Tbilisi, para luego moverse a Constantinopla y finalmente recalar en las cercanías de París, lugar en el que encontraron un entorno favorable y suficientemente estable para desarrollar sus actividades.
A este lugar llegaron personas de todo el mundo -principalmente occidental-, en busca de sabiduría, autoconocimiento y aprendizaje. Según parece, numerosas anécdotas, algunas favorables y otras menos favorables, corren acerca de los encuentros de diversos personajes con Gurdjieff -fruto, todo ello, de la fuerte, impactante y a veces desconcertante personalidad de nuestro narrador.
Tras un accidente de automóvil en 1924, Gurdjieff decidió emprender una tercera etapa en su camino y empezó a poner por escrito lo que aprendió y meditó a lo largo de sus largos viajes por Asia. Son libros de enseñanzas espirituales y con un inusitado estilo de redacción, que descolocó y sigue desconcertando a más de uno. Como quien no quiere la cosa, lo que plasmó Gurdjieff en estos libros es de una calidad considerable, a pesar de las críticas que ha recibido por su confuso y desorbitado estilo. Son unos libros en los que además de exponer las tradiciones religiosas de oriente y occidente, adentra también al lector en la elaboración de una historia de la humanidad y de las potencialidades del ser humano, entrando en el terreno de la filosofía y trazando un dibujo del posible emplazamiento del ser humano en el mundo cósmico.Pasado un tiempo prudencial desde la publicación de los libros, bien puede decirse que han aguantado bien el paso de los años, ganándose poco a poco el respeto de personas entendidas en temas de filosofía y espiritualidad. Con todo, estos trabajos pueden leerse como un ejercicio y un reto para personas que deseen adentrarse en las turbulentas aguas del desarrollo espiritual, del emplazamiento del ser humano en el universo, y sobre la convulsa época que el planeta está viviendo en la actualidad. |