OBSERVAR AL YO
El conocimiento del propio yo implica tanto el reconocimiento de lo que somos relativamente como de lo que somos absolutamente. Sin embargo, cualquier intento de observación del yo divide al yo. El yo no puede verse a sí mismo si no es proyectando infinitamente su identidad y sus identificaciones. La conciencia, como el ojo, no puede contemplarse a sí misma. La mente no puede contemplar a la mente. La única opción es dejarla ser.Todas las técnicas supuestamente espirituales no hacen sino reforzar el propio sentido del yo. Tanto la acción como la evitación de la acción sólo sirven para afirmar o fomentar al yo que supuestamente se quiere trascender. Es como tratar de volar estirando el cordón de los propios zapatos. Sólo cabe reposar en la propia naturaleza, relajarse en lo que ya es y en lo que surge, con independencia del contenido o la cualidad que le asignemos.No se trata de abordar la meditación fomentando la idea de que nos falta algo, de que estamos incompletos o de que somos seres intrínsecamente negativos o ignorantes. Todo eso son meras etiquetas mentales. Meditamos, por el contrario, para expresar nuestra plenitud. La contemplación dzogchen es un signo de plenitud y no de carencia.La contemplación dzogchen no trata de cambiar un estado supuestamente ignorante o negativo por otro estado mental más positivo o excelso, sino que tan sólo fomenta la relajación en nuestra propia naturaleza que, dicho en términos budistas, es la unión de vacuidad y claridad. En ese sentido, el estado de quietud mental no es preferible al estado de pensamiento o movimiento de la mente y, por esa misma razón, las pasiones pueden ser utilizadas para reforzar la contemplación. Todas las experiencias son, en esencia, la unión de claridad y vacuidad, incluida la misma experiencia del experimentador.
La unión de vacuidad y claridad es una constante espiritual —como lo es, por ejemplo, la velocidad de la luz en el plano material—, que es aplicable independientemente del contexto espiritual-cultural de que se trate. Asimismo, Dios es otra constante espiritual del mismo tipo y, de igual modo que, en la dimensión física, coexisten constantes diferentes —como la velocidad de la luz, la del sonido o el cero absoluto, por ejemplo—, también en el dominio espiritual pueden coexistir constantes distintas como Dios y el estado búdico. Es una cuestión a investigar.