UN CURSO DE MILAGROS - FRASES DEL DÍA

 

MES DE AGOSTO

1 DE AGOSTO

IX. Los dos mundos

1. Se te ha dicho que lleves la oscuridad a la luz, y la culpabili­dad a la santidad. 2Se te ha dicho también que el error tiene que ser corregido allí donde se originó. 3Lo que el Espíritu Santo necesita, por lo tanto, es esa diminuta parte de ti, el insignificante pensamiento que parece estar separado y desconectado. 4El resto está completamente al cuidado de Dios y no necesita guía. 5Pero ese pensamiento descabellado e ilusorio necesita ayuda porque, en su demencia, cree que él es el Hijo de Dios, completo en sí mismo y omnipotente, único gobernante del reino que estableció aparte para forzarlo, mediante la locura, a la obediencia y a la esclavitud. 6Ésa es la pequeña parte que crees haberle robado al Cielo. 7¡Devuélvesela! 8El Cielo no la ha perdido, pero tú has per­dido de vista al Cielo. 9Deja que el Espíritu Santo la saque del desolado reino donde tú la confinaste, rodeada de tinieblas, pro­tegida por el ataque y reforzada por el odio. 10Dentro de sus barricadas todavía se encuentra un diminuto segmento del Hijo de Dios, completo y santo, sereno y ajeno a lo que tú crees que le rodea.

2. No te mantengas separado, pues Aquel que sí lo rodea te ha brindado la unión, y ha llevado tu minúscula ofrenda de oscuri­dad a la luz eterna. 2¿Cómo se logra eso? 3Muy fácilmente, pues está basado en lo que ese mísero reino realmente es. 4El árido desierto, las tinieblas y la falta de vida, sólo se ven a través de los ojos del cuerpo. 5La desolada visión que éstos te ofrecen está dis­torsionada, y los mensajes que te transmiten a ti que la inventaste para poner límites a tu conciencia son insignificantes y limitados, y están tan fragmentados que no tienen sentido.

3. Parece como si desde el mundo de los cuerpos, al que la demencia dio lugar, se le devolvieran a la mente que lo concibió mensajes descabellados. 2Y esos mensajes dan testimonio de dicho mundo, y lo proclaman real. 3Pues tú enviaste a esos mensajeros para que te trajesen esos mensajes. 4De lo único que dichos mensa­jes te hablan es de cosas externas. 5No hay mensaje que hable de lo que está subyacente, pues el cuerpo no podría hablar de ello. 6Sus ojos no lo pueden percibir; sus sentidos siguen siendo completa­mente inconscientes de ello y su lengua no puede transmitir sus mensajes. 7Pero Dios puede llevarte hasta allí, si estás dispuesto a seguir al Espíritu Santo a través del aparente terror, confiando en que Él no te abandonará ni te dejará allí. 8Pues Su propósito no es atemorizarte, aunque el tuyo lo sea. 9Te sientes seriamente tentado de abandonar al Espíritu Santo al primer roce con el anillo de temor, pero Él te conducirá sano y salvo a través del temor y más allá de él.

4. El círculo de temor yace justo debajo del nivel que los ojos del cuerpo perciben, y aparenta ser la base sobre la que el mundo descansa. 2Ahí se encuentran todas las ilusiones, todos los pensa­mientos distorsionados, todos los ataques dementes, la furia, la venganza y la traición que se concibieron con el propósito de conservar la culpabilidad, de modo que el mundo pudiese alzarse desde ella y mantenerla oculta. 3Su sombra se eleva hasta la superficie lo suficiente como para conservar sus manifestacio­nes más externas en la oscuridad, y para causarles desespera­ción y mantenerlas en la soledad y en la más profunda tristeza. 4Su intensidad, no obstante, está velada tras pesados cortinajes, y se mantiene aparte de lo que se concibió para ocultarla. 5El cuerpo es incapaz de ver esto, pues surgió de ello para ofrecerle protección, la cual depende de que eso no se vea. 6Los ojos del cuerpo nunca lo verán. 7Pero verán lo que dicta.

5. El cuerpo seguirá siendo el mensajero de la culpabilidad y actuará tal como ella le dicte mientras tú sigas creyendo que la culpabilidad es real. 2Pues la supuesta realidad de la culpabili­dad es la ilusión que hace que ésta parezca ser algo denso, opaco e impenetrable, y la verdadera base del sistema de pensamiento del ego. 3Su delgadez y transparencia no se vuelven evidentes hasta que ves la luz que yace tras ella. 4Y ahí, ante la luz, la ves como el frágil velo que es.

6. Esta barrera tan aparentemente sólida, y ese falso suelo que parece una roca, es como un banco de nubes negras que flotan muy cerca de la superficie, dando la impresión de ser una sólida muralla ante el sol. 2Su apariencia impenetrable no es más que una ilusión. 3Cede mansamente ante las cumbres que se elevan por encima de ella, y no tiene ningún poder para detener a nadie que quiera ascender por encima de ella y ver el sol. 4Esta apa­rente muralla no es lo suficientemente fuerte como para detener la caída de un botón o para sostener una pluma. 5Nada puede descansar sobre ella, pues no es sino una base ilusoria. 6Trata de tocarla y desaparece; intenta asirla y tus manos no agarran nada.

7. Pero en ese banco de nubes es fácil ver todo un mundo. 2Las cordilleras, los lagos y las ciudades que ves, son todos producto de tu imaginación; y desde las nubes, los mensajeros de tu per­cepción regresan a ti, asegurándote que todo eso se encuentra allí. 3Se destacan figuras que se mueven de un lado a otro, las acciones parecen reales, y aparecen formas que pasan de lo bello a lo grotesco. 4Y esto se repite una y otra vez, mientras quieras seguir jugando el juego infantil de pretender ser otra cosa. 5Sin embargo, por mucho que quieras jugar ese juego, e inde­pendientemente de cuánta imaginación emplees, no lo confundes con el mundo que le subyace ni intentas hacer que sea real.

8. Asimismo debería ser con las tenebrosas nubes de la culpabili­dad, las cuales son igualmente vaporosas e insubstanciales. 2No te pueden magullar al atravesarlas. 3Deja que tu Guía te muestre su naturaleza insustancial a medida que te conduce más allá de ellas, pues debajo de ellas hay un mundo de luz sobre el que esas nubes no arrojan sombras. 4Sus sombras sólo nublan el mundo que se encuentra más allá de ellas, el cual está aún más alejado de la luz. 5Sin embargo, no pueden arrojar sombras sobre la luz.

9. Este mundo de luz, este círculo de luminosidad es el mundo real, donde la culpabilidad se topa con el perdón. 2Ahí el mundo exterior se ve con ojos nuevos, libre de toda sombra de culpabili­dad. 3Aquí te encuentras perdonado, pues aquí has perdonado a todo el mundo. 4He aquí la nueva percepción donde todo es luminoso y brilla con inocencia, donde todo ha sido purificado en las aguas del perdón y se encuentra libre de cualquier pensa­miento maligno que jamás hayas proyectado sobre él. 5Ahí no se ataca al Hijo de Dios, y a ti se te da la bienvenida. 6Ahí se encuen­tra tu inocencia, esperando para envolverte, protegerte y prepa­rarte para el paso final de tu viaje interno. 7Ahí se dejan de lado los sombríos y pesados cortinajes de la culpabilidad, los cuales quedan dulcemente reemplazados por la pureza y el amor.

10. Pero ni siquiera el perdón es el final. 2El perdón hace que todo sea bello, pero no puede crear. 3Es la fuente de la curación, el emisario del amor, pero no su Fuente. 4Se te conduce ahí para que Dios Mismo pueda dar el paso final sin impedimentos, pues ahí nada se opone al amor, sino que le permite ser lo que es. 5Un paso más allá de este santo lugar de perdón -paso éste que te lleva aún más adentro pero uno que tú no puedes dar- te transporta a algo completamente diferente. 6Ahí reside la Fuente de la luz; ahí nada se percibe, se perdona o se transforma, sino que simple­mente se conoce.

11. Este curso te conducirá al conocimiento, pero el conocimiento en sí está más allá del alcance de nuestro programa de estudios. 2Y no es necesario que tratemos de hablar de lo que por siempre ha de estar más allá de las palabras. 3Lo único que tenemos que recordar es que todo aquel que alcance el mundo real, más allá del cual el aprendizaje no puede ir, irá más allá de él, pero de una manera diferente. 4Allí donde acaba el aprendizaje, allí comienza Dios, pues el aprendizaje termina ante Aquel que es completo donde Él Mismo comienza y donde no hay final. 5No debemos ocuparnos de lo que es inalcanzable. 6Aún es mucho lo que nos queda por aprender , 7pues todavía tenemos que alcanzar la con­dición de estar listos para el conocimiento.

12. El amor no es algo que se pueda aprender. 2Su significado re­side en sí mismo. 3Y el aprendizaje finaliza una vez que has reco­nocido todo lo que no es amor. 4Ésa es la interferencia, eso es lo que hay que eliminar. 5El amor no es algo que se pueda aprender porque jamás ha habido un solo instante en que no lo conocieses. 6El aprendizaje no tiene objeto ante la Presencia de tu Creador, Cuyo reconocimiento de ti y el tuyo de Él transciende el aprendi­zaje en tal medida, que todo lo que has aprendido no significa nada en comparación, y queda reemplazado para siempre por el conocimiento del amor y su único significado.

13. Tu relación con tu hermano ha sido extraída del mundo de las sombras, y su impío propósito conducido sano y salvo a través de las barreras de la culpabilidad, lavado en las aguas del perdón y depositado radiante en el mundo de la luz donde ha quedado firmemente enraizado. 2Desde allí te exhorta a que sigas el mis­mo camino que tu relación tomó, al haber sido elevada muy por encima de las tinieblas y depositada tiernamente ante las puertas del Cielo. 3El instante santo en el que tú y tu hermano os unisteis no es más que el mensajero del amor, el cual se envió desde más allá del perdón para recordarte lo que se encuentra allende el perdón. 4Sin embargo, es a través del perdón como todo ello se recordará.

14. Y cuando el recuerdo de Dios te haya llegado en el santo lugar del perdón, no recordarás nada más y la memoria será tan inútil como el aprendizaje, pues tu único propósito será crear. 2Mas no podrás saber esto hasta que toda percepción haya sido limpiada y purificada, y finalmente eliminada para siempre. 3El perdón des­hace únicamente lo que no es verdad, despejando las sombras del mundo y conduciéndolo -sano y salvo dentro de su dulzura- al mundo luminoso de la nueva y diáfana percepción. 4Allí se encuentra tu propósito ahora. 5Y es allí donde te aguarda la paz.

 

LECCIÓN 214

 

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

1. (194) Pongo el futuro en Manos de Dios.

 

2El pasado ya pasó y el futuro aún no ha llegado. 3Ahora estoy libre de ambos. 4Pues lo que Dios da sólo puede ser para el bien. 5Y acepto únicamente lo que Él da como lo que me pertenece.

 

6No soy un cuerpo. 7Soy libre.

8Pues aún soy como Dios me creó.

 

LECCIÓN 215

 

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

1. (195) El Amor es el camino que recorro con gratitud.

 

2EI Espíritu Santo es mi único Guía. 3Él camina a mi lado con amor. 4Y le doy las gracias por mostrarme el camino que debo seguir.

 

5No soy un cuerpo. 6Soy libre.

7Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

LECCIÓN 216

 

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

1. (196) No puede ser sino a mí mismo a quien crucifico.

 

2Todo lo que hago, me lo hago a mí mismo. 3Si ataco, sufro. 4Mas si perdono, se me dará la salvación.

 

5No soy un cuerpo. 6Soy libre.

7Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

4 DE AGOSTO

Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ

 

I. La curación y la fe

1. Dijimos anteriormente que cuando una situación se ha dedi­cado completamente a la verdad, la paz es inevitable. 2La consecución de ésta es el criterio por medio del cual se puede determinar con seguridad si dicha dedicación fue total. 3Mas dijimos también que es imposible alcanzar la paz sin tener fe, pues lo que se le entrega a la verdad para que ésta sea su único objetivo, se lleva a la verdad mediante la fe. 4Esta fe abarca a todo aquel que esté invo­lucrado en la situación, pues sólo de esta manera se percibe la situación como significativa y como un todo. 5Y todo el mundo tiene que estar involucrado, pues, de lo contrario, ello implicaría que tu fe es limitada y que tu dedicación no es total.

2. Toda situación que se perciba correctamente se convierte en una oportunidad para sanar al Hijo de Dios. 2Y éste se cura porque tú tuviste fe en él, al entregárselo al Espíritu Santo y liberarlo de cualquier exigencia que tu ego hubiese querido imponerle. 3Ves, por consiguiente, que es libre, y el Espíritu Santo comparte esa visión contigo. 4Y puesto que la comparte, la ha dado, y así, Él cura a través de ti. 5Unirse a Él en un propósito unificado es lo que hace que ese propósito sea real, porque tú lo completas. 6Y esto es curación. 7El cuerpo se cura porque viniste sin él y te uniste a la Mente en la que reside toda curación.

3. El cuerpo no puede curarse porque no puede causarse enfer­medades a sí mismo. 2No tiene necesidad de que se le cure. 3El que goce de buena salud o esté enfermo depende enteramente de la forma en que la mente lo percibe y del propósito para el que quiera usarlo. 4Es obvio que un segmento de la mente puede verse a sí mismo separado del Propósito Universal. 5Cuando esto ocurre, el cuerpo se convierte en su arma, que usa contra ese Propósito para demostrar el "hecho" de que la separación ha tenido lugar. 6De este modo, el cuerpo se convierte en el instru­mento de lo ilusorio, actuando en conformidad con ello: viendo lo que no está ahí, oyendo lo que la verdad nunca dijo y compor­tándose de forma demente, al estar aprisionado por la demencia.

4. No pases por alto nuestra afirmación anterior de que la falta de fe conduce directamente a las ilusiones. 2Pues percibir a un hermano como si fuese un cuerpo es falta de fe, y el cuerpo no puede ser usado para alcanzar la unión. 3Si ves a tu hermano como un cuerpo, habrás dado lugar a una condición en la que unirse a él es imposible. 4Tu falta de fe en él te ha separado de él y ha impedido vuestra curación. 5De este modo, tu falta de fe se ha opuesto al propósito del Espíritu Santo y ha dado lugar a que se interpongan entre vosotros ilusiones centradas en el cuerpo. 6Y el cuerpo parecerá estar enfermo, pues lo habrás convertido en un "enemigo" de la curación y en lo opuesto a la verdad.

5. No puede ser difícil darse cuenta de que la fe tiene que ser lo opuesto a la falta de fe. 2Mas la diferencia en cómo ambas operan no es tan obvia, aunque se deriva directamente de la diferencia fundamental que existe entre ellas. 3La falta de fe siempre limita y ataca; la fe desvanece toda limitación y brinda plenitud. 4La falta de fe siempre destruye y separa; la fe siempre une y sana. 5La falta de fe interpone ilusiones entre el Hijo de Dios y su Crea­dor; la fe elimina todos los obstáculos que parecen interponerse entre ellos. 6La falta de fe está totalmente dedicada a las ilusiones; la fe, totalmente a la verdad. 7Una dedicación parcial es imposi­ble. 8La verdad es la ausencia de ilusiones, las ilusiones, la ausen­cia de la verdad. 9Ambas no pueden coexistir ni percibirse en el mismo lugar. 10Dedicarte a ambas es establecer un objetivo por siempre inalcanzable, pues parte de él se intenta alcanzar a través del cuerpo, al que se considera el medio por el que se procura encontrar la realidad mediante el ataque. 11La otra parte quiere sanar y, por lo tanto, apela a la mente y no al cuerpo.

6. La transigencia que inevitablemente se hace es creer que el cuerpo, y no la mente, es el que tiene que ser curado. 2Pues este objetivo dividido ha otorgado la misma realidad a ambos, lo cual sería posible sólo si la mente estuviese limitada al cuerpo y divi­dida en pequeñas partes que aparentan ser íntegras, pero que no están conectadas entre sí. 3Esto no le hará daño al cuerpo, pero mantendrá intacto en la mente el sistema de pensamiento ilusorio. 4La mente, pues, es la que tiene necesidad de curación. 5Y en ella es donde se encuentra. 6Pues Dios no concedió la curación como algo aparte de la enfermedad, ni estableció el remedio donde la enfermedad no puede estar. 7La enfermedad y el remedio se encuentran en el mismo lugar, y cuando se ven uno al lado del otro, reconoces que todo intento de mantener a la verdad y a la ilusión en la mente, donde ambas necesariamente están, es estar dedicado a las ilusiones. aMas cuando éstas se llevan ante la ver­dad y se ve que desde cualquier punto de vista son completa­mente irreconciliables con ella, se abandonan.

 

LECCIÓN 217

 

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

1. (197) No puede ser sino mi propia gratitud la que me gano.

 

2¿Quién debe dar gracias por mi salvación sino yo mismo? 3¿Y cómo sino a través de la salvación puedo encontrar el Ser a Quien debo estarle agradecido?

 

4No soy un cuerpo. 5Soy libre.

6Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

5 DE AGOSTO

7. No hay conexión alguna entre la verdad y las ilusiones. 2Esto será así eternamente, por mucho que intentes que haya conexión entre ellas. 3Pero las ilusiones están siempre conectadas entre sí, tal como lo está la verdad. 4Tanto las ilusiones como la verdad gozan de cohesión interna y constituyen un sistema de pensa­miento completo en sí mismo, aunque totalmente desconectado del otro. 5Percibir esto es reconocer dónde se encuentra la separa­ción, y dónde debe subsanarse. 6El resultado de una idea no está nunca separado de su fuente. 7La idea de la separación dio lugar al cuerpo y permanece conectada a él, haciendo que éste enferme debido a la identificación de la mente con él. 8Tú crees que estás protegiendo al cuerpo, al ocultar esta conexión, ya que ocultarla parece mantener tu identificación a salvo del "ataque" de la ver­dad.

8. ¡Si sólo comprendieses cuánto daño le ha hecho a tu mente este extraño encubrimiento, y cuánta confusión te ha causado con res­pecto a tu identidad! 2No comprendes la magnitud de la devasta­ción que tu falta de fe ha ocasionado, pues la falta de fe es un ataque que parece estar justificado por sus resultados. 3Pues al negar la fe ves lo que no es digno de ella, y no puedes mirar más allá de esta barrera a lo que se encuentra unido a ti.

9. Tener fe es sanar. 2Es la señal de que has aceptado la Expiación, y, por consiguiente, de que deseas compartirla. 3Mediante la fe, ofreces el regalo de liberación del pasado que recibiste. 4No te vales de nada que tu hermano haya hecho antes para condenarlo ahora. 5Eliges libremente pasar por alto sus errores, al mirar más allá de todas las barreras que hay entre tú y él y veros a los dos como uno solo. 6Y en esa unidad que contemplas, tu fe está plena­mente justificada. 7La falta de fe nunca está justificada. aLa fe, en cambio, siempre lo está.

10. La fe es lo opuesto al miedo, y forma parte del amor tal como el miedo forma parte del ataque. 2La fe es el reconocimiento de la unión. 3Es el benévolo reconocimiento de que cada hermano es un Hijo de tu amorosísimo Padre, amado por Él como lo eres tú, y, por lo tanto, amado por ti como si fueses tú mismo. 4Su Amor es lo que te une a tu hermano, y debido a Su Amor no desearías mantener a nadie excluido del tuyo. 5Cada hermano aparece tal como se le percibe en el instante santo, unido a ti en tu propósito de ser liberado de la culpabilidad. Al ver a Cristo en él, él sana porque contemplas en él lo que hace que tener fe en todos esté justificado eternamente.

11. La fe es el regalo de Dios, a través de Aquel que Él te ha dado. La falta de fe contempla al Hijo de Dios, y lo juzga indigno de perdón. Pero a través de los ojos de la fe, se ve que el Hijo de Dios ya ha sido perdonado y que está libre de toda culpa que él mismo se echó encima. La fe lo ve sólo como es ahora porque no se fija en el pasado para juzgarlo, sino que únicamente ve en él lo mismo que verla en ti. No ve a través de los ojos del cuerpo, ni recurre a cuerpos para darse validez a sí misma. La fe es el heraldo de la nueva percepción, enviada para congregar testigos que den testimonio de su llegada, y para devolverte sus mensajes.

12. La fe puede ser intercambiada por el conocimiento tan fácilmente como el mundo real. Pues la fe surge de la percepción del Espíritu Santo, y es señal de que compartes ésta con Él. La fe es un regalo que le ofreces al Hijo de Dios a través del Espíritu Santo, y es tan aceptable para el Padre como para el Hijo. Por lo tanto, te lo ofreces a ti mismo. Tu relación santa, con su nuevo propósito, te ofrece fe para que se la des a tu hermano. Tu falta de fe os ha separado, y así, no ves tu salvación en él. La fe, no obstante, os une en la santidad que veis, no a través de los ojos del cuerpo, sino en la visión de Aquel que os unió, y en Quien estáis unidos.

13. La gracia no se le otorga al cuerpo, sino a la mente. Y la mente que la recibe mira instantáneamente más allá del cuerpo, y ve el santo lugar donde fue curada. Ahí es donde se alza el altar en el que la gracia fue otorgada, y donde se encuentra. Ofrécele, pues, gracia y bendiciones a tu hermano, pues te encuentras en el mismo altar donde se os otorgó la gracia a ambos. Y dejad que la gracia os cure a la vez, para que podáis curar mediante la fe.

14. En el instante santo tú y tu hermano os encontráis ante el altar que Dios se ha erigido a Sí Mismo y a vosotros dos. Dejad a un lado la falta de fe y venid a él juntos. En él veréis el milagro de vuestra relación tal como fue renovada por la fe. Y en él os daréis cuenta de que no hay nada que la fe no pueda perdonar. Ningún error puede obstruir su serena visión, la cual lleva el milagro de curación con la misma facilidad a todos ellos.  Pues lo que se les encomienda hacer a los mensajeros del amor, ellos lo hacen, y regresan con las buenas nuevas de haberlo consumado en ti y en tu hermano, que os encontráis unidos ante el altar desde donde ellos fueron enviados.

15. De la misma manera en que la falta de fe mantendría vuestros míseros reinos yermos y separados, así la fe ayudará al Espíritu Santo a preparar el terreno para el santísimo jardín en que Él quiere convertirlo. Pues la fe brinda paz, y así, le pide a la verdad que entre y embellezca lo que ya fue preparado para la hermosura. La verdad sigue muy de cerca a la fe y a la paz, y completa el proceso de embellecimiento que ellas comienzan. Pues la fe sigue siendo una de las metas del aprendizaje, que deja de ser necesaria una vez que la lección se ha aprendido. La verdad, en cambio, jamás se ausentará.

16. Dedícate, por lo tanto, a lo eterno, y aprende a no ser un obstáculo para ello ni a convertirlo en un esclavo del tiempo. Pues lo que crees hacerle a lo eterno te lo haces a ti mismo. Aquel a quien Dios creó como Su Hijo no es esclavo de nada, pues es señor de todo, junto con su Creador. Puedes esclavizar a un cuerpo, pero las ideas son libres, y no pueden ser aprisionadas o limitadas en modo alguno, excepto por la mente que las concibió.  Pues ésta permanece unida a su fuente, que se convierte en su carcelero o en su libertador, según el objetivo que acepte para sí misma. 

 

LECCIÓN 218

 

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

1. (198) Sólo mi propia condenación me hace daño.

 

Mi condenación nubla mi visión, y a través de mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. Mas hoy puedo contemplar esta gloria y regocijarme

 

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

6 DE AGOSTO

II. El pecado en contraposición al error

1. Es esencial que no se confunda el error con el pecado, ya que esta distinción es lo que hace que la salvación sea posible. Pues el error puede ser corregido, y lo torcido, enderezado. Pero el pecado, de ser posible, sería irreversible. La creencia en el pecado está necesariamente basada en la firme convicción de que son las mentes, y no los cuerpos, las que atacan. Y así, la mente es culpable y lo será siempre, a menos que una mente que no sea parte de ella pueda darle la absolución. El pecado exige castigo del mismo modo en que el error exige corrección, y la creencia de que el castigo es corrección es claramente una locura.

2. El pecado no es un error, pues el pecado comporta una arrogancia que la idea del error no posee. Pecar supondría violar la realidad, y lograrlo. El pecado es la proclamación de que el ataque es real y de que la culpabilidad está justificada. Da por sentado que el Hijo de Dios es culpable, y que, por lo tanto, ha conseguido perder su inocencia y también convertirse a sí mismo en algo que Dios no creó. 5De este modo, la creación se ve como algo que no es eterno, y la Voluntad de Dios como susceptible de ser atacada y derrotada. 6El pecado es la gran ilusión que subyace a toda la grandiosidad del ego. 7Pues debido a él, Dios Mismo cambia y se le priva de Su Plenitud.

3. El Hijo de Dios puede estar equivocado, engañarse a sí mismo e incluso usar el poder de su mente contra sí mismo. 2Pero no puede pecar. 3No puede hacer nada que en modo alguno altere su realidad, o que haga que realmente sea culpable. 4Eso es lo que el pecado quisiera hacer, pues ése es su propósito. 5Mas a pesar de toda la salvaje demencia inherente a la idea del pecado, éste sigue siendo imposible. 6Pues el costo del pecado es la muerte, y ¿podría acaso perecer lo que es inmortal?

4. Uno de los principales dogmas de la descabellada religión del ego es que el pecado no es un error sino la verdad, y que la ino­cencia es la que pretende engañarnos. 2La pureza se considera arrogancia, y la aceptación de nuestro ser como algo pecaminoso se percibe como santidad. 3Y es esta doctrina la que sustituye a la realidad del Hijo de Dios tal como su Padre lo creó, y tal como dispuso que fuese para siempre. 4¿Es esto humildad? 5¿O es más bien un intento de desgajar a la creación de la verdad, y de mante­nerla aparte?

5. El ego siempre considerará injustificable cualquier intento de reinterpretar el pecado como un error. 2La idea del pecado es absolutamente sacrosanta en su sistema de pensamiento, y sólo puede abordarse con respeto y temor reverente. 3Es el concepto más "sagrado" del sistema del ego: bello y poderoso, completa­mente cierto, y protegido a toda costa por cada una de las defen­sas que el ego tiene a su disposición. 4Pues en el pecado radica su "mejor" defensa, a la que todas las demás sirven. 5El pecado es su armadura, su protección y el propósito fundamental de la rela­ción especial tal como el ego la interpreta.

6. Puede ciertamente afirmarse que el ego edificó su mundo sobre el pecado. 2Únicamente en un mundo así podría todo ser a la inversa. 3Ésta es la extraña ilusión que hace que las nubes de la culpabilidad parezcan densas e impenetrables. 4La solidez que los cimientos de este mundo parecen tener descansa en ello. 5Pues el pecado ha hecho que la creación, de ser una Idea de Dios, pase a ser un ideal del ego: un mundo que él rige, compuesto de cuerpos inconscientes y capaces de caer presa de la corrupción y decaden­cia más absolutas. 6Si esto es un error, la verdad puede deshacerlo fácilmente, 7pues todo error puede ser corregido sólo con que se le permita a la verdad juzgarlo. 8Pero si al error se le otorga el rango de verdad, ¿ante qué se podría llevar? 9La "santidad" del pecado se mantiene intacta debido únicamente a este extraño mecanismo. 10En cuanto que verdad, el pecado es inviolable, y todo se lleva ante él para ser juzgado. 11Mas si es un error, es él el que tiene que ser llevado ante la verdad. 12Es imposible tener fe en el pecado, pues el pecado es falta de fe. 13Mas es posible tener fe en el hecho de que cualquier error puede ser corregido.

7. No hay un solo baluarte en toda la ciudadela fortificada del ego más celosamente defendido que la idea de que el pecado es real, y de que es la expresión natural de lo que el Hijo de Dios ha hecho de sí mismo y de lo que es. 2Para el ego eso no es un error. 3Pues ésa es su realidad: la "verdad" de la que nunca se podrá escapar. 4Ése es su pasado, su presente y su futuro. 5Pues de alguna manera se las ha arreglado para corromper a su Padre y hacerle cambiar de parecer por completo. 6¡Llora, pues, la muerte de Dios, a Quien el pecado asesinó! 7Este sería el deseo del ego, que en su demencia cree haberlo logrado.

8. ¿No preferirías que todo esto no fuese más que una equivoca­ción, completamente corregible, y de la que fuese tan fácil esca­par que rectificarla totalmente sería tan sencillo como atravesar la neblina y llegar hasta al sol? 2Pues eso es todo lo que es. 3Quizá te sientas tentado de coincidir con el ego en que es mucho mejor ser pecador que estar equivocado. 4Mas piensa detenidamente antes de permitirte a ti mismo tomar esa decisión. 5No la tomes a la ligera, pues es la elección entre el Cielo y el infierno.

 

LECCIÓN 219

 

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

1. (199) No soy un cuerpo. 2Soy libre.

 

3Soy el Hijo de Dios. 4Aquiétate mente mía, y piensa en esto por un, momento. 5Luego regresa a la tierra, sin confusión alguna acerca de quién es aquel a quien mi Padre ama eter­namente como Su Hijo.

 

6No soy un cuerpo. 7Soy libre.

8Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

7 DE AGOSTO

III. La irrealidad del pecado

1. La atracción de la culpabilidad reside en el pecado, no en el error. 2El pecado volverá a repetirse por razón de esta atracción. 3El miedo puede hacerse tan agudo que al pecado se le ruega su expresión. 4Pero mientras la culpabilidad continúe siendo atrac­tiva, la mente sufrirá y no abandonará la idea del pecado. 5Pues la culpabilidad todavía la llama, y la mente la oye y la desea ardientemente, y se deja cautivar voluntariamente por su enfer­miza atracción. 6El pecado es una idea de perversidad que no puede ser corregida, pero que, sin embargo, será siempre desea­ble. 7AI ser parte esencial de lo que el ego cree que eres, siempre la desearás. 8Y sólo un vengador, con una mente diferente de la tuya, podría acabar con ella valiéndose del miedo.

2. El ego no cree que sea posible que lo que el pecado realmente invoca, y a lo que el amor siempre responde, es al amor y no al miedo. 2Pues el ego lleva el pecado ante el miedo, exigiendo cas­tigo. 3Mas el castigo no es sino otra forma de proteger la culpabi­lidad, pues lo que merece castigo tuvo que haber sucedido realmente. 4El castigo es siempre el gran protector del pecado, al que trata con respeto y a quien honra por su perversidad. 5Lo que clama por castigo, tiene que ser verdad. 6Y lo que es verdad no puede sino ser eterno, y se seguirá repitiendo sin cesar. 7Pues deseas lo que consideras real, y no lo abandonas.

3. Un error, en cambio, no es algo atractivo. 2Lo que ves clara­mente como una equivocación deseas que se corrija. 3A veces un pecado se comete una y otra vez, con resultados obviamente angustiosos, pero sin perder su atractivo. 4Mas de pronto cambias su condición, de modo que de ser un pecado pasa a ser simple­mente un error. 5Ahora ya no lo seguirás cometiendo, simplemen­te no lo volverás a hacer y te desprenderás de él, a menos que todavía te sigas sintiendo culpable. 6Pues en ese caso no harás sino cambiar una forma de pecado por otra, reconociendo que era un error pero impidiendo su corrección. 7Eso no supone realmente un cambio en tu percepción, pues es el pecado y no el error el que exige castigo.

4. El Espíritu Santo no puede castigar el pecado. 2Reconoce los errores y Su deseo es corregirlos todos tal como Dios le encargó que hiciese. 3Pero no conoce el pecado, ni tampoco puede ver errores que no puedan ser corregidos. 4Pues la idea de un error incorregible no tiene sentido para Él. 5Lo único que el error pide es corrección, y eso es todo. 6Lo que pide castigo no está real­mente pidiendo nada. 7Todo error es necesariamente una petición de amor. 8¿Qué es, entonces, el pecado? 9¿Qué otra cosa podría ser, sino una equivocación que quieres mantener oculta, una peti­ción de ayuda que no quieres que sea oída, y que, por lo tanto, se queda sin contestar?

5. En el tiempo, el Espíritu Santo ve claramente que el Hijo de Dios puede cometer errores. 2En esto compartes Su visión. 3Mas no compartes Su criterio con respecto a la diferencia que existe entre el tiempo y la eternidad. 4Y cuando la corrección se com­pleta, el tiempo se convierte en eternidad. 5El Espíritu Santo puede enseñarte a ver el tiempo de manera diferente y a ver más allá de él, pero no podrá hacerlo mientras sigas creyendo en el pecado. 6En el error sí puedes creer, pues éste puede ser corregido por la mente. 7Pero el pecado es la creencia de que tu percepción es inalterable y de que la mente tiene que aceptar como verdadero lo que le dicta la percepción. 8Si la mente no obedece, se la juzga como desquiciada. 9De ese modo la mente, que es el único poder que podría cambiar la percepción, se mantiene en un estado de impotencia y restringida al cuerpo por miedo al cambio de per­cepción que su Maestro, que es uno con ella, le brindaría.

6. Cuando te sientas tentado de pensar que el pecado es real, recuerda esto: si el pecado es real, ni tú ni Dios lo sois. 2Si la creación es extensión, el Creador tiene que haberse extendido a Sí Mismo, y es imposible que lo que forma parte de Él sea comple­tamente diferente del resto. 3Si el pecado es real, Dios no puede sino estar en pugna Consigo Mismo. 4Tiene que estar dividido, debatiéndose entre el bien y el mal; ser en parte cuerdo y en parte demente. 5Pues tiene que haber creado aquello que quiere des­truirlo y que tiene el poder de hacerlo. 6¿No sería más fácil creer que has estado equivocado que creer eso?

7. Mientras creas que tu realidad o la de tu hermano está limi­tada a un cuerpo, seguirás creyendo en el pecado. 8Mientras creas que los cuerpos se pueden unir, seguirás encontrando atractiva a la culpabilidad y considerando el pecado como algo de inestimable valor. 3Pues la creencia de que los cuerpos limitan a la mente conduce a una percepción del mundo en la que la prueba de la separación parece abundar por todas partes. 4Así Dios y Su creación parecen estar separados y haber sido derroca­dos. 5Pues el pecado demostraría que lo que Dios creó santo no puede prevalecer contra él, ni seguir siendo lo que es ante su poderío. 6Al pecado se le percibe como algo más poderoso que Dios, ante el cual Dios Mismo se tiene que postrar y ofrecer Su creación a su conquistador. 7¿Es esto humildad o demencia?

8. Si el pecado es real, tiene que estar permanentemente excluido de cualquier esperanza de curación. 2Pues en ese caso habría un poder que transcendería al de Dios, un poder capaz de fabricar otra voluntad que puede atacar y derrotar Su Voluntad, así como conferirle a Su Hijo otra voluntad distinta de la Suya y más fuerte. 3Y cada parte fragmentada de la creación de Dios tendría una voluntad diferente, opuesta a la Suya, y en eterna oposición a Él y a las demás. 4Tu relación santa tiene ahora como propósito la meta de demostrar que eso es imposible. 5El Cielo le ha sonreído, y en su sonrisa de amor la creencia en el pecado ha sido erradicada. 6Todavía lo ves porque no te das cuenta de que sus cimientos han desaparecido. 7Su fuente ya ha sido eliminada, y sólo puedes abrigarlo por un breve período de tiempo antes de que desaparezca del todo. 8Lo único que queda es el hábito de buscarlo.

9. Y sin embargo, lo contemplas con la sonrisa del Cielo en tus labios y con la bendición del Cielo en tu mirada. 2No seguirás viendo el pecado por mucho más tiempo. 3Pues en la nueva per­cepción, la mente lo corrige cuando parece presentarse y se vuel­ve invisible. 4Los errores se reconocen de inmediato y se llevan enseguida ante la corrección para que ésta los sane y no para que los oculte. 5Serás curado del pecado y de todas sus atrocidades en el instante en que dejes de conferirle poder sobre tu hermano. 6Y lo ayudarás a superar sus errores al liberarlo jubilosamente de la creencia en el pecado.

10. En el instante santo verás refulgir la sonrisa del Cielo sobre ti y sobre tu hermano. 2Y derramarás luz sobre él, en jubiloso recono­cimiento de la gracia que se te ha concedido. 3Pues el pecado no puede prevalecer contra una unión que el Cielo ve con beneplá­cito. 4Tu percepción sanó en el instante santo que el Cielo te dio. 5Olvídate de lo que has visto, y eleva tus ojos con fe hacia lo que ahora puedes ver. 6Las barreras que impiden el paso al Cielo de­saparecerán ante tu santa mirada, pues a ti que eras ciego se te ha concedido la visión y ahora puedes ver. 7No busques lo que ha sido eliminado, sino la gloria que ha sido restituida para que tú la veas.

11. Mira a tu Redentor y contempla lo que Él quiere que tú veas en tu hermano, y no permitas que el pecado vuelva a cegar tus ojos. 2Pues el pecado te mantendría separado de él, pero tu Redentor quiere que veas a tu hermano como te ves a ti mismo. 3Vuestra relación es ahora un templo de curación, un lugar donde todos los que están fatigados pueden venir a descansar. 4En ella se encuentra el descanso que les espera a todos después de la jor­nada. 5Y gracias a vuestra relación todos se encuentran más cerca de ese descanso.

 

LECCIÓN 220

 

No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

1. (200) No hay más paz que la paz de Dios.

 

2Que no me desvíe del camino de la paz, pues ando perdido por cualquier otro sendero que no sea ése. 3Mas déjame seguir a Aquel que me conduce a mi hogar, y la paz será tan segura como el Amor de Dios.

 

4No soy un cuerpo. 5Soy libre.

6Pues aún soy tal como Dios me creó.

 

8 DE AGOSTO

IV. Los obstáculos a la paz

1. A medida que la paz comience a extenderse desde lo más pro­fundo de tu ser para abarcar a toda la Filiación y ofrecerle des­canso, se topará con muchos obstáculos. 2Algunos de ellos los tratarás de imponer tú. 3Otros, parecerán provenir de otras par­tes: de tus hermanos, o de diversos aspectos del mundo externo. 4La paz, no obstante, los envolverá dulcemente a todos, exten­diéndose más allá de ellos sin obstrucción alguna. 5La extensión del propósito del Espíritu Santo desde tu relación a otras perso­nas para incluirlas amorosamente dentro de ella, es la manera en que Él armonizará medios y fin. 6La paz que Él ha depositado, muy hondo dentro de ti y tu hermano, se extenderá quedamente a cada aspecto de vuestras vidas, rodeándoos a ambos de radiante felicidad y con la sosegada certeza de que gozáis de absoluta protección. 7Y vosotros llevaréis su mensaje de amor, seguridad y libertad a todo aquel que se acerque a vuestro tem­plo, donde la curación le espera. 8No tendréis que esperar para darle esto, pues le llamaréis y él os responderá, reconociendo en vuestra llamada la Llamada a Dios. 9Y vosotros lo albergaréis y le daréis descanso tal como se os dio a vosotros.

2. Todo esto es lo que harás. 2Para ello, no obstante, la paz que ya mora en lo más profundo de tu ser debe primero expandirse y transponer los obstáculos que situaste ante ella. 3Esto es lo que harás, pues nada que se emprenda con el Espíritu Santo queda inconcluso. 4No puedes estar seguro de nada de lo que ves fuera de ti, pero de esto sí puedes estar seguro: el Espíritu Santo te pide que le ofrezcas un lugar de reposo donde tú puedas descansar en Él. 5Él te contestó, y entró a formar parte de vuestra relación. 6¿No quieres corresponder a Su gracia, y entablar una relación con Él? 7Pues fue Él quien le confirió a tu relación el regalo de la santidad, sin la cual te habría resultado eternamente imposible apreciar a tu hermano.

3. Él sólo te pide que aceptes por Él la gratitud que le debes. 2Y cuando contemplas a tu hermano con infinita benevolencia, lo estás contemplando a Él. 3Pues estás mirando allí donde Él está, y no donde no está. 4No puedes ver al Espíritu Santo, pero puedes ver a tus hermanos correctamente. 5Y la luz en ellos te mostrará todo lo que necesites ver. 6Cuando la paz que mora en ti se haya extendido hasta abarcar a todo el mundo, la función del Espíritu Santo aquí se habrá consumado. 7¿Qué necesidad habrá de ver entonces? 8Cuando Dios Mismo haya dado el paso final, el Espí­ritu Santo reunirá todas las gracias que le hayas dado y toda la gratitud que le hayas ofrecido, y las depositará dulcemente ante Su Creador en el nombre de Su santísimo Hijo. 9Y el Padre las aceptará en Su Nombre. 10¿Qué necesidad hay de ver, en presen­cia de Su gratitud?

 

A. El primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la paz

1. El primer obstáculo que la paz debe salvar es tu deseo de des­hacerte de ella. 2Pues no puede extenderse a menos que la conser­ves. 3Tú eres el centro desde donde ella irradia hacia afuera, para invitar a otros a entrar. 4Tú eres su hogar: su tranquila morada desde donde se extiende serenamente hacia el exterior, aunque sin abandonarte jamás. 5Si la dejases sin hogar, ¿cómo podría entonces morar dentro del Hijo de Dios? 6Si la paz se ha de dise­minar por toda la creación, tiene que empezar contigo, y desde ti extenderse a cada hermano que llame, y llevarle descanso por haberse unido a ti.

2. ¿Por qué querrías dejar a la paz sin hogar? 2¿Qué es lo que crees que tendría que desalojar para poder morar contigo? 3¿Cuál parece ser el costo que tanto te resistes a pagar? 4La pequeña barrera de arena todavía se interpone entre tu hermano y tú. 5¿La reforzarías ahora? 6No se te pide que la abandones sólo para ti. 7Cristo te lo pide para Sí Mismo. 8El quiere llevar paz a todo el mundo, mas ¿cómo lo podría hacer, sino a través de ti? 9¿Dejarías que un pequeño banco de arena, un muro de polvo, una aparente y diminuta barrera se interpusiese entre tus hermanos y la salva­ción? 10Sin embargo, este diminuto residuo de ataque que toda­vía tienes en tanta estima para poder usarlo contra tu hermano, es el primer obstáculo con el que la paz que mora en ti se topa en su expansión. 11Este pequeño muro de odio todavía quiere opo­nerse a la Voluntad de Dios, y mantenerla limitada.

3. El propósito del Espíritu Santo se encuentra en paz dentro de ti. 2Mas aún no estás dispuesto a dejar que se una a ti completa­mente. 3Todavía te opones un poco a la Voluntad de Dios. 4Y esa pequeña oposición es un límite que quieres imponerle a toda ella. 5La Voluntad de Dios es una sola, no muchas. 6No tiene opuestos, pues aparte de ella no hay ninguna otra. 7Lo que todavía quieres conservar detrás de tu pequeña barrera y mantener separado de tu hermano parece ser más poderoso que el universo, pues da la impresión de restringir a éste y a su Creador. 8Y lo que este pequeño muro pretende es nublar el propósito del Cielo y mante­nerlo oculto de él.

4. ¿Rechazarías la salvación que te ofrece el dador de la salvación? 2Pues en eso es en lo que te has convertido. 3De la misma manera en que la paz no podría alejarse de Dios, tampoco podría alejarse de ti. 4No tengas miedo de este pequeño obstáculo, 5pues no puede frenar la Voluntad de Dios. 6La paz fluirá a través de él, y se unirá a ti sin impedimentos. 7No se te puede negar la salvación. 8Es tu meta. 9Aparte de eso no hay nada más que elegir. 10No tie­nes ninguna meta aparte de la de unirte a tu hermano, ni ninguna aparte de aquella que le pediste al Espíritu Santo que compartiese contigo. 11El pequeño muro se derrumbará silenciosamente bajo las alas de la paz. 12Pues la paz enviará a sus mensajeros desde ti a todo el mundo, y las barreras se derrumbarán ante su llegada con la misma facilidad con la que superará aquellas que tú interpon­gas.

5. Vencer al mundo no es más difícil que superar tu pequeño muro. 2Pues en el milagro de tu relación santa -una vez libre de esa barrera- se encuentran todos los milagros. 3No hay grados de dificultad en los milagros, pues todos ellos son lo mismo. 4Cada uno supone una dulce victoria de la atracción del amor sobre la atracción de la culpabilidad. 5¿Cómo no iba a poder lograrse esto dondequiera que se emprendiese? 6La culpabilidad no puede levantar barreras reales contra ello. 7Y todo lo que parece interponerse entre tu hermano y tú tiene que desaparecer por razón de la llamada que contestaste. 8Desde ti que respon­diste, Aquel que te contestó quisiera llamar a otros. 9Su hogar reside en tu relación santa. 10No trates de interponerte entre Él y Su santo propósito, pues es también el tuyo. 11Permítele, en cam­bio, que extienda dulcemente el milagro de vuestra relación a todos los que están incluidos en dicho milagro tal como fue con­cedido.

6. Reina un silencio en el Cielo, una feliz expectativa, un pequeño respiro lleno de júbilo en reconocimiento del final de la jornada. 2Pues el Cielo te conoce bien, tal como tú lo conoces a él. 3Nin­guna ilusión se interpone entre tu hermano y tú ahora. 4No pon­gas tu atención en el pequeño muro de sombras. 5El sol se ha elevado por encima de él. 6¿Cómo iba a poder una sombra impe­dir que vieses el sol? 7De igual modo, las sombras tampoco pue­den ocultar de ti la luz en la que a las ilusiones les llega su fin. 8Todo milagro no es más que el final de una ilusión. 9Tal fue la jornada; tal su final. 10Y en la meta de verdad que aceptaste, a todas las ilusiones les llegará su fin.

7. El insignificante y demente deseo de deshacerte de Aquel que invitaste y expulsarlo, no puede sino generar conflicto. 2A medida que contemplas el mundo, ese insignificante deseo, desarraigado y flotando a la deriva, puede posarse brevemente sobre cualquier cosa, pues ahora no tiene ningún propósito. 3Antes de que el Espí­ritu Santo entrase a morar contigo parecía tener un magno propó­sito: la dedicación fija e inalterable al pecado y a sus resultados. 4Ahora deambula sin rumbo, vagando a la deriva, causando tan sólo mínimas interrupciones en la llamada del amor.

8. Este minúsculo deseo, esta diminuta ilusión, este residuo microscópico de la creencia en el pecado, es todo lo que queda de lo que en un tiempo pareció ser el mundo. 2Ya no es una inexora­ble barrera a la paz. 3Su vano deambular hace que sus resultados parezcan ser más erráticos e impredecibles que antes. 4Sin embargo, ¿qué podría ser más inestable que un sistema ilusorio rígidamente organizado? 5Su aparente estabilidad no es otra cosa que la debilidad que lo envuelve, la cual lo abarca todo. 6La varia­bilidad que el pequeño residuo produce indica simplemente cuán limitados son sus resultados.

9. ¿Cuán poderosa puede ser una diminuta pluma ante las inmen­sas alas de la verdad? 2¿Podría acaso oponerse al vuelo de un águila o impedir el avance del verano? 3¿Podría interferir en los efectos que el sol veraniego produciría sobre un jardín cubierto de nieve? 4Ve con cuánta facilidad se puede levantar y transportar este pequeño vestigio para no volver jamás. 5Despídete de él con alegría, no con pesar, pues de por sí no es nada ni significaba nada cuando la fe que tenías en su protección era mayor. 6¿No preferirías darle la bienvenida al cálido sol veraniego en lugar de poner tu atención en un copo de nieve que está derritiéndose, y tiritar pensando en el frío invernal?

 

SEGUNDA PARTE

 

Introducción

 

1. Las palabras apenas significarán nada ahora. 2Las utilizaremos únicamente como guías de las que no hemos de depender. 3Pues lo único que nos interesa ahora es tener una experiencia directa de la verdad. 4Las lecciones que aún nos quedan por hacer no son más que introducciones a los períodos en que abandonamos el mundo del dolor y nos adentramos en la paz. 5Ahora empezamos a alcanzar el objetivo que este curso ha fijado y a hallar la meta hacia la que nuestras prácticas han estado siempre encaminadas.

2. Lo que nos proponemos ahora es que los ejercicios sean sólo un preámbulo. 2Pues aguardamos con serena expectación a nuestro Dios y Padre. 3Él nos ha prometido que Él Mismo dará el paso final. 4Y nosotros estamos seguros de que Él cumple Sus prome­sas. 5Hemos recorrido un largo trecho, y ahora lo aguardamos a Él. 6Continuaremos pasando un rato con Él cada mañana y cada noche, mientras ello nos haga felices. 7No vamos a considerar el tiempo ahora como una cuestión de duración. 8Dedicaremos tanto tiempo como sea necesario a fin de lograr el objetivo que perse­guimos. 9No nos olvidaremos tampoco de nuestros recordatorios de cada hora, y recurriremos a Dios siempre que nos sintamos tentados de olvidarnos de nuestro objetivo.

3. Durante el resto de los días venideros seguiremos utilizando un pensamiento central para introducir nuestros períodos de descanso y para calmar nuestras mentes, según lo dicte la necesi­dad. 2No obstante, no nos contentaremos únicamente con practi­car los demás instantes santos con los que concluye este año que le hemos dedicado a Dios. 3Diremos más bien algunas palabras sencillas a modo de bienvenida, y luego esperaremos que nues­tro Padre Se revele a Sí Mismo, tal como ha prometido que lo hará. 4Lo hemos invocado y Él ha prometido que Su Hijo recibirá respuesta siempre que invoque Su Nombre.

4. Ahora venimos a Él teniendo únicamente Su Palabra en nues­tras mentes y en nuestros corazones, y esperamos a que Él dé el paso hacia nosotros que nos ha dicho, a través de Su Voz, que no dejaría de dar una vez que lo invitásemos. 2Él no ha dejado solo a Su Hijo en su locura, ni ha traicionado la confianza que éste tiene en Él. 3¿No le ha hecho acaso Su fidelidad acreedor a la invitación que Él espera para hacernos felices? 4Le extenderemos esa invita­ción y Él la aceptará. 5Así es como transcurrirán nuestros momen­tos con Él. 6Expresaremos las palabras de invitación que Su Voz sugiere y luego esperaremos a que Él venga a nosotros.

5. La hora de la profecía ha llegado. 2Ahora es cuando las anti­guas promesas se honran y se cumplen sin excepción. 3No queda ningún paso que el tiempo nos pueda impedir dar. 4Pues ahora no podemos fracasar. 5Siéntate en silencio y aguarda a tu Padre. 6Él ha dispuesto que vendrá una vez que hayas reconocido que tu voluntad es que Él venga. 7Y tú nunca habrías podido llegar tan lejos si no hubieses reconocido, por muy vagamente que fuese, que ésa es tu voluntad.

6. Estoy tan cerca de ti que no podemos fracasar. 2Padre, Te entre­gamos estos santos momentos como muestra de agradecimiento por Aquel que nos enseñó a abandonar el mundo del pesar a cam­bio del que Tú nos diste como sustituto. 3Ahora no miramos hacia atrás. 4Miramos hacia adelante y fijamos la mirada en el final de la jornada. 5Acepta de nuestra parte estas humildes ofren­das de gratitud, mientras contemplamos, a través de la visión de Cristo, un mundo que está más allá del que nosotros construimos y que aceptamos como sustituto total del nuestro.

7. Y ahora aguardamos en silencio, sin miedo y seguros de Tu llegada. 2Hemos procurado encontrar el camino siguiendo al Guía que Tú nos enviaste. 3Desconocíamos el camino, pero Tú no te olvidaste de nosotros. 4Y sabemos que no Te olvidarás de nosotros ahora. 5Sólo pedimos que Tus promesas de antaño se cumplan tal como es Tu Voluntad. 6Al pedir esto, nuestra voluntad dispone lo mismo que la Tuya. 7El Padre y el Hijo, Cuya santa Voluntad creó todo lo que existe, no pueden fracasar en nada. 8Con esta certeza daremos estos últimos pasos que nos llevan a Ti, y descansaremos confiadamente en Tu Amor, el cual jamás defraudará al Hijo que Te llama.

8. Y así damos comienzo a la parte final de este año santo que hemos pasado juntos en busca de la verdad y de Dios, Quien es su único creador. 2Hemos encontrado el camino que Él eligió para que nosotros lo siguiésemos, y decidimos seguirlo tal como Él quiere que hagamos. 3Su Mano nos ha sostenido. 4Sus Pensamien­tos han arrojado luz sobre las tinieblas de nuestras mentes. 5Su Amor nos ha llamado incesantemente desde los orígenes del tiempo.

9. Quisimos privar a Dios del Hijo que Él creó para Sí. 2Quisimos que Dios cambiara y fuera lo que nosotros queríamos hacer de Él. 3Y creímos que nuestros desquiciados deseos eran la verdad. 4Ahora nos alegramos de que todo esto haya desaparecido y de que ya no pensemos que las ilusiones son verdad. 5El recuerdo de Dios despunta en los vastos horizontes de nuestras mentes. 6Un momento más y volverá a surgir. 7Un momento más, y nosotros que somos los Hijos de Dios, nos encontráremos a salvo en nues­tro hogar, donde Él desea que estemos.

10. A la necesidad de practicar casi le ha llegado su fin. 2Pues en esta última etapa llegaremos a entender, que sólo con invocar a Dios, toda tentación desaparece, 3En lugar de palabras, sólo necesitamos sentir Su Amor. 4En lugar de oraciones, sólo necesitamos invocar Su Nombre. 5Y en lugar de juzgar, sólo necesitarnos aquie­tarnos y dejar que todas las cosas sean sanadas. 6Aceptaremos la manera en que el plan de Dios ha de terminar, tal como aceptamos la manera en que comenzó. 7Ahora ya se ha consumado. 8Este año nos ha llevado a la eternidad.

11. Las palabras tendrán todavía cierta utilidad. 2Cada cierto tiempo se incluirán temas de especial relevancia, cuya lectura debe preceder a la de nuestras lecciones diarias y a los períodos de experiencia profunda e inefable que deben seguir a éstas. 3Estos temas especiales deberán repasarse cada día hasta que se te ofrezca el siguiente. 4Debes leerlos lentamente y reflexionar sobre ellos por un rato antes de cada uno de esos santos y benditos instantes del día. 5He aquí el primero de estos temas especiales.

 

1. ¿Qué es el perdón?

 

1. El perdón reconoce que lo que pensaste que tu hermano te había hecho en realidad nunca ocurrió. 2El perdón no perdona pecados, otorgándoles así realidad. 3Simplemente ve que no hubo pecado. 4Y desde este punto de vista todos tus pecados quedan perdonados. 5¿Qué es el pecado sino una idea falsa acerca del Hijo de Dios? 6El perdón ve simplemente la falsedad de dicha idea y, por lo tanto, la descarta. 7Lo que entonces queda libre para ocupar su lugar es la Voluntad de Dios.

2. Un pensamiento que no perdona es aquel que emite un juicio que no pone en duda a pesar de que es falso. 2La mente se ha cerrado y no puede liberarse. 3Dicho pensamiento protege la pro­yección, apretando aún más sus cadenas de manera que las dis­torsiones resulten más sutiles y turbias; menos susceptibles de ser puestas en duda y más alejadas de la razón. 4¿Qué puede interponerse entre una proyección fija y el objetivo que ésta ha elegido como su deseada meta?

3. Un pensamiento que no perdona hace muchas cosas. 2Persigue su objetivo frenéticamente, retorciendo y volcando todo aquello que cree que se interpone en su camino. 3Su propósito es distor­sionar, lo cual es también el medio por el que procura alcanzar ese propósito. 4Se dedica con furia a arrasar la realidad, sin ningún miramiento por nada que parezca contradecir su punto de vista.

4. El perdón, en cambio, es tranquilo y sosegado, y no hace nada. 2No ofende ningún aspecto de la realidad ni busca tergiversarla para que adquiera apariencias que a él le gusten. 3Simplemente observa, espera y no juzga. 4El que no perdona se ve obligado a juzgar, pues tiene que justificar el no haber perdonado. 5Pero aquel que ha de perdonarse a sí mismo debe aprender a darle la bienvenida a la verdad exactamente como ésta es.

5. No hagas nada, pues, y deja que el perdón te muestre lo que debes hacer a través de Aquel que es tu Guía, tu Salvador y Pro­tector, Quien, lleno de esperanza, está seguro de que finalmente triunfarás. 2Él ya te ha perdonado, pues ésa es la función que Dios le encomendó. 3Ahora tú debes compartir Su función y per­donar a aquel que Él ha salvado, cuya inocencia Él ve y a quien honra como el Hijo de Dios.

 

LECCIÓN 221

 

Que mi mente esté en paz y que todos mis pensamientos se aquieten.

 

1. Padre, hoy vengo a Ti en busca de la paz que sólo Tú puedes dar. 2 Vengo en silencio. 3Y en la quietud de mi corazón -en lo más recóndito de mi mente- , espero y estoy a la escucha de Tu Voz. 4Padre mío, háblame hoy. 5Vengo a oír Tu Voz en silencio, con certeza y con amor, seguro de que oirás mi llamada y de que me responderás.

2. Y ahora aguardamos silenciosamente. 2Dios está aquí porque esperamos juntos. 3Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. 4Acepta mi confianza, pues es la tuya. 5Nuestras mentes están unidas. 6Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo.

 

LECCIÓN 222

 

Dios está conmigo. Vivo y me muevo en Él.

 

1. Dios está conmigo. 2Él es mi Fuente de vida, la vida interior, el aire que respiro, el alimento que me sustenta y el agua que me renueva y me purifica. 3Él es mi hogar, en el que vivo y me muevo; el Espíritu que dirige todos mis actos, me ofrece Sus Pen­samientos y garantiza mi perfecta inmunidad contra todo dolor. 4Él me prodiga bondad y cuidado, y contempla con amor al Hijo sobre el que resplandece, el cual a su vez resplandece sobre Él. 5¡Qué serenidad la de aquel que conoce la verdad de lo que Él dice hoy!

2. Padre, no tenemos en nuestros labios ni en nuestras mentes otras palabras que Tu Nombre, cuando acudimos silenciosamente ante Tu Pre­sencia, pidiendo que se nos conceda poder descansar Contigo por un rato en paz.

 

LECCIÓN 223

 

Dios es mi vida. No tengo otra vida que la Suya.

 

1. Estaba equivocado cuando pensaba que vivía separado de Dios, que era una entidad aparte que se movía por su cuenta, desvinculada y encasillada en un cuerpo. 2Ahora sé que mi vida es la de Dios, que no tengo otro hogar y que no existo aparte de Él. 3Él no tiene Pensamientos que no sean parte de mí, y yo no tengo ningún pensamiento que no sea de Él.

2. Padre nuestro, permítenos contemplar la faz de Cristo en lugar de nuestros errores. 2Pues nosotros que somos Tu santo Hijo somos incapa­ces de pecar. 3Queremos contemplar nuestra inocencia, pues la culpabilidad proclama que no somos Tu Hijo. 4Y no queremos seguir relegándote al olvido, 5pues nos sentimos solos aquí y anhelamos estar en el Cielo, que es nuestro hogar. 6Queremos regresar hoy. 7Nuestro Nombre es el Tuyo, y reconocemos que somos Tu Hijo.

 

11 DE AGOSTO

i. La atracción de la culpabilidad

10. La atracción de la culpabilidad hace que se le tenga miedo al amor, pues el amor nunca se fijaría en la culpabilidad en absoluto. 2La naturaleza del amor es contemplar solamente la verdad ­-donde se ve a sí mismo- y fundirse con ella en santa unión y en compleción. 3De la misma forma en que el amor no puede sino mirar más allá del miedo, así el miedo no puede ver el amor. 4Pues en el amor reside el fin de la culpabilidad tan inequívocamente como que el miedo depende de ella. 5El amor sólo se siente atraí­do por el amor. 6Al pasar por alto completamente a la culpabili­dad, el amor no ve el miedo. 7Al estar totalmente desprovisto de ataque es imposible que pueda temer. 8El miedo se siente atraído por lo que el amor no ve, y ambos creen que lo que el otro ve, no existe. 9El miedo contempla la culpabilidad con la misma devo­ción con la que el amor se contempla a sí mismo. 10Y cada uno de ellos envía sus mensajeros, que retornan con mensajes escritos en el mismo lenguaje que se utilizó al enviarlos.

11. El amor envía a sus mensajeros tiernamente, y éstos retornan con mensajes de amor y de ternura. 2A los mensajeros del miedo se les ordena con aspereza que vayan en busca de culpabilidad, que hagan acopio de cualquier retazo de maldad y de pecado que puedan encontrar sin que se les escape ninguno so pena de muerte, y que los depositen ante su señor y amo respetuosa­mente. 3La percepción no puede obedecer a dos amos que piden distintos mensajes en lenguajes diferentes. 4El amor pasa por alto aquello en lo que el miedo se cebaría. 5Lo que el miedo exige, el amor ni siquiera lo puede ver. 6La intensa atracción que la culpa­bilidad siente por el miedo está completamente ausente de la tierna percepción del amor. 7Lo que el amor contempla no signi­fica nada para el miedo y es completamente invisible.

12. Las relaciones que se entablan en este mundo son el resultado de cómo se ve el mundo. 2Y esto depende de la emoción a la que se pidió que enviara sus mensajeros para que lo contemplasen y regresasen trayendo noticias de lo que vieron. 3A los mensajeros del miedo se les adiestra mediante el terror, y tiemblan cuando su amo los llama para que le sirvan. 4Pues el miedo no tiene compa­sión ni siquiera con sus amigos. 5Sus mensajeros saquean culpa­blemente todo cuanto pueden en su desesperada búsqueda de culpabilidad, pues su amo los deja hambrientos y a la intemperie, instigando en ellos la crueldad y permitiéndoles que se sacien únicamente de lo que le llevan. 6Ni el más leve atisbo de culpabi­lidad se escapa de sus ojos hambrientos. 7Y en su despiadada búsqueda de pecados se abalanzan sobre cualquier cosa viviente que vean, y dando chillidos se la llevan a su amo para que él la devore.

13. No envíes al mundo a esos crueles mensajeros para que lo devoren y se ceben en la realidad. 2Pues te traerán noticia de carne, pellejo y huesos. 3Se les ha enseñado a buscar lo corrupti­ble, y a retornar con los buches repletos de cosas podridas y des­compuestas. 4Para ellos tales cosas son bellas, ya que parecen mitigar las crueles punzadas del hambre. 5Pues el dolor del miedo los pone frenéticos, y para evitar el castigo de aquel que los envía, le ofrecen lo que tienen en gran estima.

14. El Espíritu Santo te ha dado los mensajeros del amor para que los envíes en lugar de aquellos que adiestraste mediante el terror. 2Están tan ansiosos de devolverte lo que tienen en gran estima como los otros. 3Si los envías, sólo verán lo bello y lo puro, lo tierno y lo bondadoso. 4Tendrán el mismo cuidado de que no se les escape ningún acto de caridad, ninguna ínfima expresión de perdón ni ningún hálito de amor. 5Y retornarán con todas las cosas bellas que encuentren para compartirlas amorosamente contigo. 6No tengas miedo de ellos. 7Te ofrecen la salvación. 8Sus mensajes son mensajes de seguridad, pues ven el mundo como un lugar bondadoso.

15. Si envías únicamente los mensajeros que el Espíritu Santo te da, sin desear otros mensajes que los suyos, nunca más verás el miedo. 2El mundo quedará transformado ante tu vista, limpio de toda culpabilidad y teñido de una suave pincelada de belleza. 3No hay miedo en el mundo que tú mismo no hayas sembrado en él. 4Ni ninguno que puedas seguir viendo después de pedirles a los mensajeros del amor que lo desvanezcan. 5El Espíritu Santo te ha dado Sus mensajeros para que se los envíes a tu hermano y para que retornen a ti con lo que el amor ve. 6Se te han dado para reemplazar a los hambrientos perros del miedo que enviabas en su lugar. 7Y marchan adelante para dar a conocer que el fin del miedo ha llegado.

16. El amor también quiere desplegar ante ti un festín sobre una mesa cubierta con un mantel inmaculado, en un plácido jardín donde sólo se oye un cántico angelical y un suave y feliz murmu­llo. 2Es éste un banquete en honor de tu relación santa, en el que todo el mundo es un invitado de honor. 3Y en un instante santo todos bendecís la mesa de comunión juntos, al uniros fraternal­mente ante ésta. 4Yo me uniré a vosotros ahí, tal como lo prometí hace mucho tiempo y como todavía lo sigo prometiendo. 5Pues en vuestra nueva relación se me da la bienvenida. 6Y donde se me da la bienvenida allí estoy.

17. Se me da la bienvenida en un estado de gracia, lo cual quiere decir que finalmente me has perdonado. 2Pues me convertí en el símbolo de tu pecado, y por esa razón tuve que morir en tu lugar. 3Para el ego el pecado significa muerte, y así la expiación se alcanza mediante el asesinato. 4Se considera que la salvación es un medio a través del cual el Hijo de Dios fue asesinado en tu lugar. 5Mas ¿iba acaso a ofrecerte a ti, a quien quiero, mi cuerpo, sabiendo lo insignificante que es? 6¿O, por el contrario, te enseña­ría que los cuerpos no nos pueden separar? 7Mi cuerpo no fue más valioso que el tuyo; ni fue tampoco un mejor instrumento para comunicar lo que es la salvación, si bien no Su fuente. 8Nadie puede morir por otro, y la muerte no expía los pecados. 9Pero puedes vivir para mostrar que la muerte no es real. 10El cuerpo ciertamente parecerá ser el símbolo del pecado mientras creas que puede proporcionarte lo que deseas. 11Y mientras creas que puede darte placer, creerás también que puede causarte dolor. 12Pensar que podrías estar contento y satisfecho con tan poco es herirte a ti mismo; y limitar la felicidad de la que podrías gozar es recurrir al dolor para que llene tus escasas reservas y haga tu vida más plena. 13Esto es compleción tal como el ego lo entiende. 14Pues la culpabilidad se infiltra subrepticiamente allí donde se ha desplazado a la felicidad, y la substituye. 15La comu­nión es otra forma de compleción, que se extiende más allá de la culpabilidad porque se extiende más allá del cuerpo.

 

LECCIÓN 224

 

Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo.

 

1. Mi verdadera Identidad es tan invulnerable, tan sublime e ino­cente, tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica y libre de culpa, que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine. 2Ella ilumina también al mundo. 3Mi verdadera Identidad es el regalo que mi Padre me hizo y el que yo a mi vez le hago al mundo. 4No hay otro regalo, salvo éste, que se puede dar o reci­bir. 5Mi verdadera identidad y sólo Ella es la realidad. 6Es el final de las ilusiones. 7Es la verdad.

2. Mi nombre, ¡Oh Padre!, todavía te es conocido. 2Yo lo he olvidado, y no sé adónde me dirijo, quién soy, ni qué es lo que debo hacer. 3Recuér­damelo ahora, Padre, pues estoy cansado del mundo que veo. 4Revélame lo que Tú deseas que vea en su lugar.

 

12 DE AGOSTO

B. El segundo obstáculo: La creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece

1. Dijimos que el primer obstáculo que la paz tiene que superar es tu deseo de deshacerte de ella. 2Allí donde la atracción de la culpabilidad impera, no se desea la paz. 3El segundo obstáculo que la paz tiene que superar, el cual está estrechamente vincu­lado al primero, es la creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece. 4Pues aquí la atracción de la culpabilidad se pone de manifiesto en el cuerpo y se ve en él.

2. Este es el tesoro que crees que la paz te arrebataría. 2De esto es de lo que crees que te despojaría, dejándote sin hogar. 3Y esta es la razón por la que le negarías a la paz un hogar. 4Consideras que ello supone un "sacrificio" excesivamente grande, y que se te está pidiendo demasiado. 5Mas ¿se trata realmente de un sacrificio o de una liberación? 6¿Qué te ha dado realmente el cuerpo que justifique tu extraña creencia de que la salvación radica en él? 7¿No te das cuenta de que eso es la creencia en la muerte? 8En esto es en lo que se centra la percepción según la cual la Expia­ción es un asesinato. 9He aquí la fuente de la idea de que el amor es miedo.

3. A los mensajeros del Espíritu Santo se les envía mucho más allá del cuerpo, para que exhorten a la mente a unirse en santa comunión y a estar en paz. 2Tal es el mensaje que yo les di para ti. 3Sólo los mensajeros del miedo ven el cuerpo, pues van en busca de lo que puede sufrir. 4¿Es acaso un sacrificio que se le aparte a uno de lo que puede sufrir? 5El Espíritu Santo no te exige que sacrifiques la esperanza de obtener placer a través del cuerpo, pues no hay esperanza alguna de que el cuerpo te pueda proporcionar placer. 6Pero tampoco puede hacer que tengas miedo del dolor. 7El dolor es el único "sacrificio" que el Espíritu Santo te pide y lo que quiere eliminar.

4. La paz se extiende desde ti únicamente hasta lo eterno, y lo hace desde lo eterno en ti. 2Fluye a través de todo lo demás. 3El segundo obstáculo no es más impenetrable que el primero. 4Tú no quieres ni deshacerte de la paz ni limitarla. 5¿Qué otra cosa pue­den ser esos obstáculos que quieres interponer entre la paz y su avance, sino barreras que sitúas entre tu voluntad y sus logros? 6Deseas la comunión, no el festín del miedo. 7Deseas la salvación, no el dolor de la culpabilidad. 8Y deseas tener por morada a tu Padre y no a una mísera choza de barro. 9En tu relación santa se encuentra el Hijo de tu Padre, 10el cual nunca ha dejado de estar en comunión con Él ni consigo mismo. 11Cuando acordaste unirte a tu hermano reconociste esto. 12Reconocer eso no te cuesta nada, sino que te libera de tener que hacer cualquier clase de pago.

5. Has pagado un precio exorbitante por tus ilusiones, y nada de eso por lo que tanto has pagado te ha brindado paz. 2¿No te alegra saber que el Cielo no puede ser sacrificado y que no se te puede pedir ningún sacrificio? 3No puedes interponer ningún obstáculo en nuestra unión, pues yo ya formo parte de tu relación santa. 4Juntos superaremos cualquier obstáculo, pues nos encontramos ya dentro del portal, no afuera. 5¡Cuán fácilmente se abren las puertas desde adentro, dando paso a la paz para que bendiga a un mundo agotado! 6¿Cómo iba a sernos difícil pasar de largo las barreras cuando te has unido a lo ilimitado? 7En tus manos está poner fin a la culpabilidad. 8¿Te detendrías ahora a buscar culpa­bilidad en tu hermano?

6. Deja que yo sea para ti el símbolo del fin de la culpabilidad, y contempla a tu hermano como me contemplarías a mí. 2Perdó­name por todos los pecados que crees que el Hijo de Dios come­tió. 3Y a la luz de tu perdón él recordará quién es y se olvidará de lo que nunca fue. 4Te pido perdón, pues si tú eres culpable, tam­bién lo tengo que ser yo. 5Mas si yo superé la culpabilidad y vencí al mundo, tú estabas conmigo. 6¿Qué quieres ver en mí, el sím­bolo de la culpabilidad o el del fin de ésta? 7Pues recuerda que lo que yo signifique para ti es lo que verás dentro de ti mismo.

7. Desde tu relación santa la verdad proclama la verdad y el amor se contempla a sí mismo. 2La salvación fluye desde lo más pro­fundo del hogar que nos ofrecisteis a mi Padre y a mí. 3Y allí estamos juntos, en la serena comunión en la que el Padre y el Hijo están unidos. 4¡Venid, oh fieles, a la santa unión del Padre y del Hijo en vosotros! 5Y no os mantengáis aparte de lo que se os ofrece como muestra de agradecimiento por haberle dado a la paz su hogar en el Cielo. 6Llevad a todo el mundo el jubiloso mensaje del fin de la culpabilidad, y todo el mundo contestará. 7Piensa en lo feliz que te sentirás cuando todos den testimonio del fin del pecado y te muestren que el poder de éste ha desapa­recido para siempre. 8¿Dónde puede seguir habiendo culpabili­dad una vez que la creencia en el pecado ha desaparecido? 9¿Y dónde está la muerte, una vez que se ha dejado de oír para siem­pre a su gran defensor?

8. Perdóname por tus ilusiones, y libérame del castigo que me quieres imponer por lo que no hice. 2Y al enseñarle a tu hermano a ser libre, aprenderás lo que es la libertad que yo enseñé, y, por lo tanto, me liberarás a mí. 3Formo parte de tu relación santa, sin embargo, preferirías aprisionarme tras los obstáculos que inter­pones a la libertad e impedirme llegar hasta ti. 4Mas no es posible mantener alejado a Uno que ya está ahí. 5Y en Él se hace posible que nuestra comunión, en la que ya estamos unidos, sea el foco de la nueva percepción que derramará la luz que reside en ti por todo el mundo.

 

LECCIÓN 225

 

Dios es mi Padre, y Su Hijo lo ama.

 

1. Padre, no puedo sino corresponder a Tu Amor, pues dar es lo mismo que recibir y Tú me has dado todo Tu Amor. 2Tengo que corresponder a él, pues quiero tener plena conciencia de que es mío, de que arde en mi mente y de que, en su benéfica luz, la mantiene inmaculada, amada, libre de miedo y con un porvenir en el que sólo se puede perfilar paz. 3¡Cuán apacible es el camino por el que a Tu amoroso Hijo se le conduce hasta Ti!

2. Hermano mío, ahora hallamos esa quietud. 2El camino está libre y despejado. 3Ahora lo recorremos juntos y en paz. 4Tú me has tendido la mano, y yo nunca te abandonaré. 5Somos uno, y es sólo esta unidad lo que buscamos a medida que damos los últi­mos pasos con los que concluye una jornada que nunca comenzó.

 

13 DE AGOSTO

i. La atracción del dolor

9. Tu pequeño papel consiste únicamente en entregarle al Espíritu Santo la idea del sacrificio en su totalidad 2y aceptar la paz que Él te ofrece a cambio sin imponer ningún límite que impida su exten­sión, lo cual limitaría tu conciencia de ella. 3Pues lo que Él otorga tiene que extenderse si quieres disponer de su poder ilimitado y utilizarlo para liberar al Hijo de Dios. 4No es de este poder de lo que quieres deshacerte, y, puesto que ya dispones de él, no puedes limitarlo. 5Si la paz no tiene hogar, tampoco lo tenemos ni tú ni yo. 6Y Aquel que es nuestro hogar se queda sin hogar junto con noso­tros. 7¿Es eso lo que quieres? 8¿Deseas ser un eterno vagabundo en busca de paz? 9¿Pondrías tus esperanzas de paz y felicidad en lo que no puede sino fracasar?

10. Tener fe en lo eterno está siempre justificado, pues lo eterno es siempre benévolo, infinitamente paciente y totalmente amoroso. 2Te aceptará totalmente y te colmará de paz. 3Pero sólo se puede unir a lo que ya está en paz dentro de ti, lo cual es tan inmortal como lo es lo eterno. 4El cuerpo no puede proporcionarte ni paz ni desasosiego, ni alegría ni dolor. 5Es un medio, no un fin. 6De por sí no tiene ningún propósito, sino sólo el que se le atribuye. 7El cuerpo parecerá ser aquello que constituya el medio para alcanzar el objetivo que tú le asignes. 8Sólo la mente puede fijar propósitos, y sólo la mente puede discernir los medios necesarios para su logro, así como justificar su uso. 9Tanto la paz como la culpabilidad son estados mentales que se pueden alcanzar. 10Y esos estados son el hogar de la emoción que los suscita, que, por consiguiente, es compatible con ellos.

11. Examina, entonces, qué es lo que es compatible contigo. 2Ésta es la elección que tienes ante ti, y es una elección libre. 3Mas todo lo que radica en ella vendrá con ella, y lo que crees ser jamás puede estar separado de ella. 4El cuerpo aparenta ser el gran trai­dor de la fe. 5En él residen la desilusión y las semillas de la falta de fe, mas sólo si le pides lo que no puede dar. 6¿Puede ser tu error causa razonable para la depresión, la desilusión y el ataque de represalia contra lo que crees que te ha fallado? 7No uses tu error para justificar tu falta de fe. 8No has pecado, pero te has equivocado con respecto a lo que significa tener fe. 9Mas la corrección de tu error te dará motivos para tener fe.

12. Es imposible tratar de obtener placer a través del cuerpo y no hallar dolor. 2Es esencial que esta relación se entienda, ya que el ego la considera la prueba del pecado. 3En realidad no es puni­tiva en absoluto. 4Pero sí es el resultado inevitable de equipararte con el cuerpo, lo cual es la invitación al dolor. 5Pues ello le abre las puertas al miedo, haciendo que se convierta en tu propósito. 6La atracción de la culpabilidad no puede sino entrar con él, y cual­quier cosa que el miedo le ordene hacer al cuerpo es, por lo tanto, dolorosa. 7Este compartirá el dolor de todas las ilusiones, y la ilusión de placer se experimentará como dolor.

13. ¿No es acaso esto inevitable? 2El cuerpo, a las órdenes del miedo, irá en busca de culpabilidad y servirá a su amo, cuya atracción por la culpabilidad mantiene intacta toda la ilusión de su existencia. 3En esto consiste, pues, la atracción del dolor. 4Regido por esta percepción, el cuerpo se convierte en el siervo del dolor, lo persigue con un gran sentido del deber y acata la idea de que el dolor es placer. 5Ésta es la idea que subyace a la excesiva importancia que el ego le atribuye al cuerpo. 6Y man­tiene oculta esta relación demente, si bien, se nutre de ella. 7A ti te enseña que el placer corporal es felicidad. 8Mas a sí mismo se susurra: "Es la muerte".

14. ¿Por qué razón es el cuerpo tan importante para ti? 2Aquello de lo que se compone ciertamente no es valioso. 3Y es igualmente cierto que no puede sentir nada. 4Te transmite las sensaciones que tú deseas. 5Pues el cuerpo, al igual que cualquier otro medio de comunicación, recibe y transmite los mensajes que se le dan. 6Pero éstos le son completamente indiferentes. 7Todos los senti­mientos con los que se revisten dichos mensajes los proporcionan el emisor y el receptor. 8Tanto el ego como el Espíritu Santo reco­nocen esto, y ambos reconocen también que aquí el emisor y el receptor son uno y lo mismo. 9El Espíritu Santo te dice esto con alegría. 10El ego te lo oculta, pues no quiere que seas consciente de ello. 11¿Quién transmitiría mensajes de odio y de ataque si entendiese que se los está enviando a sí mismo? 12¿Quién se acu­saría, se declararía culpable y se condenaría a sí mismo?

15. El ego siempre proyecta sus mensajes fuera de ti, al creer que es otro y no tú el que ha de sufrir por tus mensajes de ataque y culpabilidad. 2E incluso si tú sufres, el otro ha de sufrir aún más. 3El supremo engañador reconoce que esto no es verdad, pero como "enemigo" de la paz que es, te incita a que proyectes todos tus mensajes de odio y así te liberes a ti mismo. 4Y para conven­certe de que esto es posible, le ordena al cuerpo a que busque dolor en el ataque contra otro, lo llame placer y te lo ofrezca como tu liberación del ataque.

16. No hagas caso de su locura, ni creas que lo imposible es ver­dad. 2No olvides que el ego ha consagrado el cuerpo al objetivo del pecado y que tiene absoluta fe de que el cuerpo puede lograrlo. 3Sus sombríos discípulos entonan incesantemente ala­banzas al cuerpo, en solemne celebración del poderío del ego. 4No hay ni uno solo que no crea que sucumbir a la atracción de la culpabilidad es la manera de escaparse del dolor. 5Ni uno solo de ellos puede dejar de identificarse a sí mismo con su propio cuerpo, sin el cual moriría, pero dentro del cual, su muerte es igualmente inevitable.

17. Los discípulos del ego no se dan cuenta de que se han consa­grado a sí mismos a la muerte. 2Se les ha ofrecido la libertad pero no la han aceptado, y lo que se ofrece se tiene también que acep­tar para que sea verdaderamente dado. 3Pues el Espíritu Santo es también un medio de comunicación, que recibe los mensajes del Padre y se los ofrece al Hijo. 4Al igual que el ego, el Espíritu Santo es a la vez emisor y receptor. 5Pues lo que se envía a través de Él retorna a Él, buscándose a sí mismo en el trayecto y encontrando lo que busca. 6De igual manera, el ego encuentra la muerte que busca, y te la devuelve a ti.

 

LECCIÓN 226

 

Mi hogar me aguarda. Me apresuraré a llegar a él.

 

1. Puedo abandonar este mundo completamente, si así lo decido. 2No mediante la muerte, sino mediante un cambio de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Si creo que tal como lo veo ahora tiene valor, así seguirá siendo para mí. 4Mas si tal como lo contemplo no veo nada de valor en él, ni nada que desee poseer, ni ninguna meta que anhele alcanzar, entonces ese mundo se ale­jará de mí. 5Pues no habré intentado reemplazar la verdad con ilusiones.

2. Padre, mi hogar aguarda mi feliz retorno. 2Tus Brazos están abiertos y oigo Tu Voz. 3¿Qué necesidad tengo de prolongar mi estadía en un lugar de vanos deseos y de sueños frustrados cuando con tanta facilidad puedo alcanzar el Cielo?

 

14 DE AGOSTO

C. El tercer obstáculo: La atracción de la muerte

1. A ti y a tu hermano, en cuya relación especial el Espíritu Santo entró a formar parte, se os ha concedido liberar -y ser libera­dos- del culto a la muerte. 2Pues esto fue lo que se os ofreció, y vosotros lo aceptasteis. 3No obstante, tenéis que aprender más acerca de este extraño culto, pues encierra el tercer obstáculo que la paz debe superar. 4Nadie puede morir a menos que elija la muerte. 5Lo que parece ser el miedo a la muerte es realmente su atracción. 6La culpabilidad es asimismo algo temido y temible. 7Mas no ejerce ningún poder, excepto sobre aquellos que se sien­ten atraídos por ella y la buscan. 8Y lo mismo ocurre con la muerte. 9Concebida por el ego, su tenebrosa sombra se extiende sobre toda cosa viviente porque el ego es el "enemigo" de la vida.

2. Mas una sombra no puede matar. 2¿Qué es una sombra para los que viven? 3Basta con que la pasen de largo para que desapa­rezca. 4¿Y qué ocurre con aquellos cuya consagración no es a la vida; los "pecadores" enlutados, el lúgubre coro del ego, quienes se arrastran penosamente en dirección contraria a la vida, tirando de sus cadenas y marchando en lenta procesión en honor de su sombrío dictador, señor y amo de la muerte? 5Toca a cual­quiera de ellos con las dulces manos del perdón, y observa cómo desaparecen sus cadenas, junto con las tuyas. 6Ve cómo se des­poja del ropaje de luto con el que iba vestido a su propio funeral y óyele reírse de la muerte. 7Gracias a tu perdón puede escapar de la sentencia que el pecado quería imponerle. 8Esto no es arro­gancia. 9Es la Voluntad de Dios. 10¿Qué podría ser imposible para ti que elegiste que Su Voluntad fuese la tuya? 11¿Qué significado podría tener la muerte para ti? 12Tu dedicación no es a la muerte ni a su amo. 13Cuando aceptaste el glorioso propósito del Espíritu Santo en vez del ego, renunciaste a la muerte y la substituiste por la vida. 14Ya sabemos que ninguna idea abandona su fuente. 15Y la muerte es el resultado del pensamiento al que llamamos ego, tan inequívocamente como la vida es el resultado del Pensa­miento de Dios.

 

i. El cuerpo incorruptible

3. El pecado, la culpabilidad y la muerte se originaron en el ego, en clara oposición a la vida, a la inocencia y a la Voluntad de Dios Mismo. 2¿Dónde puede hallarse semejante oposición, sino en las mentes enfermizas de los desquiciados, que se han consagrado a la locura y se oponen firmemente a la paz del Cielo? 3Pero una cosa es segura: Dios, que no creó ni el pecado ni la muerte, no dispone que tú estés aprisionado por ellos. 4Pues Él no conoce ni el pecado ni sus resultados. 5Las figuras amortajadas que mar­chan en la procesión fúnebre no lo hacen en honor de su Creador, Cuya Voluntad es que vivan. 6No están acatando Su Voluntad, sino oponiéndose a ella.

4. ¿Y qué es ese cuerpo vestido de negro que quieren enterrar? 2Es un cuerpo que ellos consagraron a la muerte, un símbolo de corrupción, un sacrificio al pecado, ofrecido a éste para que se cebe en él y, de este modo, siga viviendo; algo condenado, malde­cido por su hacedor y lamentado por todos los miembros de la procesión fúnebre que se identifican con él. 3Tú que crees haber sentenciado al Hijo de Dios a esto eres arrogante. 4Pero tú que quieres liberarlo no haces sino honrar la Voluntad de su Creador. 5La arrogancia del pecado, el orgullo de la culpabilidad, el sepul­cro de la separación, son todos parte de tu consagración a la muerte, lo cual aún no has reconocido. 6El brillo de culpabilidad con el que revestiste al cuerpo no haría sino destruirlo. 7Pues lo que el ego ama, lo mata por haberle obedecido. 8Pero no puede matar a lo que no le obedece.

5. Tú tienes otra consagración que puede mantener al cuerpo incorrupto y en perfectas condiciones mientras sea útil para tu santo propósito. 2El cuerpo es tan incapaz de morir como de sen­tir. 3No hace nada. 4De por sí, no es ni corruptible ni incorruptible. 5No es nada. 6Es el resultado de una insignificante y descabellada idea de corrupción que puede ser corregida. 7Pues Dios ha con­testado a esta idea demente con una Suya, una Respuesta que no se ha alejado de Él, y que, por lo tanto, lleva al Creador a la conciencia de toda mente que haya oído Su Respuesta y la haya acep­tado.

6. A ti que estás dedicado a lo incorruptible se te ha concedido, mediante tu aceptación, el poder de liberar de la corrupción. 2¿Qué mejor manera puede haber de enseñarte el primer princi­pio fundamental de un curso de milagros, que mostrándote que el que parece ser más difícil se puede lograr primero? 3El cuerpo no puede hacer otra cosa que servir a tu propósito. 4Tal como lo consideres, eso es lo que te parecerá que es. 5La muerte, de ser real, supondría la ruptura final y absoluta de la comunicación, lo cual es el objetivo del ego.

7. Aquellos que tienen miedo de la muerte no ven con cuánta fre­cuencia y con cuánta fuerza claman por ella, implorándole que venga a salvarlos de la comunicación. 2Pues consideran que la muerte es un refugio: el gran salvador tenebroso que libera de la luz de la verdad, la respuesta a la Respuesta, lo que acalla la Voz que habla en favor de Dios. 3Sin embargo, abandonarte a la muerte no pone fin al conflicto. 4Sólo la Respuesta de Dios es su fin. 5El obstáculo que tu aparente amor por la muerte supone y que la paz debe superar parece ser muy grande. 6Pues en él yacen ocultos todos los secretos del ego, todas sus insólitas artimañas, todas sus ideas enfermizas y extrañas imaginaciones. 7En él radica la ruptura final de la unión, el triunfo de lo que el ego ha fabri­cado sobre la creación de Dios, la victoria de lo que no tiene vida sobre la Vida Misma.

8. Bajo el polvoriento contorno de su mundo distorsionado, el ego quiere dar sepultura al Hijo de Dios, a quien ordenó asesinar, y en cuya putrefacción reside la prueba de que Dios Mismo es impotente ante el poderío del ego e incapaz de proteger la vida que Él creó contra el cruel deseo de matar del ego. 2Hermano mío, criatura de Dios, esto no es más que un sueño de muerte. 3No hay funeral, ni altares tenebrosos, ni mandamientos siniestros, ni distorsionados ritos de condena a los que el cuerpo te pueda con­ducir. 4No pidas que se te libere de eso. 5Más bien, libera al cuerpo de las despiadadas e inexorables órdenes a las que lo sometiste y perdónalo por lo que tú le ordenaste hacer. 6Al exaltarlo lo conde­naste a morir, pues sólo la muerte podía derrotar a la vida. 7¿Y qué otra cosa, sino la demencia, podría percibir la derrota de Dios y creer que es real?

9. El miedo a la muerte desaparecerá a medida que la atracción que ésta ejerce ceda ante la verdadera atracción del amor. 2El final del pecado, que anida quedamente en la seguridad de tu rela­ción, protegido por tu unión con tu hermano y listo para conver­tirse en una poderosa fuerza al servicio de Dios, está muy cerca. 3El amor protege celosamente los primeros pasos de la salvación, la resguarda de cualquier pensamiento que la pudiese atacar y la prepara silenciosamente para cumplir la imponente tarea para la que se te concedió. 4Los ángeles dan sustento a tu recién nacido propósito, el Espíritu Santo le da abrigo y Dios Mismo vela por él. 5No tienes que protegerlo, ya dispones de él. 6Pues es inmortal, y en él reside el final de la muerte.

10. ¿Qué peligro puede asaltar al que es completamente inocente? 2¿Qué puede atacar al que está libre de culpa? 3¿Qué temor podría venir a perturbar la paz de la impecabilidad * misma? 4Si bien lo que se te ha concedido todavía se encuentra en su infan­cia, está en completa comunicación con Dios y contigo. 5En sus diminutas manos se encuentran, perfectamente a salvo, todos los milagros que has de obrar, y te los ofrece. 6El milagro de la vida es eterno, y aunque ha nacido en el tiempo, se le da sustento en la eternidad. 7Contempla a ese tierno infante, al que diste un lugar de reposo al perdonar a tu hermano, y ve en él la Voluntad de Dios. 8He aquí el bebé de Belén renacido. 9Y todo aquel que le dé abrigo lo seguirá, no a la cruz, sino a la resurrección y a la vida.

11. Cuando alguna cosa te parezca ser una fuente de miedo, cuando una situación te llene de terror y haga que tu cuerpo se estremezca y se vea cubierto con el frío sudor del miedo, recuerda que siempre es por la misma razón: el ego ha percibido la situación como un símbolo de miedo, como un signo de pecado y de muerte. 2Recuerda entonces que ni el signo ni el símbolo se deben confundir con su fuente, pues deben repre­sentar algo distinto de ellos mismos. 3Su significado no puede residir en ellos mismos, sino que se debe buscar en aquello que representan. 4Y así, puede que no signifiquen nada o que lo signifiquen todo, dependiendo de la verdad o falsedad de la idea que reflejan. 5Cuando te enfrentes con tal aparente incertidumbre con respecto al significado de algo, no juzgues la situación. 6Recuerda la santa Presencia de Aquel que se te dio para que fuese la Fuente del juicio. 7Pon la situación en Sus manos para que Él la juzgue por ti, y di:

 

8Te entrego esto para que lo examines y juzgues por mí.

9No dejes que lo vea como un signo de pecado y de muerte, ni que lo use para destruir.

10Enséñame a no hacer de ello un obstáculo para la paz, sino a dejar que Tú lo uses por mí, para facilitar su llegada.

 

LECCIÓN 227

 

Éste es el instante santo de mi liberación.

 

1. Padre, hoy es el día en que me libero porque mi voluntad es la Tuya. 2Pensé hacer otra voluntad. 3Sin embargo, nada de lo que pensé aparte de Ti existe. 4Y soy libre porque estaba equivocado y las ilusiones que abri­gaba no afectaron en modo alguno mi realidad. 5Ahora renuncio a ellas y las pongo a los pies de la verdad, a fin de que sean para siempre borradas de mi mente. 6Éste es el instante santo de mi liberación. 7Padre, sé que mi voluntades una con la Tuya.

2. Y de esta manera, nos encontramos felizmente de vuelta en el Cielo, del cual realmente jamás nos ausentamos. 2En este día el Hijo de Dios abandona sus sueños. 3En este día el Hijo de Dios regresa de nuevo a su hogar, liberado del pecado y revestido de santidad, habiéndosele restituido finalmente su mente recta.

 

15 DE AGOSTO

D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios

1. ¿Qué verías si no tuvieses miedo de la muerte? 2¿Qué sentirías y pensarías si la muerte no te atrajese? 3Simplemente recordarías a tu Padre. 4Recordarías al Creador de la vida, la Fuente de todo lo que vive, al Padre del universo y del universo de los universos, así como de todo lo que se encuentra más allá de ellos. 5Y con­forme esta memoria surja en tu mente, la paz tendrá todavía que superar el obstáculo final, tras el cual se consuma la salvación y al Hijo de Dios se le restituye completamente la cordura. 6Pues ahí acaba tu mundo.

2. El cuarto obstáculo a superar pende como un denso velo ante la faz de Cristo. 2No obstante, a medida que Su faz se revela tras él, radiante de júbilo porque Él mora en el Amor de Su Padre, la paz descorrerá suavemente el velo y se apresurará a encontrarse con Él y a unirse finalmente a Él. 3Pues este velo oscuro, que hace que la faz de Cristo se asemeje a la de un leproso y que los radiantes rayos del Amor de Su Padre que iluminan Su rostro con gloria parezcan chorros de sangre, se desvanecerá ante la deslumbrante luz que se encuentra más allá de él una vez que el miedo a la muerte haya desaparecido.

3. Este velo, que la creencia en la muerte mantiene intacto y que su atracción protege, es el más tenebroso de todos. 2La dedicación a la muerte y a su soberanía no es más que el voto solemne, la promesa que en secreto le hiciste al ego de jamás descorrer ese velo, de no acercarte a él y de ni siquiera sospechar que está ahí. 3Éste es el acuerdo secreto al que llegaste con el ego para mante­ner eternamente en el olvido lo que se encuentra más allá del velo. 4He aquí tu promesa de jamás permitir que la unión te haga aban­donar la separación; la profunda amnesia en la que el recuerdo de Dios parece estar totalmente olvidado; la brecha entre tu Ser y tú: el temor a Dios, el último paso de tu disociación.

4. Observa cómo la creencia en la muerte parece "salvarte". 2Pues si ésta desapareciese, ¿a qué le podrías temer, sino a la vida? 3La atracción de la muerte es lo que hace que la vida parezca ser algo feo, cruel y tiránico. 4Tu miedo a la muerte no es mayor que el que le tienes al ego. 5Ambos son los amigos que tú has elegido, ya que en tu secreta alianza con ellos has acordado no permitir que jamás se revoque el temor a Dios, de modo que pudieses contem­plar la faz de Cristo y unirte a Él en Su Padre.

5. Cada obstáculo que la paz debe superar se salva de la misma manera: el miedo que lo originó cede ante el amor que se encuen­tra detrás, y así desaparece el miedo. 2Y lo mismo ocurre con este último obstáculo. 3El deseo de deshacerte de la paz y de ahuyen­tar el Espíritu Santo se desvanece en presencia del sereno recono­cimiento de que amas a Dios. 4La exaltación del cuerpo se abandona en favor del espíritu, al que amas como jamás podrías haber amado al cuerpo. 5Y la atracción de la muerte desaparece para siempre a medida que la atracción del amor despierta en ti y te llama. 6Desde más allá de cada uno de los obstáculos que te impiden amar, el Amor Mismo ha llamado. 7Y cada uno de ellos ha sido superado mediante el poder de atracción que ejerce lo que se encuentra tras ellos. 8El hecho de que deseases el miedo era lo que hacía que pareciesen insuperables. 9Mas cuando oíste la Voz del Amor tras ellos, contestaste y ellos desaparecieron.

6. Y ahora te encuentras aterrorizado ante lo que juraste no vol­ver a mirar nunca más. 2Bajas la vista, al recordar la promesa que les hiciste a tus "amigos". 3La "belleza" del pecado, la sutil atrac­ción de la culpabilidad, la "santa" imagen encerada de la muerte y el temor de la venganza del ego a quien le juraste con sangre que no lo abandonarías, se alzan todos, y te ruegan que no levan­tes la mirada. 4Pues te das cuenta de que si miras ahí y permites que el velo se descorra, ellos desaparecerán para siempre. 5Todos tus "amigos", tus "protectores" y tu "hogar" se desvanecerían. 6No recordarías nada de lo que ahora recuerdas.

7. Te parece que el mundo te abandonaría por completo sólo con que alzases la mirada. 2Sin embargo, lo único que ocurriría es que serías tú quien lo abandonaría para siempre. 3En esto consiste el re-establecimiento de tu voluntad. 4Mira con los ojos bien abiertos a eso que juraste no mirar, y nunca más creerás que estás a merced de cosas que se encuentran más allá de ti, de fuerzas que no puedes controlar o de pensamientos que te asaltan en contra de tu voluntad. 5Tu voluntad es mirar ahí. 6Ningún deseo desqui­ciado, ningún impulso trivial de volverte a olvidar, ninguna pun­zada de miedo, ni el frío sudor de lo que aparenta ser la muerte pueden oponerse a tu voluntad. 7Pues lo que te atrae desde detrás del velo es algo que se encuentra en lo más recóndito de tu ser, algo de lo que no estás separado y con lo que eres completa­mente uno.

 

LECCIÓN 228

 

Dios no me ha condenado. Por lo tanto, yo tampoco me he de condenar.

 

1. Mi Padre conoce mi santidad. 2¿Debo acaso negar Su conoci­miento y creer en lo que Su conocimiento hace que sea imposi­ble? 3¿Y debo aceptar como verdadero lo que Él proclama que es falso? 4¿O debo más bien aceptar Su Palabra de lo que soy, toda vez que Él es mi Creador y el que conoce la verdadera condición de Su Hijo?,

2. Padre, estaba equivocado con respecto a mí mismo porque no recono­cía la Fuente de mi procedencia. 2No me he separado de ella para aden­trarme en un cuerpo y morir. 3Mi santidad sigue siendo parte de mí, tal como yo soy parte de Ti. 4Mis errores acerca de mí mismo son sueños. 5Hoy los abandono. 6Y ahora estoy listo para recibir únicamente Tu Palabra acerca de lo que realmente soy.

 

LECCIÓN 229

 

El Amor, que es lo que me creó, es lo que soy.

 

1. Busco mi verdadera Identidad, y la encuentro en estas pala­bras: "Soy Amor, pues el Amor fue lo que me creó". 2Ahora no necesito buscar más. 3El Amor ha prevalecido. 4Ha esperado tan quedamente mi regreso a casa, que ya no me volveré a apartar de la santa faz de Cristo. 5Y lo que contemple dará testimonio de la verdad de la Identidad que procuré perder, pero que mi Padre conservó a salvo para mí.

2. Padre, te doy gracias por lo que soy, por haber conservado mi Identi­dad inalterada e impecable en medio de todos los pensamientos de pecado que mi alocada mente inventó. 2Y te doy gracias también por haberme salvado de ellos. 3Amén.

 

LECCIÓN 230

 

Ahora buscaré y hallaré la paz de Dios.

 

1. Fui creado en la paz. 2Y en la paz permanezco. 3No me ha sido dado poder cambiar mi Ser. 4¡Cuán misericordioso es Dios mi Padre, que al crearme me dio la paz para siempre! 5Ahora sólo pido ser lo que soy. 6¿Y podría negárseme eso cuando es eterna­mente verdad?

2. Padre, busco la paz que Tú me diste al crearme. 2Lo que se me dio entonces tiene que encontrarse aquí ahora, pues mi creación fue algo aparte del tiempo y aún sigue siendo inmune a todo cambio. 3La paz en la que Tu Hijo nació en Tu Mente aún resplandece allí sin haber cam­biado. 4Soy tal como Tú me creaste. 5Sólo necesito invocarte para hallar la paz que Tú me diste. 6Es Tu Voluntad la que se la dio a Tu Hijo.

 

18 DE AGOSTO

i. El descorrimiento del velo

8. No olvides que tú y tu hermano habéis llegado hasta aquí jun­tos. 2Y ciertamente no fue el ego el que os guió. 3Ningún obstá­culo a la paz se puede superar con su ayuda. 4El ego no revela sus secretos, ni te pide que los examines y los transciendas. 5No quiere que veas su debilidad, ni que te des cuenta de que no tiene poder alguno para mantenerte alejado de la verdad. 6El Guía que os condujo hasta aquí aún está con vosotros, y cuando alcéis la mirada estaréis listos para mirar cara a cara al terror sin temor alguno. 7Pero primero, alza la mirada y mira a tu hermano con inocencia nacida del completo perdón de sus ilusiones, y a través de los ojos de la fe que no las ve.

9. Nadie puede enfrentarse al temor a Dios sin experimentar te­rror, a menos que haya aceptado la Expiación y haya aprendido que las ilusiones no son reales. 2Nadie puede enfrentarse a este obstáculo solo, pues no habría podido llegar a este punto si su hermano no le hubiese acompañado. 3Y nadie se atrevería a enfrentarse a dicho temor sin haber perdonado a su hermano de todo corazón. 4Quédate ahí un rato, pero sin temblar. 5Ya estás listo. 6Unámonos en un instante santo, aquí, en este lugar al que el propósito que se te señaló en un instante santo te ha condu­cido. 7Y unámonos con la fe de que Aquel que nos condujo a todos juntos hasta aquí también te ofrecerá la inocencia que nece­sitas, y de que la aceptarás por mi amor y por el Suyo.

10. No es posible tampoco enfrentarse a esto demasiado pronto. 2Éste es el lugar al que todo el mundo tiene que llegar cuando esté listo. 3Una vez que ha encontrado a su hermano está listo. 4Sin embargo, llegar simplemente hasta ahí no es suficiente. 5Pues una jornada desprovista de propósito sigue siendo algo absurdo, e incluso cuando ha concluido no parece haber tenido sentido. 6¿Cómo podrías saber que ha finalizado a menos que te dieses cuenta de que su propósito se ha consumado? 7Ahí, con el final de la jornada ante ti, es cuando ves su propósito. 8Y es ahí donde eliges hacerle frente al obstáculo o seguir vagando sin rumbo, sólo para tener que regresar y elegir de nuevo.

11. Hacerle frente al temor a Dios requiere cierta preparación. 2Sólo los cuerdos pueden mirar de frente a la absoluta demencia y a la locura delirante con piedad y compasión, pero sin miedo. 3Pues sólo les podría parecer temible si la comparten, y tú la com­partes mientras no contemples a tu hermano con perfecta fe, con perfecto amor y con perfecta ternura. 4Mientras no lo perdones completamente, tú sigues sin ser perdonado. 5Tienes miedo de Dios porque tienes miedo de tu hermano. 6Temes a los que no perdonas. 7Y nadie alcanza el amor con el miedo a su lado.

12. Este hermano que está a tu lado todavía te sigue pareciendo un extraño. 2No lo conoces, y la interpretación que haces de él es temible. 3Y lo sigues atacando, para mantener a salvo lo que tú crees ser. 4Sin embargo, en sus manos está tu salvación. 5Ves su locura, que detestas porque la compartes con él. 6Y toda la piedad y el perdón que la curaría dan paso al miedo. 7Hermano, necesi­tas perdonar a tu hermano, pues juntos compartiréis la locura o el Cielo. 8Y juntos alzaréis la mirada con fe o no la alzaréis en absoluto.

13. A tu lado se encuentra uno que te ofrece el cáliz de la Expia­ción, pues el Espíritu Santo está en él. 2¿Preferirías guardarle ren­cor por sus pecados o aceptar el regalo que te hace? 3¿Es este portador de salvación tu amigo o tu enemigo? 4Decide cuál de esas dos cosas es, sin olvidar que lo que has de recibir de él depen­derá de lo que elijas. 5Él tiene el poder de perdonar tus pecados, tal como tú tienes el de perdonar los suyos. 6Ninguno de vosotros puede conferirse ese poder a sí mismo. 7Vuestro salvador, no obs­tante, se encuentra al lado de cada uno de vosotros. 8Deja que él sea lo que es, y no trates de hacer del amor tu enemigo.

14. Contempla a tu Amigo, al Cristo que está a tu lado. 2¡Qué santo y hermoso es! 3Pensaste que había pecado porque arrojaste so­bre Él el velo del pecado para ocultar Su hermosura. 4A pesar de ello, Él te sigue extendiendo el perdón para que compartas con Él Su santidad. 5Este "enemigo", este "extraño" te sigue ofreciendo la salvación por ser Su Amigo. 6Los "enemigos" de Cristo, los adoradores del pecado, no saben a Quién atacan.

15. Éste es tu hermano, que ha sido crucificado por el pecado y que aguarda para ser liberado del dolor. 2¿No le concederías tu perdón, cuando él es el único que te lo puede conceder a ti? 3A cambio de su redención, él te dará la tuya, tan indudablemente como que Dios creó cada cosa viviente y la ama. 4Y te la dará de verdad, pues será ofrecida así como recibida. 5No hay gracia del Cielo que no puedas ofrecerle a tu hermano, y recibir de tu santí­simo Amigo. 6No permitas que te la niegue, pues al recibirla se la ofreces a él. 7Y él recibirá de ti lo que tú recibiste de él. 8La reden­ción se te ha concedido para que se la des a tu hermano, y para que de esta manera la recibas. 9Liberas al que perdonas, y partici­pas de lo que das. 10Perdona los pecados que tu hermano cree haber cometido, así como toda la culpabilidad que crees ver en él.

16. Éste es el santo lugar de resurrección, al que venimos de nuevo y al que retornaremos hasta que la redención se haya consumado y recibido. 2Antes de condenar a tu hermano, recuerda quién es él. 3Y da gracias a Dios de que sea santo y de que se le haya dado el regalo de la santidad para ti. 4Únete a él con alegría, y elimina todo vestigio de culpabilidad de su perturbada y torturada mente. 5Ayúdale a levantar la pesada carga de pecado que echaste sobre sus hombros y que él aceptó como propia, y arrójala lejos de él sonriendo felizmente. 6No la oprimas contra su frente como si fuese una corona de espinas, ni lo claves a ella, dejándolo irre­dento y sin esperanzas.

17. Ten fe en tu hermano, pues la fe, la esperanza y la misericordia son tuyas para que las des. 2A las manos que dan, se les da el regalo. 3Contempla a tu hermano, y ve en él el regalo de Dios que quieres recibir. 4Ya es casi la Pascua, la temporada de la resurrec­ción. 5Concedámonos la redención unos a otros y compartámosla, para podernos levantar unidos en la resurrección, y no separados en la muerte. 6Contempla el regalo de libertad que le di al Espíritu Santo para ti. 7Y liberaos juntos, al ofrecerle al Espíritu Santo ese mismo regalo. 8Y al dárselo, recibidlo de Él a cambio de lo que le disteis. 9Él nos conduce a ti y a mí para que nos podamos encon­trar aquí, en este sagrado lugar, y juntos tomar la misma decisión.

18. Libera a tu hermano aquí, tal como yo te liberé a ti. 2Hazle el mismo regalo, y contémplalo sin ninguna clase de condena. 3Considéralo tan inocente como yo te considero a ti, y pasa por alto los pecados que él cree ver en sí mismo. 4Ofrécele en este huerto de aparente agonía y muerte su libertad y completa emancipación del pecado. 5De esta manera, allanaremos juntos el camino que conduce a la resurrección del Hijo de Dios y le per­mitiremos elevarse de nuevo al feliz recuerdo de su Padre, Quien no conoce el pecado ni la muerte, sino sólo la vida eterna.

19. Juntos desapareceremos en la Presencia que se encuentra detrás del velo, no para perdernos sino para encontrarnos a no­sotros mismos; no para que se nos vea, sino para que se nos conozca. 2Y al gozar de conocimiento, no quedará nada sin hacer en el plan de salvación que Dios estableció. 3Éste es el propósito de la jornada, sin el cual ésta no tendría sentido. 4He aquí la paz de Dios, que Él te dio para siempre. 5He aquí el descanso y la quietud que buscas, la razón de la jornada desde su comienzo. 6El Cielo es el regalo que le debes a tu hermano, la deuda de gratitud que le ofreces al Hijo de Dios como muestra de agradeci­miento por lo que él es y por aquello para lo que su Padre lo creó.

20. Piensa detenidamente cómo vas a considerar al dador de este regalo, pues tal como lo consideres a él, así mismo te parecerá el regalo. 2Según lo consideres, ya sea como el portador de la culpa­bilidad o como el de la salvación, así verás y recibirás su ofrenda. 3Los crucificados infligen dolor porque están llenos de dolor. 4Pero los redimidos ofrecen alegría porque han sido curados del dolor. 5Todo el mundo da tal como recibe, pero primero tiene que elegir qué es lo que quiere recibir. 6Y reconocerá lo que ha elegido por lo que dé y por lo que reciba. 7Y no hay nada en el infierno o en el Cielo que pueda interferir en su decisión.

21. Has llegado hasta este punto porque elegiste emprender la jor­nada. 2Y nadie emprende nada que crea es insensato. 3Aquello en lo que tenías fe sigue siendo fiel, y te cuida con fe tan tierna y, al mismo tiempo, tan poderosa, que te elevará muy por encima del velo, y pondrá al Hijo de Dios a salvo dentro de la segura protec­ción de su Padre. 4He aquí el propósito que le confiere a este mundo y a la larga jornada a través de él, el único significado que pueden tener. 5Aparte de esto, no tienen sentido. 6Tú y tu her­mano os alzáis juntos, todavía sin la convicción de que el mundo y la jornada tienen un propósito. 7Mas os es dado poder ver este propósito en vuestro santo Amigo y reconocerlo como propio.

 

2. ¿Qué es la salvación?

 

1. La salvación es la promesa que Dios te hizo de que finalmente encontrarás el camino que conduce a Él. 2Y Él no puede dejar de cumplirla. 3Garantiza que al tiempo le llegará su fin, al igual que a todos los pensamientos que se originaron en él. 4La Palabra de Dios se le concede a toda mente que cree tener pensamientos separados, a fin de reemplazar, esos pensamientos de conflicto con el Pensamiento de la paz.

2. El Pensamiento de la paz le fue dado al Hijo en el mismo ins­tante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra. 2Antes de eso no había necesidad de ese Pensamiento, pues la paz se había otorgado sin opuestos y simplemente era. 3Una mente dividida, no obstante, tiene necesidad de curación. 4Y así, el Pen­samiento que tiene el poder de subsanar la división pasó a formar parte de cada fragmento de la mente que seguía siendo una, pero no reconocía su unidad. 5Al no conocerse a sí misma, pensó que había perdido su Identidad.

3. La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. 2De esta manera, las ilusiones desaparecen. 3Al no prestarles apoyo, deja que sim­plemente se conviertan en polvo. 4Y lo que ocultaban queda ahora revelado: un altar al santo Nombre de Dios donde Su Palabra está escrita, con las ofrendas de tu perdón depositadas ante él, y tras ellas, no mucho más allá, el recuerdo de Dios.

4. Acudamos diariamente a este santo lugar y pasemos un rato juntos. 2Ahí compartimos nuestro sueño final. 3Es éste un sueño en el que no hay pesares, pues contiene un atisbo de toda la glo­ria que Dios nos ha dado. 4En él se ve brotar la hierba, los árboles florecer y los pájaros hacer sus nidos en su ramaje. 5La tierra nace de nuevo desde una nueva perspectiva. 6La noche ya pasó, y ahora nos hemos unido en la luz.

5. Desde ahí le extendemos la salvación al mundo, pues ahí fue donde la recibimos. 2El himno que llenos de júbilo entonamos le proclama al mundo que la libertad ha retornado, que al tiempo casi le ha llegado su fin y que el Hijo de Dios tan sólo tiene que esperar un instante antes de que su Padre sea recordado, los sue­Ã±os hayan terminado, la eternidad haya disuelto al mundo con su luz y el Cielo sea lo único que exista.

 

LECCIÓN 231

 

Padre, mi voluntad es únicamente recordarte.

 

1. ¿Qué puedo buscar, Padre, sino Tu Amor? 2Tal vez crea que lo que busco es otra cosa; algo a lo que le he dado muchos nombres. 3Mas lo único que busco, o jamás busqué, es Tu Amor. 4Pues no hay nada más que jamás quisiera realmente encontrar. 5Quiero recordarte. 6¿Qué otra cosa podría desear sino la verdad acerca de mí mismo?

2. Ésa es tu voluntad, hermano mío. 2Y compartes esa voluntad conmigo así como con Aquel que es nuestro Padre. 3Recordarlo a Él es el Cielo. 4Esto es lo que buscamos. 5Y esto es lo único que nos será dado hallar.

 

19 DE AGOSTO

Capítulo 20

LA VISIÓN DE LA SANTIDAD

 

I. La Semana Santa

1. Hoy es Domingo de Ramos, la celebración de la victoria y la aceptación de la verdad.  2No nos pasemos esta Semana Santa lamentando la crucifixión del Hijo de Dios, sino celebrando jubi­losamente su liberación. 3Pues la Pascua de Resurrección es el signo de la paz, no del dolor. 4Un Cristo asesinado no tiene sen­tido. 5Pero un Cristo resucitado se convierte en el símbolo de que el Hijo de Dios se ha perdonado a sí mismo, en la señal de que se considera a sí mismo sano e íntegro.

2. Esta semana empieza con ramos y termina con azucenas, el signo puro y santo de que el Hijo de Dios es inocente. 2No permi­tas que ningún signo lúgubre de crucifixión se interponga entre la jornada y su propósito, entre la aceptación de la verdad y su expresión. 3Esta semana celebramos la vida, no la muerte. 4Y honr­amos la perfecta pureza del Hijo de Dios, no sus pecados. 5Hazle a tu hermano la ofrenda de las azucenas, no la de una corona de espinas; el regalo del amor, no el "regalo" del miedo. 6Te encuen­tras a su lado, con espinas en una mano y azucenas en la otra, indeciso con respecto a cuál le vas a dar. 7Únete a mí ahora, des­hazte de las espinas y, en su lugar, ofrécele las azucenas. 8Lo que quiero esta Pascua es el regalo de tu perdón, que tú me concedes y yo te devuelvo. 9No podemos unirnos en la crucifixión ni en la muerte. 10Ni tampoco puede consumarse la resurrección hasta que tu perdón descanse sobre Cristo, junto con el mío.

3. Una semana es poco tiempo, sin embargo, la Semana Santa simboliza la jornada que el Hijo de Dios emprendió. 2Él comenzó con el signó de la victoria, la promesa de la resurrección, la cual ya se le había concedido. 3No dejes que caiga en la tentación de la crucifixión ni que se demore allí. 4Ayúdale a seguir adelante en paz más allá de ella, con la luz de su propia inocencia alum­brando el camino hacia su redención y liberación. 5No le obstru­yas el paso con clavos y espinas cuando su redención está tan cerca. 6Deja, en cambio, que la blancura de tu radiante ofrenda de azucenas lo acelere en su camino hacia la resurrección.

4. La Pascua no es la celebración del costo del pecado, sino la celebración de su final. 2Si al mirar entre los níveos pétalos de las azucenas que has recibido y ofrecido como tu regalo vislumbras tras el velo la faz de Cristo, estarás contemplando la faz de tu hermano y reconociéndola. 3Yo era un extraño y tú me acogiste, a pesar de que no sabías quién era. 4Mas lo sabrás por razón de tu ofrenda de azucenas. 5En el perdón que le concedes a ese forastero, que aunque es un extraño para ti es tu Amigo  ancestral, reside su liberación y tu redención junto con él. 6La temporada de Pascua es una temporada de júbilo, no de duelo. 7Contempla a tu Amigo resucitado y celebra su santidad junto conmigo. 8Pues la Pascua es la temporada de tu salvación, junto con la mía.

 

LECCIÓN 232

 

Permanece en mi mente todo el día, Padre mío.

 

1. Padre mío, permanece en mi mente desde el momento en que me despierte, y derrama Tu luz sobre mí todo el día. 2Que cada minuto sea una oportunidad más de estar Contigo. 3Y que no me olvide de darte las gracias cada hora por haber estado conmigo y porque siempre estás ahí presto a escucharme y a contestarme cuando te llamo. 4Y al llegar la noche, que todos mis pensamientos sigan siendo acerca de Ti y de Tu Amor. 5Y que duerma en la confianza de que estoy a salvo, seguro de Tu cuidado y felizmente consciente de que soy Tu Hijo.

2. Así es como debería ser cada día. 2Practica hoy el final del miedo. 3Ten fe en Aquel que es tu Padre. 4Deja todo en Sus Manos. 5Deja que Él te revele todo y no te desanimes, pues eres Su Hijo.

 

20 DE AGOSTO

II. La ofrenda de azucenas

1. Observa todas las baratijas que se confeccionan para colgarse del cuerpo, o para cubrirlo o para que él las use. 2Contempla todas las cosas inútiles que se han inventado para que sus ojos las vean. 3Piensa en las muchas  ofrendas que se le hacen para su deleite, y recuerda que todas ellas se concibieron para que aque­llo que aborreces pareciera hermoso. 4¿Utilizarías eso que aborre­ces para cautivar a tu hermano y atraer su atención? 5Date cuenta de que lo único que le ofreces es una corona de espinas, al no reconocer el cuerpo como lo que es y al tratar de justificar la interpretación que haces de su valor basándote en la aceptación que tu hermano hace de él. 6Aún así, el regalo proclama el poco valor que le concedes a tu hermano, del mismo modo en que el agrado con que él lo acepta refleja el poco valor que él se concede a sí mismo.

2. Si los regalos se han de dar y recibir de verdad, no se pueden dar a través del cuerpo. 2El cuerpo no puede ofrecer ni aceptar nada; tampoco puede dar o quitar nada. 3Sólo la mente puede evaluar, y sólo ella puede decidir lo que quiere recibir y lo que quiere dar. 4Y cada regalo que ofrece depende de lo que ella misma desea. 5La mente engalanará con gran esmero lo que ha elegido como hogar, y lo preparará para que reciba los regalos que ella desea obtener, ofreciéndoselos a aquellos que vengan a dicho hogar, o a aquellos que quiere atraer a él. 6Y allí intercam­biarán sus regalos, ofreciendo y recibiendo lo que sus  mentes hayan juzgado como digno de ellos.

3. Cada regalo es una evaluación tanto del que recibe como del que da. 2No hay nadie que no considere como un altar a sí mismo aquello que ha elegido como su hogar. 3Y no hay nadie que no desee atraer a los devotos de lo que ha depositado allí, haciendo que sea digno de la devoción de éstos.  4Y todo el mundo ha puesto una luz sobre su altar para que otros puedan ver lo que ha depositado en él y lo hagan suyo. 5Este es el valor que le conce­diste a tu hermano y que te concediste a ti mismo. 6Éste es el regalo que le haces a él y que te haces a ti mismo: el veredicto acerca del Hijo de Dios por lo que él es. 7No te olvides de que es a tu salvador a quien le ofreces el regalo. 8Ofrécele espinas y te crucificas a ti mismo. 9Ofrécele azucenas y es a ti mismo a quien liberas.

4. Tengo gran necesidad de azucenas, pues el Hijo de Dios no me ha perdonado. 2¿Y puedo ofrecerle perdón cuando él me ofrece espinas? 3Pues aquel que le ofrece espinas a alguien está todavía contra mí, mas ¿quién podría ser íntegro sin él? 4Sé su amigo en mi nombre, para que yo pueda ser perdonado y tú puedas ver que el Hijo de Dios goza de plenitud. 5Pero examina primero el altar del hogar que has elegido, y observa lo que allí has depositado para ofrecérmelo a mí. 6Si son espinas cuyas puntas reful­gen en una luz de color sangre, has elegido al cuerpo como hogar y lo que me ofreces es separación. 7Las espinas, no obstante, han desaparecido. 8Examínalas más de cerca ahora y podrás ver que tu altar ya no es lo que era antes.

5. Todavía miras con los ojos del cuerpo, y éstos sólo pueden ver espinas. 2Sin embargo, has pedido ver otra cosa y se te ha conce­dido. 3Aquellos que aceptan el propósito del Espíritu Santo como su propósito comparten asimismo Su visión. 4Y lo que le permite a Él ver irradiar Su propósito desde cada altar es algo tan tuyo como Suyo. 5Él no ve extraños, sino tan sólo amigos entrañables y amorosos. 6Él no ve espinas, sino únicamente azucenas que reful­gen en el dulce resplandor de la paz, la cual irradia su luz sobre todo lo que Él contempla y ama.­

6. Durante estas Pascuas contempla a tu hermano con otros ojos. 2Tú me has perdonado ya. 3Sin embargo, no puedo hacer uso de tu regalo de azucenas, mientras tú no las veas. 4Ni tú puedes hacer uso de lo que yo te he dado mientras no lo compartas. 5La visión del Espíritu Santo no es un regalo nimio ni algo con lo que se juega, por un rato para luego dejarse de lado. 6Presta gran atención a esto, y no creas que es sólo un sueño, una idea pueril con la que entretenerte por un rato, o un juguete con el que juegas de vez en cuando y del que luego te olvidas. 7Pues si eso es lo que crees, eso es lo que será para ti.

7. Gozas ya de la visión que te permite ver más allá de las ilusio­nes. 2Se te ha concedido para que no veas espinas, ni extraños, ni ningún obstáculo a la paz. 3El temor a Dios ya no significa nada para ti. 4¿Quién temería enfrentarse a las ilusiones, sabiendo que su salvador está a su lado? 5Con él a tú lado tú visión se ha con­vertido en el poder más grande que Dios Mismo puede conceder para desvanecer las ilusiones, 6pues lo que Dios le dio al Espíritu Santo, tú lo has recibido. 7El Hijo de Dios cuenta contigo para su liberación. 8Pues tú has pedido -y se te ha concedido- la fortaleza para poder enfrentarte a este último obstáculo, y no ver cla­vos ni espinas que crucifiquen al Hijo de Dios y lo coronen como rey de la muerte.

8. El hogar que has elegido está al otro lado, más allá del velo. 2Ha sido cuidadosamente preparado para ti y ahora está listo para recibirte. 3No lo verás con los ojos del cuerpo. 4Sin embargo, ya dispones de todo cuanto puedas necesitar. 5Tu hogar te ha estado llamando desde los orígenes del tiempo y nunca has sido com­pletamente sordo a su llamada. 6Oías, pero no sabías cómo mirar, ni hacia dónde. 7Pero ahora sabes. 8El conocimiento se encuentra en ti, presto a ser revelado y liberado de todo el terror que lo mantenía oculto. 9En el amor no hay cabida para el miedo. 10El himno de la Pascua es el grato estribillo que dice que al Hijo de Dios nunca se le crucificó. 11Alcemos juntos la mirada, no con miedo, sino con fe. 12Y no tendremos miedo, pues no veremos ninguna ilusión, sino una senda que conduce a las puertas del Cielo, el hogar que compartimos en un estado de quietud y donde moramos dulcemente y en paz como uno solo.

9. ¿No te gustaría que tu santo hermano te condujese hasta allí? 2Su inocencia alumbrará tú camino, ofreciéndote su luz guiadora y absoluta protección, y refulgiendo desde el santo altar en su interior donde tú depositaste las azucenas del perdón. 3Permite que sea él quien te salve de tus ilusiones, y contémplalo con la nueva visión que ve las azucenas y te brinda felicidad. 4Iremos más allá del velo del temor, alumbrándonos mutuamente el camino. 5La santidad que nos guía se encuentra dentro de noso­tros, al igual que nuestro hogar. 6De este modo hallaremos lo que Aquel que nos guía dispuso que hallásemos.

10. Este es el camino que conduce al Cielo y a la paz de la Pascua, donde nos unimos en gozosa conciencia de que el Hijo de Dios se ha liberado del pasado y ha despertado al presente. 2Ahora es libre, y su comunión con todo lo que se encuentra dentro de él es ilimitada. 3Ahora las azucenas de su inocencia no se ven manci­lladas por la culpabilidad, pues están perfectamente resguarda­das del frío estremecimiento del miedo, así como de la perniciosa influencia del pecado. 4Tu regalo lo ha salvado de las espinas y de los clavos, y su vigoroso brazo está ahora libre para condu­cirte a salvo a través de ellos hasta el otro lado. 5Camina con él ahora lleno de regocijo, pues el que te salva de las ilusiones ha venido a tu encuentro para llevarte consigo a casa.

11. He aquí tu salvador y amigo, a quien tu visión ha liberado de la crucifixión, libre ahora para conducirte allí donde él anhela estar. 2Él no te abandonará, ni dejará a su salvador a merced del dolor. 3Y gustosamente caminaréis juntos por la senda de la ino­cencia, cantando según contempláis las puertas del Cielo abiertas de par en par y reconocéis el hogar que os llamó. 4Concédele a tu hermano libertad y fortaleza para que pueda llegar hasta allí. 5Y ven ante su santo altar, donde la fortaleza y la libertad te aguar­dan para que ofrezcas y recibas la radiante conciencia que te con­duce a tu hogar. 6La lámpara está encendida en ti para que le des luz a tu hermano. 7Y las mismas manos que se la dieron a tu hermano, te conducirán más allá del miedo al amor.

 

LECCIÓN 233

 

Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe.

 

1. Padre, hoy te entrego todos mis pensamientos. 2No quiero quedarme con ninguno de ellos. 3En su lugar, dame los Tuyos. 4Te entrego asi­mismo todos mis actos, de manera que pueda hacer Tu Voluntad en lugar de ir en pos de metas inalcanzables y perder el tiempo en vanas imaginaciones. 5Hoy vengo a Ti. 6Me haré a un lado y simplemente Te seguiré. 7Sé Tú el Guía hoy, y yo el seguidor que no duda de la sabiduría de lo Infinito, ni del Amor cuya ternura no puedo comprender, pero que es, sin embargo, el perfecto regalo que Tú me haces.

2. Hoy nos dirige un solo Guía. 2Y mientras caminamos juntos le entregamos este día sin reserva alguna. 3Éste es Su día. 4Y por eso es un día de incontables dones y de infinitas mercedes para noso­tros.

 

21 DE AGOSTO

III. El pecado como ajuste

1. La creencia en el pecado es un ajuste. 2Y un ajuste es un cambio: una alteración en la percepción, o la creencia de que lo que antes era de una manera ahora es distinto. 3Cada ajuste es, por lo tanto, una distorsión, y tiene necesidad de defensas que lo sostengan en contra de la realidad. 4El conocimiento no requiere ajustes, y, de hecho, se pierde si se lleva a cabo: cualquier cambio o alteración, 5pues eso lo reduce de inmediato a ser simplemente una percep­ción: una forma de ver en la que se ha dejado de tener certeza y donde se ha infiltrado la duda. 6En esta condición deficiente es necesario hacer ajustes porque la condición en sí no es verdad. 7¿Quién necesita ajustarse a la verdad, si para ser entendida ésta sólo apela a lo que uno es?

2. Los ajustes, sean de la clase que sean, siempre forman parte del ámbito del ego. 2Pues la creencia fija del ego es que todas las relaciones dependen de que se hagan ajustes, para así hacer de ellas lo que él quiere que sean. 3Las relaciones directas, en las que no hay interferencia, él siempre las considera peligrosas. 4El ego se ha nombrado a sí mismo mediador de todas las relaciones, y hace todos los ajustes que cree necesarios y los interpone entre aquellos que se han de conocer, a fin de mantenerlos separados e impedir su unión. 5Esta planeada interferencia es lo que hace que te resulte tan difícil reconocer tu santa relación tal como es.

3. Los que son santos no interfieren en la verdad. 2No le tienen miedo, pues en la verdad es donde reconocen su santidad y donde se regocijan debido a lo que ven. 3La contemplan directa­mente, sin tratar de adaptarse a ella ni de que ella se adapte a ellos. 4Y así se dan cuenta de que se encontraba en ellos, al no haber decidido de antemano dónde debería estar. 5El hecho mismo de que ellos la busquen plantea una pregunta, y lo que ven es lo que les responde. 6Tú fabricas el mundo, y luego te adaptas a él y haces que él se adapte a ti. 7Y no hay ninguna diferencia entre él y tú en tu percepción, la cual os inventó a los dos.

4. Todavía queda una pregunta por contestar, la cual es muy sim­ple. 2¿Te gusta lo que has fabricado? aUn mundo de asesinatos y de ataque por el que te abres paso tímidamente en medio de cons­tantes peligros, solo y temeroso, esperando a lo sumo a que la muerte se demore un poco antes de que se abalance sobre ti y desaparezcas. 3Todo eso son fabricaciones tuyas. 4Es un cuadro de lo que tú crees ser: de cómo te ves a ti mismo. 5Los asesinos están aterrorizados y los que matan tienen miedo de la muerte. 6Todas estas cosas no son sino los temibles pensamientos de aquellos que se amoldan a un mundo que se ha vuelto temible debido a los ajustes que ellos mismos hicieron. 7Y lo contemplan, con pesar desde su propia tristeza interior, y ven la tristeza en él.

5. ¿Te has preguntado alguna vez cómo es realmente el mundo y qué aspecto tendría si se contemplase con ojos felices? 2 El mundo que ves no es sino un juicio con respecto a ti mismo. 3 No existe en absoluto. 4Tus juicios, no obstante, le imponen una sentencia, la justifican y hacen que sea real. 5Ése es el mundo que ves: un juicio contra ti mismo, que tú mismo has emitido. 6El ego protege celo­samente esa imagen enfermiza de ti mismo, pues ésa es su ima­gen y lo que él ama, y la proyecta sobre el mundo. 7Y tú te ves obligado a adaptarte a ese mundo mientras sigas creyendo que esa imagen es algo externo a ti, y que te tiene a su merced. 8Ese mundo es despiadado, y si se encontrase fuera de ti, tendrías ciertamente motivos para estar atemorizado. 9Pero fuiste tú quien hizo que fuese inclemente; y si ahora esa inclemencia parece vol­verse contra ti, puede ser corregida.    

6. ¿Quién, que se encuentre en una relación santa, podría seguir siendo no santo por mucho más tiempo? 2El mundo que ven los santos es uno con ellos, de la misma forma en que el mundo que ve el ego es semejante a él. 3El mundo que ven los santos es her­moso porque lo que ven en él es su propia inocencia. 4Ellos no le impusieron lo que tenía que ser, ni hicieron ajustes para que se amoldase a sus mandatos. 5Simplemente le preguntaron con un leve susurro: "¿Qué eres?" 6Y Aquel que cuida de toda percep­ción les respondió. 7No aceptes los juicios del mundo como la respuesta a la pregunta: "¿Qué soy?" 8El mundo cree en el pecado, pero la creencia que lo fabricó tal como tú lo ves no se encuentra fuera de ti.

7. No procures que el Hijo de Dios se adapte a su demencia. 2En él reside un extraño que, mientras vagaba sin rumbo, entró en la morada de la verdad, mas tal como vino así se irá. 3Vino sin nin­gún propósito, pero no podrá permanecer ante la radiante luz que el Espíritu Santo te ofreció y que tú aceptaste. 4Pues bajo esa luz el extraño se queda sin hogar y a ti se te da la bienvenida. 5No le preguntes a ese transeúnte: "¿Qué soy?" 6Él es la única cosa en todo el universo que no lo sabe. 7Sin embargo, es a él a quien se lo preguntas, y es a su respuesta a la que deseas amoldarte. 8Este pensamiento torvo y ferozmente arrogante, y, sin embargo, tan ínfimo y carente de significado que su pasar a través del universo de la verdad ni siquiera se nota, se vuelve tu guía. 9A él te diriges para preguntarle el significado del universo. 10Y a lo único que es ciego en todo el universo vidente de la verdad le preguntas: "¿Cómo debo contemplar al Hijo de Dios?"

8. ¿Se le puede pedir que emita juicios a lo que está desprovisto de todo juicio? 2Y si ya lo has hecho, ¿creerías la respuesta que te da y te ajustarías a ella como si fuese cierta? 3El mundo que ves a tu alrededor es la respuesta que te dio, y tú le has conferido el poder de hacer los ajustes necesarios en el mundo para que su respuesta sea cierta. 4Le preguntaste a ese soplo de locura que te explicase el significado de tu relación no santa, e hiciste que ésta se ajustase a su descabellada respuesta. 5¿Te hizo eso feliz? 6¿Te reuniste acaso jubilosamente con tu hermano para bendecir al Hijo de Dios y darle las gracias por toda la felicidad que os ha brindado? 7¿Has reconocido acaso a tu hermano como el eterno regalo que Dios te dio? 8¿Has visto la santidad que irradia en cada uno de vosotros para bendecir al otro? 9Ése es el propósito de tu relación santa. 10No le preguntes cuáles son los medios necesarios para su consecución a la única cosa que haría todo lo posible para que siguiese siendo no santa. 11No le otorgues el poder de adaptar los medios al fin.

9. Los que llevan años aprisionados con pesadas cadenas, ham­brientos y demacrados, débiles y exhaustos, con los ojos aclima­tados a la oscuridad desde hace tanto tiempo que ni siquiera recuerdan la luz, no se ponen a saltar de alegría en el instante en que se les pone en libertad. 2Tardan algún tiempo en comprender lo que es la libertad. 3Andabas a tientas en el polvo y encontraste la mano de tu hermano, indeciso de si soltarla o bien asirte a la vida por tanto tiempo olvidada. 4Agárrate aún con más fuerza y levanta la vista para que puedas contemplar a tu fuerte compa­Ã±ero, en quien reside el significado de tu libertad. 5Él parecía estar crucificado a tu lado. 6Sin embargo, su santidad ha perma­necido intacta y perfecta, y, con él a tu lado, este día entrarás en el Paraíso y conocerás la paz de Dios.

10. Eso es lo que mi voluntad dispone para ti y para tu hermano, y para cada uno de vosotros con respecto al otro y con respecto a sí mismo. 2Ahí sólo se puede encontrar santidad y unión sin lími­tes. 3Pues ¿qué es el Cielo sino unión, directa y perfecta, y sin el velo del temor sobre ella? 4Ahí somos uno, y ahí nos contempla­mos a nosotros mismos, y el uno al otro, con perfecta dulzura. 5Ahí no es posible ningún pensamiento de separación entre noso­tros. 6Tú que eras un prisionero en la separación eres ahora libre en el Paraíso. 7Y allí me uniré a ti, que eres mi amigo, mi hermano y mi propio Ser.

11. El regalo que le has hecho a tu hermano me ha dado la certeza de que pronto nos uniremos. 2Comparte, pues, esta fe conmigo, y no dudes de que está justificada. 3En el amor perfecto no hay cabida para el miedo porque el amor perfecto no conoce el pecado y sólo puede ver a los demás como se ve a sí mismo. 4Si mira dentro de sí mismo con caridad, ¿qué podría inspirarle temor afuera? 5Los inocentes ven seguridad, y los puros de corazón ven a Dios en Su Hijo y apelan al Hijo para que él los guíe al Padre. 6¿Y a qué otro lugar querrían ir, sino allí donde anhelan estar? 7Tú y tu hermano os conduciréis el uno al otro hasta el Padre tan irremediablemente como que Dios creó santo a Su Hijo y así lo conservó. 8En tu hermano se encuentra la luz de la eterna pro­mesa de inmortalidad que Dios te hizo. 9No veas pecado en él, y el miedo no podrá apoderarse de ti.

 

LECCIÓN 234

 

Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo.

 

1. Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos habíamos apartado. 2Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo intemporal. 3Y fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los pen­samientos que están eternamente unidos cual uno solo. 4Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. 5Hoy aceptamos la veracidad de este hecho.

2. Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor. 2Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados.

 

22 DE AGOSTO

IV. La entrada al arca

1. Nada puede herirte a no ser que le confieras ese poder. 2Mas tú confieres poder según las leyes de este mundo interpretan lo que es dar: al dar, pierdes. 3No obstante, no es a ti a quien corres­ponde conferir poder a nada. 4Todo poder es de Dios; Él lo otorga, y el Espíritu Santo, que sabe que al dar no puedes sino ganar, lo revive. 5Él no le confiere poder alguno al pecado, que, por consi­guiente, no tiene ninguno; tampoco le confiere poder a sus resul­tados tal como el mundo los ve: la enfermedad, la muerte, la aflicción y el dolor. 6Ninguna de estas cosas ha ocurrido porque el Espíritu Santo no las ve ni le otorga poder a su aparente fuente. 7Así es como te mantiene a salvo de ellas. 8Al no tener ninguna ilusión acerca de lo que eres, el Espíritu Santo sencillamente pone todo en Manos de Dios, Quien ya ha dado y recibido todo lo que es verdad. 9Lo que no es verdad Él ni lo ha recibido ni lo ha dado.

2. El pecado no tiene cabida en el Cielo, donde sus resultados serían algo ajeno a éste y donde ni ellos ni su fuente podrían tener acceso. 2Y en esto reside tu necesidad de no ver pecado en tu hermano. 3El Cielo se encuentra en él. 4Si ves pecado en él, pierdes de vista el Cielo. 5Contémplalo tal como es, no obstante, y lo que es tuyo irradiará desde él hasta ti. 6Tu salvador te ofrece sólo amor, pero lo que recibes de él depende de ti. 7Él tiene el poder de pasar por alto todos tus errores, y en ello reside su propia salvación. 8Y lo mismo sucede con la tuya. 9La salvación es una lección en dar, tal como la interpreta el Espíritu Santo. 10La salvación es el re-despertar de las leyes de Dios en mentes que han promulgado otras leyes a las que han otorgado el poder de poner en vigor lo que Dios no creó.

3. Tus desquiciadas leyes fueron promulgadas para garantizar que cometieses errores y que éstos tuviesen poder sobre ti al aceptar sus consecuencias como tu justo merecido. 2¿Qué puede ser esto sino una locura? 3¿Y es esto acaso lo que quieres ver en aquel que te puede salvar de la demencia? 4Él está tan libre de ello como tú, y en la libertad que ves en él ves la tuya. 5Pues la libertad es algo que compartís. 6Lo que Dios ha dado obedece Sus leyes y sólo Sus leyes. 7Es imposible que aquellos que las obede­cen puedan sufrir las consecuencias de cualquier otra causa.

4. Los que eligen la libertad experimentarán únicamente sus resultados. 2Pues el poder del que gozan procede de Dios, y sólo le otorgarán ese poder a lo que Dios ha dado, a fin de compartirlo con ellos. 3Nada excepto esto puede afectarles, pues es lo único que ven, y comparten su poder con ello de acuerdo con la Volun­tad de Dios. 4Y de esta manera es como se establece y se mantiene vigente su libertad, 5la cual prevalece por encima de cualquier tentación de querer aprisionar a otros o de ser aprisionados. 6Debes preguntar qué es la libertad a aquellos que han aprendido lo que es. 7No le preguntes a un gorrión cómo se eleva el águila pues los alicortos no han aceptado para sí mismos el poder que pueden compartir contigo.

5. Los que son incapaces de pecar dan tal como han recibido. 2Ve en tu hermano, pues, el poder de la impecabilidad *, y comparte con él el poder que le has concedido para que se libere del pecado. 3A todo el que camina por la tierra, en aparente soledad se le ha dado un salvador, cuya función especial aquí es liberarlo, para así liberarse él a sí mismo. 4En el mundo de la separación se le asigna esa función a cada uno por separado, aunque todos ellos son uno solo. 5Pero los que saben que todos ellos son uno solo no tienen necesidad de salvación. 6Y cada uno encuentra a su salvador cuando está listo para contemplar la faz de Cristo y ver que Éste está libre de pecado.

6. No es éste un plan que tú hayas elaborado; y no tienes que hacer nada, salvo aprender el papel que se te encomendó. 2Pues Aquel que conoce todo lo demás se ocupará de ello sin tu ayuda. 3Pero no pienses que Él no tiene necesidad del papel que te co­rresponde desempeñar para que lo asista a Él en lo demás. 4Pues de tu papel depende todo el plan, y ningún papel está completo sin tu papel, ni tampoco puede lo que es todo estar completo sin él. 5Al arca de la paz se entra de dos en dos. aSin embargo, el comienzo de otro mundo los acompaña. 6Toda relación santa tiene que entrar aquí para aprender la función especial que le corresponde desempeñar en el plan del Espíritu Santo ahora que com­parte Su propósito. 7Y a medida que ese propósito se alcanza, surge un nuevo mundo en el que el pecado no tiene cabida, y donde el Hijo de Dios puede entrar sin miedo y descansar por un rato para olvidar su esclavitud y recordar su libertad. 8Mas ¿cómo iba a poder entrar a descansar y a recordar si tú no le acompañas? 9A menos que estés allí, él no está completo. 10Y es su compleción lo que él recuerda allí.

7. Éste es el propósito que se te encomendó. 2No pienses que per­donar a tu hermano os beneficia sólo a vosotros dos. 3Pues el nuevo mundo en su totalidad descansa en las manos de cada dos seres que entren allí a descansar. 4Y mientras descansan, la faz de Cristo refulge sobre ellos, y ellos recuerdan las leyes de Dios, olvidándose de todo lo demás y anhelando únicamente que Sus leyes se cumplan perfectamente en ellos y en todos sus herma­nos. 5¿Crees que podrías descansar sin ellos una vez que esto se haya realizado? 6No podrías dejar ni a uno solo afuera tal como yo tampoco podría dejarte a ti afuera, y olvidarme así de una parte de mí mismo.

8. Tal vez te preguntes cómo vas a poder estar en paz si, mientras estés en el tiempo, aún queda tanto por hacer antes de que el camino que lleva a la paz esté libre y despejado. 2Quizá te parezca que esto es imposible. 3Pero pregúntate si es posible que Dios hubiese podido elaborar un plan para tu salvación que pudiese fracasar. 4Una vez que aceptes Su plan como la única función que quieres desempeñar, no habrá nada de lo que el Espíritu Santo no se haga cargo por ti sin ningún esfuerzo por tu parte. 5Él irá delante de ti despejando el camino, y no dejará escollos en los que puedas tropezar ni obstáculos que pudiesen obstruir tu paso. 6Se te dará todo lo que necesites. 7Toda aparente dificultad sim­plemente se desvanecerá antes de que llegues a ella. 8No tienes que preocuparte por nada, sino, más bien, desentenderte de todo, salvo del único propósito que quieres alcanzar. 9De la misma ma­nera en que éste te fue dado, asimismo su consecución se llevará a cabo por ti. 10La promesa de Dios se mantendrá firme contra todo obstáculo, pues descansa sobre la certeza, no sobre la con­tingencia. 11Descansa en ti. 12¿Y que puede haber que goce de más certeza que un Hijo de Dios?

 

LECCIÓN 235

 

Dios, en Su misericordia, dispone que yo me salve.

 

1. Tan sólo necesito contemplar todo aquello que parece herirme, y con absoluta certeza decirme a mí mismo: "La Voluntad de Dios es que yo me salve de esto", para que de inmediato lo vea desaparecer. 2Tan sólo necesito tener presente que la Voluntad de mi Padre para mí es felicidad, para darme cuenta de que lo único que se me ha dado es felicidad. 3Tan sólo necesito recordar que el Amor de Dios rodea a Su Hijo y mantiene su inocencia eterna­mente perfecta, para estar seguro de que me he salvado y de que me encuentro para siempre a salvo en Sus Brazos. 4Yo soy el Hijo que Él ama. 5Y me he salvado porque Dios en Su misericordia así lo dispuso.

 

2. Padre, Tu Santidad es la mía. 2Tu Amor me creó e hizo que mi ino­cencia fuese parte de Ti para siempre. 3No hay culpabilidad o pecado en mí, puesto que no los hay en Ti.

 

LECCIÓN 236

 

Gobierno mi mente, la cual sólo yo debo gobernar.

 

1. Tengo un reino que gobernar. 2Sin embargo, a veces no parece que yo sea su rey en absoluto, 3sino que parece imponerse sobre mí, y decirme cómo debo pensar y actuar y lo que debo sentir. 4No obstante, se me ha dado para que sirva cualquier propósito que yo perciba en él. 5La única función de mi mente es servir. 6Hoy la pongo, al servicio del Espíritu Santo para que Él la use como mejor le parezca. 7De esta manera, soy yo quien dirige mi mente, que sólo yo puedo gobernar. 8Y así la dejo en libertad para que haga la Voluntad de Dios.

2. Padre, mi mente está dispuesta hoy a recibir Tus Pensamientos y a no darle entrada a ningún pensamiento que no proceda de Ti. 2Yo gobierno mi mente, y te la ofrezco a Ti. 3Acepta mi regalo, pues es el que Tú me hiciste a mí.

 

LECCIÓN 237

 

Ahora quiero ser tal como Dios me creó.

 

1. Hoy aceptaré la verdad acerca de mí mismo. 2Me alzaré glo­rioso, y dejaré que la luz que mora en mí irradie sobre el mundo durante todo el día. 3Le traigo al mundo las buenas nuevas de la salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. 4Y contem­plo el mundo que Cristo quiere que yo vea, consciente de que pone fin al amargo sueño de la muerte; consciente de que es la llamada que mi Padre me hace.

2. Cristo se convierte hoy en mis ojos, y en los oídos que escuchan hoy la Voz que habla por Dios. 2Padre, vengo a Ti a través de Aquel que es Tu Hijo, así como mi verdadero Ser. 3Amén.

 

25 DE AGOSTO

V. Los heraldos de la eternidad

1. En este mundo, el Hijo de Dios se acerca al máximo a sí mismo en una relación santa. 2 Ahí comienza a encontrar la confianza que su Padre tiene en él. 3Y ahí encuentra su función de restituir las leyes de su Padre a lo que no está operando bajo ellas y de encontrar lo que se había perdido. 4Sólo en el tiempo se puede perder algo, pero nunca para siempre. 5Así pues, las partes sepa­radas del Hijo de Dios se unen gradualmente en el tiempo, y con cada unión el final del tiempo se aproxima aún más. 6Cada mila­gro de unión es un poderoso heraldo de la eternidad. 7Nadie que tenga un solo propósito, unificado y seguro, puede sentir miedo. 8Nadie que comparta con él ese mismo propósito podría dejar de ser uno con él.

2. Cada heraldo de la eternidad anuncia el fin del pecado y del miedo. 2Cada uno de ellos habla en el tiempo de lo que se encuen­tra mucho más allá de éste. 3Dos voces que se alzan juntas hacen un llamamiento al corazón de todos para que se hagan de un solo latir. 4Y en ese latir se proclama la unidad del amor y se le da la bienvenida. 5¡Que la paz sea con vuestra relación santa, la cual tiene el poder de conservar intacta la unidad del Hijo de Dios! 6Lo que le das a tu hermano es para el bien de todos, y todo el mundo se regocija gracias a tu regalo. 7No te olvides de Aquel que te dio los regalos que das, y al no olvidarte de Él, recordarás a Aquel que le dio los regalos para que Él te los diera a ti.

3. Es imposible sobrestimar la valía de tu hermano. 2Sólo el ego hace eso, pero ello sólo quiere decir que desea al otro para sí mismo, y, por lo tanto, que lo valora demasiado poco. 3Lo que goza de incalculable valor obviamente no puede ser evaluado. 4¿Eres consciente del miedo que se produce al intentar juzgar lo que se encuentra tan fuera del alcance de tu juicio que ni siquiera lo puedes ver? 5No juzgues lo que es invisible para ti, o, de lo contrario, nunca lo podrás ver. 6Más bien, aguarda con paciencia su llegada 6Se te concederá poder ver la valía de tu hermano cuando lo único que le desees sea la paz. 7Y lo que le desees a él será lo que recibirás.

4. ¿Cómo podrías estimar la valía de aquel que te ofrece paz? 2¿Qué otra cosa podrías desear, salvo lo que te ofrece? 3Su valía fue establecida por su Padre, y tú te volverás consciente de ella cuando recibas el regalo que tu Padre te hace a través de él. 4Lo que se encuentra en él brillará con tal fulgor en tu agradecida visión, que simplemente lo amarás y te regocijarás. 5No se te ocu­rrirá juzgarlo, pues, ¿quién puede ver la faz de Cristo y aun así insistir en que juzgar tiene sentido? 6Pues esa insistencia es pro­pia de aquellos que no ven. 7Puedes elegir ver o juzgar, pero nunca ambas cosas.

5. El cuerpo de tu hermano tiene tan poca utilidad para ti como para él. 2Cuando se usa únicamente de acuerdo con las enseñan­zas del Espíritu Santo, no tiene función alguna. 3Pues las mentes no necesitan el cuerpo para comunicarse. 4La visión que ve al cuerpo no le es útil al propósito de la relación santa. 5Y mientras sigas viendo a tu hermano como un cuerpo, los medios y el fin no estarán en armonía. 6¿Por qué se han de necesitar tantos instantes santos para alcanzar una relación santa, cuando con uno solo bastaría? 7No hay más que uno. 8El pequeño aliento de eternidad que atraviesa el tiempo como una luz dorada es sólo uno: no ha habido nada antes ni nada después.

6. Ves cada instante santo como un punto diferente en el tiempo. 2Mas es siempre el mismo instante. 3Todo lo que jamás hubo o habrá en él se encuentra aquí ahora mismo. 4El pasado no le resta nada, y el futuro no le añadirá nada más. 5En el instante santo, entonces, se encuentra todo. 6En él se encuentra la belleza de tu relación, con los medios y el fin perfectamente armonizados ya. 7En él se te ha ofrecido ya la perfecta fe que algún día habrás de ofrecerle a tu hermano; en él se ha concedido ya el ilimitado per­dón que le concederás; y en él es visible ya la faz de Cristo que algún día habrás de contemplar.

7. ¿Cómo ibas a poder calcular la valía de quien te ofrece seme­jante regalo? 2¿Cambiarías ese regalo por otro? 3Ese regalo resti­tuye las leyes de Dios nuevamente a tu memoria. 4Y sólo por recordarlas, te olvidas de las leyes que te mantenían prisionero del dolor y de la muerte. 5No es éste un regalo que el cuerpo de tu hermano te pueda ofrecer. 6El velo que oculta el regalo, tam­bién lo oculta a él. 7Él es el regalo, sin embargo, no lo sabe. 8Tú tampoco lo sabes. 9Pero ten fe en que Aquel que ve el regalo en ti y en tu hermano lo ofrecerá y lo recibirá por vosotros dos. 10Y a través de Su visión lo verás, y a través de Su entendimiento lo reconocerás y lo amarás como tuyo propio.

8. Consuélate, y siente cómo el Espíritu Santo cuida de ti con amor y con perfecta confianza en lo que ve. 2Él conoce al Hijo de Dios y comparte la certeza de su Padre de que el universo des­cansa a salvo y en paz en sus tiernas manos. 3Consideremos ahora lo que tiene que aprender a fin de poder compartir la confianza que su Padre tiene en él. 4¿Quién es él, para que el Creador del universo ponga a éste en sus manos, sabiendo que en ellas está a salvo? 5Él no se ve a sí mismo tal como su Padre lo conoce. 6Sin embargo, es imposible que Dios se equivoque con respecto a dónde deposita Su confianza.

 

LECCIÓN 238

 

La salvación depende de mi decisión.

 

1. Padre, Tu confianza en mí ha sido tan grande que debo ser digno de ella. 2Tú me creaste y me conoces tal como soy. 3Y aun así, pusiste en mis manos la salvación de Tu Hijo y dejaste que dependiera de mi deci­sión. 4¡Cuán grande debe ser Tu amor por mí! 5Y mi santidad debe ser asimismo inexpugnable para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la certeza de que Aquel que es parte de Ti, y también de mí, puesto que es mi Ser, está a salvo.

2. Y así, hoy volvemos a hacer otra pausa para pensar en lo mucho que nos ama nuestro Padre. 2Y cuán querido sigue siendo para Él Su Hijo, quien fue creado por Su Amor y en quien el Amor de Su Padre alcanza su plenitud.

 

26 DE AGOSTO

VI. El templo del Espíritu Santo

1. El significado del Hijo de Dios reside exclusivamente en la rela­ción que tiene con su Creador. 2Si residiese en cualquier otra cosa estaría basado en lo contingente, pero no hay nada más. 3Y este hecho es totalmente amoroso y eterno. 4El Hijo de Dios, no obs­tante, ha inventado una relación no santa entre él y su Padre. 5Su verdadera relación es una de perfecta unión e ininterrumpida continuidad. 6La relación que él inventó es parcial, egoísta, fragmentada y llena de temor. 7La que su Padre creó se abarca y se extiende totalmente a sí misma. 8La que él inventó es totalmente auto-destructiva y se limita a sí misma.

2. Nada puede mostrar mejor este contraste que la experiencia de ambas clases de relación, la santa y la no santa. 2La primera se basa en el amor, y descansa sobre él serena e imperturbada. 3El cuerpo no se inmiscuye en ella en absoluto. 4Ninguna relación de la que el cuerpo forma parte está basada en el amor, sino en la idolatría. 5El amor desea ser conocido, y completamente compren­dido y compartido. 6No guarda secretos ni hay nada que desee mantener aparte y oculto. 7Camina en la luz, sereno y con los ojos abiertos, y acoge todo con una sonrisa en sus labios y con una sinceridad tan pura y tan obvia que no podría interpretarse erró­neamente.

3. Mas los ídolos no comparten. 2Aceptan, pero lo que aceptan no es correspondido. 3Se les puede amar, pero ellos no pueden amar. 4No entienden lo que se les ofrece, y cualquier relación en la que entran a formar deja de tener significado. 5El amor que se les tiene ha hecho que el amor no tenga significado. 6Viven en secreto, detestando la luz del sol, felices, no obstante, en la penumbra del cuerpo, donde pueden ocultarse y mantener sus secretos ocultos junto con ellos mismos. 7Y no tienen relaciones, pues allí no se le da la bienvenida a nadie. 8No le sonríen a nadie, ni ven a los que les sonríen a ellos.

4. El amor no tiene templos sombríos donde mantener misterios en la oscuridad, ocultos de la luz del sol. 2No va en busca de poder, sino de relaciones. 3Elcuerpo es el arma predilecta del ego para obtener poder mediante las relaciones que entabla. 4Y sus relaciones sólo pueden ser profanas, pues lo que verdaderamente son, él ni siquiera lo ve. 5Las desea exclusivamente como ofren­das con las que sus ídolos medran. 6Todo lo demás simplemente lo desecha, pues lo que ello podría ofrecerle él no le otorga ningún valor. 7Al estar desamparado, el ego trata de acumular tantos cuerpos como pueda para que sirvan de altares para sus ídolos y así convertirlos en templos consagrados a sí mismo.

5. El templo del Espíritu Santo no es un cuerpo, sino una relación. 2El cuerpo es una aislada mota de oscuridad; una alcoba secreta y oculta; una diminuta mancha de misterio que no tiene sentido, un recinto celosamente protegido, pero que aun así no oculta nada. 3Aquí es donde la relación no santa se escapa de la realidad, y donde va en busca de migajas para sobrevivir. 4Ahí quiere arrastrar a sus hermanos, a fin de mantenerlos atrapados en la idolatría. 5Ahí  se siente a salvo, pues el amor no puede entrar. 6El Espíritu Santo no edifica Sus templos allí donde el amor jamás podría estar. 7¿Escogería Aquel que ve la faz de­ Cristo como Su hogar el único lugar en el universo donde ésta no se puede ver?

6. Tú no puedes hacer del cuerpo el templo del Espíritu Santo, y el cuerpo nunca podrá ser la sede del amor. 2Es la morada del idólatra, y de lo que condena al amor. 3Pues ahí el amor se vuelve algo, temible y se pierde toda esperanza. 4Aun los ídolos que ahí son adorados están revestidos de misterio y se les mantiene aparte de aquellos que les rinden culto. 5Éste es el templo consa­grado a la negación de las relaciones y de la reciprocidad. 6Ahí se percibe con asombro el "misterio" de la separación y se le con­templa con reverencia. 7Lo que Dios no dispuso que fuese se mantiene ahí "a salvo" ;de Él. 8Pero de lo que no te das cuenta es de que aquello que temes en tu hermano y te niegas a ver en él, es lo que hace que Dios te parezca temible y que no lo conozcas.

7. Los idólatras siempre tendrán miedo del amor, pues nada los amenaza tanto como su proximidad. 2Deja que el amor se les acer­que y pase por alto el cuerpo, como sin duda hará, y corren despa­voridos, sintiendo cómo empiezan a estremecerse y a tambalearse los cimientos aparentemente sólidos de su templo. 3Hermano, tú tiemblas con ellos. 4Sin embargo, de lo que tienes miedo es del heraldo de la libertad. 5Ese lugar de sombras no es tu hogar. 6Tu templo no está en peligro. 7Ya no eres un idólatra. 8El propósito del Espíritu Santo está a salvo en tu relación y no en tu cuerpo. 9Te has escapado del cuerpo. 10EI cuerpo no puede entrar allí donde tú estás, pues ahí es donde el Espíritu Santo ha establecido Su templo.

8. Las relaciones no admiten grados. 2O son o no son. 3Una rela­ción no santa no es una relación. 4Es un estado de aislamiento que aparenta ser lo que no es. 5Eso es todo. 6En el instante en que la idea descabellada de hacer que tu relación con Dios fuese pro­fana pareció posible, todas tus relaciones dejaron de tener signifi­cado. 7En ese instante profano nació el tiempo, y se concibieron los cuerpos para albergar esa idea descabellada y conferirle la ilusión de realidad. 8Y así, pareció tener un hogar que duraba por un cierto período de tiempo, para luego desaparecer del todo. 9Pues ¿qué otra cosa sino un fugaz instante podría dar albergue a esa loca idea que se opone a la realidad?

9. Los ídolos desaparecerán y no dejarán rastro alguno con su partida. 2El instante profano de su aparente poder es tan frágil como un copo de nieve, pero sin su belleza. 3¿Es éste el sustituto que deseas en lugar de la eterna bendición del instante santo y su ilimitada beneficencia? 4¿Es la malevolencia de la relación no santa, tan aparentemente poderosa, tan mal comprendida y tan revestida de una falsa atracción lo que prefieres en lugar del ins­tante santo, que te ofrece entendimiento y paz? 5Deja a un lado el cuerpo entonces, y elevándote al encuentro de lo que realmente deseas, transciéndelo serenamente. 6Y desde Su templo santo, no mires atrás a aquello de lo que has despertado. 7Pues no hay ilusiones que puedan resultarle atractivas a la mente que las ha transcendido y dejado atrás.

10. La relación santa refleja la verdadera relación que el Hijo de Dios tiene con su Padre en la realidad. 2El Espíritu Santo mora dentro de ella con la certeza de que es eterna. 3Sus firmes cimien­tos están eternamente sostenidos por la verdad, y el amor brilla sobre ella con la dulce sonrisa y tierna bendición que le ofrece a lo que es suyo. 4Aquí el instante no santo se intercambia gustosa­mente por uno santo y de absoluta reciprocidad. 5He aquí tierna­mente despejado el camino que conduce a las verdaderas relaciones, por el que tú y tu hermano camináis juntos dejando atrás el cuerpo felizmente para descansar en los Eternos Brazos de Dios. 6Los Brazos del Amor están abiertos para recibirte y brin­darte paz eterna.

11. El cuerpo es el ídolo del ego, la creencia en el pecado hecha carne y luego proyectada afuera. 2Esto produce lo que parece ser una muralla de carne alrededor de la mente, que la mantiene prisionera en un diminuto confín de espacio y tiempo hasta que llegue la muerte, y disponiendo de un solo instante en el que suspirar, sufrir y morir en honor de su amo. 3Y este instante no santo es lo que parece ser la vida: un instante de desesperación, un pequeño islote de arena seca, desprovisto de agua y sepultado en el olvido. 4Aquí se detiene brevemente el Hijo de Dios para hacer su ofrenda a los ídolos de la muerte y luego fallecer. 5Sin embargo, aquí está más muerto que vivo. 6No obstante, es aquí también donde vuelve a elegir entre la idolatría y el amor. 7Aquí se le da a escoger entre pasar dicho instante rindiéndole culto al cuerpo, o permitir que se le libere de él. 8Aquí puede aceptar el instante santo que se le ofrece como sustituto del instante no santo que antes había elegido. 9Y aquí puede finalmente darse cuenta de que las relaciones son su salvación y no su ruina.

12. Tú que estás aprendiendo esto puede que aún tengas miedo, pero no estás inmovilizado. 2El instante santo tiene ahora para ti mucho más valor que su aparente contrapartida, y te has dado cuenta de que realmente sólo deseas uno de ellos. 3Este no es un período de tristeza. 4Tal vez de confusión, pero no de desaliento. 5Tienes una verdadera relación, la cual tiene significado. 6Es tan similar a tu verdadera relación con Dios, como lo son entre sí todas las cosas que gozan de igualdad. 7La idolatría pertenece al pasado y no tiene significado. 8Quizá aún le tienes un poco de miedo a tu hermano; quizá te acompaña todavía una sombra del temor a Dios. 9Mas ¿qué importancia tiene eso para aquellos a quienes se les ha concedido tener una verdadera relación que transciende el cuerpo? 10¿Y se les podría privar por mucho más tiempo de contemplar la faz de Cristo? 11¿Y podrían ellos seguir privándose a sí mismos por mucho más tiempo del recuerdo de la relación que tienen con su Padre y mantener la memoria de Su Amor fuera de su conciencia?

 

LECCIÓN 239

 

Mía es la gloria de mi Padre.

 

1. No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros se oculte tras una falsa humildad. 2Por el contrario, sintámonos agradeci­dos por los regalos que nuestro Padre nos ha hecho. 3¿Sería posi­ble acaso que pudiéramos advertir algún vestigio de pecado o de culpa en aquellos con quienes Él comparte Su gloria? 4¿Y cómo podría ser que no nos contásemos entre ellos, cuando Él ama a Su Hijo para siempre y con perfecta constancia, sabiendo que es tal como Él lo creó?

2. Te damos gracias, Padre, por la luz que refulge por siempre en no­sotros. 2Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros. 3Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con nosotros mismos.

 

27 DE AGOSTO

VII. La correspondencia entre medios y fin

1. Hemos hablado mucho acerca de las discrepancias que puede haber entre los medios y el fin, y de la necesidad de que éstos concuerden antes de que tu relación santa pueda brindarte únicamente dicha. 2Pero hemos dicho también que los medios para alcanzar el objetivo del  Espíritu Santo emanarán de la misma Fuente de donde procede Su propósito. 3En vista de lo simple y directo que es este curso, no hay nada en él que no sea consis­tente. 4Las aparentes inconsistencias, o las partes que te resultan más difíciles de entender, apuntan meramente a aquellas áreas donde todavía hay discrepancias entre los medios y el fin. 5Y esto produce un gran desasosiego. 6Mas esto no tiene porqué ser así. 7Este curso apenas requiere nada de ti. 8Es imposible imaginarse algo que pida tan poco o que pueda ofrecer más.

2. El período de desasosiego que sigue al cambio súbito que se produce en una relación cuando su propósito pasa a ser la santidad en lugar del pecado, tal vez esté llegando a su fin. 2En la medida en que todavía experimentes desasosiego, en esa misma medida estarás negándote a poner los medios en manos de Aquel que cambió el propósito de la relación. 3Reconoces que deseas alcanzar el objetivo. 4¿Cómo no ibas a estar entonces igualmente dispuesto a aceptar los medios? 5Si no lo estás, admitamos que eres tú el que no es consistente. 6Todo objetivo se logra a través de ciertos medios, y si deseas lograr un objetivo tienes que estar igualmente dispuesto a desear los medios. 7¿Cómo podría uno ser sincero y decir: "Deseo esto por encima de todo lo demás, pero no quiero aprender cuáles son los medios necesarios para lograrlo?"

3. Para alcanzar el objetivo, el Espíritu Santo pide en verdad muy poco. 2Y pide igualmente poco para proporcionar los medios. 3Los medios son secundarios con respecto al objetivo. 4Cuando dudas, es porque el propósito te atemoriza, no los medios. 5Recuerda esto, pues, de lo contrario, cometerás el error de creer que los medios son difíciles. 6Sin embargo, ¿cómo van a ser difíciles cuan­do son algo que simplemente se te proporciona? 7Los medios ga­rantizan el objetivo y concuerdan perfectamente con él. 8Antes de que los examinemos más detenidamente, recuerda que si piensas que son imposibles, tu deseo de lograr el objetivo se ve menosca­bado. 9Pues si es posible alcanzar un objetivo, los medios para lograrlo tienen que ser posibles también.

4. Es imposible ver a tu hermano libre de pecado y al mismo tiempo verlo como si fuese un cuerpo. 2¿No es esto perfectamente consistente con el objetivo de la santidad? 3Pues la santidad es simplemente el resultado de dejar que se nos libere de todos los efectos del pecado, de modo que podamos reconocer lo que siem­pre ha sido verdad. 4Es imposible ver un cuerpo libre de pecado, pues la santidad es algo positivo y el cuerpo es simplemente neu­tral. 5No es pecaminoso, pero tampoco es impecable *. 6Y como realmente no es nada, no se le puede revestir significativamente con los atributos de Cristo o del ego. 7Tanto una cosa como la otra sería un error, pues en, ambos casos se le estarían adjudicando atributos a algo que no los puede poseer. 8Y ambos errores ten­drían que ser corregidos en aras de la verdad.

5. El cuerpo es el medio a través del cual el ego trata de hacer que la relación no santa parezca real. 2El instante no santo es el tiempo de los cuerpos. 3Y su propósito aquí es el pecado. 4Mas éste no se puede alcanzar salvo en fantasías, y, por lo tanto, la ilusión de que un hermano es un cuerpo está en perfecta consonancia con el propósito de lo que no es santo. 5Debido a esta correspon­dencia, los medios no se ponen en duda mientras se siga atribuyendo valor a la finalidad. 6La visión se amolda a lo que se desea, pues la visión siempre sigue al deseo. 7Y si lo que ves es el cuerpo, es que has optado por los juicios en vez de por la visión. 8Pues la visión, al igual que las relaciones, no admite grados. 9O ves o no, ves.

6. Todo aquel que ve el cuerpo de un hermano ha juzgado a su hermano y no lo ve. 2No es que realmente lo vea como un peca­dor, es que sencillamente no lo ve. 3En la penumbra del pecado su hermano es invisible. 4Ahí sólo puede ser imaginado, y es ahí donde las fantasías que tienes acerca de él no se comparan con su realidad. 5Ahí es donde las ilusiones se mantienen separadas de la realidad. 6Ahí las ilusiones nunca se llevan ante la verdad y siempre se mantienen ocultas de ella. 7Y ahí, en la oscuridad, es donde te imaginas que la realidad de tu hermano es un cuerpo, el cual ha entablado relaciones no santas con otros cuerpos y sirve a la causa del pecado por un instante antes de morir.

7. Existe ciertamente una clara diferencia entre este vano imagi­nar y la visión. 2La diferencia no estriba en ellos, sino en su pro­pósito. 3Ambos son únicamente medios, y cada uno de ellos es adecuado para el fin para el que se emplea. 4Ninguno de los dos puede servir para el propósito del otro, pues cada uno de ellos es en sí la elección de un propósito, empleado para propiciarlo. 5Cada uno de ellos carece de sentido, sin el fin para el que fue concebido, y, aparte de su propósito, no tiene valor propio. 6Los medios parecen reales debido al valor que se le adjudica al obje­tivo. 7Y los juicios carecen de valor a menos que el objetivo sea el pecado.

8. El cuerpo no se puede ver, excepto a través de juicios. 2Ver el cuerpo es señal de que te falta visión y de que has negado los medios que el Espíritu Santo te ofrece para que sirvas a Su pro­pósito. 3¿Cómo podría lograr su objetivo una relación santa si se vale de los medios del pecado? 4Tú te enseñaste a ti mismo a juzgar; mas tener visión es algo que se aprende de Aquel que quiere anular lo que has aprendido. 5Su visión no puede ver el cuerpo porque no puede ver el pecado. 6Y de esta manera, te conduce a la realidad. 7Tu santo hermano -a quien verlo de este modo supone tu liberación- no es una ilusión. 8No intentes verlo en la oscuridad, pues lo que te imagines acerca de él parecerá real en ella. 9Cerraste los ojos para excluirlo. 10Tal fue tu propó­sito, y mientras ese propósito parezca tener sentido, los medios para su consecución se considerarán dignos de ser vistos, y, por lo tanto, no verás.

9. Tu pregunta no debería ser: "¿Cómo puedo ver a mi hermano sin su cuerpo?" 2sino, "¿Deseo realmente verlo como alguien incapaz de pecar?" 3Y al preguntar esto, no te olvides de que en el hecho de que él es incapaz de pecar radica tu liberación del miedo. 4La salvación es la meta del Espíritu Santo. 5El medio es la visión. 6Pues lo que contemplan los que ven está libre de pecado. 7Nadie que ama puede juzgar, y, por lo tanto, lo que ve está libre de toda condena. 8Y lo que él ve no es obra suya, sino que le fue dado para que lo viese, tal como se le dio la visión que le permi­tió ver.

 

LECCIÓN 240

 

El miedo, de la clase que sea, no está justificado.

 

1. El miedo es un engaño. 2Da testimonio de que te has visto a ti mismo como nunca podrías ser y, por lo tanto, contemplas un mundo que no puede ser real. 3Ni una sola cosa en ese mundo es verdad. 4Sea cual sea la forma en que se manifieste, 5sólo da fe de tus ilusiones acerca de ti mismo. 6No nos dejemos engañar hoy. 7Somos los Hijos de Dios. 8El miedo no tiene cabida en nosotros, pues cada uno de nosotros es parte del Amor Mismo.

2. ¡Cuán infundados son nuestros miedos! 2¿Ibas acaso a permitir que Tu Hijo sufriese? 3Danos fe hoy para reconocer a Tu Hijo y liberarlo. 4Perdonémosle hoy en Tu Nombre, para poder entender su santidad y sentir por él el amor que Tú también sientes por él.

 

28 DE AGOSTO

VIII. La visión de la impecabilidad

1. Al principio, la visión te llegará en forma de atisbos, pero eso bastará para mostrarte lo que se te concede a ti que ves a tu her­mano libre de pecado. 2La verdad se restituye en ti al tú desearla, tal como la perdiste al desear otra cosa. 3Abre las puertas del santo lugar que cerraste al haber valorado ésa "otra cosa", y lo que nunca estuvo perdido regresará calladamente. 4Ha sido sal­vaguardado para ti. 5La visión no sería necesaria si no se hubiese concebido la idea de juzgar. 6Desea ahora que ésta sea eliminada completamente y así se hará.

2. ¿Deseas conocer tu Identidad? 2¿No intercambiarías gustosa­mente tus dudas por la certeza? 3¿No estarías dispuesto a estar libre de toda aflicción y aprender de nuevo lo que es la dicha? 4Tu relación santa te ofrece todo esto. 5Tal como se te dio, así también se te darán sus efectos. 6Y del mismo modo en que no fuiste tú quien concibió su santo propósito, tampoco fuiste tú quien concibió los medios para lograr su feliz desenlace. 7Regocíjate de poder disponer de lo que es tuyo sólo con pedirlo, y no pienses que tienes que ser tú quien debe concebir los medios o el fin. 8Todo ello se te da a ti que quieres ver a tu hermano libre de pecado. 9Todo ello se te da, y sólo espera a que desees recibirlo. 10La visión se le otorga libremente a todo aquel que pide ver.

3. La impecabilidad de tu hermano se te muestra en una luz bri­llante, para que la veas con la visión del Espíritu Santo y para que te regocijes con ella junto con Él. 2Pues la paz vendrá a todos aquellos que la pidan de todo corazón y sean sinceros en cuanto al propósito que comparten con el Espíritu Santo, y de un mismo sentir con Él con respecto a lo que es la salvación. 3Estáte dis­puesto, pues, a ver a tu hermano libre de pecado, para que Cristo pueda aparecer ante tu vista y colmarte de felicidad. 4Y no le otorgues ningún valor al cuerpo de tu hermano, el cual no hace sino condenarlo a fantasías de lo que él es. 5Él desea ver su impe­cabilidad, tal como tú deseas ver la tuya. 6Bendice al Hijo de Dios en tu relación, y no veas en él lo que tú has hecho de él.

4. El Espíritu Santo garantiza que lo que Dios dispuso para ti y te concedió, será tuyo. 2Este es tu propósito ahora, y la visión que hace que sea posible sólo espera a que la recibas. 3Ya dispones de la visión que te permite no ver el cuerpo. 4Y al contemplar a tu hermano verás en él un altar a tu Padre tan santo como el Cielo, refulgiendo con radiante pureza y con el destello de las deslum­brantes azucenas que allí depositaste. 5¿Qué otra cosa podría tener más valor para ti? 6¿Por qué piensas que el cuerpo es un mejor hogar, un albergue más seguro para el Hijo de Dios? 7¿Por qué preferirías ver el cuerpo en vez de la verdad? 8¿Cómo es posible que esa máquina de destrucción sea lo que prefieres y lo que eliges para reemplazar el santo hogar que te ofrece el Espí­ritu Santo, y donde Él morará contigo?

5. El cuerpo es el signo de la debilidad, de la vulnerabilidad y de la pérdida de poder. 2¿Qué ayuda te puede prestar un salvador así? 3¿Le pedirías ayuda a un desvalido en momentos de angustia y de necesidad? 4¿Es lo infinitamente pequeño la mejor alterna­tiva a la que recurrir en busca de fortaleza? 5Tus juicios parecerán debilitar a tu salvador. 6Mas eres tú quien tiene necesidad de su fortaleza. 7No hay problema, acontecimiento, situación o perple­jidad que la visión no pueda resolver. 8Todo queda redimido cuando se ve a través de la visión. 9Pues no es tu visión, y trae consigo las amadas leyes de Aquel Cuya visión es.

6. Todo lo que se contempla a través de la visión cae suavemente en su sitio, de acuerdo con las leyes que Su serena y certera mirada le brinda. 2La finalidad de todo lo que Él contempla es siempre indudable: 3Pues servirá a Su propósito, que se verá sin ajuste alguno y perfectamente adaptado al mismo: 4Bajo Su bon­dadosa mirada, lo destructivo se vuelve benigno y el pecado se convierte en una bendición. 5¿Qué poder tienen los ojos del cuerpo para corregir lo que perciben? 6Los ojos del cuerpo se ajustan al pecado, pues son incapaces de pasarlo por alto en nin­guna de sus formas, al verlo por todas partes y en todas las cosas. 7Mira a través de sus ojos, y todo quedará condenado ante ti. 8Y jamás podrás ver todo lo que te podría salvar. 9Tu santa relación, la fuente de tu salvación, queda desprovista de todo significado, y su más santo propósito desposeído de los medios para su con­secución.

7. Los juicios no son sino juguetes, caprichos, instrumentos insen­satos para jugar al juego fútil de la muerte en tu imaginación: 2La visión, en cambio, enmienda todas las cosas y las pone dulce­mente bajo el tierno dominio de las leyes del Cielo. 3¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? 4¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó? 5¿Y qué pasaría si te dieses cuenta de que los que parecen deambular por él, para pecar y morir, atacar, asesinar y destruirse a sí mismos son totalmente irreales? 6¿Podrías tener fe en lo que ves si acepta­ses esto? 7¿Y lo verías?

8. Las alucinaciones desaparecen cuando se reconocen como lo que son. 2Ésa es la cura y el remedio: 3No creas en ellas, y desapa­recen. 4Lo único que necesitas reconocer es que todo ello es tu propia fabricación. 5Una vez que aceptas este simple hecho y recuperas el poder que les habías otorgado, te liberas de ellas. 6Pero de esto no hay duda: las alucinaciones tienen un propósito, y cuando dejan de tenerlo, desaparecen: 7La pregunta, por lo tanto, no es nunca si las deseas o no, sino si deseas el propósito que apoyan. 8Este mundo parece tener muchos propósitos, todos ellos diferentes entre sí y con diferentes valores. 9Sin embargo, son todos el mismo. 10Una vez más, no hay grados, sino sólo una aparente jerarquía de valores.

9. Sólo dos propósitos son posibles: 2el pecado y la santidad. 3No existe nada entremedias, y el que elijas determinará lo que veas. 4Pues lo que ves simplemente demuestra cómo has elegido alcan­zar tu objetivo. 5Las alucinaciones sirven para alcanzar el objetivo de la locura. 6Son el medio a través del cual el mundo externo, proyectado desde adentro, se ajusta al pecado y parece dar fe de su realidad. 7Aún sigue siendo cierto, no obstante, que no hay nada afuera. 8Sin embargo, es sobre esta nada donde se lanzan todas las proyecciones. 9Pues es la proyección la que le confiere a la "nada" todo el significado que parece tener.

10. Lo que carece de significado no puede ser percibido. 2Y el sig­nificado siempre busca dentro de sí para encontrar significado, y luego mira hacia afuera. 3Todo el significado que tú le confieres al mundo externo tiene que reflejar, por lo tanto, lo que viste dentro de ti, o mejor dicho, si es que realmente viste o simplemente emi­tiste un juicio en contra de lo que viste. 4La visión es el medio a través del cual el Espíritu Santo transforma tus pesadillas en sue­Ã±os felices y reemplaza tus dementes alucinaciones -que te muestran las terribles consecuencias de pecados imaginarios- ­por plácidos y reconfortantes paisajes. 5Estos plácidos paisajes y sonidos se ven con agrado y se oyen con alegría. 6Son Sus susti­tutos para todos los aterradores panoramas y pavorosos sonidos que el propósito del ego le trajo a tu horrorizada conciencia. 7Ellos te alejan del pecado y te recuerdan que no es la realidad lo que te asusta, y que los errores que cometiste se pueden corregir.

11. Cuando hayas contemplado lo que parecía infundir terror y lo hayas visto transformarse en paisajes de paz y hermosura, cuando hayas presenciado escenas de violencia y de muerte y las hayas visto convertirse en serenos panoramas de jardines bajo cielos despejados, con aguas diáfanas, portadoras de vida, que corren felizmente por ellos en arroyuelos danzantes que nunca se secan, ¿qué necesidad habrá de persuadirte para que aceptes el don de la visión? 2Y una vez que la visión se haya alcanzado, ¿quién podría rehusar lo que necesariamente ha de venir des­pués? 3Piensa sólo en esto por un instante: puedes contemplar la santidad que Dios le dio a Su Hijo. 4Y nunca jamás tendrás que pensar que hay algo más que puedas ver.

 

3. ¿Qué es el mundo?

 

1. El mundo es una percepción falsa. 2Nació de un error, y no ha abandonado su fuente. 3Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida. 4Cuando el pensamiento de separa­ción haya sido sustituido por uno de verdadero perdón, el mundo se verá de una manera completamente distinta; de una manera. que conduce a la verdad en la que el mundo no puede sino desaparecer junto con todos sus errores. 5Ahora su fuente ha desaparecido, al igual que sus efectos.

2. El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. 2Es el símbolo del miedo. 3Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor? 4El mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar separado de Él. 5Esa fue la cuna de la percep­ción, pues el conocimiento no podría haber sido la causa de pen­samientos tan descabellados. 6Mas los ojos engañan, y los oídos oyen falsedades. 7Ahora es muy posible cometer errores porque se ha perdido la certeza.

3. Y para sustituirla nacieron los mecanismos de la ilusión, 2que ahora van en pos de lo que se les ha encomendado buscar. 3Su finalidad es servir el propósito para el que se fabricó el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real. 4Dichos meca­nismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la ver­dad y donde se mantiene aparte de las mentiras. 5No obstante, no informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad.

4. Del mismo modo en que el propósito de la vista fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro propósito. 2Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito. 3Sigue Su Luz, y verás el mundo tal como Él lo ve. 4Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla. 5Y deja que Él te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él.

5. No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. 2No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total. 3Y no intentemos cambiar nuestra función. 4Tenemos que salvar al mundo. 5Pues nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través de los ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que muriese pueda ser restituido a la vida eterna.

 

LECCIÓN 241

 

En este instante santo llega la salvación.

 

1. ¡Qué alegría tan grande la de hoy! 2Éste es un día de una cele­bración especial. 3Pues este día le ofrece al mundo de tinieblas el instante que se fijó para su liberación. 4Ha llegado el día en que todos los pesares se dejan atrás y el dolor desaparece. 5La gloria de la salvación alborea hoy sobre un mundo que ha sido libe­rado. 6Éste es un tiempo de esperanza para millones de seres. 7Ahora ellos se unirán conforme tú los perdones a todos. 8Pues hoy tú me perdonarás a mí.                                                                                                                                      .

2. Ahora nos hemos perdonado los unos a los otros, y así podemos por fin regresar a Ti. 2Padre, Tu Hijo, que en realidad jamás se ausentó, retorna al Cielo y a su hogar. 3iQué contentos estamos de que se nos haya restituido la cordura y de poder recordar que todos somos uno!

 

29 DE AGOSTO

Capítulo 21

RAZÓN Y PERCEPCIÓN

 

Introducción

1. La proyección da lugar a la percepción. 2El mundo que ves se compone de aquello con lo que tú lo dotaste. aNada más. 3Pero si bien no es nada más, tampoco es menos. 4Por lo tanto, es importante para ti. 5Es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna. 6Tal como el hombre piense, así percibirá. 7No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él. 8La percepción es un resultado, no una causa. 9Por eso es por lo que el concepto de grados de dificultad en los milagros no tiene sentido. 10Todo lo que se contempla a través de la visión es sano y santo. 11Nada que se perciba sin ella tiene significado. 12Y donde no hay significado, hay caos.

2. La condenación es un juicio que emites acerca de ti mismo, y eso es lo que proyectas sobre el mundo. 2Si lo ves como algo condenado, lo único que verás es lo que tú has hecho para herir al Hijo de Dios. 3Si contemplas desastres y catástrofes, es que has tratado de crucificarlo. 4Si ves santidad y esperanza, es que te has unido a la Voluntad de Dios para liberarlo. 5Estas son las únicas alternativas que tienes ante ti. 6Y lo que veas dará testimonio de tu elección y te permitirá reconocer cuál de ellas elegiste. 7El mundo que ves tan sólo te muestra cuánta dicha te has permitido ver en ti y aceptar como tuya. 8Y si ése es su significado, el poder de dar dicha tiene entonces que encontrarse en ti.

 

I. La canción olvidada

1. No te olvides nunca de que el mundo que "ven" los ciegos tiene que ser imaginario, pues desconocen el verdadero aspecto del mundo. 2Tienen que inferir lo que se puede ver basándose en datos que son siempre indirectos y reformular sus deducciones según tropiezan y se caen debido a lo que no reconocieron, o bien pasar sin sufrir daño alguno a través de puertas abiertas que ellos creían cerradas. 3Y lo mismo ocurre contigo. 4Tú no ves. 5Las indicaciones en las que te basas para llegar a tus conclusiones son erróneas, y por eso tropiezas y te caes encima de las piedras que no viste, sin darte cuenta de que puedes atravesar las puertas que, aunque creías que estaban cerradas, se encuentran abiertas para los ojos que no ven, esperando a darte la bienvenida.

2. ¡Qué descabellado es tratar de juzgar aquello que simplemente se podría ver! 2No es necesario imaginar qué aspecto debe tener el mundo. 3Antes de que lo puedas reconocer como lo que es, tienes que verlo. 4Se te puede mostrar qué puertas están abiertas, para que así puedas ver dónde radica la seguridad, qué camino conduce a las tinieblas y cuál a la luz. 5Los juicios siempre te darán indicaciones falsas, pero la visión te muestra por dónde ir. 6¿Por qué tratar de adivinarlo?

3. No hay que sufrir para aprender. 2Las lecciones benévolas se asimilan con júbilo y se recuerdan felizmente. 3Deseas aprender lo que te hace feliz y no olvidarte de ello. 4No es esto lo que niegas. 5Lo que te preguntas es si los medios a través de los cuales se aprende este curso conducen a la felicidad que promete o no. 6Si creyeses que sí, no tendrías dificultad alguna para aprender el curso. 7Todavía no eres un estudiante feliz porque aún no estás seguro de que la visión pueda aportarte más de lo que los juicios te ofrecen, y has aprendido que no puedes tener ambas cosas.

4. Los ciegos se acostumbran a su mundo adaptándose a él. 2Creen saber cómo desenvolverse en él. 3Han aprendido a hacerlo, pero no a través de lecciones gozosas, sino a través de la dura necesidad impuesta por las limitaciones que no creían poder superar. 4Y como todavía lo siguen creyendo, tienen en gran estima a esas lecciones y se aferran a ellas porque no pueden ver. 5No entienden que son las lecciones en sí las que los mantienen ciegos. 6Eso no lo creen. 7Y así, conservan el mundo que apren­dieron a "ver" en su imaginación, creyendo que sólo pueden ele­gir entre eso o nada. 8Odian el mundo que aprendieron a conocer mediante el dolor. 9Y todo lo que creen que habita en él sólo sirve para recordarles que están incompletos y que se les ha privado injustamente de algo.

5. Por lo tanto, definen su vida y donde viven, y se adaptan a ello tal como, creen que deben hacerlo, temerosos de perder lo poco que tienen. 2Y lo mismo ocurre con todos aquellos que consideran que lo único que tanto ellos como sus hermanos tienen es el cuerpo. 3Tratan de comunicarse entre sí, y fracasan una y otra vez. 4Y se adaptan a la soledad, pues creen que conservar el cuerpo es proteger lo poco que tienen. 5Presta atención, y mira a ver si te puedes acordar de lo que vamos a hablar ahora.

6. Escucha ... tal vez puedas captar un leve atisbo de un estado inmemorial que no has olvidado del todo; tal vez sea un poco nebuloso, mas no te es totalmente desconocido: como una can­ción cuyo título olvidaste hace mucho tiempo, así como las cir­cunstancias en las que la oíste. 2No puedes acordarte de toda la canción, sino sólo de algunas notas de la melodía, y no puedes asociarla con ninguna persona o lugar, ni con nada en particular. 3Pero esas pocas notas te bastan para recordar cuán bella era la canción, cuán maravilloso el paraje donde la escuchaste y cuánto amor sentiste por los que allí estaban escuchándola contigo.

7. Las notas no son nada. 2Sin embargo, las has conservado, no por ellas mismas, sino con un dulce recordatorio de lo que te haría llorar si recordases cuán querido era para ti. 3Podrías acor­darte, pero tienes miedo, pues crees que perderías el mundo que desde entonces has aprendido a conocer. 4Sin embargo, sabes que nada en este mundo es ni la sombra de aquello que tanto amaste. 5Escucha y mira a ver si te acuerdas de una canción muy vieja que sabías hace mucho tiempo y que te era más preciada que cualquier otra melodía que te hayas enseñado a ti mismo desde entonces.   

8. Más allá del cuerpo, del sol y de las estrellas, más allá de todo lo que ves, y, sin embargo, en cierta forma familiar para ti, hay un arco de luz dorada que al contemplarlo se extiende hasta vol­verse un círculo enorme y luminoso. 2El círculo se llena de luz ante tus ojos. 3Sus bordes desaparecen, y lo que había dentro deja de estar contenido. 4La luz se expande y envuelve todo, exten­diéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni límites de ninguna clase. 5Dentro de ella todo está unido en una continuidad perfecta. 6Es imposible imaginar que pueda haber algo que no esté dentro de ella, pues no hay lugar del que esta luz esté ausente.

9. Ésta es la visión del Hijo de Dios, a quien conoces bien. 2He aquí lo que ve el que conoce a su Padre. 3He aquí el recuerdo de lo que eres: una parte de ello que contiene todo ello dentro de sí, y que está tan inequívocamente unida a todo como todo está unido en ti. 4Acepta la visión que te puede mostrar esto y no el cuerpo. 5Te sabes esa vieja canción, y te la sabes muy bien. 6Nada te será jamás tan querido como este himno inmemorial de amor que el Hijo de Dios todavía le canta a su Padre.

10. Y ahora los ciegos pueden ver, pues esa misma canción que entonan en honor de su Creador los alaba a ellos también. 2La ceguera que inventaron no podrá resistir el vibrante recuerdo de esta canción. 3Y contemplarán la visión del Hijo de Dios, al recor­dar quién es aquel al que cantan. 4¿Qué es un milagro, sino este recordar?, 5¿Y hay alguien en quien no se encuentre esta memo­ria? 6La luz en uno despierta la luz en los demás. 7Y cuando la ves en tu hermano, la recuerdas por todos.

 

LECCIÓN 242

 

Este día se lo dedico a Dios. Es el regalo que le hago.

 

1. Hoy no dirigiré mi vida por mi cuenta. 2No entiendo el mundo, por lo tanto, tratar de dirigir mi vida por mi cuenta es una locura. 3Mas hay Alguien que sabe qué es lo que más me conviene. 4Y Él se alegra de tomar por mí únicamente aquellas decisiones que me conducen a Dios. 5Pongo este día en Sus manos, pues no quiero demorar mi regreso al hogar, y es Él el que conoce el camino que me conduce a Dios.

2. Y así, ponemos este día en Tus Manos. 2Venimos con mentes comple­tamente receptivas. 3No pedimos nada que creamos desear. 4Concédenos tan sólo lo que Tú deseas que recibamos. 5Tú conoces nuestros deseos y necesidades. 6Y nos concederás todo lo que sea necesario para ayudarnos a encontrar el camino que nos lleva hasta Ti.

 

LECCIÓN 243

 

Hoy no juzgaré nada de lo que ocurra.

 

1. Hoy seré honesto conmigo mismo. 2No pensaré que ya sé lo que no puede sino estar más allá de mi presente entendimiento. 3No pensaré que entiendo la totalidad basándome en unos cuan­tos fragmentos de mi percepción, que es lo único que puedo ver. 4Hoy reconozco esto. 5Y así quedo eximido de tener que emitir juicios que en realidad no puedo hacer. 6De esta manera, me libero a mí mismo y a todo lo que veo, de modo que pueda estar en paz tal como Dios nos creó.

2. Padre, hoy dejo que la creación sea lo que es. 2Honro todos sus aspec­tos, entre los que me cuento. 3Somos uno porque cada aspecto alberga Tu recuerdo, y la verdad sólo puede derramar su luz sobre todos nosotros cual uno solo.

 

LECCIÓN 244

 

No estoy en peligro en ningún lugar del mundo.

 

1. Tu Hijo está a salvo dondequiera que se encuentre porque Tú estás allí con él. 2Sólo con que invoque Tu Nombre recordará su seguridad y Tu Amor, pues éstos son uno. 3¿Cómo puede temer, dudar o no darse cuenta de que es imposible que pueda sufrir, estar en peligro o ser infeliz cuando él te pertenece a ti, es bienamado y amoroso, y está por siempre a salvo en Tu Paternal abrazo?

2. Y ahí es en verdad donde nos encontramos. 2No hay tormenta que pueda venir a azotar el santuario de nuestro hogar. 3En Dios estamos a salvo, 4pues, ¿qué podría suponer una amenaza para Dios, o venir a asustar a lo que por siempre ha de ser parte de Él


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