Enciende la luz de tu mente con la llama de la Fe
El cambio debe iniciarse en el individuo. Cuando alguien cambia a mejor, toda la familia se beneficia y la sociedad prospera. Por tanto, lo primero que deberíamos procurar es intentar hacer el bien. Cuando mejoramos nosotros mismos, esa mejora incide en todos los que nos rodean, por lo que también se producirán cambios positivos en ellos. No podemos cambiar a los demás simplemente aconsejándoles o riñéndolos. Tenemos que ser un ejemplo. Mostrar amabilidad y afecto hacia todos. Solo a través del amor desinteresado podemos transformar a los demás. Es posible que no vemos cambios inmediato, pero no tenemos que perder la esperanza ni abandonar nuestros esfuerzos. Por lo menos, esos esfuerzos nos permitirán evolucionar.
Si intentamos enderezar la cola de un perro colocándola en un tubo, la cola no se enderezará, pero los músculos de nuestros brazos se harán mucho más fuertes. Ciertamente, cuando hacemos un esfuerzo con el fin de producir un efecto en los demás, mejoramos nosotros mismos. Pero también se producen ciertos cambios en los demás, aunque no resulten evidentes. Al menos, nuestros esfuerzos ayudarán a prevenir el incremento del deterioro social. A través de esos esfuerzos podemos mantener algún grado de armonía en la sociedad.
Una persona que nade a contracorriente es posible que no adelante ni un centímetro, pero su esfuerzo le permitirá mantenerse y no ser arrastrado por la corriente. Si abandona, se ahogará. De forma similar, es esencial perseverar en nuestros esfuerzos.
Es posible que te preguntes "¿Qué sentido tiene que una persona luche sola en la sociedad, en un mundo lleno de oscuridad?" Cada uno de nosotros tiene una luz, la luz de la mente. Enciende esa luz con la llama de la fe. No te preocupes por cómo cubrir tan gran distancia con esa pequeña luz. Solo da un paso en cada momento. Descubrirás que hay suficiente luz para iluminar cada paso que des a lo largo del camino.
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