EL ABC DE LA ILUMINACIÓN
Aceptación
Durante tan sólo veinticuatro horas, prueba lo siguiente: aceptación total;
suceda lo que suceda. Si alguien te insulta, acéptalo, no reacciones y observa
lo que ocurre. De repente notarás que fluye en tu interior una energía que
nunca antes habías notado. Cuanto te sientes débil y alguien te insulta, te
molestas y empiezas a pensar de qué manera tomarás venganza; esa persona te ha
atrapado y, en adelante, no harás otra cosa que darle vueltas y más vueltas.
Durante días, noches e incluso años, no podrás dormir y tendrás pesadillas.
Hay gente capaz de desperdiciar toda su vida por una nimiedad insignificante,
como que alguien le haya insultado. Basta con volver la vista hacia tu pasado
para recordar unas cuantas cosas. Cuando eras un chiquillo, el maestro te llamó
idiota en clase y todavía lo recuerdas con rencor. Tu padre dijo algo, pero tus
padres lo han olvidado y no logran recordarlo ni aunque tú se lo recuerdes. Tu
madre te lanzó determinada mirada y desde entonces te ha acompañado la herida,
que sigue abierta, en carne viva, y explotarás con sólo que alguien la roce.
No dejes que la herida se extienda, no permitas que te esclavice. Busca las
raíces; acércate al Todo. Durante veinticuatro horas –sólo veinticuatro
horas– trata de no reaccionar, de no rechazar nada; pase lo que pase. Si
alguien te empuja y te derriba, ¡cáete! Luego levántate y vete a casa. No
hagas nada al respecto. Si alguien te agrede, inclina la cabeza y acéptalo con
gratitud. Vete a casa, no hagas nada; aunque sólo sea durante veinticuatro
horas, y experimentarás un arrebato de energía que nunca antes habías
conocido: una nueva vitalidad que surge de las raíces, y una vez que la hayas
conocido, una vez que la hayas experimentado, tu vida cambiará. Luego te
reirás de todas las tonterías que venías haciendo: de todos los rencores,
reacciones y venganzas con las que te habías estado destruyendo. Nadie puede
destruirte salvo tú; nadie puede salvarte excepto tú. Eres Judas al mismo
tiempo que Jesús.
Actividad
Recuerda dos palabras: una es “acción”; la otra, “actividad”. La
acción no es actividad; la actividad no es acción. Sus naturalezas son
diametralmente opuestas. Acción es cuando la situación lo requiere: actúas;
respondes. Actividad es cuando la situación no importa, no se trata de una
respuesta; eres tan inquieto interiormente que la situación no es más que un
pretexto para mantenerte activo. La acción nace de una mente silenciosa –es
la cosa más hermosa del mundo–. La actividad surge de una mente inquieta
–es la más deplorable–. Acción es cuando el acto tiene relevancia; la
actividad es irrelevante. La acción responde al momento: es espontánea; la
actividad está cargada de pasado. No es una respuesta al momento presente, sino
más bien el exutorio de la inquietud que has venido arrastrando desde el pasado
hasta el presente. La acción es creativa; la actividad es enormemente
destructiva: te destruye a ti y destruye a los demás. Trata de entender esa
sutil diferencia. Por ejemplo: estás hambriento y comes; eso es acción. Pero
si no estás hambriento, no tienes el menor apetito y a pesar de todo comes, eso
es actividad. Lo que haces es destruir la comida, machacarla con tus mandíbulas
hasta destruirla, lo cual te permite un cierto alivio de tu inquietud interior.
Actuar
¡Deja de actuar! Pero cuando digo que dejes de actuar, no estoy diciendo que no
hagas nada. Ésta es la segunda cosa que debes entender: cuando digo que dejes
de actuar, no me interpretes mal, no estoy diciendo que no hagas nada. “Deja
de actuar” significa simplemente que dejes de empujar a la corriente; que te
dejes llevar por el río. Él ya va camino del océano y te llevará a tu
destino, sea éste cual sea: X, Y o Z; eso es imprevisible. Nadie conoce el
punto exacto en que el río se encontrará con el océano, ni dónde ni cuándo,
y es bueno que nadie lo sepa. Es bueno porque así la vida sigue siendo un
misterio; una continua sorpresa. Uno se asombra a cada paso y le embarga una
profunda admiración.
Admiración
Quien quiere ser admirado es porque no siente respeto por sí mismo. Somos
educados con sentimientos de culpa que arraigan profundamente en nosotros. Desde
el principio somos reprendidos por los padres, los maestros, los sacerdotes, los
políticos y toda la clase dirigente. A todos los niños se les repite
continuamente un único sonsonete: «Hagas lo que hagas, no está bien. Estás
haciendo lo que no debes hacer y dejando de hacer lo que deberías hacer».
Todos los niños reciben directa o indirectamente la impresión de que no son
realmente queridos, de que sus padres están cansados, de que en cierto modo se
los tolera o de que son una molestia. Eso causa una profunda herida en las
personas y da origen al rechazo de uno mismo. Buscamos admiración para ocultar
esa herida. La admiración es una compensación. Si te respetas a ti mismo, es
más que suficiente; si te gustas a ti mismo, no tienes necesidad de ninguna
admiración y ni siquiera la deseas, pues en cuanto empiezas a desear la
admiración de los demás, empiezas a comprometerte con ellos. Tienes que colmar
sus esperanzas, pues sólo entonces te admirarán. Tienes que acomodarte a sus
dictados y no puedes gozar de una vida en libertad.
Adulterio
El significado corriente del término es hacer el amor con una mujer con la que
no estás casado. Pero el verdadero significado del adulterio es hacer el amor
no estando enamorado. Aunque se trate de tu propia esposa, si no estás
enamorado, hacer el amor con ella es adulterio. Pero el hombre es un fenómeno
complejo: hoy en día puedes estar enamorado de tu mujer –¡sí, incluso de tu
mujer! Sé que es difícil, duro y que además es muy raro, pero ocurre–. Hoy
en día puedes estar enamorado de tu propia mujer, en cuyo caso hacer el amor
con ella es una oración, una forma de culto y una comunión con la existencia.
Sólo que esa comunión también se puede dar con cualquier otra mujer con la
que no estás casado –si hay amor de por medio, no es adulterio–. Y si lo
que hay por medio no es amor, incluso lo que haces con tu esposa es adulterio.
Adultos
Todos los niños son inteligentes, mucho más inteligentes que los llamados
adultos. Los adultos son sólo “llamados”; es muy raro encontrarse con una
persona que sea realmente un adulto. La principal característica de una persona
verdaderamente adulta es que mantiene viva la inocencia y conserva la mirada
asombrada y el corazón inquisitivo de un niño; la pureza y la claridad del
niño siguen intactas en él. Ha logrado derrotar a la sociedad; no ha permitido
que nadie destruya su inteligencia.
Agua
En todas las tribus primitivas, el agua simboliza la vida. La vida se basa en el
agua: el ochenta y cinco por ciento del cuerpo humano es agua. Toda la vida,
tanto la del hombre como la de los animales, los árboles y los pájaros,
depende del agua. El agua era uno de los elementos básicos a los que había que
rendir culto. Lo mismo que al sol, todos los pueblos primitivos rendían culto
al agua; ambos eran venerados como dioses. Y tiene al mismo tiempo un
significado metafórico.
El agua representa varias cosas. La primera es que no tiene forma, pero puede
adoptar cualquiera; tiene la capacidad de adaptarse a todas las formas. Si la
viertes en un tarro, adopta la forma del tarro, y si la viertes en un vaso, toma
la forma del vaso. Es infinitamente adaptable. Ahí radica su virtud: no conoce
la rigidez. El hombre debe ser como el agua, y no tan rígido y frío como el
hielo.
El agua siempre fluye en dirección al mar. Esté donde esté, siempre se dirige
hacia el mar: hacia el infinito. El hombre debe ser como el agua y encaminarse
siempre hacia Dios. El agua se conserva pura mientras está en movimiento: si
fluye; y si se queda parada, se vuelve impura: estancada. Así que tanto el
hombre como su conciencia deben mantenerse en movimiento, siempre fluyendo, y no
quedarse parados en ninguna parte.
Cuando el hombre se queda parado, se vuelve sucio e impuro. Si el flujo se
mantiene y uno está dispuesto a pasar de un instante al siguiente sin asideros
y sin el lastre del pasado, conserva la inocencia y la pureza.
Ahogamiento
Un buen nadador tiene tanta confianza que casi llega a fundirse con el río. No
lucha contra él, no intenta agarrarse al agua y no está rígido ni tenso. Si
te pones rígido y tenso, te ahogarás; si estás relajado, el río se ocupará
de ti. Por eso cuando alguien se muere, su cadáver flota en el agua. Es un
milagro; ¡es asombroso! El vivo se ahogó engullido por el río y el muerto
sencillamente flota en la superficie. ¿Qué ha pasado? El muerto conoce algún
secreto del río que el vivo ignora. El vivo luchaba; el río era su enemigo.
Estaba asustado y desconfiaba. Pero el muerto, al no estar allí, ¿cómo podía
luchar? El muerto está completamente relajado, sin la menor tensión, y de
repente sale a la superficie. El río se ocupa de él. No hay ningún río capaz
de ahogar a un muerto.
Alegría
La alegría es muy superior al placer y a la felicidad. Es mucho más delicada y
más suave; más parecida a una flor. Si tienes que escoger entre las tres,
mejor que te quedes con la alegría. Es una sutil armonía. Cuando tu cuerpo, tu
mente y tu corazón funcionan al unísono, en profundo acuerdo, aparece la
alegría. El cuerpo contribuye con algo y la mente también, pero quien aporta
la mayor parte es el corazón. La alegría contiene un poco de placer, un poco
de felicidad y alguna cosa más.
Alemanes
La gente siempre se ha preguntado cómo se las compuso Adolf Hitler para dominar
a una raza tan inteligente como los alemanes. ¿Por qué? Parece una paradoja
que un hombre como Martin Heidegger, uno de los más grandes pensadores de la
época, apoyara a Adolf Hitler. Los grandes profesores de las grandes
universidades alemanas dieron su apoyo a Adolf Hitler. ¿Por qué? ¿Cómo fue
posible? Además, Adolf Hitler no era más que una persona estúpida, ignorante
y poco sutil. Pero tenía algo en su interior de lo que carecían los
profesores, las personas inteligentes y el propio Martin Heidegger. Tenía algo
en su interior que ninguna persona inteligente puede tener: certidumbre
absoluta. Era idiota, pero podía hablar sin cortapisas y afirmar cosas como si
las supiera. Era un loco, pero su locura tuvo una gran repercusión: cambió
completamente el curso de la historia humana.
No es de extrañar que los alemanes se sintiesen tan interesados e impresionados
por él. Eran personas inteligentes, de las más inteligentes del mundo, y la
inteligencia siempre comporta confusión. Ése es el secreto del éxito de Adolf
Hitler. La inteligencia comporta confusión y la confusión comporta
estremecimiento y miedo; uno no sabe adónde ir ni qué hacer y empieza a buscar
un caudillo. Empieza a buscar a alguien que pueda decir las cosas con
rotundidad; que pueda afirmarlas categóricamente.
Alerta
Si estás alerta, si tus acciones son cada vez más conscientes, hagas lo que
hagas, no lo harás en estado de somnolencia. Todos los esfuerzos de la sociedad
van encaminados a volverte automático: a hacer de ti un autómata y convertirte
en un perfecto mecanismo eficiente.
Cuando empiezas a aprender a conducir estás alerta pero no eres eficiente,
porque la alerta consume energía y tienes que estar alerta a muchas cosas: las
marchas, el volante, el freno, el acelerador y el embrague. Hay tantas cosas a
las que tienes que estar atento que no puedes ser eficiente; no puedes ir
deprisa. Pero más adelante, cuando te vuelves eficiente, no necesitas ser
consciente. Puedes ir tarareando una canción, reflexionando o resolviendo un
acertijo mientras el coche circula solo. El cuerpo lo asume automáticamente.
Eres más eficiente cuanto más automático te vuelves.
La sociedad necesita eficiencia, por eso te hace cada vez más automático:
hagas lo que hagas, sé automático. La sociedad no se preocupa de tu
conciencia; tu conciencia es un problema para la sociedad. Se te exige que seas
más eficiente y más productivo. Las máquinas son más productivas que tú. La
sociedad no te necesita como hombre sino como dispositivo mecánico, por eso te
hace más eficiente y menos consciente. En eso consiste la automatización. Así
es como te engaña la sociedad. Te vuelves más eficiente, pero tu alma está
perdida.
Si puedes entenderme: todo el esfuerzo de las técnicas de meditación tiene que
ir encaminado a desautomatizarte, a ponerte de nuevo alerta y a convertirte otra
vez en un hombre, no en una máquina.
Alienación
Si desarraigas un árbol, empezará a morirse: su verdor desaparecerá, el
follaje no tardará en marchitarse y nunca más dará flores. La primavera
llegará y pasará sin que el árbol se entere. Se ha alienado de la existencia.
Ya no está arraigado en la tierra ni en relación con el sol, ni le queda
ningún puente. Está rodeado de muros y todos los puentes están rotos.
Eso es lo que le ha sucedido al hombre moderno: es un árbol desarraigado. Ha
olvidado cómo relacionarse con la existencia: cómo musitar a las nubes, los
árboles o las montañas. Ha olvidado completamente el lenguaje del silencio...
pues el lenguaje del silencio es el que tiende un puente entre tú y el universo
que te rodea. El universo no conoce otro lenguaje. En el mundo hay tres mil
lenguas; pero la existencia no conoce más lenguaje que el lenguaje del
silencio.
Después de la segunda guerra mundial, un general inglés estaba hablando con un
general alemán. El alemán estaba muy perplejo; dijo: “Teníamos el ejército
mejor pertrechado del mundo, la mejor tecnología de guerra, el líder más
grande que haya conocido la historia y los mejores generales; además de un
ejército leal. ¿Cómo es que no logramos vencer?, ¿por qué? ¡Parece
francamente imposible que hayamos sido derrotados! Es increíble; aunque ha
sucedido, ¡sin embargo no acabamos de creérnoslo!
—Te has olvidado de una cosa –dijo sonriendo el general inglés–, nosotros
solíamos rezar a Dios antes de cada batalla; ése es el secreto de nuestra
victoria.
—¡Pero nosotros también teníamos por costumbre rezar a Dios cada
mañana!– replicó el alemán.
—Sabemos que teníais la costumbre de rezar –exclamó el general inglés
echándose a reír–, pero vosotros rezáis en alemán y nosotros en inglés,
¿y acaso os ha dicho alguien que Dios entienda el alemán?
Cada cual está convencido de que su lengua es la lengua de Dios. Los hindúes
afirman que el sánscrito es la lengua sagrada, la lengua divina –deva vani–;
Dios sólo entiende el sánscrito. Pero preguntad a los mahometanos: para ellos,
Dios sólo entiende el árabe; de lo contrario, ¿por qué tendría que haber
revelado el Corán en árabe? Y si preguntáis a los judíos, Dios sólo
entiende el hebreo.
Dios no entiende ninguna lengua porque Dios significa la totalidad de la
existencia. Dios sólo entiende el silencio, pero hemos olvidado el silencio. Y
al olvidar el silencio, el arte de la meditación, nos hemos alienado.
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