UN CURSO DE MILAGROS - FRASES DEL DÍA

 

SEPTIEMBRE

1 DE SEPTIEMBRE

II. Somos responsables de lo que vemos.

1. Hemos repetido cuán poco se te pide para que aprendas este curso. 2Es la misma pequeña dosis de buena voluntad que necesi­tas para que toda tu relación se transforme en dicha; el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo a cambio del cual Él te da todo, lo poco sobre lo que se basa la salvación, el pequeño cambio de mentalidad por el que la crucifixión se transforma en resurrec­ción. 3Y puesto que es cierto, es tan simple que es imposible que no se entienda perfectamente. 4Puede ser rechazado, pero no es ambiguo.. 5Y si decides oponerte a ello, no es porque sea incom­prensible, sino más bien porque ese pequeño costo parece ser, a tu juicio, un precio demasiado alto para pagar por la paz.

2. Esto es lo único que tienes que hacer para que se te conceda la visión, la felicidad, la liberación del dolor y el escape del pecado. 2Di únicamente esto, pero dilo de todo corazón y sin reservas, pues en ello radica el poder de la salvación:

 

3Soy responsable de lo que veo.

4Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.

5Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí.

 

6No te engañes por más tiempo pensando que eres impotente ante lo que se te hace. 7Reconoce únicamente que estabas equi­vocado, y todos los efectos de tus errores desaparecerán.

3. Es imposible que el Hijo de Dios pueda ser controlado por sucesos externos a él. 2Es imposible que él mismo no haya ele­gido las cosas que le suceden. 3Su poder de decisión es lo que determina cada situación en la que parece encontrarse, ya sea por casualidad o por coincidencia. 4Y ni las coincidencias ni las casualidades son posibles en el universo tal como Dios lo creó, fuera del cual no existe nada. 5Si sufres es porque decidiste que tu meta era el pecado. 6Si eres feliz, es porque pusiste tu poder de decisión en manos de Aquel que no puede sino decidir a favor de Dios por ti. 7Éste es el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo, y hasta esto Él te da para que te lo des a ti mismo. 8Pues mediante este regalo se te concede el poder de liberar a tu salva­dor para que él a su vez te pueda dar la salvación a ti.

4. No resientas tener que dar esta pequeña ofrenda, 2pues si no la das seguirás viendo el mundo tal como lo ves ahora. 3Mas si la das, todo lo que ves desaparecerá junto con él. 4Nunca se dio tanto a cambio de tan poco. 5Este intercambio se efectúa y se conserva en el instante santo. 6Ahí, el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. 7Y el mundo que sí deseas se te con­cede, puesto que lo deseas. 8Mas para que esto tenga lugar, debes primero reconocer el poder de tu deseo. 9Tienes que aceptar su fuerza, no su debilidad. 10Tienes que percibir que lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo, y puede asimismo aceptar corrección si está dis­puesto a reconocer que estaba equivocado.

5. El mundo que ves no es sino el testigo fútil de que tenías razón. 2Es un testigo demente. 3Tú le enseñaste cuál tenía que ser su testimonio, y cuando te lo repitió, lo escuchaste y te conven­ciste a ti mismo de que lo que decía haber visto era verdad. 4Has sido tú quien se ha causado todo esto a sí mismo. 5Sólo con que comprendieses esto, comprenderías también cuán circular es el razonamiento en que se basa tu "visión". 6Eso no fue algo que se te dio. 7Ése fue el regalo que tú te hiciste a ti mismo y que le hiciste a tu hermano. 8Accede, entonces, a que se le quite y a que sea reemplazado por la verdad. 9Y a medida que observes el cam­bio que tiene lugar en él, se te concederá poder verlo en ti mismo.

6. Tal vez no veas la necesidad de hacer esta pequeña ofrenda. 2Si ése es el caso, examina más detenidamente lo que dicha ofrenda representa. 3Y no veas en ella otra cosa que el absoluto intercam­bio de la separación por la salvación. 4El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad, y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. 5Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. 6Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. 7Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. 8Y todo lo que supone una amenaza para ella parece atacar tu fe, pues en ella es donde la has depositado. 9No pienses que te falta fe, pues tu creencia y confianza en dicha idea son ciertamente firmes.

7. El Espíritu Santo puede hacer que tengas fe en la santidad, y darte visión para que la puedas ver fácilmente. 2Mas no has dejado libre y despejado el altar donde a estos dones les corres­ponde estar. 3Y donde ellos debieran estar has colocado tus ído­los, los cuales has consagrado a otra cosa. 4A esa otra "voluntad" que parece decirte lo que ha de ocurrir, le confieres realidad. 5Por lo tanto, aquello que te demostraría lo contrario no puede por menos que parecerte irreal. 6Lo único que se te pide es que le hagas sitio a la verdad. 7No se te pide que inventes o que hagas lo que está más allá de tu entendimiento. 8Lo único que se te pide es que dejes entrar a la verdad, que ceses de interferir en lo que ha de acontecer de por sí y que reconozcas nuevamente la presencia de lo que creíste haber desechado.

8. Accede, aunque sólo sea por un instante, a dejar tus altares libres de lo que habías depositado en ellos, y no podrás sino ver lo que realmente se encuentra allí. 2El instante santo no es un instante de creación, sino de reconocimiento. 3Pues el reconoci­miento procede de la visión y de la suspensión de todo juicio. 4Sólo entonces es posible mirar dentro de uno mismo y ver lo que no puede sino estar allí, claramente a la vista y completamente independiente de cualquier inferencia o juicio. 5Deshacer no es tu función, pero sí depende de ti el que le des la bienvenida o no. 6La fe y el deseo van de la mano, pues todo el mundo cree en lo que desea.

9. Ya hemos dicho que hacerse ilusiones es la manera en que el ego lidia con lo que desea para tratar de convertirlo en realidad. 2No hay mejor demostración del poder del deseo, y, por ende, de la fe, para hacer, que sus objetivos parezcan reales y posibles. 3La fe en lo irreal conduce a que se tengan que hacer ajustes en la realidad. para que se amolde al objetivo de la locura. 4El objetivo del pecado induce a la percepción de un mundo temible para justificar su propósito. 5Verás aquello que desees ver. 6Y si la rea­lidad de lo que ves es falsa, lo defenderás no dándote cuenta de todos los ajustes que has tenido que hacer para que ello sea como lo ves.

10. Cuando se niega la visión, la confusión entre causa y efecto es inevitable. 2El propósito ahora es mantener la causa oculta del efecto y hacer que el efecto parezca ser la causa. 3Esta aparente autonomía del efecto permite que se le considere algo inde­pendiente, y capaz de ser la causa de los sucesos y sentimientos que su hacedor cree que el efecto suscita. 4Anteriormente habla­mos de tu deseo de crear a tu propio creador, y de ser el padre y no el hijo de él. 5Éste es el mismo deseo. 6El Hijo es el efecto que quiere negar a su Causa. 7Y así, él parece ser la causa y producir efectos reales. 8Pero lo cierto es que no puede haber efectos sin causa, y confundir ambas cosas es simplemente no entender nin­guna de las dos.

11. Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. 2Pues se trata del mismo error. 3Nada que tu Creador no haya crea­do puede ejercer influencia alguna sobre ti. :4Y si crees que lo que hiciste puede dictarte lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. 5Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confun­diendo Padre e Hijo, Fuente y efecto.

12. Las creaciones del Hijo son semejantes a las de su Padre. 2Mas al crearlas, el Hijo no se engaña a sí mismo pensando que él es independiente de su Fuente. 3Su unión con Ella es la Fuente de su capacidad para crear. 4Aparte de esto no tiene poder para crear, y lo que hace no significa nada, 5no altera nada en la creación, depende enteramente de la locura de su hacedor y ni siquiera podría servir para justificarla. 6Tu hermano cree que él fabricó el mundo junto contigo. 7De este modo, niega la creación, 8y cree, al igual que tú, que el mundo que fabricó lo engendró a él. 9De éste modo, niega haberlo fabricado.

13. Mas la verdad es que tanto tú como él fuisteis creados por un Padre amoroso, que os creó juntos y como uno solo. 2Ve lo que "prueba" lo contrario, y estarás negando toda tu realidad. 3Reco­noce en cambio que fuiste tú quien fabricó todo lo que aparente­mente se interpone entre tú y tu hermano y os mantiene separados al uno del otro, y a los dos de vuestro Padre, y tu instante de liberación habrá llegado. 4Todos los efectos de eso que hiciste desaparecerán porque su fuente se habrá puesto al descubierto. 5La aparente autonomía de su fuente es lo que te mantiene prisionero. 6Ése es el mismo error que pensar que eres inde­pendiente de la Fuente mediante la cual fuiste creado, y que nunca has abandonado.

 

LECCIÓN 245

 

Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo.

 

1. Tu paz me rodea, Padre. 2Dondequiera que voy, Tu paz me acompaña 3y derrama su luz sobre todo aquel con quien me encuentro. 4Se la llevo al que se encuentra desolado, al que se siente solo y al que tiene miedo. 5Se la ofrezco a los que sufren, a los que se lamentan de una pérdida, así como a los que creen ser infelices y haber perdido toda esperanza. 6Envía­melos, Padre. 7Permíteme ser el portador de Tu paz. 8Pues quiero salvar a Tu Hijo, tal como dispone Tu Voluntad, para poder llegar a reconocer mi Ser.

2. Y así caminamos en paz, 2transmitiendo al mundo entero el mensaje que hemos recibido. 3Y de esta manera oímos por fin la Voz que habla por Dios, la cual nos habla según nosotros predi­camos la Palabra de Dios, Cuyo Amor reconocemos, puesto que compartimos con todos la Palabra que Él nos dio.

 

2 DE SEPTIEMBRE

III. Fe, creencia y visión

1. Todas las  relaciones especiales  tienen como meta el pecado, 2pues son tratos que se hacen con la realidad, a la que la aparente unión se adapta. 3No te olvides de esto: hacer tratos es fijar lími­tes, y no podrás sino odiar a cualquier hermano con el que tengas una relación parcial. 4Quizá trates de respetar el trato en nombre de lo que es "justo", exigiendo a veces ser tú el que pague, aun­que lo más frecuente es que se lo exijas al otro. 5Al hacer lo que es ''justo”, pues, tratas de mitigar la culpabilidad que emana del propósito que aceptaste para la relación. 6Y por eso el Espíritu Santo tiene que cambiar su propósito para que sea de utilidad para Él e inofensiva para ti.

2. Si aceptas este cambio, habrás aceptado la idea de hacerle sitio a la verdad. 2La fuente del pecado habrá desaparecido. 3Tal vez te imagines que todavía experimentas sus efectos, pero el pecado ha dejado de ser tu propósito y ya no lo quieres más. 4Nadie permite que su propósito sea reemplazado mientras todavía lo siga deseando, pues nada se quiere y se protege más que un objetivo que la mente haya aceptado. 5Lo perseguirá, sombría o feliz­mente, pero siempre con fe y con la perseverancia que la fe inevi­tablemente trae consigo. 6EI poder de la fe jamás se puede reconocer si se deposita en el pecado. 7Pero siempre se reconoce si se deposita en el amor.           

3. ¿Por qué te resulta tan extraño que la fe pueda mover monta­Ã±as? 2En realidad, ésa es una hazaña insignificante para seme­jante poder. 3Pues la fe puede mantener al Hijo de Dios encadenado mientras él crea que lo está. 4Mas cuando se libre de las cadenas será simplemente porque habrá dejado de creer en ellas, al retirar su fe de la idea de que lo podían aprisionar, y depositarla en cambio en su libertad. 5Es imposible tener fe en dos orientaciones opuestas. 6La fe que depositas en el pecado se la quitas a la santidad. 7Y lo que le ofreces a la santidad se lo has quitado al pecado.

4. La fe, la creencia y la visión son los medios por los que se alcanza el objetivo de la santidad. 2A través de ellos el Espíritu Santo te conduce al mundo real, alejándote de todas las ilusiones en las que habías depositado tu fe. 3Ése es su rumbo, el único que Él jamás ve. 4Y cuando te desvías, Él te recuerda que no hay nin­gún otro. 5Su fe, Su creencia y Su visión son para ti. 6Y cuando las hayas aceptado completamente en lugar de las tuyas, ya no ten­drás necesidad de ellas. 7Pues la fe, la creencia y la visión única­mente tienen sentido antes de que se alcanza la certeza. 8En el Cielo son desconocidas. 9El Cielo, no obstante, se alcanza a través de ellas.

5. No es posible que al Hijo de Dios le falte fe, pero sí puede elegir dónde desea depositarla. 2La falta de fe no es realmente falta de fe, sino fe que se ha depositado en lo que no es .nada. 3La fe que se deposita en las ilusiones no carece de poder, pues debido a ello el Hijo de Dios cree ser impotente. 4De ese modo, no se es fiel a sí mismo, pero sí tiene gran fe en las ilusiones que abriga acerca de sí mismo. 5Pues tú inventaste la fe, la percepción y la creencia a fin de perder la certeza y encontrar el pecado. 6Este rumbo demente fue tu propia elección, y al depositar tu fe en lo que habías elegido, fabricaste lo que deseabas.

6. El Espíritu Santo puede valerse de todos los medios que tú has empleado para ir en pos del pecado. 2Pero tal como Él se vale de ellos te alejan del pecado, porque Su propósito apunta en direc­ción contraria. 3Él ve los medios que empleas, pero no el propó­sito para el que los inventaste. 4Su intención no es quitártelos, pues reconoce su valor y los ve como un medio de alcanzar lo que Él dispone para ti. 5Inventaste la percepción a fin de poder elegir entre tus hermanos e ir en busca del pecado con ellos. 6El Espíritu Santo ve la percepción como un medio de enseñarte que la visión de la relación santa es lo único que deseas ver. 7Pues entonces depositarás toda tu fe en la santidad, al desearla y creer en ella por razón de tu deseo.

7. La fe y la creencia se unen a la visión, ya que todos los medios que una vez sirvieron para los fines del pecado se canalizan ahora hacia la santidad. 2Pues a lo que tú llamas pecado, no es más que una limitación, y odias a todo aquel que tratas de redu­cir a un cuerpo porque le temes. 3Al negarte a perdonarlo, lo con­denas al cuerpo porque tienes en gran estima los medios del pecado. 4Y así, depositas toda tu fe y creencia en el cuerpo. 5Pero la santidad quiere liberar a tu hermano, y eliminar el odio elimi­nando el miedo, no en el nivel de los síntomas, sino de raíz.

8. Aquellos que quieren liberar a sus hermanos del cuerpo no tie­nen miedo. 2Pues han renunciado a los medios del pecado al ele­gir que se eliminen todas sus limitaciones. 3Puesto que desean ver a sus hermanos bajo el manto de la santidad, el poder de su creen­cia y de su fe ve más allá del cuerpo, facilitando la visión, no obstruyéndola. 4Pero antes de eso decidieron reconocer lo mucho que su fe había limitado su entendimiento del mundo, y desearon depositarla en otro lugar en caso de que se les ofreciese otro punto de vista. 5Los milagros que siguen a esta decisión nacen también de la fe. 6Pues a todos aquellos que eligen apartar su mirada del pecado se les concede la visión y se les conduce a la santidad.

9. Aquellos que creen en el pecado deben pensar que el Espíritu Santo exige sacrificios, pues creen que ésa es la manera de alcan­zar su objetivo. 2Hermano, el Espíritu Santo sabe que el sacrificio no aporta nada. 3Él no hace tratos. 4Y si intentas imponerle lími­tes, lo odiarás porque tendrás miedo de Él. 5El regalo que Él te ha hecho es mucho más valioso que cualquier otra cosa a este lado del Cielo. 6El momento en que esto se ha de reconocer está al llegar. 7Une tu conciencia a lo que ya está unido. 8La fe que depo­sitas en tu hermano puede lograrlo, 9pues Aquel que ama el mundo lo está viendo por ti, sin ninguna mancha de pecado sobre él y envuelto en una inocencia tal que contemplarlo es con­templar la belleza del Cielo.

10. Tu fe en el sacrificio ha hecho que éste tenga gran poder ante tus ojos, salvo que no te das cuenta de que no puedes ver debido a él. 2Pues sólo se le puede exigir sacrificio al cuerpo, y sólo otro cuerpo podría exigirlo. 3La mente, de por sí, no podría ni exigirlo ni recibirlo. 4El cuerpo tampoco. 5La intención está en la mente, que trata de valerse del cuerpo para poner en práctica los medios del pecado en los que ella cree. 6Y así, los que valoran el pecado no pueden sino creer que la mente y el cuerpo están unidos. 7Y de este modo, el sacrificio es, invariablemente, un medio para impo­ner límites, y, por consiguiente, para odiar.

11. ¿Crees acaso que al Espíritu Santo le preocupa eso? 2Él no te da aquello de lo que, de acuerdo con Su propósito, te quiere apartar. 3Tú crees que Él te quiere privar de algo por tu propio bien. 4Pero los términos "bien" y "privación" son opuestos, y no pueden reconciliarse de ninguna forma que tenga significado. 5Es como decir que la luna y el sol son una misma cosa porque vienen de noche y de día respectivamente, y que, por lo tanto, no pueden sino formar una unidad. 6Mas ver uno de ellos significa que el otro ya no se puede ver. 7Tampoco es posible que lo que irradia luz sea lo mismo que lo que depende de la oscuridad para poder ser visto. 8Ninguno de ellos exige el sacrificio del otro. 9Cada uno de ellos, no obstante, depende de la ausencia del otro.

12. El cuerpo se concibió para que sirviese de sacrificio al pecado, y así es como aún se le considera en las tinieblas. 2A la luz de la visión, no obstante, se le considera de manera muy distinta. 3Pue­des confiar en que servirá fielmente al propósito del Espíritu Santo, y puedes conferirle poder para que se vuelva un instru­mento de ayuda a fin de que los ciegos puedan ver. 4Mas cuando ellos vean, mirarán más allá de él, al igual que tú. 5A la fe y a la creencia que depositaste en el cuerpo les corresponde estar más allá de él. 6Transferiste tu percepción, tu creencia y tu fe de la mente al cuerpo. 7Deja que éstas les sean devueltas ahora a aque­llo que las produjo y que todavía puede valerse de ellas para salvarse de lo que inventó.

 

LECCIÓN 246

 

Amar a mi Padre es amar a Su Hijo.

 

1. Que no piense que puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón. 2Que no piense que puedo conocer a mi Padre o a mi ser, si trato de hacerle daño al Hijo de Dios. 3Que no deje de reconocerme a mí mismo, y siga creyendo que mi conciencia puede abarcar lo que mi Padre es o que mi mente puede concebir todo el amor que Él me profesa y el que yo le profeso a Él.

2. Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a Ti, Padre mío. 2Y no podré por menos que triunfar porque así lo dispone Tu Volun­tad. 3Y reconoceré que lo que Tu Voluntad dispone, y sólo eso, es lo que la mía dispone también. 4Por lo tanto, elijo amar a Tu Hijo. 5Amén.

 

3 DE SEPTIEMBRE

IV. El miedo a mirar adentro

1. El Espíritu Santo jamás te enseñará que eres un pecador. 2Corregirá tus errores, pero eso no es algo que le pueda causar temor a nadie. 3Tienes un gran temor a mirar en tu interior y ver el pecado que crees que se encuentra allí. 4No tienes miedo de admitir esto. 5El ego considera muy apropiado que se asocie el miedo con el pecado, y sonríe con aprobación. 6No teme dejar que te sientas avergonzado. 7No pone en duda la creencia y la fe que tienes en el pecado. 8Sus templos no se tambalean por razón de ello. 9Tu certeza de que dentro de ti anida el pecado no hace sino dar fe de tu deseo de que esté allí para que se pueda ver. 10Sin embargo, esto tan sólo aparenta ser la fuente del temor. 

2. Recuerda que el ego no está solo. 2Su dominio está circunscrito, y teme a su "enemigo" desconocido, a Quien ni siquiera puede ver. 3Te pide imperiosamente que no mires dentro de ti, pues si lo haces tus ojos se posarán sobre el pecado y Dios te cegará. 4Esto es lo que crees, y, por lo tanto, no miras. 5Mas no es éste el temor secreto del ego, ni tampoco el tuyo que eres su siervo. 6El ego, vociferando destempladamente y demasiado a menudo, profiere a gritos que lo es. 7Pues bajo ese constante griterío y esas declara­ciones disparatadas, el ego no tiene ninguna certeza de que lo sea. 8Tras tu temor de mirar en tu interior por razón del pecado se oculta todavía otro temor, y uno que hace temblar al ego.

3. ¿Qué pasaría si mirases en tu interior y no vieses ningún pecado? 2Esta "temible" pregunta es una que el ego nunca plan­tea. 3Y tú que la haces ahora estás amenazando demasiado seria­mente todo su sistema defensivo como para que él se moleste en seguir pretendiendo que es tu amigo. 4Aquellos que se han unido a sus hermanos han abandonado la creencia de que su identidad reside en el ego. 5Una relación santa es aquella en la que te unes con lo que en verdad forma parte de ti. 6Tu creencia en el pecado ha sido quebrantada, y ahora no estás totalmente reacio a mirar dentro de ti y no ver pecado alguno.

4. Tu liberación no es aún total: todavía es parcial e incompleta, aunque ya ha despuntado en ti. 2Al no estar completamente loco, has estado dispuesto a contemplar una gran parte de tu demen­cia y a reconocer su locura. 3Tu fe está comenzado a interiorizarse más allá de la demencia hacia la razón. 4Y lo que tu razón te dice ahora, el ego no lo quiere oír. 5El propósito del Espíritu Santo fue aceptado por aquella parte de tu mente que el ego no conoce 6y que tú tampoco conocías. 7Sin embargo, esa parte, con la que ahora te identificas, no teme mirarse a sí misma. 8No conoce el pecado. 9¿De qué otra forma, sino, habría estado dispuesta a con­siderar el propósito del Espíritu Santo como suyo propio?

5. Esta parte ha visto a tu hermano y lo ha reconocido perfecta­mente desde los orígenes del tiempo. 2Y no ha deseado más que unirse a él y ser libre nuevamente, como una vez lo fue. 3Ha estado esperando el nacimiento de la libertad, la aceptación de la liberación que te espera. 4Y ahora reconoces que no fue el ego el que se unió al propósito del Espíritu Santo, y, por lo tanto, que tuvo que haber sido otra cosa. 5No creas que esto es una locura, 6pues es lo que te dice la razón y se deduce perfectamente de lo que ya has aprendido.

6. En las enseñanzas del Espíritu Santo no hay inconsistencias. 2Éste es el razonamiento de los cuerdos. 3Has percibido la locura del ego, y no te ha dado miedo porque elegiste no compartirla. 4Pero aún te engaña a veces. 5No obstante, en tus momentos más lúcidos, sus desvaríos no producen ningún terror en tu corazón. 6Pues te has dado cuenta de que no quieres los regalos que el ego te quitaría de rabia por tu "presuntuoso" deseo de querer mirar adentro. 7Todavía quedan unas cuantas baratijas que parecen titi­lar y llamarte la atención. 8No obstante, ya no "venderías" el Cielo por ellas.

7. Y ahora el ego tiene miedo. 2Mas lo que él oye aterrorizado, la otra parte de tu mente lo oye como la más dulce melodía: el canto que añoraba oír desde que el ego se presentó en tu mente por primera vez. 3La debilidad del ego es su fortaleza. 4El himno de la libertad, el cual canta en alabanza de otro mundo, le brinda espe­ranzas de paz. 5Pues recuerda al Cielo, y ve ahora que el Cielo por fin ha descendido a la tierra, de donde el dominio del ego lo había mantenido alejado por tanto tiempo. 6El Cielo ha llegado porque encontró un hogar en tu relación en la tierra. 7Y la tierra no puede retener por más tiempo lo que se le ha dado al Cielo como suyo propio.

8. Contempla amorosamente a tu hermano, y recuerda que la debilidad del ego se pone de manifiesto ante vuestra vista. 2Lo que el ego pretendía mantener separado se ha encontrado y se ha unido, y ahora contempla al ego sin temor. 3Criatura inocente de todo pecado, sigue el camino de la certeza jubilosamente. 4No dejes que la demente insistencia del miedo de que la certeza reside en la duda te detenga. 5Eso no tiene sentido. 6¿Qué importa cuán imperiosamente se proclame? 7Lo que es insensato no cobra sentido porque se repita o se aclame. 8El camino de la paz está libre y despejado. 9Síguelo felizmente, y no pongas en duda lo que no puede sino ser cierto.

 

LECCIÓN 247

 

Sin el perdón aún estaría ciego.

 

1. El pecado es el símbolo del ataque. 2Si lo veo en alguna parte, sufriré. 3Pues el perdón es el único medio por el que puedo alcan­zar la visión de Cristo. 4Permítaseme aceptar que lo que Su visión me muestra es la simple verdad y sanaré completamente. 5Ven hermano, déjame contemplarte. 6Tu hermosura es el reflejo de la mía. 7Tu impecabilidad, la mía propia. 8Has sido perdonado, y yo junto contigo.

2. Así es como quiero vera todo el mundo hoy. 2Mis hermanos son Tus Hijos. 3Tu Paternidad los creó y me los confió como parte de Ti, así como de mi propio Ser. 4Hoy Te honro a través de ellos, y así espero en este día poder reconocer mi Ser.

 

4 DE SEPTIEMBRE

V. La función de la razón

1. La percepción selecciona y configura el mundo que ves. 2Lite­ralmente lo selecciona siguiendo las directrices de la mente. 3Las leyes del tamaño, de la forma y de la luminosidad tendrían vali­dez, quizá, si otras cosas fuesen iguales. 4Pero no lo son. 5Pues es mucho más probable que halles lo que buscas que lo que prefie­res pasar por alto. 6La apacible y queda Voz que habla en favor de Dios no se ve ahogada por los estridentes gritos e insensatos arranques de furia con los que el ego acosa a aquellos que desean escucharla. 7La percepción es una elección, no un hecho 8Pero de esta elección depende mucho más de lo que te has dado cuenta hasta ahora. 9Pues tu creencia acerca de quien eres depende ente­ramente de la voz que elijas escuchar y de los panoramas que elijas ver. 10La percepción da testimonio únicamente de esto, nunca de la realidad. 11Puede mostrarte, no obstante, bajo qué condiciones es posible tener conciencia de la realidad, o aquellas en las que nunca sería posible.

2. La realidad no necesita tu cooperación para ser lo que es. 2Pero tu conciencia de ella necesita tu ayuda, ya que tener esa concien­cia es algo que tú eliges. 3Si le prestas oídos a los dictados del ego y ves lo que él te indica ver, no podrás sino considerarte a ti mismo insignificante, vulnerable y temeroso. 4Experimentarás depresión, una sensación de no valer nada, así como sentimien­tos de inestabilidad e irrealidad. 5Creerás que eres la desvalida víctima de fuerzas que están más allá de tu control y que son mucho más poderosas que tú. 6Y creerás que el mundo que fabri­caste rige tu destino. 7Pues tendrás fe en eso. 8Pero no creas que porque tengas fe en eso, ello pueda hacer que sea real.

3. Hay otra visión y otra Voz en las que reside tu libertad que tan sólo están aguardando tu decisión. 2y si depositas tu fe en Ellas, percibirás otro ser en ti. 3Este otro ser considera que los milagros son algo natural. 4Pues son tan simples y naturales para él como respirar lo es para el cuerpo. 5Constituyen la respuesta obvia a las peticiones de ayuda, que es la única que él ofrece. 6Los mila­gros le parecen antinaturales al ego porque no entiende cómo es posible que mentes separadas puedan influenciarse unas a otras. 7Y si estuviesen separadas ciertamente no podrían hacerlo. 8Pero las mentes no pueden estar separadas. 9Este otro ser es perfecta­mente consciente de esto. 10Y así, reconoce que los milagros no afectan la mente de otro, sino la suya propia. 11Los milagros siem­pre cambian tu mente, 12pues no hay ninguna otra.

4. No te das cuenta de hasta qué punto la idea de la separación ha interferido en el ejercicio de la razón. 2La razón mora en el otro ser que has excluido de tu conciencia. 3Y nada de lo que has permitido que permanezca en ella es capaz de razonar. 4¿Cómo va a ser posible que aquel segmento de la mente que está despro­visto de razón pueda entender lo que es la razón, o comprender la información que ésta le podría suministrar? 5De ese segmento pueden surgir todo tipo de preguntas, pero dado que la pregunta básica sólo puede proceder de la razón, él jamás la podrá plan­tear. 6Al igual que todo lo que procede de la razón, la pregunta básica es simple y obvia, si bien, aún no se ha planteado. 7Mas no creas que la razón no la podría contestar.

5. El plan de Dios para tu salvación no se habría podido estable­cer sin tu voluntad y consentimiento. 2Tuvo que haber sido acep­tado por el Hijo de Dios, pues lo que Dios dispone para él, él no puede sino aceptarlo. 3Y Dios no dispone nada sin Su Hijo, ni Su Voluntad depende del tiempo para consumarse. 4Por lo tanto, lo que se unió a la Voluntad de Dios tiene que encontrarse en ti ahora, puesto que es eterno. 5Tienes que haber reservado un lugar en el que el Espíritu Santo puede morar, y donde ya se encuentra. 6Él tiene que haber estado ahí desde que surgió la necesidad de Él, la cual quedó satisfecha en ese mismo instante: 7Eso es lo que tu razón te diría, si escuchases. 8Mas es claro que ése no es el razonamiento del ego. 9El hecho de que la naturaleza de tu razón le sea ajena al ego, es prueba de que no hallarás la respuesta en él. 10No obstante, si esto es así, dicha respuesta tiene que existir. 11Y si existe para ti, y su propósito es tu libertad, debes ser libre de encontrarla.

6. El plan de Dios es muy simple, nunca es indirecto ni se derrota a sí mismo. 2Dios no tiene otros Pensamientos excepto los que extienden Su Ser, y en esto tu voluntad tiene que estar incluida. 3Así pues, debe haber una parte en ti que conoce Su Voluntad y la comparte. 4No tiene sentido preguntar si lo que tiene que ser como es, lo es. 5Pero sí tiene sentido preguntar por qué no eres consciente de lo que no puede sino ser como es, pues debe haber una respuesta para ello si al plan de Dios para tu salvación no le falta nada. 6Y no puede faltarle nada porque su Fuente no conoce la incompleción

7. ¿Y dónde podría encontrarse la respuesta sino en la Fuente? 2¿Y dónde estás tú sino allí donde se encuentra esa misma respuesta? 3Tu Identidad, que es un efecto tan verdadero de esa Fuente como lo es la respuesta, tiene, por lo tanto, que estar unida a ella y ser lo mismo que ella. 4Por supuesto que sabes esto, y mucho más que esto. 5Pero cualquier parte del conocimiento supone una amenaza tan seria para la disociación como todo el conocimiento en sí. 6Y dispondrás de todo el conocimiento con cualquier parte de él. 7He aquí la parte que tú puedes aceptar. 8Puedes ver lo que la razón te señala porque los testigos a su favor son inequívocos. 9Sólo aquellos que son completamente dementes podrían hacer caso omiso de ellos, y tú ya has dejado atrás esa etapa. 10La razón es un medio que sirve para los fines del Espíritu Santo por derecho propio. 11No se puede re-interpretar ni re-canalizar para que se ajuste a la meta del pecado, tal como se hace con otros medios. 12Pues la razón está más allá del alcance de los medios del ego.

8. La fe, la percepción y la creencia pueden estar mal ubicadas y servir de apoyo tanto para las necesidades del gran embaucador como para las de la verdad. 2Pero la razón no tiene cabida en la locura, ni se puede adaptar a sus fines en modo alguno. 3La fe y la creencia están firmemente arraigadas en la locura, y conducen la percepción hacia aquello que la mente ha considerado valioso. 4Pero la razón no participa en esto en absoluto. 5Pues si se aplicase la razón, la percepción cesaría instantáneamente. 6La razón no forma parte de la demencia, pues ésta depende enteramente de la ausencia de aquella. 7El ego nunca hace uso de la razón porque no es consciente de su existencia. 8Los que son parcial­mente locos tienen acceso a ella, y sólo ellos la necesitan. 9El conocimiento no depende de la razón, y la locura la mantiene afuera.

9. La parte de la mente donde reside la razón se consagró, de acuerdo con tu voluntad en unión con la de tu Padre, al des-hacimiento de la demencia. 2Ahí el propósito del Espíritu Santo se aceptó y consumó simultáneamente. 3La razón le es ajena a la demencia, y aquellos que hacen uso de ella han adquirido un medio que no puede dedicarse al pecado. 4El conocimiento está mucho más allá de lo que se puede lograr. 5Pero la razón puede servir para abrir las puertas que tú le cerraste.

10. Ya estás muy cerca de esto. 2Tu fe y tus creencias han cambiado y has hecho la pregunta que el ego nunca haría. 3¿No te dice tu razón ahora que la pregunta debe haber emanado de algo que tú no conoces, pero que aún así debe ser parte de ti? 4La fe y la creencia, apoyadas por la razón, producen forzosamente un cambio en tu percepción. 5Y con este cambio se le hace sitio a la visión. 6La visión se extiende más allá de sí misma, tal como lo hacen el propósito al que sirve, así como todos los medios para su consecución.

 

LECCIÓN 248

 

Lo que sufre no forma parte de mí.

 

1. He abjurado de la verdad. 2Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad. 3Lo que sufre no forma parte de mí. 4Yo no soy aquello que siente pesar. 5Lo que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. 6Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo. 7Ahora abjuro de todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios. 8Ahora estoy listo para aceptarlo nuevamente como Dios lo creó, y como aún es.

2. Padre, mi viejo amor por Ti retorna, y me permite también amar nue­vamente a Tu Hijo. 2Padre, soy tal como Tú me creaste. 3Ahora recuerdo Tu Amor, así como el mío propio. 4Ahora comprendo que son uno.

 

5 DE SEPTIEMBRE

VI. La razón en contraposición a la locura

1. La razón no puede ver pecados pero sí puede ver errores, y propicia su corrección. 2No les otorga valor, pero sí otorga valor a su corrección. 3La razón te diría también que cuando crees estar pecando, estás de hecho pidiendo ayuda. 4No obstante, si no aceptas la ayuda que estás pidiendo, tampoco creerás que puedes darla. 5De modo que no la darás, y así no renunciarás a esa creen­cia. 6Pues cualquier clase de error que no haya sido corregido, te engaña con respecto al poder que reside en ti para llevar a cabo la corrección. 7Si dicho poder puede llevar a cabo la corrección, y tú no se lo permites, te estás negando la corrección a ti mismo así como a tu hermano. 8Y si él comparte contigo esta misma creen­cia, ambos creeréis estar condenados. 9Puedes evitarle esto a él y evitártelo a ti, 10pues la razón no facilitaría la corrección única­mente en ti.

2. No puedes aceptar o rechazar la corrección sin incluir a tu her­mano. 2El pecado mantendría que sí puedes. 3Mas la razón te dice que no puedes considerar a tu hermano o a ti mismo como un pecador y seguir percibiéndolo a él o percibiéndote a ti mismo como inocente. 4¿Quién que se considere a sí mismo culpable podría ver un mundo libre de pecado? 5¿Y quién puede ver un mundo pecaminoso y considerarse al mismo tiempo ajeno a ese mundo? 6El pecado mantendría que tú y tu hermano no podéis sino estar separados. 7Pero la razón te dice que esto tiene que ser un error. 8Pues si estáis unidos, ¿cómo ibais a poder tener pensamientos privados? 9¿Y cómo podría ser que los pensamientos que se adentran en lo que sólo parece ser tuyo no tuviesen ningún efecto en lo que sí es tuyo? 10Si las mentes están unidas, eso es imposible.

3. Nadie puede pensar por separado, tal como Dios no piensa sin Su Hijo. 2Eso sería posible únicamente si los dos morasen en cuer­pos. 3Tampoco podría ninguna mente pensar por separado a menos que el cuerpo fuese la mente. 4Pues únicamente los cuerpos pueden estar separados, y, por lo tanto, ser irreales. 5La morada de la demencia no puede ser la morada de la razón. 6Pero es fácil abandonar dicha morada si ves la razón. 7No puedes abandonar la demencia trasladándote a otro lugar. 8La abandonas simplemente aceptando la razón en el lugar que antes ocupaba la locura. 9La locura y la razón ven las mismas cosas, pero es indudable que las contemplan de modo diferente.

4. La locura es un ataque contra la razón que la expulsa de la mente, y ocupa su lugar. 2La razón no ataca, sino que, callada­mente, ocupa el lugar de la locura y la reemplaza si los dementes deciden escucharla. 3Pero los dementes no conocen su propia voluntad, pues creen ver el cuerpo, y permiten que su propia locura les diga que éste es real. 4La razón sería incapaz de eso. 5Y si tú defiendes el cuerpo en contra de tu razón, no entenderás lo que es cuerpo ni lo que eres tú.

5. El cuerpo no te separa de tu hermano, y si crees que lo hace estás loco. 2Pero la locura tiene un propósito, y cree también dis­poner de los medios que lo pueden convertir en realidad. 3Ver el cuerpo como una barrera que separa aquello que la razón te dice que no puede sino estar unido, sólo puede ser una locura. 4Y no lo podrías ver de ese modo si escuchases la voz de la razón. 5¿Qué puede haber que se interponga entre lo que es un conti­nuo? 6Y si nada se interpone, ¿cómo se podría excluir de otras partes lo que pasa a formar parte de cualquiera de ellas? 7Esto es lo que la razón te diría. 8Mas piensa en lo que tendrías que admi­tir si esto fuese así.

6. Si eliges el pecado en vez de la curación, estás condenando al Hijo de Dios a aquello que jamás puede ser corregido. 2Le dices, con tu elección, que está condenado, separado de ti y de su Padre para siempre, y sin esperanza de jamás poder retornar a salvo. 3Eso es lo que le enseñas, y aprenderás de él exactamente lo que le enseñes. 4Pues lo único que le puedes enseñar es que él es como tú quieres que él sea, y lo que eliges que él sea es lo que eliges para ti. 5Mas no pienses que esto es temible. 6Que estás unido a él es un hecho, no una interpretación. 7¿Cómo puede un hecho ser temible a menos que esté en desacuerdo con lo que tienes en más estima que la verdad? 8La razón te diría que este hecho es tu liberación.

7. Ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado. 2Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor. 3La razón, al igual que el amor, desea tranquilizarte, y no es su intención infundirte temor. 4El poder de curar al Hijo de Dios se te concede a ti porque él no puede sino ser uno contigo. 5Tú eres responsable de cómo él se ve a sí mismo. 6Y la razón te dice que se te ha concedido poder transformar su mente por completo -la cual es una contigo- en sólo un instante. 7Y cualquier instante sirve para llevar a cabo una completa corrección de todos sus errores y restituirle su plenitud. 8El instante en que elijas ser curado, en ese mismo instante se verá que se ha salvado comple­tamente junto contigo. 9Se te ha dado la razón para que entiendas que esto es así. 10Pues la razón, que es tan benévola como la fina­lidad para la que se emplea, te aleja constantemente de la locura y te conduce hacia el objetivo de la verdad. 11Y ahí te desharás de la carga que supone negar la verdad. 12¡Y ésa es la carga que es terrible, no la verdad!

8. En el hecho de que tú y tu hermano estáis unidos reside vues­tra salvación: el regalo del Cielo, no el del miedo. 2¿Consideras acaso que el Cielo es una carga para ti? 3En la locura lo es. 4Sin embargo, lo que la locura ve tiene que ser disipado por la razón. 5La razón te asegura que el Cielo es lo que quieres y lo único que quieres. 6Escucha a Aquel que te habla con raciocinio y que pone tu razón en armonía con la Suya. 7Resuélvete a dejar que la razón, sea el medio por el que Él te indique cómo dejar atrás la demen­cia. 8No te ocultes tras la demencia para escapar de la razón. 9Lo que la locura encubriría, el Espíritu Santo lo pone al descubierto para que todo el mundo lo contemple con júbilo.

9. Tú eres el salvador de tu hermano. 2Él es el tuyo. 3A la razón le es muy grato hablar de esto. 4El Amor le infundió amor a este plan benevolente. 5Y lo que el Amor planea es semejante a Sí Mismo en esto: al estar unido a ti, Él desea que aprendas lo que debes ser. 6Y dado que tú eres uno con Él, se te tiene que haber encomendado que des lo que Él ha dado, y todavía sigue dando. 7Dedica aunque sólo sea un instante a la grata aceptación de lo que se te ha encomendado darle a tu hermano, y reconoce con él lo que se os ha dado a ambos. 8Dar no es más bendito que recibir, 9pero tampoco es menos.

10.  Al Hijo de Dios se le bendice siempre cual uno solo. 2Y a medida que su gratitud llega hasta ti que le bendijiste, la razón te dirá que es imposible que tú estés excluido de la bendición. 3La gratitud que él te ofrece te recuerda las gracias que tu Padre te da por haberlo completado a Él. 4Y la razón te dice que sólo así pue­des entender lo que tú debes ser. 5Tu Padre está tan cerca de ti como tu hermano. 6Sin embargo, ¿qué podría estar más cerca de ti que tu propio Ser?

11. El poder que ejerces sobre el Hijo de Dios no supone una ame­naza para su realidad. 2Por el contrario, sólo da testimonio de ella. 3Y si él ya es libre, ¿dónde podría radicar su libertad sino en él mismo? 4¿Y quién podría encadenarle, sino él a sí mismo cuando se niega la libertad? 5De Dios nadie se burla, ni tampoco puede Su Hijo ser aprisionado, salvo por su propio deseo. 6Y por su propio deseo es también como se libera. 7En eso radica su fuerza, no su debilidad. 8Él está a merced de sí mismo. 9Y cuando elige ser mise­ricordioso, en ese momento se libera. 10Mas cuando elige conde­narse a sí mismo, se convierte en un prisionero, que encadenado, espera su propio perdón para poderse liberar.

 

LECCIÓN 249

 

El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida.

 

1. El perdón nos ofrece un cuadro de un mundo en el que ya no hay sufrimiento, es imposible perder y la ira no tiene sentido. 2El ataque ha desaparecido y a la locura le ha llegado su fin. 3¿Qué sufrimiento podría concebirse ahora? 4¿En qué pérdida se podría incurrir? 5El mundo se convierte en un remanso de dicha, abun­dancia, caridad y generosidad sin fin. 6Se asemeja tanto al Cielo ahora, que se transforma en un instante en la luz que refleja. 7Y así, la jornada que el Hijo de Dios emprendió ha culminado en la misma luz de la que él emanó.

2. Padre, queremos devolverte nuestras mentes. 2Las hemos traicionado, sumido en la amargura y atemorizado con pensamientos de violencia y muerte. 3Ahora queremos descansar nuevamente en Ti, tal como Tú nos creaste.

 

LECCIÓN 250

 

Que no vea ninguna limitación en mí.

 

1. Permítaseme contemplar al Hijo de Dios hoy y ser un testigo de su gloria. 2Y que no trate de empañar la santa luz que mora en él y ver su fuerza menoscabada y reducida a la fragilidad; que no perciba en él las deficiencias con las que atacaría su soberanía.

2. Él es Tu Hijo, Padre mío. 2Y hoy quiero contemplar su ternura en lugar de mis ilusiones. 3Él es lo que yo soy, y tal como lo vea a él, me veré a mí mismo. 4Hoy quiero ver verdaderamente, para que en este mismo día pueda por fin identificarme con él.

 

4. ¿Qué es el pecado?

 

1. El pecado es demencia. 2Es lo que hace que la mente pierda su cordura y trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad. 3Y al estar loca, la mente ve ilusiones donde la verdad debería estar y donde realmente está. 4El pecado dotó al cuerpo con ojos, pues, ¿qué iban a querer contemplar los que están libres de pecado? 5¿Para qué iban a querer la vista, el sonido o el tacto? 6¿Qué iban a querer oír o intentar asir? 7¿Qué necesidad iban a tener de los sentidos? 8Usar los sentidos es no saber. 9Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más.

2. El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma. 2Su propósito es luchar. 3Mas el objetivo por el que lucha puede cambiar. 4Y entonces el cuerpo lucha por otro objetivo. 5Lo que ahora persigue lo determina el objetivo que la mente ha adoptado para sustituir a la meta de engañarse a sí misma que antes tenía. 6La verdad puede ser su objetivo, tanto como las mentiras. 7Y así, los sentidos buscarán lo que da fe de la verdad.

3. El pecado es la morada de las ilusiones, las cuales representan únicamente cosas imaginarias procedentes de pensamientos fal­sos. 2Las ilusiones son la "prueba" de que lo que no es real lo es. 3El pecado "prueba" que el Hijo de Dios es malvado, que la intem­poralidad tiene que tener un final y que la vida eterna sucumbirá ante la muerte. 4Y Dios Mismo ha perdido al Hijo que ama, y de lo único que puede valerse para alcanzar Su Plenitud es la corrup­ción; la muerte ha derrotado Su Voluntad para siempre, el odio ha destruido el amor y la paz ha quedado extinta para siempre.

4. Los sueños de un loco son pavorosos y el pecado parece ser ciertamente aterrador. 2Sin embargo, lo que el pecado percibe no es más que un juego de niños. 3El Hijo de Dios puede jugar a haberse convertido en un cuerpo que es presa de la maldad y de la culpabilidad, y a que su corta vida acaba en la muerte. 4Mien­tras tanto, su Padre ha seguido derramando Su luz sobre él y amándolo con un Amor eterno que sus pretensiones no pueden alterar en absoluto.

5. ¿Hasta cuándo, Hijo de Dios, vas a seguir jugando el juego del pecado? 2¿No es hora ya de abandonar esos juegos peligrosos? 3¿Cuándo vas a estar listo para regresar a tu hogar? 4¿Hoy quizá? 5El pecado no existe. 6La creación no ha cambiado. 7¿Deseas aún seguir demorando tu regreso al Cielo? 8¿Hasta cuándo, santo Hijo de Dios, vas a seguir demorándote, hasta cuándo?

 

LECCIÓN 251

 

No necesito nada más que la verdad

 

1. Busqué miles de cosas y lo único que encontré fue desconsuelo. 2Ahora sólo busco una, pues en ella reside todo lo que necesito, y lo único que necesito. 3Jamás necesité nada de lo que antes bus­caba, y ni siquiera lo quería. 4No reconocía mi única necesidad. 5Pero ahora veo que solamente necesito la verdad. 6Con ella todas mis necesidades quedan satisfechas, mis ansias desaparecen, mis anhelos se hacen finalmente realidad y a los sueños les llega su fin. 7Ahora dispongo de todo cuanto podría necesitar. 8Ahora dis­pongo de todo cuanto podría querer. 9Y ahora, por fin, me encuen­tro en paz.

2. Y por esa paz, Padre nuestro, te damos gracias. 2Lo que nos negamos a nosotros mismos, Tú nos lo has restituido, y ello es lo único que en verdad queremos.

 

8 DE SEPTIEMBRE

VII. La última pregunta que queda por contestar

1. ¿No te das cuenta de que todo tu sufrimiento procede de la extraña creencia de que eres impotente? 2Ser impotente es el pre­cio del pecado. 3La impotencia es la condición que impone el pecado, el requisito que exige para que se pueda creer en él. 4Sólo los impotentes podrían creer en el pecado. 5La enormidad no tiene atractivo, excepto para los insignificantes. 6Y sólo los que primero creen ser insignificantes podrían sentirse atraídos por ella. 7Traicionar al Hijo de Dios es la defensa de los que no se identifican con él. 8Y tú, o estás de su parte o contra él, o lo amas o lo atacas, o proteges su unidad o lo consideras fragmentado y destruido como consecuencia de tu ataque.

2. Nadie, cree que el Hijo de Dios sea impotente. 2Y aquellos que se ven a sí mismos como impotentes deben creer que no son el Hijo de Dios. 3¿Qué podrían ser, entonces, sino su enemigo? 4¿Y qué podrían hacer sino envidiarle su poder, y, como consecuencia de su envidia, volverse temerosos de dicho poder? 5Éstos son los siniestros, los silenciosos y atemorizados, los que se encuentran solos e incomunicados, y los que, temerosos de que el poder del Hijo de Dios los aniquile de un golpe, levantan su impotencia contra él. 6Se unen al ejército de los impotentes, para librar su guerra de venganza, amargura y rencor contra él, a fin de que él se vuelva uno con ellos. 7Y puesto que no saben que son uno con él, no saben a quién odian. 8Son en verdad un ejército lamentable, cada uno de ellos tan capaz de atacar a su hermano o volverse contra sí mismo, como de recordar que una vez todos creyeron tener una causa común.

3. Los siniestros dan la impresión de estar frenéticos, de ser voci­ferantes y fuertes. 2Mas no saben quién es su "enemigo", sino sólo que lo odian. 3El odio los ha congregado, pero ellos no se han unido entre sí. 4Pues si lo hubieran hecho no serían capaces de abrigar odio. 5El ejército de los impotentes se desbanda en presencia de la fortaleza. 6Los que son fuertes son incapaces de traicionar porque no tienen necesidad de tener sueños de poder ni de exteriorizarlos. 7¿De qué manera puede actuar un ejército en sueños? 8De cualquier manera. 9Podría vérsele atacando a cual­quiera con cualquier cosa. 10Los sueños son completamente irra­cionales. 11En ellos, una flor se puede convertir en una lanza envenenada, un niño en un gigante y un ratón puede rugir como un león. 12Y con la misma facilidad el amor puede trocarse en odio. 13Esto no es un ejército, sino una casa de locos. 14Lo que parece ser un ataque concertado no es más que un pandemó­nium.

4. El ejército de los impotentes es en verdad débil. 2No tiene armas ni enemigo. 3Puede ciertamente invadir el mundo y buscar un enemigo. 4Pero jamás podrá encontrar lo que no existe. 5Puede ciertamente soñar que encontró un enemigo, pero éste cambia incluso mientras lo está atacando, de modo que corre de inme­diato a buscarse otro, y nunca consigue cantar victoria. 6Y a medida que corre se vuelve contra sí mismo, pensando que tuvo un pequeño atisbo del gran enemigo que siempre elude su ata­que asesino convirtiéndose en alguna otra cosa. 7¡Cuán traicionero parece ser ese enemigo, que cambia tanto que ni siquiera es posible reconocerlo!

5. El odio, no obstante, tiene que tener un blanco. 2No se puede tener fe en el pecado sin un enemigo. 3¿Quién, que crea en el pecado, podría atreverse a creer que no tiene enemigos? 4¿Podría admitir que nadie lo hizo sentirse impotente? 5La razón seguramente le diría que dejase de buscar lo que no puede ser hallado. 6Sin embargo, tiene primero que estar dispuesto a percibir un mundo donde no hay enemigos. 7No es necesario que entienda cómo sería posible que él pudiese ver un mundo así. 8Ni siquiera debería tratar de entenderlo. 9Pues si pone su atención en lo que no puede entender, no hará sino agudizar su sensación de impo­tencia y dejar que el pecado le diga que su enemigo debe ser él mismo. 10Pero deja que se haga a sí mismo las siguientes pregun­tas con respecto a las cuales tiene que tomar una decisión, para que esto se lleve a cabo por él:

 

11¿Deseo un mundo en el que gobierno yo en lugar de uno que me gobierna a mí?

12¿Deseo un mundo en el que soy poderoso en lugar de uno en el que soy impotente?

13¿Deseo un mundo en el que no tengo enemigos y no puedo pecar?

14¿Y deseo ver aquello que negué porque es la verdad?        

 

6. Tal vez ya hayas contestado las tres primeras preguntas, pero todavía no has contestado la última. 2Pues ésta aún parece temi­ble y distinta de las demás. 3Mas la razón te aseguraría que todas ellas son la misma. 4Dijimos que en este año se haría hincapié en la igualdad de las cosas que son iguales. 5Esta última pregunta, que es en verdad la última acerca de la cual tienes que tomar una decisión, todavía parece encerrar una amenaza para ti que las otras ya no poseen. 6Y esta diferencia imaginaria da testimonio de tu creencia de que a lo mejor la verdad es el enemigo con el que aún te puedes encontrar. 7En esto parece residir, pues, la última esperanza de encontrar pecado y de no aceptar el poder.

7. No olvides que la elección entre el pecado y la verdad, o la impotencia y el poder, es la elección entre atacar y curar. 2Pues la curación emana del poder, y el ataque, de la impotencia. 3Es imposible que quieras curar a quien atacas. 4Y el que deseas que sane tiene que ser aquel que decidiste que estuviese a salvo del ataque. 5¿Y qué otra cosa podría ser esta decisión, sino la elección entre verle a través de los ojos del cuerpo, o bien permitir que te sea revelado a través de la visión? 6La manera en que esta deci­sión da lugar a sus efectos no es tu problema. 7Pero tú decides lo que quieres ver. 8Éste es un curso acerca de causas, no de efectos.

8. Considera detenidamente qué respuesta vas a dar a esa última pregunta que todavía no has contestado. 2Y deja que la razón te diga que debe ser contestada, y que su contestación reside en las otras tres. 3Te resultará evidente entonces que cuando observes los efectos del pecado en cualquiera de sus formas, lo único que nece­sitarás hacer es simplemente preguntarte a ti mismo lo siguiente:

 

4¿Es esto lo que quiero ver? 5 ¿Es esto lo que deseo?

 

9. Ésta es tu única decisión, la base de lo que ocurre. No tiene nada que ver con la manera en que ocurre, pero sí con el por qué. 3Pues sobre esto tienes control. 4Y si eliges ver un mundo donde no tienes enemigos y donde no eres impotente, se te proveerán los medios para que lo veas.

10. ¿Por qué es tan importante esta última pregunta? 2La razón te dirá por qué. 3Es igual a las otras tres, salvo en lo que respecta al tiempo. 4Las otras son decisiones que puedes tomar, volverte atrás y luego volverlas a tomar. 5Pero la verdad es constante e implica un estado en el que las vacilaciones son imposibles. 6Puedes desear un mundo en el que tú gobiernas y no uno que te gobierna a ti, y luego cambiar de parecer. 7Puedes desear inter­cambiar tu impotencia por poder, y luego perder ese deseo cuando un ligero destello de pecado te atrae. 8Y puedes desear ver un mundo incapaz de pecar, y, sin embargo, permitir que un "enemigo" te tiente a usar los ojos del cuerpo y a cambiar de parecer.

11. El contenido de todas esas preguntas es el mismo. 2Pues cada una de ellas te pregunta si estás dispuesto a intercambiar el mundo del pecado por lo que el Espíritu Santo ve, puesto que es esto lo que el mundo del pecado niega. 3Los que ven el pecado, por lo tanto, están viendo la negación del mundo real. 4Sin embargo, la última pregunta suma a tu anhelo de querer ver el mundo real el deseo de permanencia, de tal forma que ese deseo se convierta en el único que tengas. 5Si contestas esta última pregunta con un "sí", añades sinceridad a las decisiones que ya has tomado con respecto a las demás. 6Pues sólo entonces habrás renunciado a la opción de poder cambiar de parecer nueva­mente. 7Cuando eso deje de interesarte, las Otras preguntas quedarán perfectamente contestadas.               

12. ¿Por qué crees que no estás seguro de que las otras preguntas hayan sido contestadas? 2¿Sería acaso necesario plantearlas con tanta frecuencia si ya se hubiesen contestado? 3Hasta que no se haya tomado la decisión final, la respuesta será a la vez un "sí" y un "no". 4Pues has contestado sin darte cuenta de que "sí' tiene que significar "que no has dicho no". 5Nadie decide en con­tra de su propia felicidad, pero puede hacerlo si no se da cuenta de que eso es lo que está haciendo. 6Y si él ve su felicidad como algo que cambia constantemente, es decir, ahora es esto, luego otra cosa, y más tarde una sombra elusiva que no está vinculada a nada, no podrá sino decidir en contra de ella.

13. La felicidad elusiva, la que cambia de forma según el tiempo o el lugar, es una ilusión que no significa nada. 2La felicidad tiene que ser constante porque se alcanza mediante el abandono del deseo de lo que no es constante: 3La dicha no se puede percibir excepto a través de una visión constante. 4Y la visión constante sólo se les concede a aquellos que desean la constancia. 5El poder del deseo del Hijo de Dios sigue siendo la prueba de que todo aquel que se considera a sí mismo impotente está equivocado. 6Desea lo que quieres, y eso será lo que contemplarás y creerás que es real. 7No hay un solo pensamiento que esté desprovisto del poder de liberar o de matar. 8Ni ninguno que pueda abando­nar la mente del pensador, o dejar de tener efectos sobre él.

 

LECCIÓN 252

 

El Hijo de Dios es mi Identidad.

 

1. La santidad de mi Ser transciende todos los pensamientos de santidad que pueda concebir ahora. 2Su refulgente y perfecta pureza es mucho más brillante que cualquier luz que jamás haya contemplado. 3Su amor es ilimitado, y su intensidad es tal que abarca dentro de sí todas las cosas en la calma de una queda certeza. 4Su fortaleza no procede de los ardientes impulsos que hacen girar al mundo, sino del Amor ilimitado de Dios Mismo. 5¡Cuán alejado de este mundo debe estar mi Ser! aY, sin embargo, ¡cuán cerca de mí y de Dios!

2. Padre, Tú conoces mi verdadera Identidad. 2Revélamela ahora a mí que soy Tu Hijo, para que pueda despertar a la verdad en Ti, y saber que se me ha restituido el Cielo.

 

9 DE SEPTIEMBRE

VIII. El cambio interno

1. ¿Son, entonces, peligrosos los pensamientos? 2¡Para los cuerpos sí! 3Los pensamientos que parecen destruir son aquellos que le enseñan al pensador que él puede ser destruido. 4Y así, "muere" por razón de lo que aprendió. 5Pasa de la vida a la muerte, la prueba final de que valoró lo efímero más que lo constante. 6Segu­ramente creyó que quería la felicidad. 7Mas no la deseó porque la felicidad es la verdad, y, por lo tanto, tiene que ser constante.

2. Una dicha constante es una condición completamente ajena a tu entendimiento. 2No obstante, si pudieses imaginarte cómo sería eso, lo desearías aunque no lo entendieses. 3En esa condición de constante dicha no hay excepciones ni cambios de ninguna clase. 4Es tan inquebrantable como lo es el Amor de Dios por Su crea­ción. 5Al estar tan segura de su visión como su Creador lo está de lo que Él sabe, la felicidad contempla todo y ve que todo es uno. 6No ve lo efímero, pues desea que todo sea como ella misma, y así lo ve. 7Nada tiene el poder de alterar su constancia porque su propio deseo no puede ser conmovido. 8Les llega a aquellos que comprenden que la última pregunta es necesaria para que las demás queden contestadas, del mismo modo en que la paz tiene que llegarles a quienes eligen curar y no juzgar.

3. La razón te dirá que no puedes pedir felicidad de una manera inconsistente. 2Pues si lo que deseas se te concede, y la felicidad es constante, entonces no necesitas pedirla más que una sola vez para gozar de ella eternamente. 3Y si siendo lo que es no gozas de ella siempre, es que no la pediste. 4Pues nadie deja de pedir lo que desea a lo que cree que tiene la capacidad de concedérselo. 5Tal vez esté equivocado con respecto a lo que pide, dónde lo pide y a qué se lo pide. 6No obstante, pedirá porque desear algo es una solicitud, una petición, hecha por alguien a quien Dios Mismo nunca dejaría de responder. 7Dios ya le ha dado todo lo que él realmente quiere. 8Mas aquello de lo que no está seguro, Dios no se lo puede dar. 9Pues mientras siga estando inseguro es que no lo desea realmente, y la dación de Dios no podría ser completa a menos que se reciba.

4. Tú que completas la Voluntad de Dios y que eres Su felicidad; tú cuya voluntad es tan poderosa como la Suya, la cual es un poder que no puedes perder ni en tus ilusiones, piensa detenida­mente por qué razón no has decidido todavía cómo vas a contes­tar la última pregunta. 2Tu respuesta a las otras te ha ayudado a estar parcialmente cuerdo. 3Es la última, no obstante, la que real­mente pregunta si estás dispuesto a estar completamente cuerdo.

5. ¿Qué es el instante santo, sino el llamamiento de Dios a que reconozcas lo que Él te ha dado? 2He aquí el gran llamamiento a la razón, a la conciencia de lo que siempre está ahí a la vista, a la felicidad que podría ser siempre tuya. 3He aquí la paz constante que podrías experimentar siempre. 4He aquí revelado ante ti lo que la negación ha negado. 5Pues aquí la última pregunta ya está contestada, y lo que pides, concedido. 6Aquí el futuro es ahora, pues el tiempo es impotente ante tu deseo de lo que nunca ha de cambiar. 7Pues has pedido que nada se interponga entre la santi­dad de tu relación y tu conciencia de esa santidad.    

 

Capítulo 22

LA SALVACIÓN Y LA RELACIÓN SANTA

 

Introducción

1. Ten piedad de ti mismo, tú que por tanto tiempo has estado esclavizado. 2Regocíjate de que los que Dios ha unido se han jun­tado y ya no tienen necesidad de seguir contemplando el pecado por separado. 3No es posible que dos individuos puedan contem­plar el pecado juntos, pues nunca podrían verlo en el mismo sitio o al mismo tiempo. 4El pecado es una percepción estrictamente personal, que se ve en el otro, pero que cada uno cree que está dentro de sí mismo. 5Y cada uno parece cometer un error dife­rente, que el otro no puede comprender. 6Hermano, se trata del mismo error, cometido por lo que es lo mismo, y perdonado por su hacedor de igual manera. 7La santidad de tu relación os per­dona a ti y a tu hermano, y cancela los efectos de lo que ambos creísteis y visteis. 8Y al desaparecer dichos efectos, desaparece también la necesidad del pecado.

2. ¿Quién tiene necesidad del pecado? 2Únicamente los que deambulan por su cuenta y en soledad, creyendo que sus herma­nos son diferentes de ellos. 3Es esta diferencia, que aunque es visible no es real, lo que hace que el pecado, que si bien no es real es visible, parezca estar justificado. 4Todo esto sería real si el pecado lo fuese. 5Pues una relación no santa se basa en diferen­cias y en que cada uno piense que el otro tiene lo que a él le falta. 6Se juntan, cada uno con el propósito de completarse a sí mismo robando al otro. 7Siguen juntos hasta que piensan que ya no queda nada más por robar, y luego se separan. 8Y así, vagan por un mundo de extraños, distintos de ellos, viviendo tal vez con los cuerpos de esos extraños bajo un mismo techo que a ninguno de ellos da cobijo; en la misma habitación y, sin embargo, a todo un mundo de distancia.

3. La relación santa parte de una premisa diferente. 2Cada uno ha mirado dentro de sí y no ha visto ninguna insuficiencia. 3Al acep­tar su compleción, desea extenderla uniéndose a otro, tan pleno como él. 4No ve diferencias entre su ser y el ser del otro, pues las diferencias sólo se dan a nivel del cuerpo. 5Por lo tanto, no ve nada de lo que quisiera apropiarse. 6No niega su propia realidad porque ésta es la verdad. 7Él se encuentra justo debajo del Cielo, pero lo bastante cerca como para no tener que retornar a la tierra. 8Pues esta relación goza de la santidad del Cielo. 9¿Cuán lejos del hogar puede estar una relación tan semejante al Cielo?

4. ¡Piensa en lo que una relación santa te podría enseñar! 2En ella desaparece la creencia en diferencias. 3En ella la fe en las diferen­cias se convierte en fe en la igualdad. 4Y en ella la percepción de diferencias se transforma en visión. 5La razón puede ahora llevaros a ti y a tu hermano a la conclusión lógica de vuestra unión. 6Ésta se tiene que extender, de la misma forma en que vosotros os extendisteis al uniros. 7La unión tiene que extenderse más allá de sí misma, tal como vosotros os extendisteis más allá del cuerpo para hacer posible vuestra unión. 8Y ahora la igualdad que visteis se extiende y elimina finalmente cualquier sensación de diferen­cia, de modo que la igualdad que yace bajo todas las diferencias se hace evidente. 9Éste es el círculo áureo en el que reconocéis al Hijo de Dios. 10Pues lo que nace en una relación santa es impere­cedero.

 

LECCIÓN 253

 

Mi Ser es amo y señor del universo.

 

1. Es imposible que me pase algo sin yo mismo haberlo pedido. 2Aun en este mundo, soy yo el que rige mi destino. 3Lo que sucede es lo que deseo. 4Lo que no ocurre es lo que no deseo que suceda. 5Tengo que aceptar esto. 6Pues de esta manera se me conduce más allá de este mundo a mis creaciones -las criaturas de mi volun­tad- , las cuales moran en el Cielo junto con mi santo Ser y con Aquel que me creó.

2. Tú eres el Ser a Quien Tú creaste como el Hijo, el cual crea como Tú y es uno Contigo. 2Mi Ser, que es señor y amo del universo, no es sino la perfecta unión de Tu Voluntad con la mía, la cual no puede sino asentir gustosamente a la Tuya, de modo que pueda extenderse hasta Sí Misma.

 

10 DE SEPTIEMBRE

I. El mensaje de la relación santa

1. Deja que la razón dé otro paso. 2Si atacas a quien Dios quiere sanar y odias a quien Él ama, entonces tú y tu Creador tenéis voluntades diferentes. 3Pero si tú eres Su Voluntad, entonces debes creer que tú no eres quien eres. 4Puedes ciertamente creer esto y, de hecho, lo crees. 5Y tienes fe en ello y encuentras muchas pruebas a su favor. 6¿Y de dónde procede, te preguntas, tu extraño desasosiego, tu sensación de estar desconectado y tu constante temor de que tú no signifiques nada? 7Es como si hubieses llegado hasta aquí a la deriva, sin ningún plan, excepto el de seguir vagando, pues sólo eso parece seguro.

2. Sin embargo, hemos oído una descripción muy similar ante­riormente, pero no se refería a ti. 2Aun así, crees ser esa extraña idea que con tanta precisión se describe ahí. 3La razón te diría que es imposible que el mundo que ves a través de ojos que no son los tuyos tenga sentido para ti. 4¿A quién le devolvería sus mensajes esta forma de ver? 5Ciertamente no a ti, cuya visión es totalmente independiente de los ojos que contemplan al mundo. 6Si ésa no es tu visión, ¿qué podría mostrarte? 7El cerebro no puede interpretar lo que tu visión ve. 8Esto tú lo puedes comprender. 9El cerebro interpreta para el cuerpo del que forma parte. 10Pero tú no puedes comprender lo que dice. 11Sin embargo, lo has escuchado. 12Y te has esforzado durante mucho tiempo por entender sus mensajes.

3. No te has dado cuenta de que es imposible que puedas enten­der lo que nunca puede llegar hasta ti. 2Jamás has recibido men­saje alguno que hubieses podido entender. 3Pues has estado prestándole oídos a algo que no puede comunicarse en absoluto. 4Examina, entonces, lo que ha sucedido. 5Al negar lo que eres, y al estar firmemente, convencido de que eres otra cosa, esa "otra cosa" que tú has creído ser se ha convertido en tus ojos. 6Sin embargo, debe ser esa "otra cosa" la que ve, y al no ser quien tú eres te explica lo que ve. 7Tu verdadera visión haría, por supuesto, que todo esto fuese innecesario. 8Pero si tus ojos están cerrados y le pides a esa cosa que te dirija y te explique el mundo que ve, no verás razón alguna para no escuchar lo que te dice ni para sospe­char que no es verdad. 9La razón te diría que es imposible que sea verdad porque tú no lo entiendes. 10Dios no tiene secretos. 11Él no te conduce por un mundo de sufrimiento, esperando hasta el final de la jornada para decirte por qué razón te hizo pasar por eso.

4. ¿Qué podría mantenerse oculto de la Voluntad de Dios? 2Sin embargo, tú crees tener secretos. 3¿Qué podrían ser esos secretos sino otra "voluntad" tuya propia, separada de la Suya? 4La razón te diría que esto no es un secreto que deba ocultarse como si se tratase de un pecado. 5Pero ciertamente es un error. 6No permitas que tu temor del pecado impida la corrección del error, pues la atracción que ejerce la culpabilidad es sólo miedo. 7He aquí la única emoción que has inventado, independientemente de lo que aparente ser. 8He aquí la emoción de los secretos, de los pensa­mientos privados y del cuerpo. 9He aquí la emoción que se opone al amor y que siempre conduce a la percepción de diferencias y a la pérdida de la igualdad. 10He aquí la única emoción que te man­tiene en  las tinieblas, dependiente de ese otro ser que tú crees haber inventado para que te guíe por el mundo que él fabricó para ti.

5. La visión se te concedió, junto con todo lo que puedes com­prender. 2No te resultará difícil comprender lo que esta visión te dice, pues todo el mundo ve sólo lo que cree ser. 3Y tú comprenderás lo que tu visión te muestre porque es la verdad. 4Única­mente tu visión puede comunicarte lo que puedes ver. 5Te llega directamente, sin necesidad de ninguna interpretación. 6Lo que necesita interpretación tiene que ser algo ajeno a ti. 7Y un intér­prete al que no entiendes nunca podrá hacer que ello sea inteligi­ble para ti.

6. De todos los mensajes que has recibido y que no has enten­dido, sólo este curso está al alcance de tu entendimiento y puede ser entendido. 2Éste es tu idioma. 3Aún no lo entiendes porque tu comunicación es todavía corno la de un bebé. 4No se puede dar credibilidad a los balbuceos de un bebé ni a lo que oye, ya que los sonidos tienen un significado diferente para él, según la ocasión. 5Y ni los sonidos que oye ni las cosas que ve son aún estables. 6Pero lo que oye y todavía no comprende será algún día su len­gua materna, a través de la cual se comunicará con los que le rodean y ellos con él. 7Y esos seres extraños y cambiantes que se mueven a su alrededor serán quienes lo consuelen, y él recono­cerá su hogar y los verá allí junto con él.

7. Así es como renace en cada relación santa la capacidad de comunicar en vez de la de separar. 2Mas una relación santa, que apenas acaba de renacer de una relación no santa, y que, sin embargo, es más antigua que la vieja ilusión que acaba de reem­plazar, es como un bebé que ahora renaciera. 3Pero con este bebé se te devuelve la visión, ya que te hablará en un idioma que podrás entender. 4Este bebé no se nutre de "aquello otro" que tú creías ser. 5No fue dado ahí, ni tampoco fue recibido por nada excepto por ti mismo. 6Pues no es posible que dos hermanos se puedan unir, excepto a través de Cristo, Cuya visión los ve como uno.

8. Santo hermano mío, piensa en lo que se te ha dado. 2Este infante te explicará lo que no entiendes y te lo presentará de una manera muy clara. 3Pues su idioma no será una lengua extraña. 4Él no necesitará ningún intérprete para comunicarse contigo, pues fuiste tú quien le enseñó lo que sabe debido a que tú lo sabías. 5Él no habría podido acudir a nadie excepto a ti, nunca a "aquello otro". 6Donde Cristo ha entrado nadie está solo, pues Él nunca podría encontrar Su morada entre los que creen estar separados. 7Mas Él tiene que renacer en Su hogar de antaño -tan aparentemente nuevo, y, sin embargo, tan inmemorial como Él- como un pequeño recién llegado que depende de la santidad de tu relación para sobrevivir.

9. Ten por seguro que Dios no puso a Su Hijo en manos de quien no es digno de él. 2Solamente lo que es parte de Dios es digno de estar unido. 3Y es imposible que nada que no sea parte de Él pueda unirse. 4La comunicación tiene que haberse restablecido entre los que se unen, ya que nunca se habrían podido unir a través de sus cuerpos. 5¿Qué es lo que los ha unido, entonces? 6La razón te diría que tuvieron que haberse visto el uno al otro a través de una visión que no era del cuerpo y haberse comunicado en un lenguaje que el cuerpo no habla. 7No pudo tampoco haber sido una visión o sonido atemorizante lo que tan dulcemente los unió. 8Fue más bien que cada uno vio en el otro un perfecto refu­gio donde su Ser podía renacer a salvo y en paz. 9Así se lo dijo la razón y así lo creyó porque era la verdad.

10. He aquí la primera percepción directa que puedes construir. 2Y la construyes a través de una conciencia que es más antigua que la percepción, y que, sin embargo, renace en un instante. 3Pues ¿qué es el tiempo para lo que siempre ha sido como es? 4Observa lo que ese instante trajo consigo: el reconocimiento de que "aquello otro" que tú pensabas ser, era sólo una ilusión. 5Y la verdad brotó ins­tantáneamente, para mostrarte dónde se encuentra tu Ser. 6Al negar las ilusiones invitas a la verdad, pues al negarlas reconoces que el miedo no significa nada. 7En el santo hogar donde el miedo es impotente el amor entra dando las gracias, agradecido de ser uno con vosotros que os unisteis para dejarlo entrar.

11. Cristo acude a lo que es semejante a Él; a lo que es lo mismo, no a lo que es diferente. 2Pues siempre se siente atraído hacia Sí Mismo. 3¿Qué se asemeja más a Él que una relación santa? 4Y lo que hace que tú te sientas atraído hacia tu hermano, es lo que hace que Él se sienta atraído hacia ti. 5Ahí Su dulzura y Su benévola inocencia están a salvo del ataque. 6Y ahí Él puede regresar con confianza, pues la fe que depositas en otro es la fe que depo­sitas en Él. 7No cabe duda de que estás en lo cierto al considerar a tu hermano el hogar que Cristo ha elegido, pues al hacer eso ejerces tu voluntad junto con la de Cristo y la de Su Padre. 8Esto es lo que la Voluntad de tu Padre dispone para ti, y la tuya junto con la de Él. 9Y el que se siente atraído hacia Cristo se siente atraído hacia Dios tan irremediablemente como Cristo y Dios se sienten atraídos hacia toda relación santa: la morada que ha sido preparada para Ellos a medida que la tierra se convierte en el Cielo.

 

LECCIÓN 254

 

Que se acalle en mí toda voz que no sea la de Dios.

 

1. Padre, hoy quiero oír sólo Tu Voz. 2Vengo a Ti en el más profundo de los silencios para oír Tu Voz y recibir Tu Palabra. 3No tengo otra ora­ción que ésta: que me des la verdad. 4Y la verdad no es sino Tu Volun­tad, que hoy quiero compartir Contigo.

2. Hoy no dejaremos que los pensamientos del ego dirijan nues­tras palabras o acciones. 2Cuando se presenten, simplemente los observaremos con calma y luego los descartaremos. 3No desea­mos las consecuencias que nos acarrearían. 4Por lo tanto, no ele­gimos conservarlos. 5Ahora se han acallado. 6Y en esa quietud, santificada por Su Amor, Dios se comunica con nosotros y nos habla de nuestra voluntad, pues hemos decidido recordarle.

 

11 DE SEPTIEMBRE

II. La impecabilidad* de tu hermano

1. Lo opuesto a las ilusiones no es la desilusión sino la verdad. 2Sólo para el ego, para el que la verdad no tiene significado, pare­cen ser las ilusiones y la desilusión las únicas alternativas, las cuales son diferentes entre sí. 3Pero en verdad son lo mismo. 4Ambas aportan el mismo cúmulo de sufrimiento, aunque cada una parece ser la única manera de escaparse de la aflicción que la otra ocasiona. 5Toda ilusión alberga dolor y sufrimiento entre los tenebrosos pliegues de las pesadas vestiduras tras las que oculta su inexistencia. 6Sin embargo, esas sombrías y pesadas vestiduras son las que cubren a aquellos que van en pos de ilusiones, y las que los mantienen ocultos del júbilo de la verdad.

2. La verdad es lo opuesto a las ilusiones porque ofrece dicha. 2¿Qué otra cosa sino la dicha podría ser lo opuesto al sufri­miento? 3Abandonar un tipo de sufrimiento e ir en busca de otro no es un escape. 4Cambiar una ilusión por otra no es realmente un cambio. 5Tratar de encontrar felicidad en el sufrimiento es una insensatez, pues ¿cómo se iba a poder encontrar felicidad en el sufrimiento? 6Lo único que se puede hacer en el tenebroso mundo del sufrimiento es seleccionar algunos aspectos de él, ver­los como si fuesen diferentes y luego definir la diferencia como felicidad. 7Percibir una diferencia donde no la hay, no obstante, realmente no cambia nada.

3. Lo único que hacen las ilusiones es ocasionar culpabilidad, sufrimiento, enfermedad y muerte a sus creyentes. 2La forma en que las ilusiones se aceptan es irrelevante. 3A los ojos de la razón, ninguna forma de sufrimiento se puede confundir con la dicha. 4La dicha es eterna. 5Puedes estar completamente seguro de que todo lo que aparenta ser felicidad y no es duradero es realmente miedo. 6La dicha no se convierte en pesar, pues lo eterno no puede cambiar, pero el pesar puede volverse dicha, pues el tiempo cede ante lo eterno. 7Únicamente lo eterno permanece inmutable, 8pero todo lo que se encuentra en el tiempo puede cambiar con el paso de éste. 9No obstante, para que el cambio sea real y no imaginado, las ilusiones tienen que ceder ante la verdad y no ante otros sue­Ã±os igualmente irreales. 10Eso no sería diferente.

4. La razón te diría que la única manera de escaparte del sufri­miento es reconociéndolo y tomando el camino opuesto. 2Toda ver­dad es lo mismo y todo sufrimiento es lo mismo también, pero ambos son diferentes entre sí desde cualquier punto de vista, en toda circunstancia y sin excepción. 3Creer que puede haber una sola excepción es confundir lo que es lo mismo con lo que es diferente. 4Una sola ilusión que se abrigue y se defienda contra la verdad priva a ésta de todo significado y hace que todas las ilu­siones sean reales. 5Tal es el poder de la creencia, 6la cual es inca­paz de transigir. 7Y la fe en la inocencia sería fe en el pecado si la creencia excluyera una sola cosa viviente y le negase la bendición de su perdón.

5. Tanto la razón como el ego te dicen eso mismo, pero la inter­pretación que hacen de ello es completamente diferente. 2El ego te asegura ahora que es imposible que puedas ver a nadie libre de culpa. 3Y si esta manera de ver es la única que puede liberarte de la culpabilidad, entonces la creencia en el pecado no puede sino ser eterna. 4Pero la razón ve eso de otro modo, pues la razón ve que la fuente de una idea es lo que hace que ésta sea cierta o falsa. 5Esto tiene que ser así, si la idea es semejante a su fuente. 6Por lo tanto -dice la razón- si el propósito que se le asignó al Espíritu Santo fue ayudarte a escapar de la culpabilidad, y ese propósito le fue dado por Aquel para Quien nada que Su Volun­tad disponga es imposible, los medios para lograr ese objetivo tienen que ser más que posibles. 7Tienen que existir y tú tienes que estar en posesión de ellos.

6. Esta es una etapa crucial en este curso, pues en este punto tiene que tener lugar una completa separación entre tú y el ego. 2Pues si ya dispones de los medios para dejar que el propósito del Espí­ritu Santo se alcance, dichos medios pueden utilizarse. 3A medida que los utilices, tu fe en ellos será cada vez mayor. 4Para el ego, sin embargo, eso es imposible, y nadie emprende lo que no ofrece ninguna esperanza de poderse lograr. 5Tú sabes que lo que la Voluntad de tu Creador dispone es posible, pero aquello que tú inventaste no lo cree. 6Ahora tienes que elegir entre ti y lo que es sólo una ilusión de ti. 7No ambas cosas, sino una sola. 8No tiene objeto intentar eludir esta decisión. 9Hay que tomarla. 10La fe y la creencia pueden inclinarse hacia cualquiera de esas dos opciones, pero la razón te dice que el sufrimiento se encuentra únicamente en una de ellas y la dicha en la otra.

7. No abandones a tu hermano ahora, pues vosotros que sois lo mismo no decidiréis por separado ni en forma diferente. 2Os dais el uno al otro o bien vida o bien muerte; sois cada uno el salvador del otro o su juez, y os ofrecéis refugio o condenación. 3Este curso o bien se creerá enteramente o bien no se creerá en absoluto. 4Pues es completamente cierto o completamente falso, y no puede ser creído sólo parcialmente. 5Y tú te escaparás enteramente del sufri­miento o no te escaparás en absoluto. 6La razón te dirá que no hay un lugar intermedio donde te puedas detener indeciso, esperando a elegir entre la felicidad del Cielo o el sufrimiento del infierno. 7Hasta que no elijas el Cielo, estarás en el infierno y abatido por el sufrimiento.

8. No hay ninguna parte del Cielo de la que puedas apropiarte y tejer ilusiones de ella. 2Ni hay una sola ilusión con la que puedas entrar en el Cielo. 3Un salvador no puede ser un juez ni la miseri­cordia puede ser condenación. 4Y la visión no puede condenar, sino únicamente bendecir. 5Aquel Cuya función es salvar, salvará. 6Cómo lo ha de lograr está más allá de tu entendimiento, pero cuándo lo va a hacer está en tus manos. 7Pues el tiempo es una invención tuya y, por lo tanto, lo puedes gobernar. 8No eres esclavo de él ni del mundo que fabricaste.

9. Examinemos más de cerca la ilusión de que lo que tú fabricaste tiene el poder de esclavizar a su hacedor. 2Esta es la misma creen­cia que dio lugar a la separación. 3Es la idea insensata de que los pensamientos pueden abandonar la mente del pensador, ser dife­rentes de ella y oponerse a ella. 4Si eso fuese cierto, los pensa­mientos no serían extensiones de la mente, sino sus enemigos. 5Aquí vemos nuevamente otra forma de la misma ilusión fundamental que ya hemos examinado muchas veces con anterioridad. 6Sólo si fuese posible que el Hijo de Dios pudiera abandonar la Mente de su Padre, hacerse diferente y oponerse a Su Voluntad, sería posible que el falso ser que inventó, y todo lo que éste fabricó, fuesen su amo.

10. Contempla la gran proyección, pero mírala con la determina­ción de que tiene que ser sanada, aunque no mediante el temor. 2Nada que hayas fabricado tiene poder alguno sobre ti, a menos que todavía quieras estar separado de tu Creador y tener una voluntad que se oponga a la Suya. 3Pues sólo si crees que Su Hijo puede ser Su enemigo parece entonces posible que lo que has inventado sea asimismo enemigo tuyo. 4Prefieres condenar al sufrimiento Su alegría y hacer que Él sea diferente. 5Sin embargo, al único sufrimiento al que has dado lugar ha sido al tuyo propio. 6¿No te alegra saber que nada de eso es cierto? 7¿No son buenas nuevas oír que ni una sola de las ilusiones que forjaste ha substi­tuido a la verdad?

11. Son sólo tus pensamientos los que han sido imposibles. 2No puede ser que la salvación sea imposible. 3Pero sí es imposible ver a tu salvador como un enemigo y al mismo tiempo reconocerlo. 4No obstante, puedes reconocerlo como lo que es porque ésa es la Voluntad de Dios. 5Lo que Dios le confirió a tu relación santa aún se encuentra en ella. 6Pues lo que Él le dio al Espíritu Santo para que te lo diese a ti, el Espíritu Santo te lo dio. 7¿No querrías contem­plar al salvador que se te ha dado? 8¿Y no intercambiarías con gratitud la función de verdugo que le adjudicaste por la que en verdad tiene? 9Recibe de él lo que Dios le dio para ti, no lo que trataste de darte a ti mismo.

12. Más allá del cuerpo que has interpuesto entre tu hermano y tú, y reluciendo en la áurea luz que le llega desde el círculo radiante e infinito que se extiende eternamente, se encuentra tu relación santa, que Dios Mismo ama. 2¡Cuán serena descansa en el tiempo, y, sin embargo, más allá de él! a¡Cuán inmortal, y, sin embargo, en la tierra! 3¡Cuán grande el poder que en ella reside! 4El tiempo acata su voluntad, y la tierra será lo que ella disponga que sea. 5En ella no existe una voluntad separada ni el deseo de que nada se encuentre separado. 6Su voluntad no hace excepciones y lo que dispone es verdad. 7Toda ilusión que se lleva ante su perdón se pasa por alto dulcemente y desaparece. 8Pues Cristo ha renacido en su centro, para iluminar Su morada con una visión que pasa por alto al mundo. 9¿No querrías que esa santa morada fuese también la tuya? 10En ella no hay sufrimiento, sino únicamente dicha.

13. Lo único que necesitas hacer para morar aquí apaciblemente junto a Cristo, es compartir Su visión. 2Su visión se le concede inmediatamente y de todo corazón a todo aquel que esté dis­puesto a ver a su hermano libre de pecado. 3Y tienes que estar dispuesto a no excluir a nadie, si quieres liberarte completamente de todos los efectos del pecado. 4¿Te concederías a ti mismo un perdón parcial? 5¿Puedes alcanzar el Cielo mientras un solo pecado aún te tiente a seguir sufriendo? 6El Cielo es el hogar de la pureza perfecta, y Dios lo creó para ti. 7Contempla a tu santo hermano, tan libre de pecado como tú, y permítele que te con­duzca hasta allí.

 

LECCIÓN 255

 

Elijo pasar este día en perfecta paz.

 

1. No me parece que pueda elegir experimentar únicamente paz hoy. 2Sin embargo, mi Dios me asegura que Su Hijo es como Él. 3Que pueda hoy tener fe en Aquel que afirma que soy el Hijo de Dios. 4Y que la paz que hoy elijo experimentar dé fe de la verdad de Sus Palabras. 5El Hijo de Dios no puede sino estar libre de preocupaciones y morar eternamente en la paz del Cielo. 6En Nombre Suyo, consagro este día a encontrar lo que la Voluntad de mi Padre ha dispuesto para mí, a aceptarlo como propio y a concedérselo a todos Sus Hijos, incluido yo.

2. Así es como deseo pasar este día Contigo, Padre mío. 2Tu Hijo no Te ha olvidado. 3 La paz que le otorgaste sigue estando en su mente, y es ahí donde elijo pasar este día.

 

12 DE SEPTIEMBRE

III. La razón y las distintas formas del error

1. La introducción de la razón en el sistema de pensamiento del ego es el comienzo de su des-hacimiento, pues la razón y el ego se contradicen entre sí. 2Y no es posible que coexistan en tu concien­cia, 3ya que el objetivo de la razón es hacer que todo esté claro y, por lo tanto, que sea obvio. 4La razón es algo que tú puedes ver. 5Esto no es simplemente un juego de palabras, pues aquí da co­mienzo una visión que tiene sentido. 6La visión es literalmente sentido. 7Dado que no es lo que el cuerpo ve, la visión no puede sino ser comprendida, 8pues es inequívoca, y lo que es obvio no es ambiguo. 9Por lo tanto, puede ser comprendido. 10Aquí la razón y el ego se separan, y cada uno sigue su camino.

2. Lo que le permite al ego seguir existiendo es su creencia de que tú no puedes aprender este curso. 2Si compartes con él esa creencia, la razón será incapaz de ver tus errores y despejar el camino hacia su corrección. 3Pues la razón ve más allá de los errores y te dice que lo que pensabas que era real no lo es. 4La razón puede reconocer la diferencia entre el pecado y el error porque desea la corrección. 5Te dice, por lo tanto, que lo que pensabas que era incorregible puede ser corregido, y que, por consi­guiente, tuvo que haber sido un error. 6La oposición del ego a la corrección conduce a su creencia fija en el pecado y a desenten­derse de los errores. 7No ve nada que pueda ser corregido. 8El ego, por lo tanto, condena y la razón salva.

3. La razón de por sí no es la salvación, pero despeja el camino para la paz y te conduce a un estado mental en el que se te puede conceder la salvación. 2El pecado es un obstáculo que se alza como un formidable portón -cerrado con candado y sin llave- ­en medio del camino hacia la paz. 3Nadie que lo contemplase sin la ayuda de la razón osaría traspasarlo. 4Los ojos del cuerpo lo ven como si fuese de granito sólido y de un espesor tal que sería una locura intentar atravesarlo. 5La razón, en cambio, ve fácil­mente a través de él, puesto que es un error. 6La forma que adopta no puede ocultar su vacuidad de los ojos de la razón.

4. La forma del error es lo único que atrae al ego. 2No trata de ver si esa forma de error tiene significado o no, pues es incapaz de reconocer significados. 3Todo lo que los ojos del cuerpo pueden ver es una equivocación, un error de percepción, un fragmento distorsionado del todo sin el significado que éste le aportaría. 4Sin embargo, cualquier error, sea cual sea su forma, puede ser corregido. 5El pecado no es sino un error expresado en una forma que el ego venera. 6El ego quiere conservar todos los errores y convertirlos en pecados. 7Pues en eso se basa su propia estabili­dad, la pesada ancla que ha echado sobre el mundo cambiante que él fabricó; la roca sobre la que se edificó su iglesia y donde sus seguidores están condenados a sus cuerpos, al creer que la libertad del cuerpo es la suya propia.

5. La razón te diría que no es la forma que adopta el error lo que hace que éste sea una equivocación. 2Si lo que la forma oculta es un error, la forma no puede impedir su corrección. 3Los ojos del cuerpo ven únicamente formas. 4No pueden ver más allá de aque­llo para cuya contemplación fueron fabricados. 5Y fueron fabrica­dos para fijarse en los errores y no ver más allá de ellos. 6Su percepción es ciertamente extraña, pues sólo pueden ver ilusio­nes, al no poder ver más allá del bloque de granito del pecado y al detenerse ante la forma externa de lo que no es nada. 7Para esta forma distorsionada de visión, el exterior de todas las cosas, el muro que se interpone entre la verdad y tú, es absolutamente real. 8Mas ¿cómo va a poder ver correctamente una visión que se detiene ante lo que no es nada como si de un sólido muro se tratase? 9Está restringida por la forma, habiendo sido concebida para garantizar que no perciba nada, excepto la forma.

6. Esos ojos, hechos para no ver, jamás podrán ver. 2Pues la idea que representan nunca se separó de su hacedor, y es su hacedor el que ve a través de ellos. 3¿Qué otro objetivo tenía su hacedor, salvo el de no ver? 4Para tal fin, los ojos del cuerpo son los medios perfectos, pero no para ver. 5Advierte cómo los ojos del cuerpo se posan en lo exterior sin poder ir más allá de ello. 6Observa cómo se detienen ante lo que no es nada, incapaces de comprender el significado que se encuentra más allá de la forma. 7Nada es tan cegador como la percepción de la forma. 8Pues ver la forma signi­fica que el entendimiento ha quedado velado.

7. Sólo los errores varían de forma, y a eso se debe que puedan engañar. 2Tú puedes cambiar la forma porque ésta no es verdad. 3Y no puede ser la realidad precisamente porque puede cambiar. 4La razón te diría que si la forma no es la realidad tiene que ser entonces una ilusión, y que no se puede ver porque no existe. 5Y si la ves debes estar equivocado, pues estás viendo lo que no puede ser real como si lo fuera. 6Lo que no puede ver más allá de lo que no existe no puede sino ser percepción distorsionada, y no puede por menos que percibir a las ilusiones como si fuesen la verdad. 7¿Cómo iba a poder, entonces, reconocer la verdad?

8. No permitas que la forma de sus errores te aleje de aquel cuya santidad es la tuya. 2No permitas que la visión de su santidad, que te mostraría tu perdón, quede oculta tras lo que ven los ojos del cuerpo. 3No permitas que la conciencia que tienes de tu her­mano se vea obstruida por tu percepción de sus pecados y de su cuerpo. 4¿Qué hay en él que quisieras atacar, excepto lo que aso­cias con su cuerpo, el cual crees que puede pecar? 5Más allá de sus errores se encuentra su santidad junto con tu salvación. 6Tú no le diste su santidad, sino que trataste de ver tus pecados en él para salvarte a ti mismo. 7Sin embargo, su santidad es tu perdón. a¿Cómo ibas a poder salvarte si haces de aquel cuya santidad es tu salvación un pecador?

9. Una relación santa, por muy recién nacida que sea, tiene que valorar la santidad por encima de todo lo demás. 2Cualquier valor profano producirá confusión, y lo hará en la conciencia. 3En las relaciones no santas se le atribuye valor a cada uno de los indivi­duos que la componen, ya que cada uno de ellos parece justificar los pecados del otro. 4Cada uno ve en el otro aquello que le incita a pecar en contra de su voluntad. 5De esta manera, cada uno le atribuye sus pecados al otro y se siente atraído hacia él para poder perpetuar sus pecados. 6Y así se hace imposible que cada uno vea que él mismo es el causante de sus propios pecados al desear que el pecado sea real. 7La razón, en cambio, ve una relación santa como lo que realmente es: un estado mental común, donde ambos gustosamente le entregan sus errores a la corrección, de manera que los dos puedan ser felizmente sanados cual uno solo.

 

LECCIÓN 256

 

Dios es mi único objetivo hoy.

 

1. La única manera de llegar a Dios aquí es mediante el perdón. 2No hay otra manera. 3Si la mente no le hubiese concedido tanto valor al pecado, ¿qué necesidad habría habido de encontrar el camino que conduce a donde ya te encuentras? 4¿Quién tendría aún incertidumbre? 5¿Quién podría estar inseguro de lo que es? 6¿Y quién podría seguir durmiendo entre espesas nubes de duda con respecto a la santidad de aquel que Dios creó libre de pecado? 7Aquí sólo podemos soñar. 8Pero podemos soñar que hemos perdonado a aquel en quien todo pecado sigue siendo imposible, y esto es lo que elegimos soñar hoy. 9Dios es nuestro objetivo, y el perdón, el medio por el que nuestras mentes por fin regresan a Él.

2. Y así es, Padre nuestro, como queremos llegar a ti por el camino que Tú has señalado. 2No tenemos otro objetivo que oír Tu Voz y hallar el camino que Tu sagrada Palabra nos ha señalado.

 

LECCIÓN 257

 

Que no me olvide de mi propósito.

 

1. Si me olvido de mi objetivo no podré sino estar confundido e inseguro acerca de quién soy, y así, mis acciones no podrán sino ser conflictivas. 2Nadie puede estar al servicio de objetivos con­tradictorios, y servirlo bien. 3Tampoco puede desenvolverse sin que se abata sobre él una profunda angustia y depresión. 4Resol­vamos hoy, por lo tanto, recordar lo que queremos realmente, para así unificar nuestros pensamientos y acciones de manera que tengan sentido y para llevar a cabo únicamente lo que Dios quiere que hagamos este día.

2. Padre, el perdón es el medio que Tú has elegido para nuestra salva­ción. 2No permitas que nos olvidemos hoy de que no tenemos otra volun­tad que la Tuya. 3Y así, nuestro propósito tiene asimismo que ser el Tuyo si queremos alcanzar la paz que Tú has dispuesto para nosotros.

 

LECCIÓN 258

 

Que recuerde que Dios es mi objetivo.

 

1. Lo único que necesitamos hacer es entrenar nuestras mentes a pasar por alto todos los objetivos triviales e insensatos, y a recor­dar que Dios es nuestro objetivo. 2Su recuerdo se encuentra oculto en nuestras mentes, eclipsado tan sólo por nuestras absurdas e insignificantes metas, que no nos deparan nada y que ni siquiera existen. 3¿Vamos acaso a continuar permitiendo que la gracia de Dios siga brillando inadvertida, mientras nosotros preferimos ir en pos de los juguetes y las baratijas del mundo? 4Dios es nuestro único objetivo, nuestro único Amor. 5No tenemos otro propósito que recordarle.

2. No tenemos otro objetivo que seguir el camino que conduce a Ti. 2Ése es nuestro único objetivo. 3¿Qué podríamos desear sino recordarte? 4¿Qué otra cosa podemos buscar sino nuestra Identidad?

 

15 DE SEPTIEMBRE

IV. La bifurcación del camino

1. Cuando llegas al lugar en que la bifurcación del camino resulta evidente, no puedes seguir adelante. 2Tienes que decidirte por uno de los dos caminos, 3pues si sigues adelante de la manera en que ibas antes de llegar a este punto, no llegarás a ninguna parte. 4El único propósito de llegar hasta aquí fue decidir cuál de los dos caminos vas a tomar ahora. 5El trayecto que te condujo hasta aquí ya no importa. 6Ya no tiene ninguna utilidad. 7Nadie que haya llegado hasta aquí puede decidir equivocadamente, pero sí puede demorarse. 8Y no hay momento de la jornada más frus­trante y desalentador, que aquel en el que te detienes ahí donde el camino se bifurca, indeciso con respecto a qué rumbo seguir.

2. Son sólo los primeros pasos por el camino recto los que pare­cen difíciles, pues ya te has decidido, si bien puede que aún creas que puedes volverte atrás y elegir la otra alternativa. 2Pero no es así. 3Ninguna decisión que se haya tomado y que cuente con el respaldo del poder del Cielo puede ser revocada. 4Tu camino ya se decidió. 5Si reconoces esto no habrá nada que no se te diga.

3. Y así, tú y tu hermano os encontráis ahí en ese santo lugar, ante el velo de pecado que pende entre vosotros y la faz de Cristo. 2¡Dejad que sea descorrido! 3¡Descorredlo juntos! 4Pues es sólo un velo lo que se interpone entre vosotros. 5Por separado, cada uno de vosotros lo veréis como un sólido muro y no os daréis cuenta de lo delgado que es el cortinaje que ahora os separa. 6Aun así, éste ya casi ha sido eliminado de vuestra conciencia, e incluso aquí, ante el velo, la paz ha venido a vosotros. 7Piensa en lo que os espera después: el amor de Cristo iluminará vuestros rostros e irradiará desde ellos a un mundo en penumbra y con necesidad de luz. 8Y desde este santo lugar Él regresará con vosotros, sin irse de él y sin abandonaros. 9Os convertiréis en Sus mensajeros, al restituirlo a Él a Sí Mismo.

4. ¡Pensad en la hermosura que veréis, vosotros que camináis a Su lado! 2¡Y pensad cuán bello os parecerá el otro! 3¡Cuán felices os sentiréis de estar juntos después de una jornada tan larga y solita­ria en la que caminabais por separado! 4Las puertas del Cielo, francas ya para vosotros, las abriréis ahora para los que aún sufren. 5Y nadie que mire al Cristo en vosotros dejará de regoci­jarse. 6¡Qué bello es el panorama que visteis más allá del velo y que ahora llevaréis para iluminar los cansados ojos de aquellos que todavía están tan extenuados como una vez lo estuvisteis vo­sotros! 7¡Cuán agradecidos estarán de veros llegar y ofrecer el per­dón de Cristo para desvanecer así la fe que ellos aún tienen en el pecado!

5. Cualquier error que cometas, el otro ya lo habrá corregido tier­namente por ti. 2Pues para él tu hermosura es su salvación, y la quiere proteger de cualquier daño. 3Y cada uno será para el otro su firme defensor contra todo lo que parezca surgir para separa­ros. 4Y así caminaréis por el mundo conmigo, pues tengo un mensaje que aún no se ha llevado a todos. 5Y vosotros estáis aquí para permitir que se reciba. 6La oferta de Dios todavía sigue en pie, pero aguarda aceptación. 7Se recibe de vosotros que la habéis aceptado. 8En vuestras manos unidas se deposita confiadamente, pues vosotros que la compartís os habéis convertido en sus devo­tos guardianes y protectores.

6. A todos aquellos que comparten el Amor de Dios se les con­cede la gracia de ser los dadores de lo que han recibido. 2Y así aprenden que es suyo para siempre. 3Todas las barreras desapa­recen ante su llegada, de la misma manera en que cada obstáculo que antes parecía bloquear su camino quedó finalmente supe­rado. 4Ese velo que tú y tu hermano descorréis juntos os abre el camino a la verdad y se lo abre también a otros. 5Los que permi­ten que se les libere de las ilusiones de sus mentes son los salva­dores de este mundo, y caminan por él con su Redentor, llevando Su mensaje de esperanza, libertad y emancipación del sufri­miento a todo aquel que necesite un milagro para salvarse.

7. ¡Qué fácil es ofrecer este milagro a todos! 2Nadie que lo haya recibido tendría dificultad alguna en darlo. 3Pues al recibirlo aprendió que no se le daba solamente a él. 4Tal es la función de una relación santa: que recibáis juntos y que deis tal como reci­báis. 5Cuando se está ante el velo, esto todavía parece difícil. 6Pero si extendéis vuestras manos unidas y tocáis eso que parece un denso muro, notaréis con cuánta facilidad se deslizan vuestros dedos a través de su insubstancialidad. 7Ese muro no es sólido en absoluto. 8Y es sólo una ilusión lo que se interpone entre tú y tu hermano y el santo Ser que compartís.

 

V. La debilidad y la indefensión

1. ¿Cómo se superan las ilusiones? 2Ciertamente no mediante el uso de la fuerza o de la ira, ni oponiéndose a ellas en modo alguno. 3Se superan dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la realidad. 4Las ilusiones se opo­nen a lo que no puede sino ser verdad. 5La oposición procede de ellas, no de la realidad. 6La realidad no se opone a nada. 7Lo que simplemente "es" no necesita defensa ni ofrece ninguna. 8Sólo las ilusiones necesitan defensa debido a su debilidad. 9Mas ¿cómo podría ser difícil recorrer el camino de la verdad cuando la debi­lidad es el único obstáculo? 10Tú eres el fuerte en este aparente conflicto 11y no necesitas ninguna defensa. 12Tampoco deseas nada que necesite defensa, pues cualquier cosa que necesite defensa te debilitará.

2. Examina para qué desea las defensas el ego, 2y verás que siempre es para justificar lo que va en contra de la verdad, lo que se esfuma en presencia de la razón y lo que no tiene sentido. 3¿Puede esto acaso estar justificado? 4¿ Qué otra cosa podría ser, sino una invitación a la demencia para que te salve de la verdad? 5¿Y de qué se te salvaría, sino de lo que temes? 6La creencia en el pecado requiere constante defensa, y a un costo exorbitante. 7Es preciso combatir y sacrificar todo lo que el Espíritu Santo te ofrece. 8Pues el pecado está tallado en un bloque que fue arran­cado de tu paz y colocado entre el retorno de ésta y tú.

3. Sin embargo, ¿cómo iba a poder estar la paz tan fragmentada? 2La paz sigue aún intacta, pues no se le ha quitado nada. 3Date cuenta de que tanto los medios como aquello de lo que se compo­nen los sueños perversos no significa nada. 4En realidad tu her­mano y tú estáis unidos y no hay nada que se interponga entre vosotros. 5Puesto que Dios os lleva de la mano, ¿qué podría sepa­rar lo que Él ha unido Consigo Mismo como un solo Ser? 6Es de tu Padre de Quien te quieres defender. 7Sin embargo, sigue siendo imposible excluir el amor. 8Dios descansa contigo serena­mente, sin defensas y en total mansedumbre, pues sólo en esa quietud se encuentra la fuerza y el poder. 9Ahí la debilidad no tiene cabida porque ahí no hay ataque, y, por lo tanto, no hay ilusiones. 10El amor descansa en la certeza. 11Sólo la incertidum­bre se defiende. 12Y toda incertidumbre no es otra cosa que las dudas que tienes acerca de ti mismo.

4. ¡Cuán débil es el miedo! 2¡Cuán ínfimo e insensato! 3¡Cuán insignificante ante la silenciosa fortaleza de aquellos a quienes el amor ha unido! 4Tal es tu "enemigo": un ratoncillo asustado que pretende enfrentarse al universo. 5¿Qué probabilidades tiene de ganar?. 6¿Sería acaso difícil ignorar sus débiles chillidos que pre­gonan su omnipotencia y quieren ahogar el himno de alabanza al Creador que perpetuamente y cual una sola voz entonan todos los corazones del universo? 7¿Qué es más fuerte, ese ratoncillo o todo lo que Dios creó? 8No es ese ratón lo que te une a tu her­mano, sino la Voluntad de Dios. 9¿Y podría un ratón traicionar a quienes Dios ha unido?

5. ¡Si tan sólo reconocieseis lo poco que se interpone entre voso­tros y la conciencia de vuestra unión! 2No os dejéis engañar por la ilusión de tamaño, espesor, peso, solidez y firmeza de cimien­tos que ello presenta. 3Es verdad que para los ojos físicos parece ser un cuerpo enorme y sólido, y tan inamovible como una mon­taña. 4 Sin embargo, dentro de ti hay una Fuerza que ninguna ilusión puede resistir. 5Este cuerpo tan solo parece ser inamovi­ble, pero esa Fuerza es realmente irresistible. 6¿Qué ocurre, entonces, cuando se encuentran? 7¿Se puede seguir defendiendo la ilusión de inamovilidad por mucho más tiempo contra lo que calladamente la atraviesa y la pasa de largo?

6. Nunca te olvides de que cuando sientes surgir la necesidad de defenderte de algo es que te has identificado a ti mismo con una ilusión. 2Consecuentemente, crees ser débil porque estás solo. 3Ése es el costo de todas las ilusiones. 4No hay ninguna que no esté basada en la creencia de que estás separado; 5ninguna que no pa­rezca interponerse, densa, sólida e inamovible, entre tu hermano y tú; 6ni ninguna que la verdad no pueda pasar por alto felizmente y con tal facilidad, que tienes que quedar convencido de que no es nada, a pesar de lo que pensabas que era. 7Si perdonas a tu her­mano, esto es lo que inevitablemente sucederá. 8Pues es tu renuen­cia a pasar por alto aquello que parece interponerse entre vosotros lo que hace que parezca impenetrable y lo que defiende la ilusión de su inamovilidad.

 

LECCIÓN 259

 

Que recuerde que el pecado no existe.

 

1. El pecado es el único pensamiento que hace que el objetivo de alcanzar a Dios parezca irrealizable. 2¿Qué otra cosa podría impe­dirnos ver lo obvio, o hacer que lo que es extraño y distorsionado parezca más claro? 3¿Qué otra cosa sino el pecado nos incita al ataque? 4¿Qué otra cosa sino el pecado podría ser la fuente de la culpabilidad y exigir castigo y sufrimiento? 5¿Y qué otra cosa sino el pecado podría ser la fuente del miedo, al eclipsar la creación de Dios y conferirle al amor los atributos del miedo y del ataque?

2. Padre, hoy no quiero ser presa de la locura. 2No tendré miedo del amor ni buscaré refugio en su opuesto. 3Pues el amor no puede tener opuestos. 4Tú eres la Fuente de todo lo que existe. 5Y todo lo que existe sigue estando Contigo, así como Tú con ello

 

16 DE SEPTIEMBRE

VI. La luz de la relación santa

1. ¿Deseas la libertad del cuerpo o la de la mente? 2Pues no pue­des tener ambas. 3¿Qué valoras más, el cuerpo o la mente? 4¿Cuál de ellos es tu objetivo? 5Pues a uno de ellos lo ves como un medio; al otro como un fin. 6Y uno de ellos tiene que servir al otro y dejar que predomine, realzando su importancia al disminuir la suya propia. 7Los medios sirven al fin, y a medida que el fin se alcanza, el valor de los medios disminuye, quedando totalmente eclipsa­dos cuando se reconoce que ya no tienen función alguna. 8Todo aquel que anhela la libertad tratará de encontrarla. 9Pero la bus­cará donde cree que está y donde cree que puede hallarla. 10Creerá que es igualmente posible alcanzar o bien la libertad de la mente o bien la del cuerpo, y elegirá a uno de ellos para que sirva al otro como medio para encontrarla.

2. Cuando se ha elegido la libertad del cuerpo, la mente se usa como un medio cuyo valor reside en su habilidad de ingeniar medios para conseguir la libertad del cuerpo. 2Pero dado que liberar al cuerpo no tiene sentido, la mente se ha puesto al servi­cio de las ilusiones. 3Esta situación es tan contradictoria e imposi­ble que cualquiera que la elija no tiene idea de lo que es valioso. 4Mas aun en esta confusión -tan profunda que es indescripti­ble- el Espíritu Santo espera pacientemente, tan seguro del resultado final como del Amor de Su Creador. 5Él sabe que esa decisión descabellada la tomó uno a quien Su Creador ama tanto como el amor se ama a sí mismo.

3. No te intranquilices pensando cómo puede el Espíritu Santo intercambiar tan fácilmente los medios y el fin en aquellos que Dios ama y quiere que sean libres para siempre. 2En lugar de ello, siéntete agradecido de poder ser el medio para lograr Su fin. 3Éste es el único servicio que conduce a la libertad. 4Para lograr este fin hay que percibir al cuerpo libre de pecado porque lo que se busca es la impecabilidad. 5La falta de contradicción permite que la transición de medios a fin sea tan fácil como lo es el inter­cambio del odio por la gratitud ante los ojos que perdonan. 6Os santificaréis el uno al otro al usar el cuerpo sólo en beneficio de la impecabilidad. 7Y os será imposible odiar aquello que sirve a quien queréis sanar.

4. Esta relación santa, hermosa en su inocencia, llena de forta­leza, y resplandeciendo con una luz mucho más brillante que la del sol que alumbra el firmamento que ves, es la que tu Padre ha elegido como uno de los medios para llevar a cabo Su plan. 2Sién­tete agradecido de que no sirva en absoluto para llevar a cabo el tuyo. 3No usará indebidamente nada que se le confíe, ni dejará de usar nada que se le ofrezca. 4Esta santa relación tiene el poder de curar todo dolor, sea cual sea su forma. 5Ni tu hermano ni tú por separado podéis ser útiles en absoluto. 6Únicamente en vuestra voluntad conjunta radica la curación. 7Pues ahí es donde se encuentra vuestra curación y ahí es donde aceptaréis la Expia­ción. 8Y al sanar los dos, la Filiación queda sanada porque vues­tras voluntades se han unido.

5. Ante una relación santa no hay pecado. 2Ya no se percibe nin­guna forma de error, y la razón, unida al amor, contempla calla­damente cualquier confusión y observa simplemente: "Eso fue un error". 3Y luego, la misma Expiación que aceptaste en tu rela­ción corrige el error y, allí donde éste estaba, deposita una parte del Cielo. 4¡Cuán bendito eres tú que permites que este regalo se otorgue! 5Cada parte del Cielo que restituyes se te da a ti. 6Y cada lugar vacío del Cielo que vuelves a llenar con la Luz Eterna que traes contigo, resplandece sobre ti. 7Los medios de la impecabili­dad no conocen el miedo porque únicamente son portadores de amor.

6. Criatura de paz, la luz ha descendido sobre ti. 2No reconoces la luz que traes contigo, pero la recordarás. 3¿Quién podría negarse a sí mismo la visión que le brinda a los demás? 4¿Y quién dejaría de reconocer el regalo que, por mediación suya, él permitió que se depositase en el Cielo? 5El amoroso servicio que le prestas al Espíritu Santo te lo prestas a ti mismo. 6Tú que ahora eres Su medio tienes que amar todo lo que Él ama. 7Y lo que traes contigo es tu recuerdo de todo lo que es eterno. 8Ningún vestigio de lo temporal puede permanecer por mucho tiempo en la mente que sirve a lo intemporal. 9Y ninguna ilusión puede turbar la paz de una relación que se ha convertido en el instrumento de la paz.

7. Cuando hayas contemplado a tu hermano con absoluto per­dón, del que no se haya excluido ningún error ni nada se man­tenga oculto, ¿qué error podría haber en cualquier parte que tú no pudieses pasar por alto? 2¿Y qué tipo de sufrimiento podría nublar tu vista e impedirte ver más allá de él? 3¿Y qué ilusión no ibas a reconocer como un error, como una sombra que puedes atravesar completamente impávido? 4Dios no permite que nada sea un obstáculo para aquellos que hacen Su Voluntad, y éstos reconocerán que sus voluntades son la Suya porque la sirven. 5Y la sirven de buen grado. 6¿Podrían, entonces, demorarse mucho en recordar lo que son?

8. Verás tu valía a través de los ojos de tu hermano, y cada uno será liberado cuando vea a su salvador en el lugar donde antes pensó que había un agresor. 2Mediante esta liberación se libera el mundo. 3Este es tu papel en la consecución de la paz. 4Pues has preguntado cuál es tu función aquí, y se te ha contestado. 5No intentes cambiarla ni substituirla por ninguna otra. 6Pues ésa fue la única función que se te dio. 7Acepta sólo esta función y sírvela de todo corazón, pues lo que el Espíritu Santo hace con los regalos que le das a tu hermano, a quién se los ofrece, dónde y cuándo, es cosa Suya. 8Los concederá allí donde sean recibidos y se les dé la bienvenida. 9Utilizará cada uno de ellos en beneficio de la paz. 10Y ni la más leve sonrisa o la buena voluntad de alguien para pasar por alto la más diminuta equivocación le pasará desapercibida a Él.

9. ¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad aquello que tu Padre ama, sino una bendición universal? 2Extender el perdón es la función del Espíritu Santo. 3Deja eso en Sus manos. 4Ocúpate únicamente de entregarle aquello que se puede extender. 5No guardes ningún secreto tenebroso que Él no pueda usar, antes bien, ofrécele los pequeños regalos que Él puede extender para siempre. 6Él aceptará cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente en favor de la paz. 7El Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los regalos que le haces ni los limitará en forma alguna. 8Los infundirá de todo el poder que Dios le ha conferido, a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial de curación para todos. 9Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama luz sobre el mundo. 10No te preo­cupes por las tinieblas; mira más allá de ellas y contempla a tu hermano. 11Y deja que las tinieblas sean disipadas por Aquel que conoce la luz y que tiernamente la deposita en cada una de las dulces sonrisas de fe y de confianza con que bendices a tu her­mano.

 

LECCIÓN 260

 

Que recuerde que Dios me creó.

 

1. Padre, yo no me creé a mí mismo, aunque en mi demencia creí que así había sido. 2No obstante, en cuanto que Pensamiento Tuyo, no he aban­donado mi Fuente y sigo siendo parte de Aquel que me creó. 3Tu Hijo, Padre mío, Te llama hoy. 4Que recuerde que Tú me creaste. 5Que recuerde mi Identidad. 6Y que deje que mi impecabilidad vuelva a alzarse ante la visión de Cristo, a través de la cual deseo hoy contemplar a mis hermanos y contemplarme a mí mismo.

2. Ahora recordamos nuestra Fuente; y en Ella encontramos por fin nuestra verdadera Identidad. 2Sómos en verdad santos porque nuestra Fuente no conoce el pecado. 3Y nosotros que somos Sus Hijos, somos semejantes los unos a los otros, y semejantes a Él.

 

17 DE SEPTIEMBRE

10. De tu aprendizaje depende el bienestar del mundo. 2Y es sólo la arrogancia lo que negaría el poder de tu voluntad. 3¿Crees acaso que la Voluntad de Dios es impotente? 4¿Es a eso a lo que llamas humildad? 5No te das cuenta de lo que esta creencia ha ocasionado. 6Te consideras a ti mismo vulnerable, débil, fácil de destruir y a merced de innumerables agresores mucho más fuer­tes que tú. 7Examinemos detenidamente cómo fue que surgió este error, pues en él yace enterrada la pesada ancla que parece man­tener vigente, inamovible y sólido como una roca el temor a Dios. 8Y mientras esa creencia perdure, así parecerá ser.

11. ¿Quién puede atacar al Hijo de Dios y no atacar a su Padre? 2¿Cómo iba a ser el Hijo de Dios débil, frágil y fácil de destruir a menos que su Padre también lo fuese? 3¿No te das cuenta de que cada pecado y cada condenación que percibes y justificas es un ataque contra tu Padre? 4Por eso es por lo que el ataque no ha tenido lugar ni puede ser real. 5No te percatas de que ésa ha sido tu intención porque crees que el Padre y el Hijo están separados. 6Y no puedes sino pensar que están separados, debido al miedo. 7Pues parece menos arriesgado atacar a otro o atacarte a ti mismo que atacar al gran Creador del universo, Cuyo poder conoces.

12. Si fueses uno con Dios y reconocieses esa unidad, sabrías que Su poder te pertenece. 2Mas no podrás recordar esto mientras creas que el ataque, de la clase que sea, tiene sentido. 3Ninguna clase de ataque está justificado porque no tiene sentido. 4De la única manera en que el ataque se podría justificar es si tú y tu hermano estuvieseis realmente separados el uno del otro, y todo el mundo estuviese separado del Creador. 5Pues sólo entonces sería posible atacar una parte de la creación sin atacarla a toda ella; atacar al Hijo sin atacar al Padre; atacar a otro sin atacarte a ti mismo o herirte a ti mismo sin que otro sufriese dolor. 6Sin embargo, no te quieres deshacer de esa creencia. 7Mas ¿dónde reside su valor, sino en el deseo de poder atacar impunemente? 8El ataque no es ni peligroso ni inocuo. 9Sencillamente es imposi­ble. 10Y esto es así porque el universo es uno. 11No elegirías atacar su realidad si no fuese porque para poder verlo separado de su hacedor es esencial atacar. 12Y así parece como si el amor pudiese atacar y volverse temible.

13. Sólo los que son diferentes pueden atacar. 2Y de ahí deduces que porque puedes atacar, debes ser diferente de tu hermano. 3Sin embargo, el Espíritu Santo explica esto de otra manera. 4No pue­des atacar precisamente porque no eres diferente de tu hermano. 5Cualquiera de esas dos posturas es una conclusión lógica. 6Cual­quiera de ellas puede ser aceptada, pero no ambas. 7La única pregunta que necesita contestarse a fin de decidir cuál de las dos es verdad, es si en realidad tú eres diferente de tu hermano. 8Desde el punto de vista de lo que entiendes parece que lo eres, y, por lo tanto, que puedes atacar. 9De ambas alternativas, ésta parece la más natural y la más afín a tu experiencia. 10Por eso es necesario que tengas otras experiencias, más afines a la verdad, para enseñarte lo que en realidad es natural y verdadero.

14. Esa es la función de tu relación santa. 2Pues lo que uno de vosotros piense, el otro lo experimentará con él. 3¿Qué puede querer decir esto, sino que tu mente y la mente de tu hermano son una? 4No veas con temor este feliz hecho ni pienses que con ello se te impone una pesada carga. 5Pues cuando lo hayas acep­tado de buen grado, te darás cuenta de que vuestra relación es un reflejo de la unión que existe entre el Creador y Su Hijo. 6Entre las mentes amorosas no hay separación. 7Y cada pensamiento que una de ellas tiene le brinda felicidad a la otra porque es la misma mente. 8La dicha es ilimitada porque cada pensamiento de amor radiante extiende su ser y crea más de sí mismo. 9En él no tienen cabida las diferencias, pues todo pensamiento es como él mismo.

15. La luz que os une brilla a través del universo, y puesto que os une, hace que seáis uno con vuestro Creador. 2Y en Él converge toda la creación. 3¿Lamentarías no poder sentir miedo solo, cuando tu relación te puede enseñar que el poder del amor reside en ella, haciendo así que el miedo sea imposible? 4No intentes conservar un poco del ego junto con este regalo. 5Pues se te dio para que lo usaras, no para que lo ocultases. 6Aquello que te enseña que no os podéis separar niega al ego. 7Deja que la verdad decida si tú y tu hermano sois diferentes o iguales, y que te enseñe cuál de estas dos posibilidades es verdad.

 

5. ¿Qué es el cuerpo?

 

1. El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios se imagina haber erigido para separar partes de su Ser de otras partes. 2Cree vivir dentro de esa cerca, para morir a medida que ésta se deteriora y se desmorona. 3Pues cree estar a salvo del amor dentro de ella. 4Al identificarse con lo que considera es su seguridad, cree ser lo que ésta es. 5¿De qué otro modo, si no, podría estar seguro de que permanece dentro del cuerpo, y de que mantiene al amor afuera?

2. El cuerpo no perdurará. 2Sin embargo, para él eso supone una doble seguridad. 3Pues la temporalidad del Hijo de Dios es la "prueba” de que sus cercas funcionan y de que están llevando a cabo la tarea que su mente les asignó. 4Pues si su unidad aún permaneciese intacta, ¿quién podría atacar y quién podría ser ata­cado? 5¿Quién podría ser el vencedor? 6¿Quién la presa? 7¿Quién podría ser la víctima? 8¿Quién el asesino? 9Y si él no muriese, ¿qué "prueba" habría de que el eterno Hijo de Dios puede ser des­truido?

3. El cuerpo es un sueño. 2Al igual que otros sueños, a veces pa­rece reflejar felicidad, pero puede súbitamente revertir al miedo, la cuna de todos los sueños. 3Pues sólo el amor puede crear de verdad, y la verdad jamás puede temer. 4Hecho para ser temeroso, el cuerpo no puede sino cumplir el propósito que le fue asignado. 5Mas podemos cambiar el propósito que el cuerpo obedece si cambiamos de parecer con respecto a su finalidad.

4. El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura. 2Aunque el cuerpo fue concebido para condenarlo al infierno para siempre, el objetivo del Cielo ha substituido a la búsqueda del infierno. 3El Hijo de Dios busca la mano de su her­mano para ayudarlo a marchar por la misma senda que él. 4Ahora el cuerpo es santo. 5Ahora su propósito es sanar la misma mente para dar muerte a la cual fue concebido.

5. Te identificarás con lo que pienses que te ha de dar seguridad. 2Sea lo que sea, creerás que ello es lo que tú eres. 3Tu seguridad reside en la verdad, no en las mentiras. 4El amor es tu seguridad. 5El miedo no existe. 6Identifícate con el amor, y estarás a salvo. 7Identifícate con el amor, y estarás en tu morada. 8Identifícate con el amor, y hallarás tu Ser.

 

LECCIÓN 261

 

Dios es mi refugio y seguridad.

 

1. Me identificaré con lo que creo es mi refugio y mi seguridad. 2Me veré a mí mismo allí donde percibo mi fuerza y pensaré que vivo dentro de la ciudadela en la que estoy a salvo y en la que no puedo ser atacado. 3No dejes que hoy busque seguridad en el peligro ni que trate de hallar mi paz en ataques asesinos. 4Vivo en Dios. 5En Él encuentro mi refugio y mi fortaleza. 6En Él radica mi Identidad. 7En Él reside la paz eterna. 8Y sólo allí recordaré Quién soy realmente.

2. No dejes que vaya en pos de ídolos, 2Padre mío, pues lo que deseo es estar Contigo en casa. 3Elijo ser tal como Tú me creaste y encontrar al Hijo que Tú creaste como mi. Ser.

 

18 DE SEPTIEMBRE

Capítulo 23

LA GUERRA CONTRA TI MISMO

 

Introducción

1. ¿No te das cuenta de que lo opuesto a la flaqueza y a la debili­dad es la impecabilidad*? 2La inocencia es fuerza, y nada más lo es. 3Los que están libres de pecado no pueden temer, pues el pecado, de la clase que sea, implica debilidad. 4La demostración de fuerza de la que el ataque se quiere valer para encubrir la fla­queza no logra ocultarla, pues, ¿cómo se iba a poder ocultar lo que no es real? 5Nadie que tenga un enemigo es fuerte, y nadie puede atacar a menos que crea tener un enemigo. 6Creer en enemigos es, por lo tanto, creer en la debilidad, y lo que es débil no es la Volun­tad de Dios. 7Y al oponerse a ésta, es el "enemigo" de Dios. 8Y así, se teme a Dios, al considerársele una voluntad contraria.

2. ¡Qué extraña se vuelve en verdad esta guerra contra ti mismo! 2No podrás sino creer que todo aquello de lo que te vales para los fines del pecado puede herirte y convertirse en tu enemigo. 3Y lucharás contra ello y tratarás de debilitarlo por esa razón, y cre­yendo haberlo logrado, atacarás de nuevo. 4Es tan seguro que tendrás miedo de lo que atacas como que amarás lo que percibes libre de pecado. 5Todo aquel que recorre con inocencia el camino que el amor le muestra, camina en paz. 6Pues el amor camina a su lado, resguardándolo del miedo. 7Y lo único que ve son seres inocentes, incapaces de atacar.

3. Camina gloriosamente, con la cabeza en alto, y no temas nin­gún mal. 2Los inocentes se encuentran a salvo porque comparten su inocencia. 3No ven nada que sea nocivo, pues su conciencia de la verdad libera a todas las cosas de la ilusión de la nocividad. 4Y lo que parecía nocivo resplandece ahora en la inocencia de ellos, liberado del pecado y del miedo, y felizmente de vuelta en los brazos del amor. 5Los inocentes comparten la fortaleza del amor porque vieron la inocencia. 6Y todo error desapareció porque no lo vieron. 7Quien busca la gloria la halla donde ésta se encuentra. 8¿Y dónde podría encontrarse sino en los que son inocentes?

4. No permitas que las pequeñas interferencias te arrastren a la pequeñez. 2La culpabilidad no ejerce ninguna atracción en el estado de inocencia. 3¡Piensa cuán feliz es el mundo por el que caminas con la verdad a tu lado! 4No renuncies a ese mundo de libertad por un pequeño anhelo de aparente pecado, ni por el más leve destello de atracción que pueda ejercer la culpabilidad. 5¿Despreciarías el Cielo por causa de esas insignificantes distracciones? 6Tu destino y tu propósito se encuentran mucho más allá de ellas, en un lugar nítido donde no existe la pequeñez. 7Tu pro­pósito no se aviene con ninguna clase de pequeñez. 8De ahí que no se avenga con el pecado.

5. No permitamos que la pequeñez haga caer al Hijo de Dios en la tentación. 2Su gloria está más allá de toda pequeñez, al ser tan inconmensurable e intemporal como la eternidad. 3No dejes que el tiempo enturbie tu visión de él. 4No lo dejes solo y atemorizado en su tentación, sino ayúdalo a que la supere y a que perciba la luz de la que forma parte. 5Tu inocencia alumbrará el camino a la suya, y así la tuya quedará protegida y se mantendrá en tu conciencia. 6Pues, ¿quién puede conocer su gloria y al mismo tiempo percibir lo pequeño y lo débil en sí mismo? 7¿Quién puede cami­nar temblando de miedo por un mundo temible, y percatarse de que la gloria del Cielo refulge en él?

6. No hay nada a tu alrededor que no forme parte de ti. 2Contém­plalo amorosamente y ve la luz del Cielo en ello. 3Pues así es como llegarás a comprender todo lo que se te ha dado. 4El mundo bri­llará y resplandecerá en amoroso perdón, y todo lo que una vez considerabas pecaminoso será re-interpretado ahora como parte integrante del Cielo. 5¡Qué bello es caminar, limpio, redimido y feliz, por un mundo que tanta necesidad tiene de la redención que tu inocencia vierte sobre él! 6¿Qué otra cosa podría ser más impor­tante para ti? 7Pues he aquí tu salvación y tu libertad. 8Y éstas tienen que ser absolutas para que las puedas reconocer.

 

LECCIÓN 262

 

No dejes que hoy perciba diferencias.

 

1. Padre, tienes un solo Hijo. 2Y es a él a quien hoy deseo contemplar. 3Él es Tu única creación. 4¿ Por qué habría de percibir miles de formas en lo que sigue siendo uno solo? 5¿Por qué habría de darle miles de nombres, cuando con uno solo basta? 6Pues Tu Hijo tiene que llevar Tu Nombre, ya que Tú lo creaste. 7No permitas que lo vea como algo ajeno a su Padre o a mí. 8Pues él es parte de mí, así como yo de él, y ambos somos parte de Ti que eres nuestra Fuente. 9Estamos eternamente uni­dos en Tu Amor y somos eternamente el santo Hijo de Dios.

2. Nosotros que somos uno, queremos reconocer en este día la verdad acerca de nosotros mismos. 2Queremos regresar a nuestro hogar y descansar en la unidad. 3Pues allí reside la paz, la cual no se puede buscar ni hallar en ninguna otra parte.

 

19 DE SEPTIEMBRE

I. Las creencias irreconciliables

1. El recuerdo de Dios aflora en la mente que está serena. 2No puede venir allí donde hay conflicto, pues una mente en pugna consigo misma no puede recordar la mansedumbre eterna. 3Los medios de la guerra no son los medios de la paz, y lo que recuerda el belicoso no es amor. 4Si no se atribuyese valor a la creencia en la victoria, la guerra sería imposible. 5Si estás en con­flicto, eso quiere decir que crees que el ego tiene el poder de salir triunfante. 6¿Por qué otra razón sino te ibas a identificar con él? 7Seguramente te habrás percatado de que el ego está en pugna con Dios. 8Que el ego no tiene enemigo alguno, es cierto. 9Mas es igualmente cierto que cree firmemente tener un enemigo al que necesita vencer, y que lo logrará.

2. ¿No te das cuenta de que una guerra contra ti mismo sería una guerra contra Dios? 2Y en una guerra así, ¿es concebible la victo­ria? 3Y si lo fuese, ¿la desearías? 4La muerte de Dios, de ser posi­ble, significaría tu muerte. 5¿Qué clase de victoria sería ésa? 6El ego marcha siempre hacia la derrota porque cree que puede ven­certe. 7Dios, no obstante, sabe que eso no es posible. 8Eso no es una guerra, sino la descabellada creencia de que es posible atacar y derrotar la Voluntad de Dios. 9Te puedes identificar con esta creencia, pero jamás dejará de ser una locura. 10Y el miedo rei­nará en la locura, y parecerá haber reemplazado al amor allí. 11Éste es el propósito del conflicto. 12Y para aquellos que creen que es posible, los medios parecen ser reales.

3. Ten por seguro que no es posible que Dios y el ego, o tú y el ego jamás os podáis encontrar. 2En apariencia lo hacéis y formáis extrañas alianzas basándoos en premisas que no tienen sentido. 3Pues vuestras creencias convergen en el cuerpo, al que el ego ha elegido como su hogar y tú consideras que es el tuyo. 4Vuestro punto de encuentro es un error: un error en cómo te consideras a ti mismo. 5El ego se une a una ilusión de ti que tú compartes con él. 6Las ilusiones, no obstante, no pueden unirse. 7Son todas lo mismo, y no son nada. 8Su unión está basada en la nada, pues dos de ellas están tan desprovistas de sentido como una o mil. 9El ego no se une a nada, pues no es nada. 10Y la victoria que anhela está tan desprovista de sentido como él mismo.

4. Hermano, la guerra contra ti mismo está llegando a su fin. 2El final de la jornada se encuentra en el lugar de la paz. 3¿No te gustaría aceptar la paz que allí se te ofrece? 4Este "enemigo" con­tra el que has luchado como si fuese un intruso a tu paz se trans­forma ahí, ante tus propios ojos, en el portador de tu paz. 5Tu "enemigo" era Dios Mismo, Quien no sabe de conflictos, victo­rias o ataques de ninguna clase. 6Su amor por ti es perfecto, abso­luto y eterno. 7El Hijo de Dios en guerra contra su Creador es una condición tan ridícula como lo sería la naturaleza rugiéndole iracunda al viento, proclamando que él ya no forma parte de ella. 8¿Cómo iba a poder la naturaleza decretar esto y hacer que fuese verdad? 9Del mismo modo, no es a ti a quien le corresponde deci­dir qué es lo que forma parte de ti y qué es lo que debe mante­nerse aparte.

5. Esta guerra contra ti mismo se emprendió para enseñarle al Hijo de Dios que él no es quien realmente es, y que no es el Hijo de su Padre. 2A tal fin, debe borrar de su memoria el recuerdo de su Padre. 3En la vida corporal dicho recuerdo se olvida, y si pien­sas que eres un cuerpo, creerás haberlo olvidado. 4Mas la verdad nunca puede olvidarse de sí misma, y tú no has olvidado lo que eres. 5Sólo una extraña ilusión de ti mismo, un deseo de derrotar lo que eres, es lo que no se acuerda.

6. La guerra contra ti mismo no es más que una batalla entre dos ilusiones que luchan para diferenciarse la una de la otra, cre­yendo que la que triunfe será la verdadera. 2No existe conflicto alguno entre ellas y la verdad. 3Ni tampoco son ellas diferentes entre sí. 4Ninguna de las dos es verdad. 5Por lo tanto, no importa qué forma adopten. 6Lo que las engendró es una locura y no pueden sino seguir formando parte de ello. 7La locura no repre­senta ninguna amenaza contra la realidad ni ejerce influencia alguna sobre ella. 8Las ilusiones no pueden vencer a la verdad ni suponer una amenaza para ella en absoluto. 9Y la realidad que niegan no forma parte de ellas.

7. Lo que tú recuerdas forma parte de ti. 2Pues no puedes sino ser tal como Dios te creó. 3La verdad no lucha contra las ilusiones ni las ilusiones luchan contra la verdad. 4Las ilusiones sólo luchan entre ellas. 5Al estar fragmentadas, fragmentan a su vez. 6Pero la verdad es indivisible y se encuentra mucho más allá de su limi­tado alcance. 7Recordarás lo que sabes cuando hayas compren­dido que no puedes estar en conflicto. 8Una ilusión acerca de ti mismo puede luchar contra otra, mas la guerra entre dos ilusiones es un estado en el que nada ocurre. 9No hay ni vencedor ni victo­ria. 10Y la verdad se alza radiante, más allá del conflicto, intacta y serena en la paz de Dios.

8. Los conflictos sólo pueden tener lugar entre dos fuerzas. 2No pueden existir entre lo que es un poder y lo que no es nada. 3No hay nada que puedas atacar que no forme parte de ti. 4Y al ata­carlo das lugar a dos ilusiones de ti mismo en conflicto entre sí. 5Y esto ocurre siempre que contemplas alguna creación de Dios de cualquier manera que no sea con amor. 6El conflicto es temi­ble, pues es la cuna del temor. 7Mas lo que ha nacido de la nada no puede cobrar realidad mediante la pugna. 8¿Por qué llenar tu mundo de conflictos contigo mismo?. 9Deja que toda esa locura quede des-hecha y vuélvete en paz al recuerdo de Dios, el cual brilla aún en tu mente serena.

9. ¡Observa cómo desaparece el conflicto que existe entre las ilu­siones cuando se lleva ante la verdad! 2Pues sólo parece real si lo ves como una guerra entre verdades conflictivas, en la que la vencedora es la más cierta, la más real y la que derrota a la ilu­sión que era menos real, que al ser vencida se convierte en una ilusión. 3Así pues, el conflicto es la elección entre dos ilusiones, una a la que se coronará como real, y la otra que será derrotada y despreciada. 4En esta situación el Padre jamás podrá ser recor­dado. 5Sin embargo, no hay ilusión que pueda invadir Su hogar y alejarlo de lo que Él ama eternamente. 6Y lo que Él ama no puede sino estar eternamente sereno y en paz porque es Su hogar.

10. Tú, Su Hijo bien amado, no eres una ilusión, puesto que eres tan real y tan santo como Él. 2La quietud de tu certeza acerca de Él y de ti mismo es el hogar de Ambos, donde moráis como uno solo y no como entes separados. 3Abre la puerta de Su santísimo hogar y deja que el perdón elimine todo vestigio de la creencia en el pecado, la cual priva a Dios de Su hogar y a Su Hijo con Él. 4No eres un extraño en la casa de Dios. 5Dale la bienvenida a tu hermano al hogar donde Dios Mismo lo ubicó en serenidad y en paz, y donde mora con él. 6Las ilusiones no tienen cabida allí donde mora el amor, pues éste te protege de todo lo que no es verdad. 7Moras en una paz tan ilimitada como la de Aquel que la creó, y a aquellos que quieren recordarlo a Él se les da todo. 8El Espíritu Santo vela Su hogar, seguro de que la paz de éste jamás se puede perturbar.

11. ¿Cómo iba a ser posible que el santuario de Dios se volviese contra sí mismo y tratase de subyugar al que allí mora? 2Piensa en lo que ocurre cuando la morada de Dios se percibe a sí misma como dividida: 3el altar desaparece, la luz se vuelve tenue y el templo del Santísimo se convierte en la morada del pecado. 4Y todo se olvida, salvo las ilusiones. 5Las ilusiones pueden estar en conflicto porque sus formas son diferentes. 6Y batallan única­mente para establecer qué forma es real.

12. Las ilusiones encuentran ilusiones; la verdad se encuentra a sí misma. 2El encuentro de las ilusiones conduce a la guerra. 3Mas la paz se extiende a sí misma al contemplarse a sí misma. 4La guerra es la condición en la que el miedo nace, crece e intenta dominarlo todo. 5La paz es el estado donde mora el amor y donde busca compartirse a sí mismo. 6La paz y el conflicto son opuestos. 7Allí donde uno mora, el otro no puede estar; donde uno de ellos va, el otro desaparece. 8Así es como el recuerdo de Dios queda nublado en las mentes que se han convertido en el campo de batalla de las ilusiones. 9Mas Su recuerdo brilla muy por encima de esta guerra insensata listo para ser recordado cuando te pongas de parte de la paz.

 

LECCIÓN 263

 

Mi santa visión ve la pureza de todas las cosas.

 

1. Padre, Tu Mente creó todo cuanto existe, Tu Espíritu se adentró en ello y Tu Amor le infundió vida. 2¿Y voy yo acaso a contemplar lo que Tú creaste como si en ello pudiese anidar el pecado? 3No quiero percibir imágenes tan tenebrosas y atemorizantes. 4Es imposible que yo pueda preferir el sueño de un loco a toda la hermosura con la que tú bendijiste la creación; a toda su pureza y dicha, así como a su eterna y serena morada en Ti.

2. Y mientras todavía nos encontremos ante las puertas del Cielo, contemplemos todo cuanto veamos a través de una visión santa y de los ojos de Cristo. 2Permite que todas las apariencias nos parez­can puras, para que podamos pasarlas de largo con inocencia, y dirigirnos juntos a la casa de nuestro Padre como hermanos y como los santos Hijos de Dios que somos.

 

LECCIÓN 264

 

El Amor de Dios me rodea.

 

1. Padre, estás delante y detrás de mí, a mi lado, allí donde me veo a mí mismo y dondequiera que voy. 2Estás en todo lo que contemplo, en los sonidos que oigo y en cada mano que busca la mía. 3En Ti el tiempo desaparece, y la idea del espacio se vuelve una creencia absurda. 4Pues lo que rodea a Tu Hijo y lo mantiene a salvo es el Amor Mismo. 5No hay otra fuente que ésa, y no hay nada que no comparta Su santidad, nada que se encuentre aparte de Tu única creación o que carezca del Amor que envuelve a todas las cosas dentro de Sí. 6Padre, Tu Hijo es como Tú. 7Hoy apelamos a Ti en Tu Propio Nombre, para estar en paz dentro de Tu eterno Amor.

2. Hermanos míos, uníos a mí en este propósito hoy. 2Ésta es la plegaria de la salvación. 3¿No deberíamos acaso unirnos a lo que ha de salvar al mundo y a nosotros junto con él?

 

LECCIÓN 265

 

Lo único que veo es la mansedumbre de la creación.

 

1. Ciertamente no he comprendido el mundo, ya que proyecté sobre él mis pecados y luego me vi siendo el objeto de su mirada: 2¡Qué feroces parecían! 3¡Y cuán equivocado estaba al pensar que aquello que temía se encontraba en el mundo en vez de en mi propia mente! 4Hoy veo el mundo en la mansedumbre celestial con la que refulge la creación. 5En él no hay miedo. 6No permitas que ninguno de mis aparentes pecados nuble la luz celestial que refulge sobre el mundo. 7Lo que en él se refleja se encuentra en la Mente de Dios. 8Las imágenes que veo son un reflejo de mis pen­samientos. 9Pero mi mente es una con la de Dios. 10Por lo tanto, puedo percibir la mansedumbre de la creación.

2. En la quietud quiero contemplar el mundo, el cual refleja únicamente Tus Pensamientos, así como los míos. 2Concédaseme recordar que son lo mismo, y veré la mansedumbre de la creación.

 

22 DE SEPTIEMBRE

II. Las leyes del caos

1. Puedes llevar las "leyes" del caos ante la luz, pero nunca las podrás entender. 2Las leyes caóticas no tienen ningún significado y, por lo tanto, se encuentran fuera de la esfera de la razón. 3No obstante, aparentan ser un obstáculo para la razón y para la ver­dad. 4Contemplémoslas, pues, detenidamente, para que poda­mos ver más allá de ellas y entender lo que son, y no lo que quieren probar. 5Es esencial que se entienda cuál es su propósito porque su fin es crear caos y atacar la verdad. 6Éstas son las leyes que rigen el mundo que tú fabricaste. 7Sin embargo, no gobiernan nada ni necesitan violarse: necesitan simplemente contemplarse y transcenderse.

2. La primera ley caótica es que la verdad es diferente para cada persona. 2Al igual que todos estos principios, éste mantiene que cada cual es un ente separado, con su propia manera de pensar que lo distingue de los demás. 3Este principio procede de la creen­cia en una jerarquía de ilusiones: de que algunas son más impor­tantes que otras, y, por lo tanto, más reales. 4Cada cual establece esto para sí mismo, y le confiere realidad atacando lo que otro valora. 5Y el ataque se justifica porque los valores difieren, y los que tienen distintos valores parecen ser diferentes, y, por ende, enemigos.

3. Observa cómo parece ser esto un impedimento para el primer principio de los milagros, 2pues establece grados de verdad entre las ilusiones, haciendo que algunas parezcan ser más difíciles de superar que otras. 3Si uno pudiese darse cuenta de que todas ellas son la misma ilusión y de que todas son igualmente falsas, sería fácil entender entonces por qué razón los milagros se apli­can a todas ellas por igual. 4Cualquier clase de error puede ser corregido precisamente porque no es cierto. 5Cuando se lleva ante la verdad en vez de ante otro error, simplemente desaparece. 6Ninguna parte de lo que no es nada puede ser más resistente a la verdad que otra.

4. La segunda ley del caos, muy querida por todo aquel que venera el pecado, es que no hay nadie que no peque, y, por  lo tanto, todo el mundo merece ataque y muerte. 2Este principio, estrechamente vinculado al primero, es la exigencia de que el error merece castigo y no corrección. 3Pues la destrucción del que comete el error lo pone fuera del alcance de la corrección y del perdón. 4De este modo, interpreta lo que ha hecho como una sen­tencia irrevocable contra sí mismo que ni siquiera Dios Mismo puede revocar. 5Los pecados no pueden ser perdonados, al ser la creencia de que el Hijo de Dios puede cometer errores por los cuales su propia destrucción se vuelve inevitable.

5. Piensa en las consecuencias que esto parece tener en la relación entre Padre e Hijo. 2Ahora parece que nunca jamás podrán ser uno de nuevo. 3Pues uno de ellos no puede sino estar por siem­pre condenado, y por el otro. 4Ahora son diferentes y, por ende, enemigos. 5Y su relación es una de oposición, de la misma forma en que los aspectos separados del Hijo convergen únicamente para entrar en conflicto, pero no para unirse. 6Uno de ellos se debilita y el otro se fortalece con la derrota del primero. 7Y su temor a Dios y el que se tienen entre sí parece ahora razonable, pues se ha vuelto real por lo que el Hijo de Dios se ha hecho a sí mismo y por lo que le ha hecho a su Creador.

6. En ninguna otra parte es más evidente la arrogancia en la que se basan las leyes del caos que como sale a relucir aquí. 2He aquí el principio que pretende definir lo que debe ser el Creador de la realidad; lo que debe pensar y lo que debe creer; y, creyéndolo, cómo debe responder. 3Ni siquiera se considera necesario pre­guntarle si eso que se ha decretado que son Sus creencias es ver­dad. 4Su Hijo le puede decir lo que ésta es, y la única alternativa que le queda es aceptar la palabra de Su Hijo o estar equivocado. 5Esto conduce directamente a la tercera creencia descabellada que hace que el caos parezca ser eterno. 6Pues si Dios no puede estar equivocado, tiene entonces que aceptar la creencia que Su Hijo tiene de sí mismo y odiarlo por ello.

7. Observa cómo se refuerza el temor a Dios por medio de este tercer principio. 2Ahora se hace imposible recurrir a Él en momentos de tribulación, 3pues Él se ha convertido en el "ene­migo" que la causó y no sirve de nada recurrir a Él. 4La salvación tampoco puede encontrarse en el Hijo, ya que cada uno de sus aspectos parece estar en pugna con el Padre y siente que su ata­que está justificado. 5Ahora el conflicto se ha vuelto inevitable e inaccesible a la ayuda de Dios. 6Pues ahora la salvación jamás será posible, ya que el salvador se ha convertido en el enemigo.

8. No hay manera de liberarse o escapar. 2La Expiación se con­vierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la venganza, no el perdón. 3Desde allí donde todo esto se origina, no se ve nada que pueda ser realmente una ayuda. 4Sólo la destruc­ción puede ser el resultado final. 5Y Dios Mismo parece estar poniéndose de parte de ello para derrotar a Su Hijo. 6No pienses que el ego te va a ayudar a escapar de lo que él desea para ti. 7Ésa es la función de este curso, que no le concede ningún valor a lo que el ego estima.

9. El ego atribuye valor únicamente a aquello de lo que se apro­pia. 2Esto conduce a la cuarta ley del caos, que, si las demás son aceptadas, no puede sino ser verdad. 3Esta supuesta ley es la creencia de que posees aquello de lo que te apropias. 4De acuerdo con esa ley, la pérdida de otro es tu ganancia y, por consiguiente, no reconoce el hecho de que nunca puedes quitarle nada a nadie, excepto a ti mismo. 5Mas las otras tres leyes no pueden sino con­ducir a esto. 6Pues los que son enemigos no se conceden nada de buen grado el uno al otro, ni procuran compartir las cosas que valoran. 7Y lo que tus enemigos ocultan de ti debe ser algo que vale la pena poseer, ya que lo mantienen oculto de ti.

10. Todos los mecanismos de la locura se hacen patentes aquí: el "enemigo” que se fortalece al mantener oculto el valioso legado que debería ser tuyo; la postura que adoptas y el ataque que infli­ges, los cuales están justificados por razón de lo que se te ha negado; y la pérdida inevitable que el enemigo debe sufrir para que tú te puedas salvar. 2Así es como los culpables declaran su inocencia. 3Si el comportamiento inescrupuloso del enemigo no los forzara a este vil ataque, sólo responderían con bondad. 4Pero en un mundo despiadado los bondadosos no pueden sobrevivir, de modo que tienen que apropiarse de todo cuanto puedan o dejar que otros se apropien de lo que es suyo.

11. Y ahora queda una vaga pregunta por contestar, que aún no ha sido "explicada". 2¿Qué es esa cosa tan preciada, esa perla de inestimable valor, ese tesoro oculto, que con justa indignación debe arrebatársele a éste el más pérfido y astuto de los enemigos? 3Debe de ser lo que siempre has anhelado, pero nunca hallaste. 4Y ahora "entiendes" la razón de que nunca lo encontraras. 5Este enemigo te lo había arrebatado y lo ocultó donde jamás se te habría ocurrido buscar. 6Lo ocultó en su cuerpo, haciendo que éste sirviese de refugio para su culpabilidad, de escondrijo de lo que es tuyo. 7Ahora su cuerpo se tiene que destruir y sacrificar para que tú puedas tener lo que te pertenece. 8La traición que él ha cometido exige su muerte para que tú puedas vivir. 9Y así, sólo atacas en defensa propia.

 

LECCIÓN 266

 

Mi santo Ser mora en ti, Hijo de Dios.

 

1. Padre, mediste todos Tus Hijos para que fuesen mis salvadores y mis consejeros de visión; los heraldos de Tu santa Voz. 2En ellos Tú te ves reflejado y en ellos Cristo me contempla desde mi Ser. 3No permitas que Tu Hijo se olvide de Tu santo Nombre. 4No permitas que Tu Hijo se olvide de su santo Origen. 5No permitas que Tu Hijo se olvide de que su nombre es el Tuyo.

2. En este día entramos al paraíso, invocando el Nombre de Dios y el nuestro, reconociendo nuestro Ser en cada uno de nosotros y unidos en el santo Amor de Dios. 2¡Cuántos salvadores nos ha dado Dios! 3¿Cómo podríamos perdernos en nuestro trayecto hacia Él, cuando Él ha poblado el mundo con aquellos que seña­lan hacia Él, y nos ha dado la vista para poder contemplarlos?

 

23 DE SEPTIEMBRE

12. Pero ¿qué es eso que deseas que exige su muerte? 2¿Cómo pue­des estar seguro de que tu ataque asesino está justificado, a menos que sepas cuál es su propósito? 3Aquí es donde el "último" princi­pio del caos acude en tu "auxilio". 4Este principio alega que hay un substituto para el amor. 5Ésta es la magia que curará todo tu dolor, el elemento que falta que curaría tu locura. 6Ésa es la razón de que tengas que atacar. 7He aquí lo que hace que tu venganza esté justificada. 8He aquí, revelado, el regalo secreto del ego, arrancado del cuerpo de tu hermano donde se había ocultado con malicia y con odio hacia aquel a quien verdaderamente le perte­nece. 9Él te quiere privar de ese ingrediente secreto que le daría significado a tu vida. 10El substituto del amor, nacido de vuestra mutua enemistad, tiene que ser la salvación. 11Y no tiene substitu­tos, pues sólo hay uno. 12Y así, el propósito de todas tus relaciones es apropiarte de él y convertirte en su dueño.

13. Mas nunca podrás poseerlo del todo. 2Y tu hermano jamás cesará de atacarte por lo que le robaste. 3Y la venganza de Dios contra vosotros dos tampoco cesará, pues en Su locura Él tiene también que poseer ese sustituto del amor y destruiros a ambos. 4Tú que crees ser cuerdo y caminar por tierra firme en un mundo en el que se puede encontrar significado, considera lo siguiente: Éstas son las leyes en las que parece basarse tu "cordura". 5Estos son los principios que hacen que el suelo que pisas parezca firme. 6Y es ahí donde tratas de encontrar significado. 7Esas son las leyes que promulgaste para tu salvación. 8Apoyan firmemente al sus­tituto del Cielo que prefieres. 9Ése es su propósito, pues para eso es para lo que fueron promulgadas. 10No tiene objeto preguntar qué significado tienen. 11Eso es obvio. 12Los medios de la locura no pueden sino ser dementes. 13¿Estás tú igualmente seguro de que comprendes que su objetivo es la locura?

14. Nadie desea la locura, ni nadie se aferra a su propia locura si ve que eso es lo que es. 2Lo que protege a la locura es la creencia de que es la verdad. 3La función de la demencia es usurpar el lugar de la verdad. 4Para poder creer en la demencia hay que considerarla la verdad. 5Y si es la verdad, entonces su opuesto, que antes era la verdad, tiene que ser ahora la locura. 6Tal inver­sión, en la que todo está completamente al revés: en la que la demencia es cordura, las ilusiones verdad, el ataque bondad, el odio amor y el asesinato bendición, es el objetivo que persiguen las leyes del caos. 7Esos son los medios que hacen que las leyes de Dios parezcan estar invertidas. 8Ahí las leyes del pecado parecen mantener cautivo al amor y haber puesto al pecado en libertad.

15. Ésos no parecen ser los objetivos del caos, pues gracias a la gran inversión parecen ser las leyes del orden. 2¿Cómo podría ser de otra manera? 3El caos es la ausencia total de orden, y no tiene leyes. 4Para que se pueda creer en él, sus aparentes leyes tienen que percibirse como reales. 5Su objetivo de demencia tiene que verse como cordura. 6Y el miedo, con labios mortecinos y ojos que no ven, obcecado y de aspecto horrible, es elevado al trono del amor, su moribundo conquistador, su substituto, el que te salva de la salvación. 7¡Cuán bella hacen aparecer a la muerte las leyes del miedo! 8¡Dale gracias al héroe que se sentó en el trono del amor y que salvó al Hijo de Dios para condenarlo al miedo y a la muerte!

16. Sin embargo, ¿cómo es posible que se pueda creer en semejan­tes leyes? 2Hay un extraño mecanismo que hace que ello sea posi­ble. 3Es algo que nos resulta familiar, pues hemos visto en innumerables ocasiones cómo parece funcionar. 4En realidad no funciona en absoluto, mas en sueños, donde los protagonistas principales son sólo sombras, parece ser muy poderoso. 5Nin­guna de las leyes del caos podría coaccionar a nadie a que cre­yese en ella, si no fuera por el énfasis que se pone en la forma y por el absoluto desprecio que se hace del contenido. 6Nadie que crea que una sola de estas leyes es verdad se da cuenta de lo que dicha ley estipula. 7Algunas de las formas que dichas leyes adop­tan parecen tener sentido, pero eso es todo.

17. ¿Cómo es posible que algunas formas de asesinato no signifi­quen muerte? 2¿Puede acaso un ataque, sea cual sea la forma en que se manifieste, ser amor? 3¿Qué forma de condena podría ser una bendición? 4¿Quién puede incapacitar a su salvador y hallar la salvación? 5No dejes que la forma que adopta el ataque contra tu hermano te engañe. 6No puedes intentar herirlo y al mismo tiempo salvarte. 7¿Quién puede estar a salvo del ataque atacán­dose a sí mismo? 8¿Cómo iba a importar la forma en que se manifiesta esta locura? 9Es un juicio que se derrota a sí mismo, al con­denar lo que afirma querer salvar. 10No te dejes engañar cuando la locura adopte una forma que a ti te parece hermosa. 11Lo que está empeñado en destruirte no es tu amigo.

18. Sostienes -y piensas que es verdad- que no crees en estas leyes insensatas ni que tus acciones están basadas en ellas. 2Pues cuando examinas de cerca lo que postulan, ves que no se puede creer en ellas. 3Hermano, crees en ellas. 4Pues de no ser así, ¿cómo podrías percibir la forma que adoptan, con semejante contenido? 5¿Podría acaso ser sostenible cualquiera de las formas que adop­tan? 6Sin embargo, crees en ellas debido a la forma que adoptan, y no adviertes el contenido. 7Éste nunca cambia. 8¿Puedes acaso darle vida a un esqueleto pintando sus labios de color rosado, vistiéndolo de punta en blanco, acariciándolo y mimándolo? 9¿Y puede acaso satisfacerte la ilusión de que estás vivo?

19. Fuera del Cielo no hay vida. 2La vida se encuentra allí donde Dios la creó. 3En cualquier otro estado que no sea el Cielo la vida no es más que una ilusión. 4En el mejor de los casos parece vida, en el peor, muerte. 5Ambos son, no obstante, juicios acerca de lo que no es la vida, idénticos en su inexactitud y falta de significado. 6Fuera del Cielo la vida es imposible, y lo que no se encuen­tra en el Cielo no se encuentra en ninguna parte. 7Fuera del Cielo lo único que hay es un conflicto de ilusiones, de todo punto insen­sato, imposible y más allá de la razón, aunque se percibe como un eterno impedimento para llegar al Cielo. 8Las ilusiones no son sino formas. 9Su contenido nunca es verdad.

20. Las leyes del caos gobiernan todas las ilusiones. 2Las formas que éstas adoptan entran en conflicto, haciendo que parezca posible concederle más valor a unas que a otras. 3Sin embargo, cada una de ellas se basa, al igual que todas las demás, en la creencia de que las leyes del caos son las leyes del orden. 4Cada una de ellas apoya dichas leyes completamente, y ofrece un testi­monio inequívoco de que son verdad. 5Las formas de ataque que en apariencia son más benévolas no son menos inequívocas en su testimonio o en sus resultados. 6Es indudable que el miedo que engendran las ilusiones se debe a las creencias que las originan y no a su forma. 7Y la falta de fe en el amor, sea cual sea la forma en que se manifieste, da testimonio de que el caos es la realidad.

21. La fe en el caos es la consecuencia inevitable de la creencia en el pecado. 2El que sea una consecuencia es lo que hace que parezca ser una conclusión lógica, un paso válido, en el pensamiento orde­nado. 3Los pasos que conducen al caos proceden de manera orde­nada desde su punto de partida. 4Cada uno de ellos se manifiesta en forma diferente en el proceso de invertir la verdad, y conduce aún más profundamente al terror y más allá de la verdad. 5No pienses que un paso es más corto que otro ni que el retorno desde uno de ellos es más fácil que desde otro. 6En cada uno de ellos reside el descenso desde el Cielo en su totalidad. 7Y allí donde tu pensamiento empieza, allí mismo tiene que terminar.

22. Hermano, no des ni un solo paso en el descenso hacia el infierno. 2Pues una vez que hayas dado el primero, no podrás reconocer el resto como lo que son. 3Y cada uno de ellos seguirá al primero. 4Cualquier forma de ataque te planta en la tortuosa escalera que te aleja del Cielo. 5Sin embargo, en cualquier instan­te todo esto se puede deshacer. 6¿Cómo puedes saber si has ele­gido las escaleras que llevan al Cielo o el camino que conduce al infierno? 7Muy fácilmente. 8¿Cómo te sientes? 9¿Estás en paz? 10¿Tienes certeza con respecto a tu camino? 11¿Estás seguro de que el Cielo se puede alcanzar? 12Si la respuesta es no, es que caminas solo. 13Pídele entonces a tu Amigo que se una a ti y te dé certeza con respecto al camino a seguir.

 

LECCIÓN 267

 

Mi corazón late en la paz de Dios.

 

1. Lo que me rodea es la vida que Dios creó en Su Amor. 2Me llama con cada latido y con cada aliento; con cada acción y con cada pensamiento. 3La paz llena mi corazón e inunda mi cuerpo con el propósito del perdón. 4Ahora mi mente ha sanado, y se me concede todo lo que necesito para salvar al mundo. 5Cada latido de mi corazón me inunda de paz; cada aliento me infunde fuerza. 6Soy un mensajero de Dios, guiado por Su Voz, apoyado por Su amor y amparado eternamente en la quietud y en la paz de Sus amorosos Brazos. 7Cada latido de mi corazón invoca Su Nombre, y cada uno es contestado por Su Voz, que me asegura que en Él estoy en mi hogar.

2. Que preste atención sólo a Tu Respuesta, no a la mía. 2Padre, mi corazón late en la paz que el Corazón del Amor creó. 3Y es ahí y sólo ahí donde estoy en mi hogar.

 

24 DE SEPTIEMBRE

III. Salvación sin transigencias

1. ¿No es cierto acaso que no reconoces algunas de las formas en que el ataque se puede manifestar? 2Si es cierto que el ataque en cualquiera de sus formas te hará daño, y que te hará tanto daño como lo harían cualquiera de las formas que sí reconoces, enton­ces se puede concluir que no siempre reconoces la fuente del dolor. 3Cualquier forma de ataque es igualmente destructiva. 4Su propósito es siempre el mismo. 5Su única intención es asesinar, y ¿qué forma de asesinato puede encubrir la inmensa culpabilidad y el terrible temor a ser castigado que el asesino no puede por menos que sentir? 6Puede que niegue ser un asesino y que justifi­que su infamia con sonrisas mientras la comete. 7Sin embargo, sufrirá y verá sus intenciones en pesadillas en las que las sonrisas habrán desaparecido, y en las que su propósito sale al encuentro de su horrorizada conciencia para seguir acosándolo. 8Pues nadie que piense en asesinar puede escaparse de la culpabilidad que dicho pensamiento conlleva. 9Si la intención del ataque es la muerte, ¿que importa qué forma adopte?

2. ¿Podría cualquier forma de muerte, por muy hermosa y carita­tiva que parezca, ser una bendición y un signo de que la Voz que habla por Dios le está hablando a tu hermano a través de ti? 2La envoltura no hace el regalo. 3Una caja vacía, por muy bella que sea y por mucha gentileza que se tenga al darla, sigue estando vacía. 4Y tanto el que la recibe como el que la da no podrán seguir enga­Ã±Ã¡ndose por mucho más tiempo. 5Niégale el perdón a tu hermano y lo estarás atacando. 6No le estarás dando nada y sólo recibirás de él lo que le diste.

3. La salvación no transige en absoluto. 2Transigir es aceptar sólo una parte de lo que quieres: tomar sólo un poco y renunciar al resto. 3 La salvación no renuncia a nada. 4 Se les concede a todos enteramente. 5Si permites que la idea de transigir invada tu pen­samiento, se pierde la conciencia del propósito de la salvación porque no se reconoce. 6Dicho propósito se niega cuando la idea de transigir se ha aceptado, pues es la creencia de que la salvación es imposible. 7La idea de transigir mantiene que puedes ata­car un poco, amar un poco, y ser consciente de la diferencia. 8De esta manera, pretende enseñar que un poco de lo mismo puede ser diferente, y, al mismo tiempo, permanecer intacto, cual uno solo. 9¿Tiene sentido esto? 10¿Es acaso comprensible?

4. Este curso es fácil precisamente porque no transige en abso­luto. 2Aun así, parece ser difícil para aquellos que todavía creen que es posible transigir. 3No se dan cuenta de que si lo fuese, la salvación sería un ataque. 4Es indudable que la creencia de que la salvación es imposible no puede propiciar la calmada y serena certidumbre de que ésta ha llegado. 5El perdón no se puede negar sólo un poco. 6Tampoco es posible atacar por una razón y amar por otra, y entender lo que es el perdón. 7¿No te gustaría poder reconocer lo que constituye un asalto a tu paz, si sólo de esa manera resulta imposible que la pierdas de vista? 8Si no la defiendes, puedes mantenerla brillando ante tu visión, eterna­mente diáfana y sin jamás perderla de vista.

5. Los que creen que es posible defender la paz y que está justifi­cado atacar en su nombre, no pueden percibir que la paz se encuentra dentro de ellos. 2¿Cómo iban a saberlo? 3 ¿Cómo iban a poder aceptar el perdón y al mismo tiempo seguir albergando la creencia de que algunas formas de asesinato mantienen la paz a salvo? 4¿Cómo iban a estar dispuestos a aceptar el hecho de que su brutal propósito va dirigido contra ellos mismos? 5Nadie se une a su enemigo ni comparte su propósito. 6Y nadie transige con un enemigo sin seguir odiándolo por razón de lo que éste le privó.

6. No confundas una tregua con la paz ni la transigencia con el escape del conflicto. 2Haber sido liberado del conflicto significa que éste ha cesado. 3La puerta está abierta; te has retirado del campo de batalla. 4No te has quedado allí con la esperanza cobarde de que el conflicto no se reanude sólo porque los caño­nes se han acallado por un momento y el miedo que asola el lugar de la muerte no es evidente. 5En un campo de batalla no hay seguridad. 6Lo puedes contemplar a salvo desde lo alto sin que te afecte. 7Pero dentro de él no puedes encontrar ninguna seguri­dad. 8Ni uno solo de los árboles que aún quedan en pie puede ofrecerte cobijo. 9Ni una sola fantasía de protección puede servir de escudo contra la fe en el asesinato. 10He aquí el cuerpo, vaci­lando entre el deseo natural de comunicarse y la intención anti­natural de asesinar y de morir. 11¿Crees que puede haber alguna forma de asesinato que ofrezca seguridad? 12¿Podría acaso la cul­pabilidad estar ausente de un campo de batalla?

 

LECCIÓN 268

 

Que todas las cosas sean exactamente como son.

 

1. No permitas que hoy sea Tu crítico, Señor, ni que juzgue contra Ti. 2No permitas que interfiera en Tu creación, desfigurándola y convirtién­dola en formas enfermizas. 3Permítaseme estar dispuesto a no atacar su unidad imponiéndole mis deseos, y así dejarla ser tal como Tú la creaste. 4Pues de esta manera seré también capaz de reconocer a mi Ser tal como Tú lo creaste. 5Fui creado en el Amor y en el Amor he de morar para siempre. 6¿Qué podría asustarme si dejo que todas las cosas sean exacta­mente como son?

2. Que nuestra vista no sea blasfema hoy, y que nuestros oídos no hagan caso de las malas lenguas. 2Sólo la realidad está libre de dolor. 3Sólo en la realidad no se experimentan pérdidas. 4Sólo la realidad ofrece completa seguridad. 5Y esto es lo único que bus­camos hoy.

 

25 DE SEPTIEMBRE

IV. Por encima del campo de batalla

1. No sigas estando en conflicto, pues sin ataque no puede haber guerra. 2Tenerle miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la muerte. 3Sin embargo, Dios sigue siendo el único refugio. 4En Él no hay ataques, ni el Cielo se ve acechado por ninguna clase de ilusión. 5El Cielo es completamente real. 6En él las diferencias no tienen cabida, y lo que es lo mismo no puede estar en conflicto. 7No se te pide que luches contra tu deseo de asesinar. 8Pero sí se te pide que te des cuenta de que las formas que dicho deseo adopta encubren la intención del mismo. 9Y es eso lo que te asusta, no la forma que adopta. 10Lo que no es amor es asesinato. 11Lo que no es amoroso no puede sino ser un ataque. 12Toda ilusión es un asalto contra la verdad y cada una de ellas es una agresión contra la idea del amor porque éste parece ser tan verdadero como ellas.

2. Mas ¿qué puede ser igual a la verdad y sin embargo diferente? 2El asesinato y el amor son incompatibles. 3Si ambos fuesen cier­tos, tendrían entonces que ser lo mismo e indistinguibles el uno del otro. 4Y así deben serlo para aquellos que ven al Hijo de Dios como un cuerpo. 5Pues no es el cuerpo lo que es como el Creador del Hijo. 6Y lo que carece de vida no puede ser el Hijo de la Vida. 7¿Puede acaso el cuerpo extenderse hasta abarcar todo el universo? 8¿Puede acaso crear, y ser lo que crea? 9¿Y puede ofrecerle a sus creaciones todo lo que él es sin jamás sufrir pérdida alguna?

3. Dios no comparte Su función con un cuerpo. 2El le encomendó a Su Hijo la función de crear porque es la Suya Propia. 3Creer que la función del Hijo es asesinar no es un pecado, pero sí es una locura. 4Lo que es lo mismo no puede tener una función dife­rente. 5La creación es el medio por el que Dios se extiende a Sí Mismo, y lo que es Suyo no puede sino ser de Su Hijo también. 6Pues, o bien el Padre y el Hijo son asesinos, o bien ninguno de los dos lo es. 7La vida no crea a la muerte, puesto que sólo puede crear a semejanza propia.

4. La hermosa luz de tu relación es como el Amor de Dios. 2Mas aún no puede asumir la sagrada función que Dios le encomendó a Su Hijo, puesto que todavía no has perdonado a tu hermano com­pletamente, y, por ende, el perdón no se puede extender a toda la creación. 3Toda forma de asesinato y ataque que todavía te atraiga y que aún no hayas reconocido como lo que realmente es, limita la curación y los milagros que tienes el poder de extender a todo el mundo. 4Aun así, el Espíritu Santo sabe cómo multiplicar tus pequeñas ofrendas y hacerlas poderosas. 5Sabe también cómo ele­var tu relación por encima del campo de batalla para que ya no se encuentre más en él. 6Esto es lo único que tienes que hacer: reco­nocer que cualquier forma de asesinato no es tu voluntad. 7 Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla.

5. Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. 2Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. 3Aquí, en medio de él, cierta­mente parece real. 4Aquí has elegido ser parte de él. 5Aquí tu elección es asesinar. 6Mas desde lo alto eliges los milagros en vez del asesinato. 7Y la perspectiva que procede de esta elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella. 8Los cuerpos pueden batallar, pero el choque entre formas no significa nada. 9Y éste cesa cuando te das cuenta de que nunca tuvo comienzo. 10¿Cómo ibas a poder percibir una batalla como inexistente si participas en ella? 11¿Cómo ibas a poder reconocer la verdad de los milagros si el asesinato es tu elección?

6. Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. 2Incluso cuando se presenta en formas que no reco­noces, conoces las señales: 3una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. 4Conoces esto muy bien. 5Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. 6Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. 7Pues habrás elegido permane­cer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo.

7. No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe. 2No tienes un punto de referencia desde el que observar y desde el que lo que ves pueda tener significado. 3Pues sólo los cuerpos pueden atacar y asesinar, y si éste es tu propósito, eso quiere decir que eres un cuerpo. 4Sólo los propósitos unifican, y aquellos que comparten un mismo propósito son de un mismo pensar. 5El cuerpo de por sí no tiene propósito alguno, y no puede sino ser algo solitario. 6Desde abajo, no puede ser transcendido. 7Desde arriba, las limita­ciones que les impone a aquellos que todavía batallan desapare­cen y se hace imposible percibirlas. 8El cuerpo se interpone entre el Padre y el Cielo que Él creó para Su Hijo precisamente porque no tiene ningún propósito.

8. Piensa en lo que se les concede a los que comparten el propó­sito de su Padre sabiendo que es también el suyo: 2no tienen necesidad de nada; 3cualquier clase de pesar es inconcebible; 4de lo único que son conscientes es de la luz que aman y sólo el amor brilla sobre ellos para siempre. 5El amor es su pasado, su pre­sente y su futuro: siempre el mismo, eternamente pleno y com­pletamente compartido. 6Saben que es imposible que su felicidad pueda jamás sufrir cambio alguno. 7Tal vez pienses que en el campo de batalla todavía hay algo que puedes ganar. 8Sin embargo, ¿podría ser eso algo que te ofreciese una calma perfecta y una sensación de amor tan profunda y serena que ninguna sombra de duda pudiera jamás hacerte perder la certeza? 9¿Y podría ser algo que durase eternamente?

9. Los que son conscientes de la fortaleza de Dios jamás podrían pensar en batallas. 2¿Qué sacarían con ello sino la pérdida de su perfección? 3Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que éste parece ofre­cer o poseer. 4Nadie que sepa que lo tiene todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. 5La insensatez de la conquista resulta evidente desde la serena esfera que se encuentra por encima del campo de batalla. 6¿Qué puede estar en con­flicto con lo que lo es todo? ¿Y qué hay que, ofreciendo menos, pudiese ser más deseable? 8¿A quién que esté respaldado por el amor de Dios podría resultarle difícil elegir entre los milagros y el asesinato?

 

LECCIÓN 269

 

Mi vista va en busca de la faz de Cristo.

 

1. Te pido que hoy bendigas mi vista. 2Mi vista es el medio que Tú has elegido para mostrarme mis errores y para poder ver más allá de ellos. 3Se me ha concedido poder tener una nueva percepción a través del Guía que Tú me diste, y, mediante Sus lecciones, superar la percepción y regresar a la verdad. 4Pido la ilusión que trasciende todas las que yo inventé. 5Hoy elijo ver un mundo perdonado en el que todo lo que veo me muestra la faz de Cristo y me enseña que lo que contemplo es mío, y que nada existe, excepto Tu santo Hijo.

2. Hoy nuestra vista es bendecida. 2Compartimos una sola visión cuando contemplamos la faz de Aquel Cuyo Ser es el nuestro. 3Somos uno por razón de Aquel que es el Hijo de Dios, Aquel que es nuestra Identidad.

 

26 DE SEPTIEMBRE

Capítulo 24

EL DESEO DE SER ESPECIAL

 

Introducción

1. No olvides que la motivación de este curso es alcanzar y con­servar el estado de paz. 2En ese estado la mente se acalla y se alcanza la condición en la que se recuerda a Dios. 3No es necesa­rio que le digas lo que Él debe hacer. 4Él no fallará. 5Allí donde puede entrar, Él ya ha entrado. 6¿Cómo no iba a poder entrar allí donde es Su Voluntad estar? 7Alcanzarás la paz porque ésa es Su Voluntad. 8¿Crees que una sombra puede frenar la Voluntad que mantiene al universo a salvo? 9Dios no tiene que contemporizar con las ilusiones para ser lo que es. 10Ni Su Hijo tampoco. 11Ellos simplemente son. 12¿Y qué ilusión que en su vagar parezca flotar e interponerse entre Ellos tiene el poder de invalidar los designios de Su Voluntad conjunta?

2. Aprender este curso requiere que estés dispuesto a cuestionar cada uno de los valores que abrigas. 2Ni uno solo debe quedar oculto y encubierto, pues ello pondría en peligro tu aprendizaje. 3Ninguna creencia es neutra. 4Cada una de ellas tiene el poder de dictar cada decisión que tomas. 5Pues una decisión es una conclu­sión basada en todo lo que crees. 6Es el resultado de lo que se cree y emana de ello tal como el sufrimiento es la consecuencia inevita­ble de la culpabilidad, y la libertad, de la falta de pecado. 7La paz no tiene substitutos. 8No hay alternativa para lo que Dios crea. 9La verdad surge de lo que Él sabe. 10Y así como toda la creación sur­gió en Su Mente por razón de lo que Él sabe, del mismo modo tus decisiones proceden de tus creencias.

 

I. El deseo de ser especial: el sustituto del amor

1. El amor es extensión. 2Negarte a dar un regalo -por insignifi­cante que sea- es no conocer el propósito del amor. 3El amor lo da todo eternamente. 4Si retienes una sola creencia, una sola ofrenda, el amor desaparece, pues has pedido que un sustituto ocupe su lugar. 5Y ahora la pugna -el substituto de la paz- no puede sino acompañar a la única alternativa que puedes elegir en lugar del amor. 6El que la hayas elegido es lo que le confiere toda la realidad que parece tener.

2. Las creencias nunca se atacarán unas a otras abiertamente, ya que es imposible que se puedan producir desenlaces conflictivos. 2Mas una creencia que no se haya reconocido es una decisión de batallar en secreto, en la que los resultados del conflicto se mantie­nen ocultos y nunca se llevan ante la razón para ver si son sensa­tos o no. 3Y son muchos los resultados insensatos que se han obtenido y muchas las decisiones absurdas que se han tomado que ahora se han convertido en creencias a las que se les ha otor­gado el poder de determinar las decisiones subsiguientes. 4No subestimes el poder que tienen estos guerreros ocultos para des­truir tu paz. 5Pues ésta se encuentra a su merced mientras tu deci­sión de dejarla en sus manos siga en pie. 6Los enemigos secretos de la paz -tu más mínima decisión de elegir el ataque en vez del amor- se encuentran ahí por tu propia elección, sin ser reconoci­dos y prestos a desafiarte a combatir y a llevarte a una violencia mucho más grande de lo que te imaginas. 7No niegues su presen­cia ni sus terribles resultados. 8Lo único que se puede negar es su realidad, no sus consecuencias.

3. La única creencia que se mantiene celosamente oculta y que se defiende aunque no se reconoce, es la fe en ser especial. 2Esto se manifiesta de muchas formas, pero siempre choca con la realidad de la creación de Dios y con la grandeza con la que Él dotó a Su Hijo. 3¿Qué otra cosa podría justificar el ataque? 4¿Quién podría odiar a alguien cuyo Ser es el suyo propio y a Quien conoce? 5Sólo los que se creen especiales pueden tener enemigos, pues creen ser diferentes y no iguales. 6Y cualquier clase de diferencia impone diferentes órdenes de realidad y una ineludible necesi­dad de juzgar.

4. Lo que Dios creó no puede ser atacado, pues no hay nada en el universo que sea diferente de ello. 2Lo que es diferente, sin embargo, exige juicios, y éstos tienen que proceder de alguien que es "mejor", alguien incapaz de ser como aquel a quien con­dena, alguien "superior" a él, y en comparación, inocente. 3Y así, el deseo de ser especial se convierte simultáneamente en un medio y en un fin. 4Pues ser especial no sólo separa, sino que también sirve como base desde la que el ataque contra los que parecen ser "inferiores", es "natural" y "justo". 5Los que se creen especiales se sienten débiles y frágiles debido a las diferencias, pues lo que los hace especiales es su enemigo. 6Sin embargo, ellos lo protegen y lo llaman "amigo". 7Luchan por él contra todo el universo, pues no hay nada en el mundo que sea más valioso para ellos.

5. El deseo de ser especial es el gran dictador de las decisiones erróneas. 2He aquí la gran ilusión de lo que tú eres y de lo que tu hermano es. 3Y he aquí también lo que hace que se ame al cuerpo y se le considere algo que vale la pena conservar. 4Ser especial es una postura que requiere defensa. 5Las ilusiones la pueden atacar y es indudable que lo hacen. 6Pues aquello en lo que tu hermano se tiene que convertir para que tú puedas seguir siendo especial es una ilusión. 7Hay que atacar a aquel que es "peor" que tú, de forma que tu especialismo * pueda perpetuarse a costa de su derrota. 8Pues ser especial supone un triunfo, y esa victoria consti­tuye la derrota y humillación de tu hermano. 9¿Cómo puede vivir tu hermano con el fardo de todos tus pecados sobre él? 10¿Y quién, sino tú, es su conquistador?

6. ¿Podrías odiar a tu hermano si fueses igual que él? 2¿Podrías atacarlo si te dieses cuenta de que caminas con él hacia una misma meta? 3¿No harías todo lo posible por ayudarlo a alcan­zarla si percibieses que su triunfo es el tuyo propio? 4Tu deseo de ser especial te convierte en su enemigo; pero en un propósito compartido, eres su amigo. 5Ser especial jamás se puede compar­tir, pues depende de metas que sólo tú puedes alcanzar. 6Y él jamás debe alcanzarlas, pues de otro modo tu meta se vería en peligro. 7¿Qué significado puede tener el amor allí donde el obje­tivo es triunfar? 8¿Y qué decisión puede tomarse en favor de ese objetivo que no acabe perjudicándote?

7. Tu hermano es tu amigo porque su Padre lo creó semejante a ti. 2No hay diferencia alguna entre vosotros. 3Se te ha dado tu hermano para que el amor se pueda extender, no para que se lo niegues. 4Lo que no das, lo pierdes. 5Dios se dio a Sí Mismo a vosotros dos, y recordar esto es el único propósito que compartís ahora. 6Por lo tanto, es el único propósito que tenéis. 7¿Podríais atacaros el uno al otro si decidieseis no permitir que el deseo de ser especial se interpusiese entre vosotros? 8Observa imparcial­mente qué es lo que hace que no aceptes a tu hermano del todo, o qué es lo que te lleva a pensar que quizá os convendría más estar separados. 9¿No es siempre acaso tu creencia de que tu sensación de ser especial se ve menoscabada por vuestra relación? 10¿Y no es éste el "enemigo" que hace que cada uno de vosotros sea una ilusión para el otro?

8. Tu temor a Dios y a tu hermano procede de cada creencia de ser especial que aún no has reconocido. 2Pues exiges que tu hermano se postre ante ella en contra de su voluntad. 3Y Dios Mismo tiene que honrarla o pagar las consecuencias. 4Todo vestigio de malicia, toda punzada de odio y todo deseo de perpetuar la separación nace ahí. 5Pues en este punto el propósito que compartes con tu hermano queda velado de vuestras conciencias. 6Te resistes a aceptar este curso porque te enseña que tú y tu hermano sois igua­les. 7No tenéis ningún propósito que no sea el mismo, ni ninguno que vuestro Padre no comparta con vosotros. 8Pues se ha elimi­nado de vuestra relación todo objetivo de ser especial. 9¿Destrui­rías ahora el objetivo de santidad que el Cielo le confirió a esta relación? 10¿Qué perspectiva puede tener el que se cree especial que no cambie con cada aparente golpe, con cada afrenta, o con cada juicio que se imagina ha sido emitido contra él?

9. Los que se creen especiales se ven obligados a defender las ilusiones contra la verdad, 2pues ¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un ataque contra la Voluntad de Dios? 3No amas a tu hermano mientras sea eso lo que defiendes en contra suya. 4Esto es lo que él ataca y lo que tú proteges. 5He aquí el motivo de la batalla que libras contra él. 6Aquí él no puede sino ser tu ene­migo, no tu amigo. 7Jamás podrá haber paz entre los que son diferentes. 8Mas él es tu amigo precisamente porque sois lo mismo.

 

LECCIÓN 270

 

Hoy no utilizaré los ojos del cuerpo.

 

1. Padre, la visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un mundo perdonado. 2¡Cuán glorioso y lleno de gracia es ese mundo! 3No obstante, ¡cuánto más podré contemplar en él que lo que puede ofrecerme la vista! 4Un mundo perdonado significa que Tu Hijo reconoce a su Padre, permite que sus sueños sean llevados ante la verdad y aguarda con gran expectación el último instante de tiempo en el que éste acaba para siempre, conforme Tu recuerdo aflora en su memoria. 5Y ahora su voluntad es una con la Tuya. 6Ahora su función no es sino la Tuya Propia, y todo pensamiento salvo el Tuyo ha desaparecido.

2. El sosiego de hoy bendecirá nuestros corazones y, a través de ellos, la paz descenderá sobre todo el mundo. 2Cristo se convierte en nuestros ojos hoy. 3Y mediante Su vista le ofrecemos curación al mundo a través de Él, el santo Hijo que Dios creó íntegro; el santo Hijo a quien Dios creó como uno solo.

 

6. ¿Qué es el Cristo?

 

1. Cristo es el Hijo de Dios tal como Él lo creó. 2Cristo es el Ser que compartimos y que nos une a unos con otros, y también con Dios. 3Es el Pensamiento que todavía mora en la Mente que es Su Fuente. 4No ha abandonado Su santo hogar ni ha perdido la ino­cencia en la que fue creado. 5Mora inmutable para siempre en la Mente de Dios.

2. Cristo es el eslabón que te mantiene unido a Dios, y la garantía de que la separación no es más que una ilusión de desesperanza, pues toda esperanza morará por siempre en Él. 2Tu mente es parte de la Suya, y Ésta de la tuya. 3Él es la parte en la que se encuentra la Respuesta de Dios, y en la que ya se han tomado todas las decisiones y a los sueños les ha llegado su fin. 4Nada que los ojos del cuerpo puedan percibir lo afecta en absoluto. 5Pues aunque Su Padre depositó en Él los medios para tu salvación, Él sigue siendo, no obstante, el Ser que, al igual que Su Padre, no conoce el pecado.

3. Al ser el hogar del Espíritu Santo y sentirse a gusto única­mente en Dios, Cristo permanece en paz en el Cielo de tu mente santa. 2Él es la única parte de ti que en verdad es real. 3Lo demás son sueños. 4Mas éstos se le entregarán a Cristo, para que se des­vanezcan ante Su gloria y pueda por fin serte revelado tu santo Ser, el Cristo.

4. El Espíritu Santo se extiende desde el Cristo en ti hasta todos tus sueños, y los invita a venir hasta Él para que puedan ser transformados en la verdad. 2Él los intercambiará por el sueño final que Dios dispuso fuese el fin de todos los sueños. 3Pues cuando el perdón descanse sobre el mundo y cada, uno de los Hijos de Dios goce de paz, ¿qué podría mantener las cosas sepa­radas cuando lo único que se puede ver es la faz de Cristo?

5. ¿Y por cuánto tiempo habrá de verse esta santa faz, cuando no es más que el símbolo de que el período de aprendizaje ya ha concluido y de que el objetivo de la Expiación por fin se ha alcan­zado? 2Tratemos, por lo tanto, de encontrar la faz de Cristo y de no buscar nada más. 3Al contemplar Su gloria, sabremos que no tenemos necesidad de aprender nada, ni de percepción, ni de tiempo, ni de ninguna otra cosa excepto del santo Ser, el Cristo que Dios creó como Su Hijo.

 

LECCIÓN 271

 

Hoy sólo utilizaré la visión de Cristo.

 

1. Cada día, cada hora y cada instante elijo lo que quiero contem­plar, los sonidos que quiero oír y los testigos de lo que quiero que sea verdad para mí. 2Hoy elijo contemplar lo que Cristo quiere que vea; hoy elijo escuchar la Voz de Dios, así como buscar los testigos de lo que es verdad en la creación de Dios. 3En la visión de Cristo, el mundo y la creación de Dios se encuentran, y según se unen, toda percepción desaparece. 4La dulce visión de Cristo redime al mundo de la muerte, pues todo aquello sobre lo que Su mirada se posa no puede sino vivir y recordar al Padre y al Hijo: la unión entre Creador y creación.

2. Padre, la visión de Cristo es el camino que me conduce a Ti. 2Lo que Él contempla restaura Tu recuerdo en mí. 3Y eso es lo que elijo contem­plar hoy.

 

LECCIÓN 272

 

¿Cómo iban a poder satisfacer las ilusiones al Hijo de Dios?

 

1. Padre, la verdad me pertenece. 2Mi hogar se estableció en el Cielo mediante tu voluntad y la mía. 3¿Podrían contentarme los sueños? 4¿Podrían brindarme felicidad las ilusiones? 5¿Qué otra cosa sino Tu recuerdo podría satisfacer a Tu Hijo? 6No me contentaré con menos de lo que Tú me has dado. 7Tu Amor, por siempre dulce y sereno, me rodea y me mantiene a salvo eternamente. 8El Hijo de Dios no puede sino ser tal como Tú lo creaste.

2. Hoy dejamos atrás las ilusiones. 2Y si oímos a la tentación lla­marnos e invitarnos a que nos entretengamos con un sueño, nos haremos a un lado y nos preguntaremos si nosotros, los Hijos de Dios, podríamos contentarnos con sueños cuando podemos ele­gir el Cielo con la misma facilidad que el infierno. aY el amor reemplazará gustosamente todo temor.

 

29 DE SEPTIEMBRE

II. La perfidia de creerse especial

1. Hacer comparaciones es necesariamente un mecanismo del ego, pues el amor nunca las hace. 2Creerse especial siempre con­lleva hacer comparaciones. 3Pues se establece al ver una falta en otro; y se perpetúa al buscar y mantener claramente a la vista cuanta falta se pueda encontrar. 4Esto es lo que persigue el especialismo, y esto es lo que contempla. 5Y aquel a quien tu deseo de ser especial así rebaja, habría sido tu salvador si tú no hubieses elegido usarlo como un triste ejemplo de cuán especial eres tú. 6Frente a la pequeñez que ves en él, tú te yergues alto y señero, irreprochable y honesto, puro e inmaculado. 7No entiendes que al hacer eso es a ti mismo a quien rebajas.

2. Tratar de ser especial es siempre a costa de la paz. 2¿Quién podría atacar y menospreciar a su salvador y al mismo tiempo reconocer su fuerte apoyo? 3¿Quién podría menoscabar su omni­potencia y al mismo tiempo compartir su poder? 4¿Y quién podría usarlo como medida de la pequeñez y al mismo tiempo liberarse de toda limitación? 5Tú tienes una función que desem­peñar en la salvación. 6Realizarla te brindará felicidad. 7Pero tratar de ser especial siempre te ocasionará dolor. 8Pues es una meta que se opone a la salvación, y, por lo tanto, va en contra de la Voluntad de Dios. 9Atribuir valor a ser especial es apreciar una voluntad ajena, para la cual las ilusiones acerca de ti son más importantes que la verdad.

3. Ser especial es la idea del pecado hecha realidad. 2Sin esa base no es posible ni siquiera imaginarse el pecado. 3Pues el pecado surgió de ella, de lo que no es nada, y no es más que una flor maléfica desprovista de raíces. 4He aquí al que se ha erigido a sí mismo en "salvador", el "creador" que crea de forma diferente a como crea el Padre e hizo que Su Hijo fuese como él y no como el Padre. 5Sus hijos "especiales" son muchos, nunca uno solo, y cada uno de ellos se encuentra exiliado de sí mismo y de Aquel de Quien forma parte. 6Y ninguno de ellos ama la Unicidad * que los creó como uno solo con Él. 7Ellos eligieron el especialismo en lugar del Cielo y de la paz, y lo envolvieron cuidadosamente en el pecado para mantenerlo "a salvo" de la verdad.

4. Tú no eres especial. 2Si crees que lo eres y quieres defender tu especialismo en contra de la verdad de lo que realmente eres, ¿cómo vas a poder conocer la verdad? 3¿Qué respuesta del Espí­ritu Santo podría llegar hasta ti, cuando a lo que escuchas es a tu deseo de ser especial, que es lo que pregunta y lo que responde? 4Tan sólo prestas oídos a su mezquina respuesta, la cual ni siquiera se oye en la melodía que en amorosa alabanza de lo que eres fluye eternamente desde Dios a ti. 5Y este colosal himno de honor que amorosamente se te ofrece por razón de lo que eres parece silencioso e inaudible ante el "poderío" de tu especia­lismo. 6Te esfuerzas por escuchar una voz que no tiene sonido, y, sin embargo, la Llamada de Dios Mismo te parece insonora.

5. Puedes defender tu especialismo, pero nunca oirás la Voz que habla en favor de Dios a su lado, 2pues hablan diferentes idiomas y llegan a oídos diferentes. 3Para todo aquel que se cree especial la verdad tiene un mensaje diferente, y un significado distinto. 4Sin embargo, ¿cómo podría ser que la verdad fuese diferente para cada persona? 5Los mensajes especiales que oyen los que se creen especiales les convencen de que ellos son diferentes y de que son algo aparte, cada uno con sus pecados especiales y "a salvo” del amor, el cual no ve su especialismo en absoluto. 6La visión de Cristo es su "enemigo", pues no ve aquello que ellos quieren ver y les mostraría que el especialismo que ellos creen ver es una ilusión.

6. ¿Qué podrían ver en su lugar? 2Podrían ver el brillante fulgor del Hijo de Dios, tan semejante al de su Padre que el recuerdo de Éste alborearía de inmediato en sus mentes. 3Y con ese recuerdo el Hijo recordaría sus propias creaciones, que son tan semejantes a él como él es semejante a su Padre. 4Y el mundo que él cons­truyó, así como su deseo de ser especial junto con todos los peca­dos que en defensa de ese deseo albergó contra sí mismo, se desvanecerían a medida que su mente aceptase la verdad acerca de lo que él es y retornase para ocupar el lugar que aquellos ocupaban, 5Éste es el único "costo" de la verdad: jamás volverás a ver lo que nunca tuvo lugar ni a oír lo que no tiene sonido. 6¿Es acaso un sacrificio renunciar a lo que no es nada y recibir a cam­bio el Amor de Dios para siempre?

7. Tú que has encadenado a tu salvador a tu deseo de ser especial y has otorgado a dicho deseo el lugar de aquel, recuerda esto: tu salvador no ha perdido la capacidad de perdonarte todos los pecados que tú crees haber interpuesto entre él y la función de salvarte que Dios le encomendó. 2Y tú no puedes cambiar su fun­ción, ni tampoco la verdad que mora en él y en ti. 3Pero ten por seguro que esta verdad es exactamente la misma en cada uno de vosotros. 4La verdad no transmite mensajes diferentes y sólo tiene un significado. 5Y es un significado que tú y tu hermano podéis entender y que os brinda liberación a ambos. 6He aquí a tu her­mano ofreciéndote la llave del Cielo que tiene en su mano. 7No permitas que el sueño de ser especial continúe interponiéndose entre vosotros. 8Lo que es uno está unido en la verdad.

8. Piensa en la hermosura que verás dentro de ti cuando lo consi­deres tu amigo. 2Él es enemigo de tu deseo de ser especial, pero amigo de lo que es real en ti. 3Ni uno solo de los ataques que pensaste haber lanzado contra él lo ha despojado del regalo que Dios quiere que él te dé. 4Su necesidad de dártelo es tan impe­riosa como la tuya de recibirlo. 5Permítele que te perdone tu deseo de ser especial, y que restaure la plenitud de tu mente y te haga uno con él. 6El está en espera de tu perdón, pero únicamente para poder devolvértelo a ti. 7No fue Dios Quien condenó a Su Hijo, sino tú, para salvar su especialismo y matar a su Ser.

9. Has llegado muy lejos por el camino de la verdad, demasiado lejos como para titubear ahora. 2Un paso más, y todo vestigio del temor a Dios quedará disuelto en el amor. 3El deseo de ser espe­cial de tu hermano y el tuyo son enemigos, y en su mutuo odio están comprometidos a matarse el uno al otro y a negar que son lo mismo. 4Mas no han sido ilusiones las que han llegado hasta este último obstáculo, el cual parece hacer que Dios y Su Cielo estén tan lejos que no se pueden alcanzar. 5Aquí en este santo lugar se alza la verdad esperando para recibirte a ti y a tu her­mano en silenciosa bendición y en una paz tan real y abarcadora que nada queda excluido. 6No traigas ninguna de las ilusiones que abrigas acerca de ti mismo a este lugar, al que vienes lleno de esperanza y honestidad.

10. He aquí el que te puede salvar de tu deseo de ser especial. 2Él tiene tanta necesidad de que lo aceptes como parte de ti, como tú de que él te acepte a ti. 3Eres tan semejante a Dios como Dios lo es a Sí Mismo. 4Dios no es especial, pues Él no se quedaría con nin­guna parte de lo que Él es sólo para Sí, negándosela a Su Hijo y reservándola sólo para Sí Mismo. 5Y esto es lo que tú temes, pues si Él no es especial, entonces Su Voluntad dispuso que Su Hijo fuese como Él, y, por lo tanto, tu hermano no puede sino ser como tú. 6Él no es especial, pero lo tiene todo, incluyéndote a ti. 7Dale sólo lo que ya es suyo, y recuerda que Dios Se dio a Sí Mismo a ambos con el mismo amor, para que ambos pudierais compartir el universo con Él, Quien dispuso que el amor jamás pudiese ser dividido ni mantenerse separado de lo que es y ha de ser para siempre.

11. Tú le perteneces a tu hermano, pues a él no se le negó ninguna parte del amor. 2¿Cómo iba a ser que tú perdieses por ser él ínte­gro? 3Lo que se le ha dado a él es lo que hace que tú seas íntegro, y lo que hace que él sea íntegro también. 4El Amor de Dios te dio a ti tu hermano, y a ti a él porque el Padre se dio a Sí Mismo. 5Lo que es igual a Dios es uno con El. 6Y ahora que finalmente tienes la esperanza de paz a la vista, sólo el deseo de ser especial podría hacer que el hecho innegable de que tú y tu Padre sois uno pare­ciese ser todo menos el Cielo.

12. El deseo de ser especial es el sello de la traición impreso sobre el regalo del amor. 2Todo lo que apoya sus propósitos no tiene otro objetivo que el de matar. 3Todo regalo que lleve impreso su sello no ofrece otra cosa que traición al que lo da y al que lo recibe. 4Ni una sola mirada de los ojos que él ciega deja de con­templar escenas de muerte. 5Todo aquel que cree en su poder no hace sino transigir y hacer concesiones para establecer al pecado como substituto del amor y servirle con gran lealtad. 6Y toda rela­ción que tenga el propósito del pecado en gran estima no hace sino aferrarse al asesinato como arma de seguridad y como el protector supremo de todas las ilusiones contra la "amenaza" del amor.

13. La esperanza de ser especial hace que parezca posible que Dios hizo al cuerpo para que fuese la prisión que mantiene a Su Hijo separado de El. 2Pues el especialismo requiere un lugar especial donde Dios no pueda entrar y un escondite donde a lo único que se le da la bienvenida es a tu insignificante yo. 3Nada es sagrado aquí, excepto tú y sólo tú, un ente aparte y separado de todos tus hermanos; a salvo de cualquier intrusión de la cordura en las ilu­siones; a salvo de Dios, pero destinado al conflicto eterno. 4He aquí las puertas del infierno tras las cuales tú mismo te encerraste, para gobernar en la demencia y en la soledad tu reino especial, separado de Dios y alejado de la verdad y de la salvación.

14.  La llave que tú tiraste Dios se la dio a tu hermano, cuyas santas manos quieren ofrecértela cuando estés listo para aceptar el plan de Dios para tu salvación en vez del tuyo. 2¿Cómo puedes llegar a estar listo, salvo reconociendo toda tu abyecta desdicha y dándote cuenta de que tu plan ha fracasado y de que jamás te aportará ninguna clase de paz o felicidad? 3Ésta es la desesperación por la que ahora estás pasando, pero no es más que una ilusión de deses­peración. 4La muerte de tu especialismo no es tu muerte, sino tu despertar a la vida eterna. 5No haces sino emerger de una ilusión de lo que eres a la aceptación de ti mismo tal como Dios te creó.

 

LECCIÓN 273

 

Mía es la quietud de la paz de Dios.

 

1. Tal vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma. 2Sl esto no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos, con poder aprender cómo es posible pasar un día así. 3Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. 4Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quie­tud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo.

2. Padre, Tu paz me pertenece. 2¿Qué necesidad tengo de temer que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? 3No puedo perder los dones que Tú me has dado. 4Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso.

 

30 DE SEPTIEMBRE

III. Cómo perdonar el deseo de ser especial

1. El perdón pone fin al deseo de ser especial. 2Lo único que se puede perdonar son las ilusiones, que entonces desaparecen. 3El perdón es lo que te libera de todas las ilusiones, y por eso es por lo que es imposible perdonar sólo parcialmente. 4Nadie que se aferra a una sola ilusión puede considerarse a sí mismo libre de pecado, pues en tal caso aún está afirmando que un error acerca de sí mismo es hermoso. 5Y de este modo, lo califica de "imper­donable" y lo convierte en un pecado. 6¿Cómo iba a poder enton­ces conceder perdón de manera total cuando aún no lo quiere aceptar para sí mismo? 7Pues es seguro que lo recibiría completa­mente en el instante en que así lo concediese. 8Y de esta manera, la culpabilidad que mantiene oculta desaparecería, al él mismo haberla perdonado.

2. Cualquier forma de especialismo que aún valores, la has con­vertido en un pecado. 2Se alza inviolable, y la defiendes acérri­mamente con toda tu endeble fuerza contra la Voluntad de Dios. 3Y así, se alza contra ti, como enemiga tuya, no de Dios. 4De este modo, parece escindirte de Dios y hacer que estés separado de Él en cuanto que defensor de ella. 5Prefieres proteger lo que Dios no creó. 6Sin embargo, este ídolo que parece conferirte poder, en rea­lidad te lo ha arrebatado. 7Pues le has dado el patrimonio de tu hermano, dejando a éste solo y condenado, y quedando tú hun­dido en el pecado y en el sufrimiento junto con él ante el ídolo que no puede salvaros.

3. No eres tú el que es tan vulnerable y susceptible de ser atacado que basta una palabra, un leve susurro que no te plazca, una circunstancia adversa o un evento que no hayas previsto para trastornar todo tu mundo y precipitarlo al caos. 2La verdad no es algo frágil, 3y las ilusiones no pueden afectarla ni cambiarla en absoluto. 4Pero ser especial no es lo que es verdad acerca de ti. 5Pues cualquier cosa puede hacerle perder el equilibrio. 6Lo que descansa sobre lo que no es nada jamás podrá ser estable. 7Por muy grande y desmesurado que parezca, se tambaleará, dará vueltas y revoloteará con la más tenue brisa.

4. Sin cimientos nada es seguro. 2¿Habría dejado Dios a Su Hijo en un estado en el que la seguridad no significase nada? 3¡De ninguna manera! aSu Hijo permanece a salvo, descansando en Él. 4Tu deseo de ser especial es lo que se ve atacado por todo lo que camina o respira, se arrastra o se desliza, o simplemente vive. 5Nada está a salvo de su ataque, y ello no está a salvo de nada. 6Jamás habrá de perdonar, pues esto es lo que es: un voto secreto de que lo que Dios quiere para ti nunca se dé y de que te opon­drás a Su Voluntad para siempre. 7No es posible tampoco que ambas voluntades puedan jamás ser la misma, mientras tu deseo de ser especial se alce como una llameante espada de muerte entre ellas, haciendo que sean enemigas.

5. Dios te pide que perdones. 2Él no quiere que la separación se interponga, como si de una voluntad ajena se tratase, entre lo que tanto Su Voluntad como la tuya disponen para ti. 3Ambas son la misma voluntad, pues ninguna de ellas dispone ser especial. 4¿Cómo iban a poder disponer la muerte del amor mismo? 5Con todo, no pueden atacar a las ilusiones. 6No son cuerpos, y espe­ran como una sola Mente a que todas las ilusiones se traigan ante ellas y se dejen ahí. 7La salvación no desafía ni siquiera a la muerte. 8Y a Dios Mismo, que sabe que la muerte no es tu volun­tad, no lo queda otro remedio que decir: "Hágase tu voluntad" porque tú crees que lo es.

6. Perdona al gran Creador del universo -la Fuente de la vida, del amor y de la santidad, el Padre perfecto de un Hijo perfecto- ­por tus ilusiones de ser especial. 2He aquí el infierno que elegiste como tu hogar. 3Él no eligió eso para ti. 4No le pidas que entre ahí. 5El camino está cerrado al amor y a la salvación. 6Pero si liberas a tu hermano de las profundidades del infierno, habrás perdonado a Aquel Cuya Voluntad es que descanses para siem­pre en los brazos de la paz, perfectamente a salvo y sin que la animosidad ni malicia de ningún pensamiento de ser especial perturbe tu descanso. 7Perdona al Santísimo por no haber podido concederte el especialismo, que tú entonces inventaste.

7. Todos los que se consideran especiales están dormidos, rodea­dos por un mundo de belleza que no ven. 2La libertad, la paz y la dicha se encuentran ahí, al lado del ataúd en el que duermen, llamándolos para que vuelvan en sí y despierten de su sueño de muerte. 3Mas ellos no oyen nada. 4Están perdidos en sueños de que son especiales. 5Odian la llamada que los puede despertar y maldicen a Dios porque no convirtió su sueño en realidad. 6Mal­dice a Dios y muere, pero no por mandato de Aquel que no creó la muerte, sino sólo en el sueño. 7Mas abre los ojos ligeramente y verás al salvador que Dios te dio a fin de que pudieses contem­plarlo y devolverle su patrimonio. 8Dicho patrimonio es también el tuyo.

8. Los esclavos del deseo de ser especial se liberarán. 2Tal es la Voluntad de Dios y la de Su Hijo. 3¿Se condenaría Dios a Sí Mismo al infierno y a la perdición? 4¿Y es eso acaso lo que dispones para tu salvador? 5Dios te llama a través de él a unirte a Su Voluntad para que ambos os salvéis del infierno. 6Observa las marcas de los clavos en las manos que te extiende pidiendo que le concedas tu perdón. 7Dios te pide que tengas misericordia con Su Hijo y con Él. 8No se la niegues a ninguno de los dos. 9Lo único que te piden es que se haga tu voluntad. 10Buscan tu amor a fin de que tú te puedas amar a ti mismo. 11No ames tu deseo de ser especial en vez de amarles a Ellos. 12La marca de los clavos está también en tus manos. 13Perdona a tu Padre el que no fuese Su Voluntad que tú fueses crucificado.

 

IV. Ser especial en contraposición a ser impecable *

1. Ser especial implica una falta de confianza en todo el mundo excepto en ti mismo. 2Depositas tu fe exclusivamente en ti. 3Todo lo demás se convierte en tu enemigo: temido y atacado, mortal y peligroso, detestable y merecedor únicamente de ser destruido. 4Cualquier gentileza que este enemigo te ofrezca no es más que un engaño, pero su odio es real. 5Al estar en peligro de destruc­ción tiene que matar, y tú te sientes atraído hacia él para matarlo primero. 6Tal es la atracción de la culpabilidad. 7Ahí se entrona a la muerte como el salvador; la crucifixión se convierte ahora en la redención, y la salvación no puede significar otra cosa que la destrucción del mundo con excepción de ti mismo.

2. ¿Qué otro propósito podría tener el cuerpo sino ser especial? 2Esto es lo que hace que sea frágil e incapaz de defenderse a sí mismo. 3Fue concebido para hacer que tú fueses frágil e impo­tente. 4La meta de la separación es su maldición. 5Los cuerpos, no obstante, no tienen metas. 6Tener propósitos es algo que es sólo propio de la mente. 7Y las mentes pueden cambiar sí así lo desean. 8No pueden cambiar sus cualidades inherentes ni sus atributos, 9pero sí pueden cambiar el propósito que persiguen, y al hacer eso, los estados corporales no pueden sino cambiar también. 10El cuerpo no puede hacer nada por su cuenta. 11Considéralo un medio de herir, y será herido. 12Considéralo un medio para sanar y sanará.

3. Sólo puedes hacerte daño a ti mismo. 2Hemos repetido esto con frecuencia, pero todavía resulta difícil de entender. 3A las mentes empeñadas en ser especiales les resulta imposible enten­derlo. 4Pero a las que desean curar y no atacar les resulta muy obvio. 5El propósito del ataque se halla en la mente, y sus efectos sólo se pueden sentir allí donde se encuentra dicho propósito. 6La mente no es algo limitado, y a eso se debe que cualquier propósito perjudicial le haga daño a toda ella cual una sola. 7Nada podría tener menos sentido para los que se creen especia­les. 8Nada podría tener mayor sentido para los milagros. 9Pues los milagros no son sino el resultado de cambiar del propósito de herir al de sanar. 10Este cambio de propósito pone "en peligro" el especialismo, pero sólo en el sentido de que la verdad supone una "amenaza" para todas las ilusiones. 11Ante ella no pueden quedar en pie. 12No obstante, ¿qué consuelo encontraste jamás en ellas para que le niegues a tu Padre el regalo que te pide y para que en lugar de dárselo a Él se lo des a ellas? 13Si se lo das a Él, el universo es tuyo. 14Si se lo das a las ilusiones, no recibes ningún regalo a cambio. 13Lo que le has dado a tu especialismo te ha llevado a la bancarrota, dejando tus arcas yermas y vacías, con la tapa abierta invitando a todo lo que quiera perturbar tu paz a que entre y destruya.

4. Te dije anteriormente que no te detuvieses a examinar los medios con los que se logra la salvación, ni cómo se alcanza ésta. 2Pero examina detenidamente si es tu deseo ver a tu hermano libre de pecado. 3Para todo aquel que se cree especial la respuesta tiene que ser "no". 4Un hermano libre de pecado es enemigo de su especialismo, mientras que el pecado, de ser posible, sería su amigo. 5Los pecados de tu hermano justificarían tu especialismo y le darían el significado que la verdad le niega. 6Todo lo que es real proclama que él es incapaz de pecar. 7Todo lo que es falso proclama que sus pecados son reales. 8Si es un pecador, tu reali­dad entonces no es real, sino únicamente un sueño de que eres especial que dura sólo un instante, antes de desmoronarse y con­vertirse en polvo.

5. No defiendas este sueño insensato, en el que Dios se halla pri­vado de lo que ama y tú te encuentras más allá de la posibilidad de salvarte. 2Lo único que es seguro en este mundo cambiante que no tiene sentido en la realidad es esto: cuando no estás com­pletamente en paz, o cuando experimentas cualquier clase de dolor, es que has percibido un pecado en tu hermano y te has regocijado por lo que creíste ver en él. 3Tu sensación de ser espe­cial pareció estar a salvo a causa de ello. 4Y así, salvaste a lo que habías designado como tu salvador y crucificaste al que Dios te dio en su lugar. 5Y de este modo, estás en la misma encrucijada que él, pues sois un solo ser. 6Por lo tanto, el especialismo es su "enemigo” así como el tuyo.

 

LECCIÓN 274

 

Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.

 

1. Padre, hoy quiero dejar que todas las cosas sean como Tú las creaste y ofrecerle a Tu Hijo el honor que se merece por su impecabilidad; el amor de un hermano hacia su hermano y Amigo. 2De ese modo soy redimido. 3Y del mismo modo, la verdad pasará a ocupar el lugar que antes ocupa­ban las ilusiones, la luz reemplazará toda oscuridad y Tu Hijo sabrá que él es tal como Tú lo creaste.

2. Hoy nos llega una bendición especial de Aquel que es nuestro Padre. 2Dedícale a Él este día, y no tendrás miedo de nada hoy, pues el día habrá sido consagrado al Amor.

 

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