manera; le ha inculcado una mente determinada que no le permite deshacerse de su esclavitud. Esto viene siendo así desde hace tanto tiempo que la ha penetrado asta los mismos huesos. Ella lo ha aceptado.
Pero la libertad es tal que, ocurra lo que ocurra, permaneces enfocado en ella. Nunca puedes perder el deseo de ser libre, porque ese es también el deseo de ser religioso, de ser divino. La libertad continúa siendo el objetivo, suceda lo que suceda.
Por tanto, ¿qué hacer cuando no existe manera alguna de sublevarse dado que la sociedad completa es machista? ¿Cómo luchar contra ello? ¿Cómo preservar un poquito de dignidad? La mujer se ha vuelto astuta y diplomática. Empieza a hacer cosas que directamente no son un ataque, pero sí indirectamente. Lucha con el hombre de forma sutil.
Ahí quedan siglos y siglos de indignidad y humillaciones. Puede que tu hombre no te haya hecho nada malo, pero él es la representación de todos los hombres. No puedes olvidarlo. Amas al hombre, a este hombre, pero no puedes amar la organización que los hombres han creado. Puedes amar a este hombre pero no puedes perdonar al hombre como tal. Y cuando miras a ese hombre, allí descubres la mente machista, y empiezas otra vez.
Esto es verdaderamente inconsciente. Crea una cierta neurosis en las mujeres. Las mujeres son más neuróticas que los hombres. Es natural, porque viven en una sociedad machista, confeccionada por y para los hombres, y ellas tienen que vivir en ella, amoldarse a ella. Tienen que amputarse muchas de sus partes, de sus miembros –miembros vivos- para ceñirse al papel mecánico que les es dado por el hombre. Se resisten, luchan. Y de esta continua lucha surge una cierta neurosis. En esto consiste ser una “insidiosa”.
Sé que existen situaciones en las que dos personas no están de acuerdo, pero eso es parte del crecimiento. No pedes encontrar a nadie que esté completamente de acuerdo contigo. Especialmente los hombres y las mujeres están en desacuerdo porque sus mentes son diferentes, su actitud ante las cosas es completamente distinta. Funcionan desde centros distintos. Por eso es absolutamente natural que no se pongan de acuerdo con facilidad, pero no hay nada malo en ello. Y cuando aceptas a una persona y la amas, también amas sus discrepancias. No empiezas a pelear, a manipular; intentas comprender el punto de vista del otro. E incluso si no puedes estar de acuerdo, al menos puedes aceptar estar en desacuerdo. Pero, aún así, perdura este profundo y sutil acuerdo: “Está bien, estamos de acuerdo en discrepar. Sobre este punto no vamos a llegar a un acuerdo –muy bien- pero no hay ninguna necesidad de pelear”.
El hombre es más argumentador. Hasta aquí las mujeres lo han aprendido: que si pasas por la argumentación, él ganará. Por eso no discuten, pelean. Se enfadan, y lo que no puedan hacer mediante la lógica, lo hacen a través de la ira. Lo sustituyen con el enfado, y, desde luego, el hombre acepta pensando: “¿Por qué crear tanto problema de una cosa tan pequeña?”. Pero esto no es un acuerdo y funcionará como un muro entre los dos. Escucha sus argumentos. Existen posibilidades de que esté en lo cierto –porque la mitad del mundo, el mundo exterior, el mundo objetivo, tiene que ser enfocado desde la razón. Por tanto, cuando se trate de una cuestión del mundo exterior existen más posibilidades de que el hombre tenga razón. Pero cuando sea un asunto del mundo interior, la mujer tiene más posibilidades de estar en lo cierto, porque allí no se necesita la razón. Así pues, si vas a comprar un coche, escucha al hombre, y si vas a elegir una iglesia, escucha a la mujer.
Hombre y mujer tienen que llegar a una cierta comprensión de que, en cuanto a lo que concierne al mundo de los objetos y las cosas, el hombre es más propenso a estar en lo cierto y ser más exacto. Él funciona mediante la lógica; es más científico, más occidental. Cuando la mujer actúa intuitivamente es más oriental, más religiosa. Es más probable que su intuición la lleve por el camino correcto. Así, si te diriges hacia una iglesia, sigue a tu mujer. Ella tiene un sentido más preciso para las cosas del mundo interior. Y si amas a una persona, poco a poco, llegas a comprenderlo, y surge un pacto tácito entre los dos amantes: quién va a tener razón en qué.
Y el amor es siempre comprensión.
Tanto la mente femenina como la mente masculina pueden revelar muchos misterios: pero así como existe conflicto entre la ciencia y la religión, también lo hay entre hombre y mujer. Se espera que un día hombre y mujer se complementen en lugar de chocar entre ellos, pero ese día será el mismo que la ciencia y la religión también se complementen entre ellas. La ciencia escuchará comprensivamente lo que la religión diga, y la religión lo hará con la ciencia. Y no habrá abusos, porque los campos son absolutamente distintos. La ciencia se dirige hacia el exterior, y la religión hacia el interior.
Las mujeres son más meditativas, los hombres más contemplativos. Ellos pueden pensar mejor.
Bien; cuando sea necesario pensar, escucha al hombre. Las mujeres pueden sentir mejor. Cuando sea necesario sentir, escucha a la mujer. Y ambos, sentir y escuchar, hacen de la vida un todo. Así pues, si realmente os amáis, os transformaréis en un símbolo del yin/yang. ¿Has visto el símbolo chino del yin/yang? Dos peces casi encontrándose y fundiéndose el uno con el otro en un movimiento profundo, completando el círculo de la energía. Hombre y mujer, femenino y masculino, día y noche, trabajo y descanso, pensamiento y sentimiento; no son antagónicos entre sí, son complementarios. Y si amas a una mujer o a un hombre, ambos engrandecéis enormemente vuestros seres. Os completáis.
SENSIBILIDAD
Toda la existencia está llena de sensibilidad –y el hombre es el producto más elevado de esta existencia. Naturalmente, tu corazón, tu ser, está listo para desbordarse. Has estado escondiéndolo, reprimiéndolo; tus padres y tus profesores te han dicho que seas duro, que seas fuerte, porque es un mundo lleno de retos. Si no puedes luchar y competir, no serás nadie. De esta manera, sólo unas cuantas personas, como poetas, pintores, músicos, escultores, que han dejado de pertenecer al mundo competitivo, que no esperan acumular billones de dólares, son las únicas a las que les queda algún vestigio de sensibilidad.
El meditador está en el camino de la mística; cada vez se volverá más sensible. Y cuanto más compartas tu sensibilidad, tu amor, tu amistad, tu compasión, más cerca estarás del objetivo de ser un místico.
Incluso a los niños pequeños, particularmente a los varones, desde sus comienzos se les frustra diciéndoles “no debes llorar”. Esto es condenatorio. Las mujeres pueden gemir y llorar porque hasta ahora no han sido aceptadas como seres humanos en igualdad. De alguna manera son infrahumanas, y por eso se las acepta –las mujeres son débiles. La sensibilidad ha sido concebida para ser débil.
Puede haber dos tipos de contacto: cuando realmente tocas y cuando simplemente evitas tocar. Puedo tocar tu mano y evitar el contacto. Puedo no estar presente en mi mano, puedo haberme abstraído. Inténtalo, y tendrás un sentimiento diferente, distante. Coloca tu mano sobre alguien y abstráete. Lo que allí hay es una mano muerta, tú no estás. Y si el otro es sensible, sentirá una mano muerta. Se sentirá insultado. Estás engañando; estás haciendo ver que tocas, pero no estás tocando.
Las mujeres tienen mucha más sensibilidad para esto, no puedes engañarlas. Ellas tienen una mayor sensibilidad para el contacto, el contacto corporal; así pues, ellas saben. El marido puede estar diciendo cosas muy bonitas. Puede que haya traído flores y le diga: “Te amo”, pero su contacto demostrará que no está presente. Las mujeres poseen un instinto para sentir cuándo estás con ellas y cuándo no. Es difícil engañarlas.
Cuando el niño nace está indefenso. El bebé humano, particularmente, está completamente desamparado. Tiene que aprender de los demás para vivir, para mantenerse vivo. Esta dependencia es un pacto. El niño tiene que dar muchas cosas en ese intercambio, y la sensibilidad es una de ellas. El niño es sensible; todo su cuerpo lo es. Pero está desvalido, no puede ser independiente; tiene que depender de sus padres, de su familia, de la sociedad; tendrá que ser dependiente. Debido a esta dependencia e impotencia, los padres, la sociedad, siguen forzándolo a hacer cosas y tiene que ceder. De otra forma no puede mantenerse vivo, morirá. Así pues, tiene que ofrecer muchas cosas en esta negociación.
Lo primero realmente profundo y significativo a lo que todo niño tiene que renunciar es la sensibilidad, tiene que abandonarla. ¿Por qué? Porque cuanto más sensible es, con más problemas se encuentra, es más vulnerable. Con la mínima sensación empieza a llorar. Los padres tienen que detener su llanto, pero no pueden hacer nada. Pero si el niño continúa sintiendo cada sensación al detalle, acabará siendo un fastidio. Y los niños se hacen pesados, por eso los padres tienen que reducir su sensibilidad. El niño tiene que aprender a resistirse, a controlarse. Y poco a poco tiene que dividir su mente en dos. Por esta razón, hay muchas sensaciones que deja de sentir porque no son “buenas” –se le castiga por ellas.
Todo el cuerpo del niño es erótico. Puede disfrutar de sus dedos, de su cuerpo; todo su cuerpo es erótico. Va explorando su propio cuerpo; es un gran fenómeno para él. Pero llega un momento en su exploración en el que descubre los genitales. Esto se convierte en un problema, porque tanto el padre como la madre están reprimidos. En el momento en que el niño, varón o hembra, toca sus genitales, los padres se sienten incómodo. Esto tiene que ser observado con detenimiento. Su comportamiento cambia de repente, el niño lo nota. Ha ocurrido algo malo. Empiezan a gritarle: “¡No te toques!”. El niño comienza a sentir entonces que pasa algo malo con los genitales, tiene que contenerse. Pero los genitales son la parte más sensible del cuerpo –la más sensible, la parte más viva del cuerpo, la más delicada. Una vez que no permites tocar y disfrutar de los genitales, has matado el propio origen de la sensibilidad. Ahora el niño se volverá insensible y, según vaya creciendo, mayor será su insensibilidad.
La sensibilidad es el sendero; la insensibilidad es el obstáculo. Si somos insensibles, no existe entonces ningún camino; estamos bloqueados. No existe un pasadizo desde nuestro más íntimo centro hacia la existencia; no tenemos ventanas. Estamos encapsulados…, cada ser humano vive en una cápsula.
La cápsula es muy sutil y transparente, por eso no la sientes, no la ves, pero con un poquito de consciencia se hace evidente que te rodea por todas partes. Es exactamente igual que si das la mano llevando unos guantes puestos, algo está ocultando tu sensibilidad. Te cubres completamente de ropa y sales al sol; los rayos no pueden penetrar tu piel.
Tienes un paraguas que te protege de la lluvia, pero también impide que la lluvia pueda alcanzarte.
A veces está bien desprenderse del paraguas y ponerse simplemente bajo la lluvia y sentirla. Desnudo en la playa, desnudo en el bosque, ¡deja sencillamente que el aire, el sol y la lluvia te toquen! Cuanto más sensible te hagas a las cosas, más cuenta te darás de que Dios está presente en todas partes. En igual proporción de sensibilidad que poseas, sentirás la presencia de Dios. Cuanta menos sensibilidad tengas, menos sentirás a Dios; si no tienes sensibilidad, no sentirás a Dios en absoluto.
Según vayas haciéndote más sensible, tu comprensión hacia las personas será como nunca antes lo fue. Solo viendo la cara de un hombre sabrás de él mucho más que él mismo. Simplemente tomando la mano de un hombre sabrás de su energía mucho más de lo que él jamás supo. En ocasiones, al estar con alguien descubrirás que absorbe tu energía y te sientes cansado –solo por estar con esa persona. Y, sin embargo, con otra persona te sientes satisfecho, te sientes más saludable, te sientes mejor.
Nuestra sensibilidad ha sido apagada. Nuestros padres y nuestros abuelos han tenido miedo, porque ser sensible es caminar por el filo de la navaja. Si eres sensible a la belleza, no puedes confinarla solo para tu esposa o para tu marido –la belleza está por todas partes. Y tus padres, los padres de todo el mundo, han tenido miedo.
Tu sensibilidad tuvo que ser apagada, destruida, para que estuvieras recluido en una pequeña prisión; de otro modo hubiera sido imposible imponer la monogamia a la humanidad. Un día te encuentras con una mujer que de pronto te posee; o te encuentras con un hombre, y súbitamente te sientes rebosante: te olvidas por completo de que tienes un esposo que está esperándote. La belleza no sabe de matrimonios, de maridos, de esposas; no conoce limitaciones.
Sin embargo, la sociedad no puede vivir así, porque aún no ha madurado lo suficiente para consentir la libertad absoluta. Únicamente en libertad absoluta puede tu sensibilidad permitirse tener un crecimiento completo.
Todo el mundo nace con sensibilidad, pero todo el mundo muere aletargado. De hecho, mucho antes de que un hombre muera, ya ha muerto. Las religiones han enseñado a la gente a no ser sensibles, porque no se puede confiar en la sensibilidad. Es una brisa –llega y se va por sí sola. No puedes envasarla, no puedes aprisionarla. Este es el motivo por el que la gente tiene miedo de caminar por el sendero de la belleza, temen ser guiados por la belleza en sí misma.
La sensibilidad requiere una gran inteligencia. Cuanto mayor sea tu inteligencia, más sensible serás. Los búfalos no son sensibles, tampoco lo son los asnos, para ello necesitan inteligencia. Pero ninguna religión quiere que seas sensible, todas ellas temen que te conviertas en un poder por ti mismo. Una persona sensible se transforma en un poder, en una tremenda central energética, su propia visión interna de las cosas. Tiene claridad de visión, un sentido estético de la belleza –todas las cosas son peligrosas.
La esposa no quiere que su marido sea sensible a la belleza porque eso es un peligro. Hay santísimas mujeres bellas…, es mejor que toda sensibilidad hacia la belleza esté completamente aplastada. Así el marido sigue estando siempre dominado. De la misma manera, ningún marido quiere que su mujer tenga sensibilidad hacia la belleza; porque hay tantos hombre…, y la mujer, si su corazón aún está vivo latiendo, todavía puede sentir la primavera… El peligro existe. Puede enamorarse de cualquiera, y eso está más allá de tu poder.
La sensibilidad puede compartirse de mil y una maneras. La más fundamental es el afecto; no una relación de amor, sino únicamente de afecto puro, sin ninguna condición, sin pedir nada a cambio; simplemente volcando tu corazón en la gente, incluso en los extraños, porque está rebosante de sensibilidad. Actualmente los científicos dicen que puedes estrechar la mano de un árbol, y si eres amable sentirás una enorme sensibilidad en él.
Existen viejas historias, increíbles, que no pueden ser reales –pero uno nunca sabe, quizá lo sean. Se cuenta que cuando Gautama Buda pasaba bajo árboles que no tenían hojas, de repente echaban hojas para darle sombra. Cuando se sentaba bajo un árbol, de pronto miles de flores se abrían y empezaban a caer sobre él. Puede que sea únicamente simbólico, pero también existe la posibilidad de que sea real. Y cuando digo que los científicos modernos investigan sobre los árboles, eso me reafirma.
Jagdishchandra Bose fue el primer hindú ganador del premio Nobel; demostró al mundo científico que los árboles no están muertos, y por ello fue galardonado con el premio. Pero desde Jagdishachandra Bose han sucedido muchas cosas. Sería inmensamente feliz si pudiera venir y ver lo que los científicos han logrado.
Ahora pueden acoplar a un árbol algo parecido a un cardiograma. Un hombre, un amigo con amor en el corazón, se acerca al árbol y este empieza a danzar incluso sin nada de viento, y l cardiograma aparece muy simétrico. El gráfico en el papel se convierte en casi una belleza armoniosa.
Una ves que te vuelves sensible hacia el mundo que te rodea, puedes dirigir tu sensibilidad hacia el interior, hacia tu morada interior. Es la misma sensibilidad con que escuchas el canto del ruiseñor, sientes el calor del sol, hueles la fragancia de una flor. Es la misma sensibilidad que ahora tienes que levar hacia adentro. Con esta misma sensibilidad vas a degustar de ti mismo, olerte, verte, tocarte.
Utiliza el mundo como un aprendizaje de sensibilidad. Recuerda siempre: si puedes ser cada vez más sensible, too va a ser absolutamente correcto. No te aletargues. Deja que todos tus sentidos se agudicen, con tono nítido, vivo, lleno de energía. Y no tengas miedo a la vida. Si le tienes miedo, te volverás insensible para que nadie pueda herirte.
Estás viviendo en un mundo muy loco, patético. Si no te alejas de la psicología de las masas y manifiestas tu auténtica realidad, te ahogarás en la confusión de todo el mundo.
La sensibilidad te ayudará enormemente a ser sensato, a ser sensible. Y si sigues la dirección correcta se convertirá en tu meditación, y finalmente en tu experiencia mística de la iluminación.
Déjame narrarte una historia: Buda estaba hospedado en un pueblo. Una mujer se le acercó llorando, gimiendo y gritando. Su niño, su único hijo, se había muerto súbitamente. Puesto que Buda se encontraba en el pueblo, la gente tiene una compasión infinita. Si él lo desea, puede reanimar al niño. Así pues, no llores, ve a ver a ese Buda”. La mujer fue con el niño muerto, llorando y sollozando. Los discípulos de Buda también estaban afectados y comenzaron a rogar mentalmente para que Buda tuviera compasión. Debía bendecir al niño para que se reanimara, que resucitara.
Muchos de los discípulos de Buda empezaron a llorar. La escena era muy conmovedora, profundamente emotiva. Todos estaban quietos. Buda permaneció en silencio. Miró al niño muerto y después a la desconsolada madre, y le dijo: “No llores, solo tienes que hacer una cosa y el niño volverá a estar vivo otra vez. Déjalo aquí y regresa a la ciudad, llama a todas las casas y pregunta a cada familia si nunca ha muerto algún familia en su casa. Y si encuentras una casa donde nunca haya muerto nadie, pídeles algo de comer, algo de pan, algo de arroz o cualquier otra cosa –pero que sea de una casa donde nunca haya muerto nadie. Y ese pan o arroz reanimará inmediatamente al niño. Ve. No pierdas tiempo”.
La mujer se puso muy contenta. Tuvo la sensación de que el milagro iba a suceder. Tocó los pies de Buda y corrió hasta el pueblo que no era muy grande, solo unas cuantas casas, una pocas familias. Fue preguntando de casa en casa, pero todas las familias le dijeron: “Eso es imposible. No hay ni una sola casa –no solamente en este pueblo, sino en toda la faz de la tierra-, no existe ni una casa donde nunca haya muerto nadie, donde no hayan sufrido la muerte, la desgracia, la pena y la angustia que de ello se desprende”.
Poco a poco la mujer se dio cuenta de que Buda le estaba gastando una broma. Era imposible, pero todavía existía la esperanza. Siguió preguntando hasta haber recorrido todo el pueblo. Se le secaron las lágrimas, se le apagó la esperanza, pero de pronto sintió una nueva tranquilidad, una serenidad que la envolvía. Se dio cuenta de que todo lo que nace tiene que morir. Sólo es una cuestión de años. Algunos morirán antes y otros después, pero la muerte es inevitable.
Regresó y una vez más tocó los pies de Buda, diciendo: “Como todos dicen, realmente tienes una gran compasión hacia las personas”. Nadie podía comprender lo que había sucedido. Buda la inició en sannyas, se convirtió en discípulo.
Ananda, discípulo de Buda, le preguntó: “Podrías haber reanimado al niño… Era tan bonito y su madre estaba tan angustiada…”. Pero Buda respondió: “Aunque lo hubiera resucitado, tendría que morir. La muerte es inevitable”. Ananda replicó: “No pareces ser muy sensible con la gente, con su desgracia y angustia”. Buda contestó: “Yo soy sensible, pero tú eres sentimental. Solo porque llores, ¿crees que eres sensible? Eres infantil. No comprendes la vida. No te percatas de fenómeno”.
Podemos concebir que Buda fuese más sensible que sus discípulos que estaban llorando. Ellos eran sentimentales.
No confundas tu sentimentalismo con la sensibilidad. El sentimentalismo es ordinario; la sensibilidad es extraordinaria. Sucede a través del esfuerzo; es un logro, tienes que ganártelo. El sentimentalismo no tiene que ser ganado; naces con él. Es una herencia animal que ya posees en las células de tu cuerpo y de tu mente. La sensibilidad es una posibilidad; todavía no la tienes. Puedes crearla, puedes trabajártela –entonces te sucederá.
AFECTO
El más profundo amor del corazón es exactamente igual que la brisa que entra en tu habitación, te trae su frescor, su lozanía y después se marcha. O puedes sujetar el viento en un puño. Muy poca gente tiene el coraje de vivir una vida que cambia momento a momento. De ahí que hayan decidido sucumbir a un amor del cual puedan depender.
No sé qué tipo de amor conoces –lo más probable es que sea del primer tipo, quizá del segundo. Puede surgir una nueva clase de amor que quizá solamente nace en una persona entre millones. Este amor solamente puede ser denominado afecto.
El primer tipo de amor debería llamarse sexo. El segundo amor. El tercero debería denominarse afecto –una cualidad, no dirigida hacia nadie. Esa cualidad amorosa es una revolución tan radical que es muy difícil de concebir incluso.
Todos los seres humanos son merecedores de ser amados. No hay ninguna necesidad de ligarse a una persona para toda la vida. Esta es una de las razones por la que todas las personas del mundo tienen un aspecto tan aburrido.
Haz que el amor sea libre en las personas, haz que no sean posesivas. Pero esto solamente puede ocurrir si meditando descubres tu ser. No es algo que practicar. No te estoy diciendo: “Esta noche sal con otra mujer solamente para practicar”. No vas a obtener nada y puede que pierdas a tu esposa. Y por la mañana parecerás un estúpido. No es cuestión de practicar, se trata de descubrir tu ser. Con el descubrimiento del ser a continuación sigue la cualidad del afecto impersonal. Entonces sencillamente amas y tu amor sigue extendiéndose. Primero hacia los seres humanos, inmediatamente después hacia los animales, los pájaros, los árboles, las montañas, las estrellas. Llega un día en el que toda esta existencia es tu amada. Ese es nuestro potencial. Y todo aquel que no lo logre está malgastando su vida. Si, tendrás que perder algunas cosas, pero no merecen la pena. Ganarás tanto que nunca volverás a pensar en lo que perdiste.
Un afecto impersonal puro que puede penetrar en el ser de cualquiera –este es el resultado de la meditación, del silencio, de sumergirte en la profundidad de tu propio ser.
Tú eres responsable de todo, de toda danza que tiene lugar. Cuando te relajas y te dejas ir, eso es también responsabilidad tuya. Cuando no te relajas y no te permites entrar en ese estado de inacción, eso también es responsabilidad tuya. No son dos cosas distintas; solamente hay una cosa, tu responsabilidad.
Los siguientes son simbólicos. El afecto, la amistad, la compasión, la inteligencia, la claridad de visión –todo ello simboliza que estás en la dimensión correcta.
La única esperanza para la humanidad está en la cualidad de la feminidad –la única esperanza. La esperanza no está en Friedrich Nietzsche, Adolf Hitler, Benito Mussolini: la esperanza está en Buda, Chaitanya, Meera –en un tipo de gente totalmente distinto. Y tanto hombres como mujeres tenemos que volver hacia una clase de afecto femenino.
Mi camino ha sido descrito como el del corazón, pero no es verdad. El corazón te dará todo tipo de imaginaciones, alucinaciones, ilusiones, sueños dulces –pero no puede darte la verdad. La verdad está detrás de ambos, cabeza y corazón; está en tu consciencia, que no es ni la cabeza ni el corazón. Precisamente porque la consciencia está separada de ambos, puede utilizarlos a dos en armonía. La cabeza es peligrosa en determinados campos, porque tiene ojos pero no tiene piernas –está lisiada. El corazón puede funcionar en ciertas dimensiones. No tiene ojos, pero tiene piernas; es ciego, pero puede moverse mucho, a gran velocidad –desde luego sin saber hacia dónde va. No es solo una coincidencia que en todos los idiomas del mundo se dice que el amor es ciego. No es que el amor sea ciego, es que el corazón no tiene ojos. Y según tu meditación vaya haciéndose más profunda, según tu identificación con la cabeza y el corazón empiece a decaer, descubrirás que te transformas en un triángulo. Y tu realidad está en tu tercera fuerza interior: la consciencia. La consciencia puede manejarlos con mucha facilidad porque tanto el corazón como la cabeza le pertenecen.
El amor también sabe rugir como un león.
El amor no es solo dulce poesía.
Si el amor fuera únicamente dulce poesía, no podría existir en este mundo loco. Tiene que ser lo suficientemente fuerte –más que el odio, más fuerte que la ira-, tiene que ser el rugido de un león.
RECEPTIVIDAD
El inicio de toda creación es el macho, pero él no puede aportar un útero. Y por el mero hecho de iniciarla, la vida no nace; la vida solamente nace cuando encuentra la protección del útero. Las hormonas, la sangre y todo lo demás viene del cuerpo de la mujer. Esto no nos sucede a nosotros. La protección, el desarrollo, la seguridad todo ello es parte de la consciencia femenina. El inicio, el comienzo, es parte de la consciencia masculina, pero el hombre se aburre inmediatamente después y comienza otra cosa.
Escuchar es uno de los secretos para entrar en el templo de Dios. Escuchar significa pasividad. Escuchar significa olvidarte completamente de ti mismo –solo entonces puedes escuchar. Cuando escuchas atentamente a alguien te olvidas de ti mismo. Si no puedes olvidarte de ti, nunca escuchas. Si tienes demasiada conciencia de ti mismo, sencillamente finges que estás escuchando –no escuchas. Puede que afirmes con la cabeza; puede que a veces digas sí o no –pero no estás escuchando.
Cuando escuchas, te conviertes en un pasadizo, en pasividad, receptividad, un útero: te vuelves femenino. Y para llegar uno tiene que ser femenino. No podéis alcanzar a Dios siendo invasores agresivos, conquistadores solamente puedes alcanzar a Dios… o mejor dicho: Dios puede alcanzarte únicamente cuando eres receptivo, una receptividad femenina. Cuando te vuelves yin, receptivo, la puerta está abierta. Y esperas.
Escuchar es el arte de llegar a ser pasivo. Buda y Mahavir han enfatizado mucho en escuchar, Krishnamurti hace mucho hincapié en escuchar correctamente.
Tus oídos no son más que pasajes; solo agujeros –nada mas. Los oídos son más femeninos que los ojos; los ojos son más masculinos. Los oídos son una parte más yin; los ojos son más yang. Cuando miras a alguien, eres agresivo. Cuando escuchas a alguien, eres receptivo.
Esta es la razón por la que mirar a alguien durante demasiado tiempo es vulgar, descortés, mal educado. Existe un cierto límite; los psicólogos dicen que tres segundos. Si miras a una persona durante tres segundos es correcto; se puede tolerar. Más de eso, ya no estás mirando entonces –estás escudriñando; estás ofendiendo a la persona; estás invadiendo.
Pero escuchar a una persona no tiene límite, porque los oídos no pueden invadir. Sencillamente se quedan donde están. Los ojos necesitan descansar. ¿Te has dado cuenta por la noche? -los ojos necesitan descansar, los oídos no. Están abiertos las veinticuatro horas –a lo largo de todo el año. Los ojos no pueden permanecer abiertos ni siquiera minutos –un parpadeo continuo, un cansancio continuo. La agresión cansa por que te extrae la energía; por eso los ojos tienen que parpadear continuamente para descansar. Es un reposo continuo. Los oídos siempre están descansados.
Por ello, muchas religiones han utilizado la música como un acercamiento a la oración –porque la música hace que los oídos sean más vibrantes, más sensibles. Uno tiene que ser más oídos y menos ojos.
La receptividad es un estado de no-mente. Cuando estás completamente vacío de todo pensamiento, cuando la consciencia carece de contenido, cuando el espejo no refleja nada, esto es receptividad. La receptividad es la puerta hacia lo divino. Abandona la mente y sé.
Cuando estás en la mente, estás a kilómetros de distancia del ser. Cuanto más pienses, menos eres. Cuanto menos pienses, más eres. Y si no piensas en absoluto, esos son los momentos en los que el ser se reafirma a sí mismo en su totalidad.
Receptividad sencillamente significa abandonar la basura que sigues cargando en la cabeza.
Y tienes mucha basura, completamente inútil. La mente significa el pasado, y el pasado ya no sirve para nada; ya ha sucedido y nunca más va a suceder otra vez, porque en la realidad nada se repite jamás.
Incluso cuando piensas, sientes, que es la misma situación, nunca lo es. Cada mañana es un nuevo día, y cada mañana el sol que encuentras es un nuevo sol. No estoy hablando del sol material. Estoy refiriéndome a la belleza, la bendición, la dicha que brida cada día –todo ello es totalmente nuevo.
Si sigues arrastrando imágenes del pasado, nunca podrás ver lo nuevo. Tus ojos estarán tapados por tus experiencias, tus expectativas, y esos ojos no podrán ver aquello que te confronta.
Así es como vamos perdiéndonos la vida: el pasado se convierte en una barrera que te encierra, te atrapa dentro de algo que ya no existe. Te quedas encapsulado en lo muerto. Y cuanta más experiencia acumules, cuanto más vayas creciendo, más y más grueso será el caparazón de la experiencia muerta que te rodea. Estarás cada vez más cerrado. Paulatinamente todas las puertas y ventanas se cierran. Entonces existes, pero existes alineado, desarraigado. En tal caso no estás en comunión con la vida. No estás en comunión con los árboles, las estrellas y las montañas. No puedes estar en comunión porque la gran Muralla China de tu pasado te rodea.
Cuando digo que te vuelvas receptivo, me refiero a que vuelvas a ser un niño otra vez.
Recuerda lo que Jesús repetidamente dice a sus discípulos: Salvo que seáis como niños pequeños nunca podréis entrar en mi reino de Dios. Eso que les está diciendo es exactamente el significado de receptividad. El niño es receptivo porque no sabe nada, y al no saber nada, es receptivo el anciano no es receptivo porque sabe demasiado, y sabiendo demasiado, está cerrado. Tiene que volver a nacer, tiene que morir al pasado y volverse un niño otra vez –desde luego no en el cuerpo, sino que la consciencia debería ser siempre como la de un niño. No infantil, recuerda, sino como un niño –adulto, maduro, pero inocente.
¿Puedes oír la llamada lejana del cuco? ¿Oyes el gorjeo de los pájaros? Esto es receptividad. Es un estado existencial de silencio, absoluto silencio; ningún movimiento, ni un murmullo, y sin embargo no estás dormido; estás alerta, absolutamente atento. Cuando el silencio y la atención se encuentran, se mezclan y se vuelven uno, entonces hay receptividad. La receptividad es la cualidad religiosa más importante.
Vuélvete un niño. Comienza a funcionar desde el estado de no-saber y por sí solo el silencio te llegará, y una gran atención consciente. Entonces la vida es una bendición.
CONFIANZA
Una vez que sabes, ¿qué sentido tiene creer? La creencia está en la ignorancia. Si sabes, sabes. Y es bueno que si no sabes, sepas que no sabes –la creencia puede defraudarte. La creencia puede crear un ambiente en tu mente en el que, sin saber, empiezas a creer que sabes. La creencia no es confianza, y cuanto más vigorosamente digas que crees completamente, más miedo tienes a la duda que llevas dentro.
La confianza no sabe de dudas. La creencia no es más que reprimir la duda; es un deseo. Uno no se siente solo; no se siente desprotegido, inseguro –de ahí viene la creencia.
La confianza es sencilla. Es como un niño que confía en su madre. No se trata de creer –la creencia aún no se ha introducido en él. Una vez fuiste un niño pequeño, ¿creías en tu madre o confiabas en ella? La duda aún no ha surgido, por tanto, ¿qué sentido tiene creer? La creencia llega solamente cuando se introduce la duda; primero viene la duda. Más tarde, para reprimir la duda, te aferras a una creencia. Confianza es cuando la duda se desvanece; confianza es cuando la duda no existe.
Por ejemplo, respiras. Tomas una respiración hacia dentro; después exhalas, sueltas el aire. ¿Tienes miedo de soltar el aire porque, quién sabe, tal vez no vuelva? Confías. Confías que volverá. Desde luego que no hay motivo para confiar. ¿por qué razón? ¿Por qué debería volver el aire? A lo sumo puedes decir que en el pasado siempre ha sucedido así –pero eso no es una garantía. Puede que no ocurra en el futuro. Si tienes miedo de soltar el aire porque puede que no vuelva, entonces contendrás la respiración dentro. En eso consiste la creencia –en colgarse, en aferrarse. Pero si contienes la respiración, tu cara se pondrá morada y sentirás que te asfixias. Y si sigues haciéndolo, morirás.
Todas las creencias asfixian y ninguna te ayuda a estar realmente vivo.
Si exhalas confías en la vida. La palabra budista “nirvana” sencillamente significa exhalar, respirar hacia fuera –confiar. La confianza es un fenómeno muy, muy inocente. La creencia pertenece a la cabeza; la confianza al corazón. Uno simplemente confía en la vida porque procede de ella, vive en ella, y regresa de nuevo al origen. No existe el miedo. Naces, vives y morirás; no hay miedo. Otra vez volverás a nacer, volverás a vivir y morirás. La misma vida que te ha proporcionado la vida siempre puede darte más vida, por tanto, ¿por qué tener miedo? ¿Por qué aferrarse a las creencias? Las creencias son producto del hombre; la confianza es producto de Dios. Las creencias son filosóficas; la confianza simplemente demuestra que sabes en qué cosiste el amor. No es un concepto de Dios sentado en algún lugar del cielo manipulando y dirigiendo. La confianza no necesita de ningún Dios, la vida infinita, esta totalidad, es más que suficiente. Una vez que confías, te relajas.
Aferrarse algo, cualquier cosa que sea, demuestra desconfianza. Si amas a una mujer o a un hombre, y te enganchas, únicamente demuestra que no confías. Si amas a una mujer y le preguntas: “¿Me amarás también mañana o no”?. No confías. Confías más en el juzgado para casarte, no confías. Confías más en el juzgado, en la policía, en la ley, que en el amor. Te estás preparando para el mañana. Si esta mujer o este hombre intenta engañarte mañana o te deja en la estacada. Puedes obtener ayuda del juzgado y de la policía, la ley estará contigo y toda la sociedad te apoyará. Estás tomando tus medidas, por miedo. Pero si realmente amas, con el amor es suficiente, más que suficiente. ¿A quién le importa el mañana?
La confianza te abre los ojos; no tiene nada que perder. Confianza significa que todo lo que es real, es real –“puedo dejar a un lado mis deseos y esperanzas, no afectan a la realidad. Lo único que pueden es distraer mi mente de la realidad.
Es más fácil tener conocimientos, es muy barato, no cuesta nada; es muy difícil, arduo, alcanzar el saber. Por eso son tan pocas, muy raras las personas que intentan meditar; muy raras las personas que tratan de orar, muy raras las personas que jamás hacen algún esfuerzo por saber lo que la verdad es. Y todo aquello que no hayas aprendido por ti mismo no tiene sentido. Nunca podrás estar seguro de ello. La duda nunca desaparece; la duda permanece por debajo como un gusano, saboteando tu conocimiento. Puedes gritar muy alto que crees en Dios, pero tus gritos no demuestran nada. Tus gritos solamente prueban una cosa: que existe la duda. Solamente la duda grita muy fuerte. Puedes convertirte en un creyente fanático pero tus fanatismo únicamente demuestra una cosa: que la duda existe.
Cuando un niño empieza a andar por primera vez, existe en él una tremenda confianza de que será capaz de hacerlo. Nadie le ha enseñado. Solo ha visto andar a otras personas, eso es todo. Pero ¿cómo puede llegar a la conclusión de que: “Seré capaz de andar”? Es tan pequeño. Las personas son tan grandes, gigantes comparadas con él, y sabe que siempre que se pone en pie se cae –pero aun así lo intenta. La confianza se lleva incorporada. Está en cada célula de tu vida. Lo intenta, caerá muchas veces; lo volverá a intentar una y otra vez. Y un día, la confianza vence y comienza a caminar.
La sociedad, la civilización, la cultura, la iglesia, todos ellos fuerzan al niño a ser más lógico. Intentan que enfoque sus energías hacia la cabeza, se hace muy difícil descender al corazón. De hecho, todos los niños nacen con una gran energía de amor. El niño nace de la energía de amor. El niño está lleno de amor, de confianza. ¿Has mirado a los ojos de un niño pequeño? -cuánta confianza. El niño puede confiar en todo: puede jugar con una serpiente, puede irse con cualquiera. Puede moverse tan cerca del fuego que puede llegar a ser peligroso –porque aún no ha aprendido cómo dudar. Así pues, le enseñamos la duda, el escepticismo, la lógica. Parecen ser medidas para sobrevivir. Le enseñamos el miedo, la precaución, la prudencia, y todo ello junto mata la posibilidad del amor.
Poco a poco la gente aprende a no confiar, a convertirse en escépticos crónicos. Pero sucede tan lentamente, en dosis tan pequeñas, que nunca te das cuenta de lo que está pasándote. Para cuando ha ocurrido, ya es demasiado tarde. A esto la gente lo llama experiencia. Dicen que una persona tiene experiencia cuando ha perdido contacto con su corazón: dicen que uno es muy experto, muy listo, muy astuto; nadie puede engañarlo. Tal vez nadie pueda decepcionarlo, pero se ha engañado a sí mismo. Ha perdido todo lo que era valioso; lo ha perdido todo.
Sabemos cómo hacer las cosas; ese es el modo masculino, positivo, agresivo.
Existe otro planteamiento, más sutil, más grácil, más femenino: mantenerse en un estado de entrega, de rendición, y permitir que la existencia fluya a través de ti. Esto es hacer mediante el no-hacer. En un sentido es negativo, porque no estás haciendo nada. Sentado en silencio, sin hacer nada, la primavera llega y la hierba crecer por sí sola. Este es el secreto de la auténtica meditación: sentado en silencio, no hagas nada. Espera…, espera pacientemente. Espera en la profunda confianza de que la existencia cuida de ti, que cuando estés preparado y maduro, serás colmado de amor, que el amor te desbordará. La primavera llega…, eso significa que cada cosa tiene su época. No puedes obtenerlo antes de que llegue su tiempo, tienes que alcanzar una cierta madurez.
PACIENCIA
En el útero de la madre el óvulo femenino simplemente espera. No va a ninguna parte. El esperma masculino viaja y lo hace a gran velocidad. El esperma tiene que recorrer una distancia realmente tremenda hasta llegar al óvulo de la mujer; comienza la gran competición. Los hombres son competitivos desde el propio comienzo, incluso antes de nacer. Mientras hace el amor con una mujer, el hombre libera millones de espermatozoides y todos se precipitan hacia el óvulo. Es necesaria una gran velocidad porque solo uno podrá alcanzar el óvulo, no todos. Solo uno será el ganador del premio Nobel. ¡Las auténticas olimpiadas empiezan allí! Y es un asunto de vida o muerte –millones de espermatozoides luchando, precipitándose-, uno lo conseguirá. En ocasiones sucede que dos legan al mismo tiempo, entonces nacen gemelos. Porque cuando un espermatozoide se introduce, la puerta se cierra. A veces dos o tres espermatozoides llegan exactamente al mismo tiempo; la puerta estaba abierta, así pues los tres entran. Entonces nacen tres, dos, cuaro o incluso seis niños. Pero esto rara vez sucede. Generalmente uno llega una fracción de segundo antes que los demás. La puerta está abierta; una vez que un huésped ha entrado, se cierra. Pero el óvulo femenino simplemente espera allí…, con gran confianza.
Por eso las mujeres no pueden ser competitivas: no pueden luchar, no pueden combatir. Y si en algún lugar encuentras una mujer que combate y pelea, que es competitiva, entonces es que carece de algo de su condición de mujer. Puede que físicamente sea una mujer, pero psicológicamente es un hombre.
Por lo tanto, recuerda, la pasividad no es pereza. La pasividad tiene su propio tipo de actividad. No es tensa, es relajada.
Dos tortugas iban muy sedientas arrastrándose por el desierto. Al cabo de un tiempo descubrieron una botella grande de Coca-Cola (debían de ser norteamericanas). Saltaron de alegría, pero enseguida se dieron cuenta de que no tenían un abridor. Lo intentaron con todas sus fuerzas, pero no había manera de abrir la botella, así que decidieron que una volvería al pueblo y la otra vigilaría la botella. Pasó mucho tiempo –cinco horas, diez horas, un día, dos días, cinco días, siete días. Entonces la tortuga que vigilaba volvió a intentar abrir la botella. Inmediatamente la otra tortuga salió corriendo de entre las dunas cercanas gritando: “Si empiezas así, nunca me iré”.
Las mujeres pueden esperar, y pueden hacerlo infinitamente, su paciencia es infinita. Tiene que ser así, porque tienen que portar al bebé durante nueve meses. Cada día se hace más, más y más pesado, más y más difícil. Tienes que ser paciente y esperar, no se puede hacer nada al respecto. Tienes que amar incluso a tu carga, esperar y soñar que el niño nacerá. Y fíjate en una madre, una mujer que pronto vaya a ser madre: se vuelve más hermosa porque cuando espera florece. Alcanza un tipo de gracia distinto, cuando va a ser madre está rodeada por un aura, porque ahora está en su punto álgido –la función básica que la naturaleza ha inventado para ser realizada por su cuerpo. Ahora está floreciendo, pronto retoñará.
REVERENCIA
HACIA LA VIDA
Hay muchas personas que se dan cuenta de que están vivas solo cuando mueren. Cuando estaban vivas estaban tan ocupadas en tantas cosas que se olvidaron de la vida por completo. Se acordaron de ella solo cuando supieron que únicamente les quedaban unas cuantas respiraciones –el corazón se está hundiendo, solo quedan unos cuantos latidos más-, es en ese momento cuando comprenden: “Qué estúpido he sido. Toda la vida sencillamente ha pasado por mi lado. No he bebido de su vino, no he comido sus frutos, ni siquiera estoy familiarizado con su fragancia. ¿Cómo ha sido? Y ahora es demasiado tarde”.
¿Alguna vez le has dedicado un solo pensamiento? -que la misma idea de Dios como persona es una estupidez. En ninguna parte existe ningún Dios como persona, y todos esos templos, todas esas mezquitas, sinagogas e iglesias están vacías. Fabricadas por hábiles sacerdotes; no tienen nada que ver con la religión.
Jalil Gibran está en lo cierto cuando dice que tu vida cotidiana es tu templo. Aceptar este simple hecho –que tu vida diaria es tu templo y tu religión-, solamente comprender este simple hecho, va a ser una gran transformación. Entonces no puedes hacer muchas de las cosas que siempre has estado haciendo, porque –la tierra sagrada- está en todas partes y estás tratando con Dios en cada momento.
No puedes engañar a tus clientes; no puedes ser posesivo con tus hijos, porque están más cerca de Dios que tú. Su inocencia es un puente, tu conocimiento es un muro, una muralla china; solamente puedes ser respetuoso con los niños. No puedes actuar de la vieja manera porque siempre estás actuando dentro del templo, y cada uno de tus actos es una oración. En cada momento estás rodeado por Dios. Sentirás su presencia incluso en tu esposa, en tu marido, en tu amigo, en tu enemigo, porque excepto Él, nadie más existe.
Hacer de toda la vida un templo, y de toda la vida una religión, es el único camino del auténtico buscador.
Él no va a mirar en los libros sagrados. Los libros son libros; ningún libro es sagrado ni tampoco profano. Léelos si disfrutas con la poesía; léelos si te gusta la prosa; léelos si te agradan sus mitologías –pero recuerda, ningún libro puede darte el sabor de la religión.
Sí, es posible que una flor pueda dártelo; un pájaro en vuelo; un árbol que se eleva en las alturas danzando al sol. Toda la existencia se convierte en tu libro sagrado: léelo, escúchalo, y poco a poco e darás cuenta de que estás rodeado por una energía de la que eras totalmente inconsciente.
Es casi como el pez que no sabe nada sobre el océano, porque nace en él. Era parte del océano, exactamente como una ola; no sabe nada del océano. El pez solo llega a conocer el océano cuando el pescador lo saca de él y lo tira en la arena caliente de la playa. Entonces sabe que ha perdido su auténtica casa a la que nunca había prestado atención. Ahora está sediento, intentando por todos los medios posibles volver atrás y saltar al océano. Fuera de él ha tomado consciencia de lo que ha perdido.
La gente solo presta atención a lo que pierde en el momento de la muerte, porque la muerte llega como el pescador, sacándole del océano de la vida. Según eres sacado de la vida, de pronto comprendes: “¡Dios mío! He estado vivo y nunca me había dado cuenta de ello. Podría haber bailado, podría haber amado, podría haber cantado, pero ahora es demasiado tarde”. La gente solamente lo aprecia en el momento en que están muriendo, que han estado continuamente rodeados por la energía eterna de la vida, pero que nunca han participado en ella. Tu vida cotidiana es tu templo y tu religión. Actúa con atención, actúa conscientemente, y muchas cosas empezarán a cambiar naturalmente.
Yo no tengo ninguna filosofía de no-violencia, pero sí un modo de vida que puedes llamar “reverencia hacia la vida”. Lo cual es una perspectiva totalmente distinta.
La no-violencia sencillamente dice no matar a otros. ¿Crees que eso es suficiente? Solo es una enunciación negativa: no matar a otros, no dañar a otros. ¿Es eso suficiente?
La reverencia hacia la vida dice compartir, ofrece tu alegría, tu amor, tu paz, tu dicha.
Lo que quiera que puedas compartir, compártelo.
Si eres reverente hacia la vida, se convierte en un culto.
Entonces sientes que Dos está vivo en todas partes.
Observar un árbol se convierte en culto. Dar de comer a un invitado se vuelve un culto.
Y no estás complaciendo a nadie, no estás haciendo un servicio; simplemente estás disfrutando.
Todo niño nace bello, pero según va creciendo comienza a aprender formas de cómo ser feo, cómo ser competitivo, celoso, violento, destructivo, agresivo. Poco a poco pierde todo contacto con la vida porque ha perdido su reverencia hacia ella.
Si me preguntas, diré que la religión es reverencia hacia la vida. Y si no tienes reverencia hacia la vida, no puedes concebir nada de la existencia –los árboles, los pájaros y los animales- como distintas expresiones de la misma energía. En el origen somos hermanos y hermanas de los animales, de los pájaros y de los árboles; y si empiezas a sentir esta hermandad, descubrirás el primer sabor de lo que la religión es.
Ningún hombre es una isla, todos somos parte de un vasto continente. Existe variedad, pero eso no nos hace separados. La variedad hace más rica la vida –parte de nosotros está en los Himalayas, parte de nosotros en las estrellas, parte de nosotros en las rosas. Una parte de nosotros en el pájaro en vuelo, una parte de nosotros en el verde de los árboles. Nos extendemos por todas partes. Experimentarlo como una realidad transformará todo tu planteamiento sobre la vida, transformará cada uno de tus actos, tu propio ser.
Estarás lleno de amor; lleno de reverencia hacia la vida. Por primera vez, según mi opinión, serás verdaderamente religioso –no un cristiano, no un hindú, no un musulmán, sino verdaderamente, puramente religioso.
La palabra religión es hermosa. Viene de una raíz que significa unir a aquellos que por ignorancia se han separado; juntarlos, despertarlos para que puedan ver que no están separados.
Entonces no puedes herir ni siquiera a un árbol. Tu compasión y tu amor serán exactamente espontáneos –no cultivados, no parte de una disciplina. Si el amor es una disciplina, es falso, si la no-violencia es cultivada, es falsa. Si la compasión es alimentada, es falsa. Pero si llegan espontáneamente sin ningún esfuerzo por tu parte, entonces tienen una realidad tan profunda, tan exquisita…
En nombre de la religión se han cometido muchos crímenes en el pasado. Muchas más personas han sido asesinadas por la gente religiosa que por nadie más. Ciertamente todas esas religiones han sido falsificaciones, seudo.
La auténtica religión tiene que nacer.
¿Nunca has experimentado un momento de amor, de oración, de beatitud? Jamás me he cruzado con un ser humano que sea tan pobre. ¿Nunca has escuchado el silencio de la noche? ¿Nunca te has estremecido con él? ¿Nunca has visto salir el sol en el horizonte? ¿Nunca has sentido algo así como una profunda interrelación con la salida del sol? ¿Nunca has sentido más vida dentro de ti, derramándose a raudales por todas partes? Quizá por un momento… ¿Nunca has tomado la mano de un ser humano y algo ha empezado a fluir de ti hacia él y de él hacia ti? ¿Nunca has experimentado cuando dos espacios humanos se superponen y fluyen el uno en el otro? ¿Nunca has visto una rosa y olido su fragancia?, ¿y de repente eres transportado a otro mundo?
Estos son momentos de oración.
Y cuando desde el mismísimo principio cada niño es educado con reverencia hacia la vida –reverencia hacia los árboles porque están vivos, reverencia hacia los animales, hacia los pájaros, ¿crees que semejante niño pueda ser un día un asesino? Será casi inconcebible.
Y si la vida es alegre, llena de canciones y danzas, ¿crees que alguien deseará suicidarse? El noventa por ciento de los crímenes desaparecerán automáticamente; solo el diez por ciento puede que permanezcan, los que son genéticos, los que necesitan hospitalización –pero no cárceles, prisiones, no personas para ser sentenciadas a muerte. Eso es todo tan feo, tan inhumano, tan demencial.
Reverencia hacia la vida no significa únicamente reverencia hacia la vida de los demás.
También incluye, además, reverencia hacia tu propia vida.
La vida debería alcanzar profundidad, y la reverencia hacia la vida debería ser la única religión en el mundo.
No existe división entonces y el hombre puede ser sanado.
Es un gran reto para la humanidad futura.
Por eso sigo insistiendo en que deberíamos cortar con el pasado –estaba totalmente enfermo. El hombre ha vivido una vida muy enferma porque ha creado una filosofía muy enferma, y la ha seguido muy en serio. Deberíamos romper con esa enfermedad, por muy respetable y antigua que sea, y redescubrir la totalidad del hombre. Y eso solamente puede hacerse cuando nos sumemos a la alegría con reverencia, cuando la festividad se convierta en una profunda reverencia; y cuando la reverencia no te conduzca hacia la muerte, hacia la renuncia, sino hacia el regocijo, la danza, la celebración.
GRATITUD
La auténtica gratitud nunca puede encontrar palabras para expresarse a sí misma.
La gratitud que encuentra palabras para expresarse es solo una formalidad –porque todo aquello que es sentido con el corazón, inmediatamente va más allá de las palabras, de los conceptos, del lenguaje. Puedes vivirlo, puede brillar en tus ojos, puede emanar como una fragancia por todo tu ser. Puede ser la música de tu silencio, pero no puedes expresarlo. En el momento en que lo pronuncies, algo esencial muere inmediatamente,
Las palabras solamente pueden transportar cadáveres, no experiencias vivas.
La gratitud no tiene un objetivo externo ni tampoco interno. La gratitud es casi como la fragancia que desprende una flor. Es una experiencia que no está dirigida a nadie.
Cuando legas hasta el mismo origen de tu ser donde te sientes completamente como en primavera y las flores llueven sobre ti, de pronto sientes una gratitud que no está dirigida a nadie, exactamente como una fragancia que sale de ti, justo como el incienso desprendido nubes de humo y fragancia hacia un cielo desconocido y desapareciendo después.
Para mí, la gratitud es la mayor experiencia que puedes tener –no hacia Dios, no hacia nadie en particular…, simple gratitud hacia toda esta existencia. Estos pájaros, estos bellos árboles, toda esta existencia es tan hermosa que no sentir gratitud hacia ella es permanecer ciego, ignorante, inconsciente.
Este universo es tu hogar. Procedes de este universo y regresas de vuelta a él. La plegaria carece de sentido. Únicamente la gratitud…, ni siquiera tienes que emplear la palabra, simplemente el sentimiento de gratitud.
Pero el sentimiento de gratitud solamente surgirá cuando hayas experimentado los misterios, el esplendor, el jardín completo de flores que te es dado. Y tú no lo has pedido; de ningún modo lo mereces, no te lo has ganado. Es un puro regalo de la abundancia de la existencia en sí.
La existencia es abundante, tan cargada de esplendor que quiere compartirlo.
No puede compartirlo a menos que estés centrado en tu ser. Solamente puede compartir sus secretos con un Buda. Y tú tienes todas las oportunidades para llegar a ser un Buda.
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